Hay una pequeña isla en el sur del océano pacifico, olvidada en el tiempo y relegada por los estados soberanos. No tiene petróleo ni cuenta con gas, sus recursos naturales apenas alcanzan para los nativos y su clima aunque cálido no es apto para el turismo a causa de una fina capa de neblina verdosa que la cubre, dándole un toque un tanto tenebroso.

Sin embargo esta característica siniestra le otorgo su nombre, Cielo Verde: una isla misteriosa, alguna vez colonia de Alemania; quien al perder la primera guerra mundial la cedió a los países de la Sociedad de Naciones en el tratado de Versalles. Donde la omitieron de sus documentos por no ser de utilidad alguna.

A esta singular isla llego una pareja extranjera un tanto peculiar. Gustav Pravus, un alemán de 64 años; grande, fornido y refinado; de ojos azules y pelo negro, bien peinado y de bigote arreglado. Un magnate del mundo político-empresarial. Y Mabel Caritas, una neurocirujana inglesa, profesora de varias universidades prestigiosas; rubia y de ojos color miel; quien con 67 años aun poseía una figura envidiable.

Esta pareja en su primer y único ataque de espontaneidad decidió desaparecer y vivir tranquilamente en algún lugar apartado del mundo ¿Y que mejor lugar que una isla olvidada por todos? Si bien, pensaban que habían logrado todo lo que se habían propuesto en sus vidas, jamás habían logrado tener hijos y por cuestiones de la vida les había sido imposible adoptar. Cuanto querían una hija.

Y a pesar de todo, en una noche cálida de febrero: Mabel que a pesar de su edad, ya por costumbre, siempre se realizaba una prueba de embarazo. Tal vez por melancolía o simplemente porque no había perdido la esperanza, incluso sabiendo lo absurdo que era su sueño. Lloraba de alegría, la prueba daba positivo.