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Capítulo 12

"La primera vez que le vi quise estar a su lado para siempre, pero él ya tenía ocupado ese lugar"
                                   B.M

Apoyo un brazo del hermano de Celina en mi cintura y el otro lo paso sobre mis hombros para que se pueda detener. Su contextura se balancea llegando casi arrastrarse por el piso. Cierro la puerta y coloco al joven con cuidado en la cama de su hermana. Me muevo rápidamente por un trapo mojado para limpiar su faz maltratada. Paso el trapo por sus manos que están raspadas con la piel desollada. Sus gemidos de dolor me abruman, prosigo limpiando con más delicadeza. Pongo una rodilla en la cama para llegar a su rostro, el se mantiene quieto con los párpados cerrados.

¿Cómo Ezar puede hacerlo esto? Es tan desalmado. Este muchacho parece de la misma edad que su hermano, ¿ a caso cuando le hizo esto no pensó que alguien más podría hacerlo lo mismo a Baltazar? Es inaudito de su parte, creo entender porque la gente de Gaelania no lo quiere como Rey. Al tener poder está sobrepasando sus límites. Es un dictador.

Quisiera darle algo de ropa, pero en esta habitación no hay nada para hombres. Respiro. Celina sabrá que hacer con él, espero.

—Soy Aisha, compañera de trabajo de Celina. Iré a llamarle. — Le comunicó.

El chico se revuelve.

—No..d-ej-a qu-e ella ve-nga. —Dice titubeante y esta vez cae desmayado. La tortura lo ha consumido. Me aproximó a tocar su frente. Caliente. Tiene fiebre.

Permanezco inmóvil por un momento al segundo siguiente busco en las gavetas del cuarto. Algo de medicina tienen que tener mis compañeras. Vacío cada gaveta y me frustro al hallar en cada una solo velas, toallas de cocina, más velas, más toallas. No hay nada. No puede ser que no tengan ni siquiera un frasco o pastillas.

Me doy por vencida.

La puerta de la habitación se abre. Y suelto un largo suspiro al ver el rostro conocido de Celina. Pero no en las condiciones de hace ratos. Esta lívida y hay sangre seca por su nariz, y uno de sus ojos esta rosado. ¿Qué le ha pasado?

—Celina ¿quién...?

—Es por mi hermano, por el vínculo. —Murmura con el semblante arrugado de padecimiento.

Comparten el vínculo.

Ve a su hermano y sacude la cabeza con aflicción. Al notarle tan decaída le ayudo a sentarse en mi lecho. Con ligereza enjuago una toalla y se la paso por todo su cara. Al igual que hice con su hermano. El jovencito al cabo de unos breves minutos extiende sus ojos, despertando. Noto que su ojo ya está sano. Al igual que su piel. Se ha recuperado en cuestión de minutos.

—Celina — Expresa mirando a su hermana con ternura.

Celina se pone de pie y sin vacilar abraza a su hermano con mucha fuerza. Les escucho llorar a ambos.

—Mauro, hermano. Me has hecho mucha falta—Sollozo—. Pensé que jamás volvería a verte. Mamá dijo que no podíamos vernos, nunca. —Llora Cel mientras se aprieta más cerca de él.

El corazón se me encogen. Ellos...no se han visto en mucho tiempo.

Mauro se enjuaga las lágrimas y le sonríe con afecto a su hermana.

—Escape. — Dice. Celina se exalta. — El rey Ezar me descubrió y quería encerrarme en las mazmorras. Pero si dejaba que lo hiciera jamás podría verte hermana. Así que no me quedo más remedio que asesinar a un guardia, para huir. Pero en el camino me encontré que el Rey Ezar me había seguido y apenas pude escapar de las garras de el.

—¡Mauro! ¿Por qué lo hiciste? Mamá dijo que cada uno debía permanecer en el lugar que ellos nos escogieron. ¡No debiste venir aquí!

Mauro toma de las manos a su hermana.

—Celina, tenía más de trescientos años sin verte. ¿Cómo podía no querer ver a mi hermana pequeña? —murmura Mauro.

Celina vuelve a soltarse a llorar en el pecho de su hermano mayor. Mauro la mantiene cerca suyo, viéndole con mucho cariño. Sus ojos escanean el aposento hasta dar con mi fachada. Me ve fijamente por un instante para después sonreírme angelicalmente. Le sonrío. Su cabello es negro como el de su hermana, pequeños mechones le caen en su frente y sus ojos son azules profundos. Su piel es blanca. Tiene un rostro bonito. Parecen gemelos él y Celina.

Cel se pone de pie de repente con una expresión de pánico.

—Mauro tienes que irte. Ahorita. No puedes estar aquí.

Mauro abre sus labios para negarse. Celina no lo deja hablar.

—Hay un reglamento— Masculla Celina.— Nadie en esta fortaleza puede tener comunicación con un habitante del reino de Ezar de lo contrario va para la torre de castigos. Ambos.

Mierda. Había olvidado el reglamento. Miro a Celina con alarma.

—Hay que sacarlo de aquí. Y no pueden verte, Cel.

No deseo que ninguno de los dos sufra la furia de Sabas. Debo ser yo quien saque a Mauro de esta fortaleza, si me descubren no me hará nada. Solo ruego que si lo hacen sea cuando ya Mauro esté fuera.

Mauro me voltea a ver con el ceño fruncido. El aún no entiende o no sabe que Sabas es peor que Ezar. Levantó mi almohada y sin importarme que ellos me vean tomo la daga y la ubicó entre una bolsa de mi vestido. Más tarde le explicaré a Celina porque tengo una daga en mi dominio. Ahorita no es prescindible.

—Yo lo sacaré. Tú quédate y vigila que nadie nos vea salir. — Indico. Mientras jalo a Mauro para que se posicione a mi lado. El me mira aún con cara de no saber que está pasando. Es tan ingenuo.

—Yo voy también— Farfulle Celina con la voz irregular. —No puedo dejar que vaya sola, Aisha. Por favor, es mi hermano. —Suplica.

Suspirando, acepto. Ella es la primera en salir para inspeccionar que nadie nos vea huir con su hermano. Con rapidez me hace señas que salgamos. Y así continuamos hasta arribar en la cocina. Por suerte no nos hemos encontrado con nadie lo cual es muy ventajoso para que Mauro se vaya sin trabas. Eso es lo que pienso hasta que veo venir con pasos apresurados al moreno gigante que me trajo con Celina. Rápidamente sin explicaciones empujó a Celina y Mauro dentro de la cocina y les hago señas que se escondan.

El moreno se me queda viendo para después agachar la cabeza y pasar de largo. Uff. Casi me da un ataque al corazón. Los hermanos abandonan el escondite y reunadamos la fuga.

Me adelanto para distraer los guardias pero me llevo la sorpresa que no hay ninguno. Conforme, agitó mi mano llamándoles que sigamos. El pase está desamparado. Sujeto de la mano a ambos al ver que actúan demasiado intranquilos y algunos ojos curiosos del pueblo los están contemplando con extrañeza. Nuestros pasos se apresuran al ojear atrás que la mayoría de los que estaban en la fiesta ya están ausentándose.

Me paro en seco, los hermanos se estrellan con mis costillas. Trago grueso. Con el corazón vibrante. Hay cuatro guardias en la entrada. No puede ser. Quizás advirtieron algo anormal o ya saben que Mauro está aquí. La ansiedad me pone la mente en blanco ¿Cómo carajos se va ir? Es la única salida. ¿Aunque..? Me giro a ver a Mauro.

—¿Cómo entraste? — Cuestionó. ¿Cómo pasó el campo de protección?

—Un gaelano me ayudo, y cuando yo entré no había ningún escolta protegiendo el ingreso. —Aclara con sinceridad en su facciones. Eso explica todo. ¿Quién fue que lo ayudó? Para poder bloquear el campo tiene que ser alguien con habilidades extraordinarias. Aparto mis pensamientos lejos y me concentro en buscar una solución.

No estoy lo suficiente preparada cuando Celina me apunta la cantidad de soldados con sus respectivas armas de hierro que vienen en nuestra dirección. Sin dudar los metemos en una gran casa que asimila ser una Iglesia solo que está en estado de descuido. Muchas telarañas y polvo decoran la estancia, convirtiéndola en un edificio desaliñado. Esto bastará para permanecer ocultos.

Los ruidos en el exterior se hacen fuertes y crueles. Creo que han descubierto que un gaelano del otro reino a entrado. Esto no está bien. El estallido que le sigue los hace rebotar con notable incertidumbre. La puerta se abre de un crujido y en seguida corremos a resguardarnos en la oscuridad de la capilla de enfrente. Los escoltas arrasan con las pequeñas bancas de maderas que ya están casi rotas, las tiran y desordenan cada objeto. Miró a Celina. Ella no debería estar aquí. Pero no me dan tiempo de decir las palabras.

Nos han encontrado.

Celina y Mauro se apretujan sin querer separarse. Los lamentos de Cel resuenan en el lugar. Los gaelanos no se inmutan por sus chillidos. Mauro trata de defenderse pero solo ocasiona que uno de ellos le pegue una patada en su abdomen mandándolo al suelo. Sus huesos crujen al descender. Celina se lanza al hombre pegándole con sus muñecas débiles, eso provoca que el individuo se molesta levantando su mano para golpear. Me interpongo delante de él.

—No te atrevas — Clamó con cólera. El galeano se para con la mano en alto pero se acobarda en cuanto ve a Sabas accediendo en la construcción. De prisa se encubre entre los demás escoltas, aprensivo.

Cobarde de mierda.

Mauro apenas puede sostenerse y su hermana trata de ayudarle. Sabas mira a los hermanos con desinterés y con un meneo de su mano coordina que los aprisionen. Ellos obran sus órdenes al pie de la letra agarrándolos sin cuidado alguno. Si dejo que los tomen sufrirán quince años en la torre de castigos. No,no..no. La furia bulle en mi. Acumulando fuerzas azoto con ira un gaelano extrayendo su espada. Impulsada de valentía los alejo hasta aproximarme a los hermanos. Los dos simultáneamente me miran con aspecto desencajado. Si, me he vuelto loca.

—¡Nadie se los llevará!—gritó. Los gaelanos al mirarme se miran entre sí, sin determinar su movimiento. ¿Por qué hacen esto? Que no ven que está mal. Están jodidamente erróneos. Al querer encerrar a unos inocentes.

Sabas alza una ceja con interés e inclina su mandíbula viendo con atención el agarre de mi espada que está temblando por la inquietud. La agarró con más potencia. Con pisadas lentas se acerca hasta pararse frente a mi.

—¿Qué crees qué haces? — Vocifera tomándome del mentón ejerciendo presión en mí. Molesta me agito para apartarlo pero ni siquiera lo muevo.

—No dejaré que se los lleven. —Protesto con perseverancia.

Sabas ladea la cabeza y suelta una pequeña sonrisa lúgubre.

—Enciérrenlos en la torre de castigos por romper el reglamento — Impone todavía con su mirada clavada en mí.

No, Cel...

Quiero correr a frenarlos pero el agarre de Sabas en mi cintura me imposibilita desplazarme. Chillo agitándome violentamente. Mi respiración se incrementa al ver que los están jalando hasta llevárselos lejos de mí.

—¡Solo llévenme a mí! ¡No le hagan daño a mi hermana! — Alcanzó oír el bramido de Mauro.

Tiro furiosamente la espada al piso. No me sirvió de nada. Aunque estábamos jodidos desde el instante que Sabas entró por esa puerta, si tan solo esos malditos vigilantes no hubiesen estado en la entrada como en la mañana.

Es extraño pero en tan limitado tiempo le he tomado estima a Celina. Y me siento ansiosa solo de imaginar los castigos que puede recibir ella y su hermano. Son hermanos, por Dios. Es sensato que anhelen reunirse.

Desechó mis pensamientos al ver a Sabas soltarme. Frunzo los labios con fuerza sintiéndome tan impotente. Sin poder hacer nada. Este hombre de no ser por el vínculo ya me hubiese carbonizado. ¿Cómo podría contra él?

—No tienes corazón — le digo con dureza. El dilata su mirada al oírme.

—Quien dijo que lo tenía — Responde apático. Sin darle importancia a lo que acaba de hacer. Apuño mis manos. Enojada.

—¡Eres un maldito idiota! Celina y Mauro no han hecho nada malo, es injusto que los encarceles y lo qu...

Su palma es colocada en mi boca callándome.

—Cuidado con lo que sale de tu boquita, humana. —Musita inclinándose en mi oreja sujetando un rizo de mi cabello. —Tenemos el vínculo por ahorita pero al nomás romperse. Puedo matarte o descartarte donde mejor me convenga.—Sus dedos estrujan mi cuello con aspereza y sus pupilas arden en mí.

¿Se puede deshacer? no dijo Omer que no.

Parpadeó con el corazón acelerado.

—Después de todo no significas nada para mí, humana desechable. — Continúa. — No olvides quien soy y quien eres tú. Vuelve hacer lo que hiciste y no lo pensaré dos veces antes de mantenerte encerrada sin opción de recibir el aire puro. —Plantea con el rostro rojo.

Joder.









(...)

No dormí.

Era imposible, en cada intento mis ojos se abrían al recordar la situación de Celina y la amenaza de Sabas. Antes había decido que me iría con Baltazar y ahora no se que hacer. Siento una sensación de pesadez al largarme sin más. Importándome poco lo que le ocurra a los hermanos.

Mi rutina ha transcurrido normalmente, excepto por la ausencia de Celina. Pero ninguna sirvienta a abierto la boca para cuestionar su falta. El cuchillo repercute en la tabla de madera, mientras picó una zanahoria en trocitos. Una chica de pelo castaño se encarga de disponer lo demás. Una hora pasa y se van a servir el desayuno. Me quedo sola, viendo por la rendija al exterior. Como el desayuno que consiste en un pan seco que le agregó miel con una simple taza de café. El sabor se derrite en mi sentido gustativo. Sencillo, pero delicioso.

Omer me comento que había un jardín por la ala este. Estar encerrada en esta cocina sin la compañía de Celina me aburre al extremo. Ando por el castillo investigado su entrada. Hace mucho tiempo no visitó una plantación de flores. Me gusta admirarlas. Me gusta ver su belleza. Pero no me gusta verlas cuando se marchitan. Toda su belleza se extingue. A veces creo que somos igual que una flor. Nos admiran, les gusta nuestra belleza. Pero con el tiempo cuando nos dañan nos marchitan.

Ensanchó mis pupilas mirando la preciosidad del jardín. Hay mucha variedad de flores. Girasoles, rosas blancas, rojas y rosadas. Corro con una gran sonrisa. Al observar que hay tulipanes. Mis favoritas. El aroma entra mi nariz. Cierro los ojos disfrutando el instante. El lugar está muy bien cuidado. Un material de vidrio cubre a los rosas y observó que cada fila está totalmente organizada.

Me paseo quitándome todo el estrés de encima. La vista me relaja. Siempre me ha gustado la naturaleza. Es uno de mis hobbies. En la tierra no tenía oportunidad de relajarme así. La ciudad ya se está perdiendo esta aglomerada por la nueva tecnología. Ya no hay mucho aire puro que respirar. Aquí en cambio no hay una tecnología que arruine la hermosura de los paisajes.

Me acomodo en un rincón divisando el gran cielo despejado y la estrella solar que ilumina. Me abrazo a si misma. Hago un hueco con mis manos, e incapaz de seguir con la mente llena de escenarios ubicó mi cabeza en mis brazos. Y tras minutos mis ojos pesados se cierran con el sueño domándome.



Horas posteriores entreabro mis iris hasta despabilarme, me pongo de pie en un ligero brinco. Sin ser consciente de la duración de mi descanso me marcho del jardín. Me restriego los ojos para despertarme, anhelo estar en mi cama. Libero un bostezo con tedio. Me congelo en una esquina cuando miro a Omer y Sabas susurrando. Sabas esta con una gesticulación de verdadero repudio como si odiara cada palabra que suelta Omer.



—¿Entonces dices que la aldea de Penia esta siendo conquistada por Ezar?— Ruge. Sabas vuelca un jarrón, iracundo. —¡Solo esa aldea posee mas de treinta mil habitantes, maldita sea! —Omer asiente incapaz de hablar ante la furia de su rey.

Ezar esta en Penia.



Bien, si al caso me largo tengo que eludir como sea esa aldea.



—Mañana nos marcharemos para Endenia. El líder Bereneth me debe un favor. —Daclara Sabas con regocijo. —El se encargará de Penia.



—Su majestad, pero la ultima vez que usted lo vio le quemo los pies y ha quedado incapacitado desde entonces. — Le evoca Omer con voz vacilante. Sabas se carcajea al oírle.

—Eso fue una lección para que aprendiera solo de quien debe recibir órdenes. —Explica con una diabólica sonrisa. —Por lo tanto si se niega...mmm—El se pone un dedo en la boca, analizándolo. —Le puedo chamuscar las partes restantes ¿Qué opinas Omer? — interpele risueño.

Silencio.

Este hombre está loco de remate.

Sabas se está yendo cuando Omer le frena preguntándole por el problema de Celina. Me alegro que a parte de mi alguien más esté preocupado por ello. Por un instante me ilusiono al considerar que si escuchara a Omer.

—Omer, ¿Por qué preguntas por ella? Si sabes muy bien la respuesta de lo que le pasa a los traidores.— Contesta y sin más abandona la instancia.

Oh, Celina...

Me retiro en mutismo. Doy una vuelta por la cocina checando si hay que algo que hacer. Pero ya paso la hora del almuerzo y todo está realizado. En cuestión de horas se prepara la cena y aún no tengo una idea concreta. Baltazar ya estará esperando por mí. No me aflijo por cenar. La verdad es que apenas he podido pasar bocado. Nada esta saliendo como deseo. Debería estar feliz porque me iré. Pero no puedo serlo, sabiendo que una chica está siendo castigada injustamente. Solo por unas malditas reglas de quinta.

Le doy una patada a la puerta de mi cuarto y me dispongo a prepararme sea como sea no puede hacer nada para ayudar a Celina ¿cierto? Tal vez no la esté pasando tan mal y solo sea mi exageración. Suponiendo eso me tranquilizo. No obtengo pertenencias propias, solo la daga y lo que llevo puesto. Va ser fácil encubrirme. La noche ya envuelve al cielo sin luceros. Arrebató un candil de las gavetas, sospecho que lo necesitaremos. Decidida me cercioro del corredor hasta dar zancadas largas. Trotando. No alcanzo a salir del ala, tres sujetos aparecen y con prisa me meto en un pasillo desconocido. Esta ala no me la mostró Omer. Doy unos cuantos pasos sin escuchar ningún ruido. Inició a caminar de reversa, arrugo el entrecejo al mirar que hay dos pasillos que se cruzan y que no los note al entrar a toda prisa. Escojo el de la derecha, pero este me lleva a otro pasillo que no he visto. Lo camino insegura y me lleva a un montón de gradas. Exhalo. Me he perdido.

Escalo las gradas sin entender que hago en este lado de la fortaleza. Quizás por algo Omer no me dijo de este pasillo lejano. ¿Será prohibido? Bien, ahora ya estoy aquí. No pierdo nada con ver lo que esconden en este espacio. Sonrío. ¿Posiblemente oculten oro?

Tiene el mismo material que la fortaleza central, solo que simula que sus paredes ya están viejas con su pintura desgastada. Están llenas de ácaros. Hay mucho mal olor en el aire.

Llego hasta una sola puerta de metal negra que está entreabierta. Como que alguien accedió a ella. Entre más me avecino, oigo quejidos y lloriqueos de suplicio. Los ruidos de algo colisionando llegan a mi. Paso saliva. Dejo caer el candil al contemplar el macabro escenario del interior de esa pieza. Una sola candela está brindando claridad. Cuatro hombres están castigando a unos jóvenes que apenas deje de ver hace veinticuatro horas.

Mauro y Celina.

Este pasillo es la torre de castigos.

Dos de ellos están perforando su piel con un material de metal caliente. El herraje tórrido es puesto en la palma de Celina, sus alaridos traspasan mis oídos y la misma dinámica prosiguen en todo su cuerpo. Hasta percibir el olor a carne chamuscada. Me tapo la boca conteniendo un grito. La escena es tan fuerte que no se como no he salido corriendo. Inmediatamente le hacen lo mismo a Mauro, mientras Celina aúlla desgarradoramente que no le hagan daño.

—¡Noooooo!.....¡suéltenme!....me du-ele ¡nooo-ooo!....¡quemaaaaa!....ahhhhhhhh. —chilla inestablemente Mauro. Lágrimas saladas bajan por mis mejillas. Pensé ingenuamente que no sería para tanto.

No contentos con su hallazgo avanzan a causar dolor con látigos. Individualmente taladran la anatomía de cada uno y en el proceso la carne quemada sale desprendida. El líquido rojo se escurre en el piso. Ya ni siquiera gritan. Contengo varios sollozos. Esto es tan irreal. Tras sufrir más de cincuenta azotes los liberan y le ponen cadenas en los pies y manos. Ellos... no se están moviendo.

—Tendrán toda la bendita noche para curarse. Volvemos en la mañana. — Advierte uno de los dañadores con insignificancia como si estuviera avisando la hora. Pasan sobre el umbral sin opinar nada por mi persona. Como si no me vieran.

Miró insistentemente a los hermanos tirados en el suelo. Al cabo de unos minutos se empiezan a agitar. Llorosa, medio sonrío. Aún viven. Ambos prosiguen a verse con aprecio. Mauro trae a su lado a su hermana. Sus pupilas se cierran pausadamente.

—Todo estará bien, Celina. Saldremos de esto— Dice Mauro reconfortante. Pero al escucharle Celina llora con más ímpetu. Ella sabe que nada estará bien.

Yo haré que todo vaya bien, Celina. Te lo prometo.

No se cómo está vez no me enredo entre tantos corredores pero logro presentarme en la sala de la cocina. Busco en la mesa un objeto punzante hasta dar con un cuchillo. Lo examino, al observar que está recién afilado me lleno de júbilo.

Este objeto nos proporcionará dolor Sabas.

Abordó en los aposentos de Sabas con el cuchillo en mano. Omer y Sabas están discutiendo algo, hay muchos documentos esparcidos por la mesa. El hombre de fuego está con su pelo blanco sujetado en una media cola sin su bella corona a la vista. Me arrimo a ellos sin dudar.

El sufrimiento de Mauro y Celina repleta mi cerebro.

—Sabas Spinsters, deja ir a Celina y Mauro de lo contrario haré que te arrepientas. — Sentenció. El hombre de fuego alza sus iris de los papeles por un segundo para a continuación volverse a su trabajo. Ignorándome. Con que eso estamos.

Mi plan consiste es provocarle dolor a a través de mí. Si no da la orden de soltarlos, no parare de infligirme. Quizás es algo tonto lo que haré, pero jamás deseo ver que alguien sufra esa crueldad de castigos.

Arrastró la manga de mi vestido hasta dejar disperso mi brazo. Ubicó el cuchillo en el centro y volteó a ver a Sabas aguardando su oposición. Pero el está clavado en esa mesa. Sin ofrecerme atención. Que conste que te lo advertí.

Me cortó. La primera herida es honda y la sangre no tarda en esparcirse. No hay respuesta. Tanteo mi piel, buscando algo que le cause más dolor. Centro el cuchillo en mi pulso.

—¿Te dolerá si me corto las venas? —cuestionó sin elevar mi cabeza.

No hay intervención.

Bien.

Sitúo el metal agudo abriendo una brecha muy cerca de mi vena. Sin demorar me hago una hendidura en mi pulso. El líquido carmesí sale disparado, como si acabo de romper una tubería. La cabeza me da vueltas y me sujeto en una columna. El perder sangre me está afectando rápidamente.

Importándome poco sigo cortándome hasta que tengo todo el brazo rayado. La mitad de mi vestido celeste se ha saturado de mi sangre espesa.

Puedo hacerlo.

Estoy a punto de comenzar con mi otro brazo, cuando una llama emerge en el aire y manda a volar al otro lado mi cuchillo. Me inmovilizó. Veo a un Sabas con el rostro controlado y echando chispas de sus ojos.

—¿Los dejaras ir? — preguntó con una media sonrisa.

—No.

Con poca energía escudriñó la estancia, queriendo hallar el objeto. Pero no está. Me quedo viendo fijamente el poste de sus aposentos y una idea loca se interpone en mí. Retrocedo cinco pasos y sin titubeos azoto mi frente en el pilar. El golpe me deja viendo luces de todos colores. Me pongo de rodillas. Me muerdo la lengua sintiendo el dolor clavarse en mi sentido izquierdo.

No me dejo vencer.

Repito la acción dos veces más y esta vez la cabeza me cruje. La sangre de mi frente me salpica en mis ojos. Creo que me he roto alguna parte de mi cabeza. Dirijo mis luceros viendo a Sabas, el esta con los ojos cerrados y sus labios están muy fuertemente apretados. Está agarrando un lápiz que en cuanto lo coge con mucha potencia, lo hace trizas.

Suspiró. Me alisto, y empiezo a correr. El impacto será más desgarrador. Mi frente en vez de chocar con un poste, se golpea en un gran cuerpo que se entromete en mi camino. Sus dedos se aferran con ira en mi faz.

—¡Maldita humana! ¡¿Estás loca?!

Me río, débilmente.

—Suéltalos. —Ordenó.

Sus ojos me miran fijamente, enardecidos.

—¡Omer! —grita. —¡Libérenlos!

Antes de poder sonreír porque lo he logrado. Mi cuerpo cae desplomado y la oscuridad me recibe. Baltazar, lo siento. Creo que no podré llegar. Es mi último pensamiento y caigo en la inconsciencia sin saber de mí.

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