(GE!AU) Muerto [Realidad]
Gael lo había logrado. Había conseguido crear aquella cura para la niña. Se presentó en el hospital. Sabía que le iban a preguntar dónde ha estado por los últimos meses.
Ha desaparecido, desde que logró exceder sus límites genéticos, se ocultó sin dejar rastro. Ahora que logró ser mejor, ya tiene una respuesta para la enfermedad de la niña. Iba a curar a la pequeña que ahora quería como una hija.
Al abrir la puerta del hospital el chico no pudo evitar soltar algunas carcajadas cuando tanto Rayan como Luly, la hermana menor de este, le miraron con sorpresa al percatarse de su presencia. Le llovieron las preguntas de parte de Rayan, aunque las evitó o dio vagas respuestas al respecto.
― Ya tengo una cura. ― Gael sonrió, sacando de debajo de su chaqueta una jeringa con un líquido amarillo.
― ¿Es seguro? ¿De qué está hecho? ― Rayan posó una mano sobre el hombro de Gael, preocupado por el bienestar de su hermanita.
― Es completamente estable, y el de qué está hecho, pues está hecha de mi sangre y energía que puse en una posión. ― Susurró todo para que Luly no pudiera escuchar. Rayan se notó inseguro. ― Ya probé esto, es seguro, confía en m- ― Fue abruptamente interrumpido cuándo la niña empezó a toser con fuerza.
Rayan y Gael se acercaron a la niña. Gael miró a Rayan, buscando el permiso para proceder. Rayan miró a su hermana, que parecía ahogarse y volvió a mirar a Gael. Desesperación, miedo, dolor, inseguridad e impotencia emanaban de los ojos de Rayan. Asintió con la cabeza, dándole permiso a Gael a cumplir con lo que necesitaba.
Gael sujetó rápido a Luly, de una punzada inyectó rápido el líquido amarillo que se empezó a esparcir en el cuerpo de la pequeña. La niña quedó calmada, tendida en la cama, su respiración volvió a la normalidad y solo pareció cansada.
Rayan revisó rápido a su hermana. Abruptamente abrazó a Gael, al ver que su hermanita ahora estaba a salvo.
― Gracias gracias gracias gracias gracias gracias gracias gracias. ― Repetía sin detenerse, apretando más el abrazo que estaba siendo abrumador para Gael.
― Está bien. ― Gael le dio un pequeño cabezazo a Rayan para que lo suelte, cosa que el mencionado hizo. ― Solo cumplo con mi parte del trato, aparte, mataría a quien sea que toque a mi niña. ― Sonrió levemente, mirando el ceño fruncido de Rayan.
― Ella es mi hermana, quédate quieto con quererme robar a mi hermanita. ― Rayan se puso a la defensiva rápidamente.
― Bueno, bueno. Hermano luchón. Es nuestra niña. ― Gael sonrió con calma viendo a Rayan soltar los hombros, los había tensado cuando se puso a la defensiva.
― Está mejor. ― Se limitó a decir Rayan.
― Me iré. Avísame si necesitas algo. ― Gael guardó la jeringa y se disponía a irse. ― Me encuentro en Pueblo Crómlech si es que me necesitas, en la cabaña que está mirando de frente a cuando entas por el camino a la plaza de los Menhires. Toca la puerta y te preguntará alguien quién eres, solo dile que eres mi amigo. ― Dicho eso desapareció.
Gael se había ido hacia su laboratorio. La mujer espectro quería hablar con él, esa mujer era molesta pero no se molestaba en atenderla.
― Me alegra verte tan serio. ― La mujer miró sonriente al niño, el cual la miraba con fastidio. Dejó a Gael en dónde estaba y se acercó unas pantallas, habían varias piedras flotando cerca de ella.
Gael ni se molestó en hablar, hizo una mueca de confusión y soltó un leve sonido de duda. No recibió respuesta.
Gael miró a su alrededor, no podía ignorar el sentimiento de peligro que venía de ese lugar. Vio a dos personas acercarse, haciendo que se ponga alerta.
― Necesitamos que te quites la camisa y te recuestes en el centro de esto. ― Un chico de unos 16 años le habló, indicándole que debería hacer.
― ¿Para qué, Gabriel? ― Gael no se sentía seguro, incluso si conocía a ambos adolescentes.
Gabriel, su 3er maestro. Fue su hermano, en el ámbito legal, ya que su en ese entonces padre adoptó al adolescente. Un hombre bastante serio, estricto, callado y de mal temperamento que al momento de cumplir con algo se encargaba de conseguir sin importale las consecuencias. Su frase era: "El fin justifica los medios".
Diana, su 2da maestra. La adolescente que acompañaba a Gabriel fue su muestra también, una mujer muy afeminada, demandante, sonriente e hipócrita que había conocido en un callejón. Ella se encargó de matar a algunas personas que lo estaban molestando y se mantuvo a su cuidado por unos días. Su frase caracterísitica era: "Lo que importa no es lo qu te sucede, sino cómo reaccionas a lo qu te sucede".
― Verás, niño. ― Gabriel puso su mano sobre el hombro de Gael. ― Necesitamos que termines con lo que empezamos. ― Gael se notó confundido ante esa afirmación.
― Vamos Gael, apresúrate, debemos ir a ver a nuestros seres queridos después de esto. ― Diana sonrió, empujando infantilmente a Gael hacia el centro de las piedras flotantes en forma circular.
Gabriel y Diana lo acostaron con cuidado y salieron del círculo. Gael miró con confusión a sus ex-maestros. Ambos dejaron de ser sus maestros cuando prometieron no verse más, aunque en estos casos parecía que no podían cumplir su palabra.
Sintió su sombrero caer al suelo, lo cual lo alarmó. Su sombrero le mantenía capaz de hacerle frente a posesiones psíquicas que llegaba a tener.
Al lograr sentarse, Gael pudo notar cómo los cristales levantaban un especie de domo que lo cubría. Se levantó rápido, intentando tomar su sombrero, el cual desapareció de su vista al intentarlo.
La desesperación lo dominó al sentir su cuerpo ser jalado hacia abajo, cadenas habían salido del suelo mientras sentía un sentimiento cálido recorrer su fría piel. Forcejó un rato, sin ningún éxito, pareciendo cada vez más cansado ante esto. Las lágrimas cayeron por sus mejillas mientras sentía un fuerte dolor en su cuerpo.
Gritó por ayuda a sus maestros, los cuales lo miraron inexpresivos, acto seguido sus cuerpos se transformararon en sombra negra que se movió alrededor de la mujer fantasma.
― Fue un buen truquito, ¿cierto? ― La mujer espectro sonrió enternecida, de una manera tan asquerosa que le hacía hervir la sangre a Gael.
Hubiera gritado, insultando o si quiera reclamado al espíritu, pero otro fuerte dolor seguido a un insoportable hormigueo le hicieron callar, guardándose lo más que podía aquellos gritos desgarradores que su cuerpo exigía soltar, pero no le iba a dar el lujo a ese espectro.
No estaba seguro de cuánto tiempo pasó, o cuántas veces se forzó a mantenerse despierto. Lo que estaba seguro era que se sentía extraño, como si fuera más ligero.
Una corona se puso sobre él, la mujer espectro había entrado y se la había colocado. Ella entró en la corona y un brillo rosa lo volvió a envolver, intentando poseerlo.
Gael absorvió al espíritu, y la corona se desintegró sobre su cabeza. El niño se notó sorprendido, las cadenas habían desaparecido pero el niño seguía sin poder levantarse del suelo.
El sonido de pasos lo alarmó, intentando levantarse o controlar su cuerpo en lo más mínimo, fallando rotundamente.
Elizabeth, su madre adoptiva, mujer que lo cuidaba desde hace varios meses, estaba corriendo siendo seguida por su hermana, Mildre.
Mildre es una chica de 14 años, tiene un rostro y actitud calmados, su cabello y ojos son marrones y suele llevar siempre faldas largas; es una chica muy amable, siempre fue buena con él, aunque siempre la alejaban de él sin motivo real. Por su parte, Elizabeth era una mujer de unos 23 años, poseedora de un rostro delicado y una actitud calmante, siempre irradiando un aura maternal; se encargó de cuidarlo, aunque unca le agradeció en palabras y jamás la consideró una madre, sabía que ambos se querían y eso era lo importante.
― ¡Gael! ― Elizabeth gritó desesperada al verlo al niño tirado en el suelo, dentro de un círculo de ceniza grande y con un aspecto diferente, del cual Gael no era consciente.
Su aspecto había cambiado, tenía un cabello completamente blanco y sus ojos de color amarillo. Únicamente llevando su pantalón marrón algo desgarrado, ya que su camiseta al igual que su bufanda se encontraba desgarrada por completo.
La mujer lo sujetó firmemente en sus brazos, acercándolo a ella. Temblaba y las lagrimas salían de los ojos de su madre adoptiva, sintiendo nulo latido de su corazón.
― ¡Mi bebé! ¡No me hagas esto! ¡No a él! ― Hablaba entre llantos la mujer, siendo acompañada por los leves sollozos de Mildre, al ver en ese estado tan lamentable a su hermanito.
― ¿Por qué? ― Mildre lagrimeaba, con un nudo en la garganta y su respiración agitada. ― No es justo. ― Su hermana rompió en llanto.
― ¡¡¡Mi bebé!!! ― Gritó de forma desgarradora la mujer, sujetándo con fuerza el frío cuerpo del niño.
Los llantos y gritos inundaron ese laboratorio, aunque no había nadie que escuchara.
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