I
"No existe la perfección. Todos somos imperfectos, todos cometemos errores de los cuales aprendemos"
Tomo una bocanada de aire. Tenía la adrenalina a flor de piel. Ya no había vuelta atrás, lo haría y ya no le importaría lo que pasará después. Levanto la mirada y recorrió el lugar con la mirada. Era una completa mierda, no había nada que lo detuviera, absolutamente nada.
Cogió el arma y silenciosamente se levantó de la cama. Camino hacia la habitación de uno de los guardias que se había dedicado a hacerle la vida imposible. Con el mayor cuidado posible abrió la puerta, mirando para los costados esperando no encontrarse con ninguna persona, porque si lo hacía estaba decidido a matar.
Estaba recostado de forma fetal en la cama. Sonrió cínicamente al verlo tan vulnerable, tan solo faltaba un movimiento para que él muriera y pagará de una vez todo lo que le hizo y todo lo que hizo a sus compañeros. Levanto el arma calculando con precisión, era un arma con silenciador, pero aun así tenía que ser muy cuidadoso con lo que iba hacer.
Uno "hijos de puta debieron haber muerto"
Dos "así es basura son y así se quedarán"
Tres "nadie los quiere ¿cómo creen que resultaron aquí?"
La alarma lo puso alerta. Alguien había escapado y sabía perfectamente quién era.
Él.
Rápidamente y sin pensarlo al ver que el guardia se había despertado tomo las llaves y antes que se las arrebatará le disparo en una de sus piernas. Un grito de puro dolor se holló en la estancia.
Ya no había tiempo.
Maldijo para sus adentros, cómo hubiera querido quedarse a ver cómo agonizaba, pero ya era demasiado tarde para él. Tomo una bocanada de aire y corrió como si su vida dependiera de ello, joder, si dependía de ello.
Odiaba al mundo, odiaba a todos los que gozaban de su libertad y lo miraban como si fuesen la peor cosa del mundo. Una idea se le cruzó por la cabeza. Sonrió al pensar aquella idea, una desviación del plan no iba hacer daño.
Se desvió de su camino y fue a la sala de control. Tiro la puerta de un golpe. Los guardias lo miraban temerosos porque sabían muy bien que era capaz de hacer ese chico de ojos azules, sabían que él era la persona más peligrosa internada en el reformatorio, sabían que estaba en la celda de máxima seguridad y por ello se hacían la pregunta: ¿Cómo carajos había escapado?
Levanto el arma y miro a cada uno de ellos detenidamente. Jugo con el arma por un momento para causar más temor. Un guardia en uno de sus descuidos tomo el arma que siempre tenía en su cintura.
- no te muevas - dijo apuntándola hacia él. El chico de ojos azules, se hizo el desentendido ¿pensaba amenazarlo? O mejor ¿matarlo? Ambos muy bien sabían que él no era capaz.
Soltó una carcajada carente de humor desde lo más profundo de su garganta. <<Aquel hombre era un verdadero idiota>> Pensó.
- un paso más y disparo - amenazó el guardia. Una fina capa de sudor delato su nerviosismo, esta se instaló en su frente recorriendo todo su rostro hasta caer ante el frio pavimento. Había trabajo por años en esto, pero nunca en sus tantos años de servicio se había cruzado con alguien así.
- adelante hazlo. - retó con una sonrisa en el rostro. - hazlo y veras al mismo demonio - sus ojos se clavaron en el guardia esperando cual iba ser su próximo movimiento. No bromea con decir que vería al mismísimo diablo si se atrevía a dispararle, porque no le pasaría nada, ya que llevaba un chaleco antibalas debajo de la camiseta. Si era astuto se debería de haber dado cuenta.
Continuó mirando al guardia hasta que la desvió a uno de los relojes que colgaba encima de todas las cámaras. Cinco minutos habían pasado, era hora de irse.
Levanto el arma y dio un disparo al aire, al instante los guardias se tiraron al piso, continuó dando disparos al aire hasta que llegó a las computadoras. Colocó el código y en un abrir y cerrar de ojos las celdas se abrieron dando paso al escape de los presos o como quieran decirlos. Habían de todo en aquella muchedumbre, asesinos, pirómanos, locos, enfermos, acosadores, sicarios de sangre fría... Huérfanos. Si, como leyeron, huérfanos que fueron problemáticos y no les dieron de otra que ir a aquel reformatorio de mierda.
Alguien lo tomo del cuello. Ni se inmutó. Ese hijo de puta iba a pagar por todo lo que le había hecho y que mejor que perdiendo su trabajo. En un movimiento rápido lo tiro al piso y le disparo en su abdomen. Otro grito desgarrador se holló en la estancia, música para sus oídos. La sangre no tardo en salir y fue la mejor vista que podía tener. El hombre se empezó a retorcer. Sonrió al ver como empezaba a agonizar. Encendió un cigarrillo y se cruzó de brazos hasta que el cigarrillo llegó a la mitad y lo arrojo al lado de él. Dio una última mirada al hombre que luchaba por su vida para escupirle a tan solo unos centímetros de su rostro, no le importaba nada, solo quería su libertad.
A paso seguro empezó a caminar hacia la salida. No había puerta gracias a que la había tirado, así que antes de irse miro sobre su hombro y le regaló una sonrisa de victoria antes de desaparecer por la espesura del bosque. Al salir busco con la mirada a su fiel compañero: Jordan, su mejor amigo o bueno, en realidad, ninguno de los dos lo admitía, pero ellos se cuidaban el trasero como si de hermanos se trataran.
Continuó corriendo al ver que su amigo ya no estaba, corrió por todo el bosque hasta que llego a una gran autopista, se paró y espero a que sus compañeros llegaran. Paso algunos minutos cuando paso un carro negro, parecido a una limusina, bajaron la ventanilla y se encontró con su jefe; el hombre movió su cabeza indicando que entrara en el auto, Gael así lo hizo.
-bien hecho, en unas horas viajaremos a Texas, allí te quedaras unos días - dijo el hombre con aquel acento ruso tan marcado. Gael solo se encogió de hombros, había cumplido con lo más importante de su vida, ahora no le importaba lo que pasara después, solo sabía una cosa: les debía la vida porque sin ellos nunca hubiera podido lograr escapar.
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