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Dos

Desde el momento en que vio aquella publicación, todo de él ansiaba sentarse a escribir y explicar su "problema", el cual, a pesar de no serlo realmente, él lo asumía como tal.

La cuestión era ¿cómo explicarlo sin decir demasiado? Quería ser breve, pero que se comprendiese su temor y se percibiese aquella desesperación que tomaba presa de él cada cierto tiempo. Encerrado en su habitación durante aquella tarde, no hizo más que escribir un texto tras otro, sin que ninguno le convenciese. Era exigente y perfeccionista, cosa que enfatizaba más su supuesta perfección. Odiaba que lo tomasen por alguien perfecto, pues sólo él sabía que no lo era, pues lo que en realidad lo definía era la palabra engaño, y, a poder ser, en mayúsculas.

Tras un total de veintitrés intentos, logró un escrito decente. Lo único que no le agradaba era su rúbrica, la cual denotaba el cansancio tras horas sosteniendo el bolígrafo. Leyó el último varias veces, buscando el fallo que estaba seguro debía contener. Desistió al no encontrarlo, y leyó una última vez entonando en voz muy baja, únicamente audible para él. A pesar de tener la puerta cerrada y la música puesta, no se animó a leerlo a viva voz por miedo a que le escuchase alguien. Al fin y al cabo, tenía dos hermanos algo alocados y despreocupados y una hermana ciertamente chismosa, que era la que más le preocupaba.

<<Hace ya un tiempo que sé que me gustan las personas de mi mismo sexo, pero no se lo he contado nunca a nadie. Ahora que comienzo una nueva etapa, quizá sea el momento para ello, pero ¿cómo hacerlo sin que haya terribles consecuencias?

No creo que mis padres reaccionen bien, al menos no él. Seguramente alguno de mis amigos se aleje de mí, y tampoco quiero eso. Me aterran sus reacciones y que todo cambie demasiado. ¿Y si una vez lo diga nadie lo acepta bien? ¿Y si mi familia me rechaza o mis amigos me dejan a un lado? ¿Y si me convierto en el centro de burlas por eso? Porque no soy tonto, sé cómo de mezquina puede ser la gente y lo poco dados que somos a aceptar a la gente que es distinta o no es normal. Y estoy muerto de miedo>>.

Lo veía correcto, por lo tanto dio el plan por entrado en la penúltima fase. Sí, incluso para algo así había armado todo un protocolo de actuación. Ahora, en aquel punto del protocolo, tocaba eliminar las pruebas. Decidido, tomó el pequeño papel y lo metió dentro de un sobre, éste dentro del cuaderno de matemáticas, éste dentro de la mochila y ésta bajo el escritorio, lista para el siguiente día de clases y apartada para que nadie pudiese verse tentado siquiera a moverla de sitio. Tras eso, tomó papel por papel y los fue rompiendo en pequeños pedazos, casi minúsculos, los mezcló todos dentro de su papelera para conseguir que no pudiesen unirse con facilidad. Después de eso, depositó en el cubo los restos de su merienda, un par de pañuelos usados que se sacó del bolsillo del vaquero y el pequeño brick de zumo, del cual se aseguró de verter un poco sobre los papeles. Definitivamente, nadie de su casa se atrevería a meter ahí las manos.

Observó el contenido de la bolsa puesta en el cubo, pero seguía sin sentirse seguro. En un rápido movimiento, sacó la bolsa, la anudó y salió raudo del dormitorio. Cuando llegó al salón anunció que iba a tirar la basura y un rato al parque, a lo que su madre asintió sin más. Salió disparado de casa y llevó la bolsa consigo hasta los contenedores de tres calles más abajo, en lugar de depositarlos en los de la esquina de su calle. Obviamente, la paranoia de que pudiese llegar el contenido a manos de sus padres y ellos comprendiesen que se trataba de su hijo quien había escrito aquello, para desgracia de Gabriel, se le había ido de las manos.

Tal cual lo tiró, regresó a casa y se encerró en su cuarto, decidido a custodiar su mochila. Siguiendo la última fase de su plan, el lunes dejaría la nota en el lugar indicado en la revista y esperaría, siguiendo con su vida como si nada de aquello hubiese sucedido hasta que obtuviese una respuesta. Podía ser en el siguiente número, o dentro de tres meses, no había certeza alguna al respecto; él podía esperar un poco más, se decía.

Y dicho y hecho, el lunes dio la puntada final a su plan. Respiró aliviado al no tener que custodiar más aquel papel delator y por haber dado un paso que, creía, lo iba a ayudar a tomar la mejor decisión posible.

Estaba cansado de mentir y de aparentar ser normal, como la sociedad dice cuando se refieren a lo establecido o aceptado. Estaba harto de sentirse como un producto que a todos debía gustar y satisfacer. Quizá, caviló, el momento de anteponerse a sí mismo por sobre cualquier otra cosa había llegado al fin.

Tenía muchas dudas, pero una cosa muy clara: no podía seguir fingiendo ser lo que no era.

   

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Bueno, este ha sido cortito pero creo que este final de capítulo es el adecuado, y tampoco quiero enrollarme con florituras innecesarias, por lo que prefiero dejarlo aquí y redactar un tercer capítulo lo mejor organizado posible.

¿Qué opinas de Gabriel? Exigente en todo, el muchacho. 

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