9. Una navidad diferente.
CAPÍTULO NUEVE.
El tiempo volaba, tan rápido que apenas me di cuenta de que habían pasado cinco meses.
Cinco meses.
Nunca había estado tan a gusto conmigo misma, ni tan genuinamente feliz. Jungkook y yo habíamos estado saliendo durante estos cinco meses, sin etiquetas ni compromisos oficiales, pero siendo completamente felices a nuestra manera.
—Si no dejas de hablar, tendré que amordazar esa linda boquita. ¿Quieres que haga eso? —me dijo con autoridad que siempre lograba encenderme.
—Quiero que metas tu maldito pene dentro de mi vagina —respondí, mi voz cargada de deseo y frustración
Él negó con la cabeza mientras hacía sonidos con su lengua, disfrutando de la tensión que se acumulaba entre nosotros. Lentamente, se acercó, sus ojos fijos en los míos, deleitándose con mi desesperación.
—Esa es una respuesta incorrecta. Tendré que poner una mordaza —murmuró con un tono que prometía exactamente eso.
Sexo.
Éramos felices a nuestra manera, encontrando placer y conexión en cada encuentro, sin importar la hora ni el lugar. Pero no te equivoques: Jungkook no era solo una máquina lujuriosa de sexo. Detrás de esa fachada ardiente, había un hombre increíblemente dulce y romántico, el más lindo que podría existir. Con él, cada día se sentía como una nueva aventura, y aunque nuestro amor aún no tenía un nombre oficial, sabía que lo que teníamos era real y profundamente satisfactorio.
Jugó conmigo, alargando la espera mientras buscaba algo para tapar mi boca. Sus manos rebuscaban, creando una tensión deliciosa en el aire. De pronto, se detuvo y ladeó la cabeza, mirándome con esa mezcla de deseo y autoridad que me hacía estremecer.
—Abre la boca —ordenó.
No dudé ni un segundo. Cuando él lo pedía, yo obedecía. Abrí la boca, sentada en la cama, manteniendo el contacto visual con él. Pero él negó con la cabeza, insatisfecho.
—De rodillas y abre tu boca.
Sin pensarlo dos veces, se acercó y metió su pene en mi boca, dejándome sin aliento. Intenté seguir el ritmo que él marcaba, mientras follaba mi garganta con una intensidad que me hacía perder el control. La dificultad de seguir su ritmo solo aumentaba mi deseo.
—Eso es. Eso se siente grandioso, preciosa —murmuró. Su voz sonaba ronca y cargada de placer.
Sus palabras avivaban el fuego en mi interior, empujándome a esforzarme aún más. Succioné con fuerza, sin apartar la mirada de él. Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras sentía que él llegaba cada vez más al fondo de mi garganta, hasta que, en un momento, me dejó completamente sin respiración.
—¡Santa mierda! —exclamó, sorprendido por lo que acababa de hacer. —Lo siento, cariño. ¿Te hice daño? Fui muy bruto...
Era típico de Jungkook. No podía mantenerse en su papel de dominante por mucho tiempo; su verdadera personalidad siempre salía a la luz, esa dulzura que lo hacía único.
—Estoy bien —le aseguré, recuperando el aliento.
Una sonrisa de alivio se dibujó en su rostro antes de que su tono volviera a cambiar.
—Entonces, pon tus lindas rodillas en la cama y enséñame ese culo.
Sonreí ante su orden, complacida por su rápida vuelta al juego. Me puse en la posición que él quería, mis rodillas sobre la cama, mientras lo esperaba. Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo cuando se colocó detrás de mí, el aire cargado de anticipación. Sabía que lo que venía sería tan intenso como lo deseábamos ambos.
Entró lentamente y solté un gemido de satisfacción al sentirlo. Jungkook tomó mis caderas, profundizando sus estocadas con cada movimiento. Apoyé mi mejilla en la cama, dándole la vista que sabía que tanto le gustaba.
—Oh, me vuelves loco, absolutamente loco. Eres extraordinaria... —jadeó, su voz entrecortada por el placer.
—¡No te atrevas a detenerte! —le exigí con necesidad.
—¿Uno no puede darte cumplidos? —respondió con una risa traviesa.
Giré mi cuerpo con un movimiento rápido, quedando de espaldas en la cama, y lo atraje hacia mí, haciendo que su pene volviera a entrar en mí, esta vez de manera más lenta, más íntima. Jungkook continuó moviéndose, pero ahora lo hacía con una ternura que contrastaba con la urgencia de antes. Sus labios comenzaron a recorrer mi rostro, besando cada rincón con una devoción que me hacía temblar. Cada estocada era más profunda, más significativa, y cerré los ojos, dejando que el momento me envolviera completamente.
Lo abracé con mis piernas, acercándolo aún más, sin dejar ningún espacio entre nosotros. Estaba al borde del orgasmo, y él lo sabía. Sentí cómo su ritmo cambiaba, cómo se movía con una precisión que solo él conocía, buscando llevarme al límite.
—Sí, Jungkook, sí... —gemí, mi voz un susurro entrecortado.
—Eso es, mi amor... me encanta verte así por mí...
Sabía que no podía resistir mucho más. Me moví con él, siguiendo su ritmo, perdida en el placer que me consumía. Finalmente, mi orgasmo llegó con una fuerza arrolladora, más pronto de lo que quería, pero demasiado intenso para contenerlo. Jungkook, sintiendo mi liberación, aceleró sus movimientos, buscando su propia satisfacción hasta que finalmente se dejó llevar, liberando todo su deseo en un momento de pura euforia.
Mi corazón latía desbocado, y un leve dolor de cabeza comenzó a formarse por la intensidad de lo que acabábamos de compartir. Jungkook soltó una risa mientras negaba con la cabeza, su expresión entre divertida y satisfecha.
—Eres una reina adicta al sexo y yo soy un pobre esclavo que nació para servirte —bromeó, su tono ligero pero lleno de cariño.
Lo miré por más tiempo del que hubiera pensado, dejándome llevar por la marea de emociones que me inundaba.
Jungkook me hacía tan feliz.
En estos cinco meses había cumplido cada palabra, sin presionarme, solo demostrando su amor una y otra vez. Me había dicho que me amaba en incontables ocasiones, y aunque nunca había respondido, él jamás había mencionado nada al respecto, siempre respetando mi espacio.
¿Por qué había esperado tanto?
—Te amo, Jungkook... —las palabras salieron de mi boca antes de que pudiera pensarlo dos veces. Vi cómo su sonrisa se desvanecía lentamente, y sus ojos se llenaron de incredulidad mientras me miraba, tratando de asimilar lo que acababa de escuchar.
—¿Qué? —preguntó, con su voz apenas en un susurro.
—Que estoy profundamente enamorada de ti, cariño —repetí, dejando que cada palabra cargara el peso de lo que sentía.
Él, en respuesta, escondió su rostro en mi cuello, quedándome pasmada, sintiendo su respiración temblorosa contra mi piel.
—¿Qué pasa? —pregunté preocupada por su reacción.
No recibí respuesta, lo que comenzó a asustarme. Intenté moverme, quitarlo de encima para poder mirarlo, pero él no me dejó. Su cuerpo se mantenía pegado al mío, y fue entonces cuando la realidad me golpeó.
—Jungkook, ¿qué tienes? —susurré, con el corazón encogido.
Lentamente, él dejó entrever sus ojos, enrojecidos por las lágrimas. La vulnerabilidad en todo su esplendor. Una de las cosas que más me encantaba de él era su capacidad para ser completamente sincero con sus emociones, sin importar lo que los demás pudieran pensar.
—Creí que jamás lo dirías... —murmuró con voz quebrada, cargada de un alivio que me partió el alma.
Al escuchar sus palabras, un nudo se formó en mi garganta. Me di cuenta de cuánto había anhelado que se lo dijera, aunque nunca me presionó para hacerlo. Había querido escuchar esas dos palabras salir de mi boca más de lo que yo había imaginado.
—No sé por qué tardé tanto. Has sido lo mejor de mi vida en años, Jungkook. Mi vida ha sido una completa mierda, pero tú has logrado llenar cada vacío que sentía antes de conocerte. Te amo como no tienes idea, y eso no creo que cambie —le dije, mis palabras llenas de la verdad que había tardado tanto en reconocer.
Jungkook me miró con ternura.
—Y no quiero que lo haga. Haré que me ames hasta que seamos unos viejos con pañales —respondió, su tono volviendo a esa calidez juguetona que siempre lograba hacerme sonreír, a pesar de todo.
Lo abracé más fuerte, sintiendo que, en ese momento, estábamos más conectados que nunca, sabiendo que habíamos encontrado algo especial que no dejaríamos ir.
Ni loca.
Después de esa noche maravillosa, había pasado una semana, y Jungkook y yo habíamos planeado ir a casa de Minhao.
Sí, mi buen amigo Minhao.
Mantuve el contacto con él luego de aquella cita completamente fallida y ha sido la mejor decisión del mundo. Ahora éramos un grupo de cuatro personas, porque Jungkook también estaba incluido en nuestras salidas.
—Mi amiga ya ni me responde los mensajes por tu culpa, Jeon —le reprochó Soonya mientras estábamos todos bebiendo algo en la sala de estar de Minhao.
Su casa era grande y tenía el espacio necesario.
—¿Le escondo el celular, acaso? —respondió Jungkook, encogiéndose de hombros con una sonrisa divertida.
Soonya lo observó detenidamente, como si estuviera evaluando la situación, y después de unos minutos, pareció encontrar la razón en sus palabras.
—¿Por qué no me quieres responder? —preguntó esta vez dirigiéndose a mí, con una expresión totalmente indignada.
Solté una risa justo cuando Minhao también comenzó a reírse, claramente entretenido con la situación.
—¿Y tú por qué no me respondes a mí? —replicó él, lanzando la pelota de vuelta.
Jungkook y yo intercambiamos miradas divertidas al notar cómo las mejillas de Soonya se ruborizaban ante el comentario de Minhao.
—Me mandas videos de gatos, ¿qué quieres que responda ante eso? —dijo Soonya, tratando de sonar indiferente.
—¿Viste el último, si quiera? —insistió él, su tono más suave pero con un brillo de interés en sus ojos.
Habíamos formado una bonita y sana amistad entre los cuatro, pero se notaba que Minhao había comenzado a interesarse por Soonya. Ella todavía estaba lidiando con sus sentimientos por Jimin, pero estaba segura de que, con el tiempo, podría ver al gran hombre que tenía justo al lado.
—Bueno, bueno, cambiando el tema... ¿haremos algo este verano? — me dio gracia que mi amiga cambiara el tema tan rápido, queriendo escapar de la situación.
—Aún falta, Soonya.
—Pero no queda tanto...
—Estamos en diciembre, faltan meses. — respondí esta vez, arrugando mi frente.
—¿Ustedes no conocen la palabra organización? ¡Pero que preguntas hago! — golpeó su frente. — nadie de ustedes es organizado.
—¿Por qué nos atacas?
—¿Cómo es posible que no tengamos ningún plan para el verano? ¡Estamos en diciembre! —exclamó, con los brazos cruzados y una expresión de indignación.
Me reía de la situación mientras ella continuaba discutiendo, especialmente con Jungkook, quien solo sonreía y asentía de forma distraída, como si ya estuviera acostumbrado a sus regaños.
—Soonya, por favor, ¿planear algo con meses de anticipación? —respondió él, intentando suavizar la situación—. ¿Quién hace eso?
—Personas responsables, como yo —replicó ella, levantando una ceja y señalándonos con un dedo acusador.
Minhao, que hasta ese momento había estado observando la escena en silencio, no pudo contenerse y comenzó a grabar en secreto la discusión con su teléfono, soltando pequeñas carcajadas entre grabación y grabación.
Mientras ellos se enfrascaban en su pequeño debate, yo me permití alejarme mentalmente de la conversación. Miré a mi alrededor y me di cuenta de algo que jamás hubiera imaginado: estaba bien. Estaba realmente bien.
¿Alguna vez hubiera pensado estar en esta situación?
En un panorama donde me sentía tan tranquila y feliz. Un lugar en el que dejaba de pensar en personas que jamás pensaron en mí. Me reí para mí misma, observando a mis amigos y a Jungkook discutir sobre los planes del verano, sintiendo que, por fin, había dejado atrás esos capítulos de mi vida que tanto me dolían.
—¿Tú no dirás nada? Tu novio me está atacando y no me defiendes.
Salí de mi pequeño trance para percatarme que los tres me estaban observando con curiosidad. Negué con mi cabeza mientras soltaba una risa.
—Podríamos ahorrar desde ahora y vacacionar en otro país.
—¡Si! ¿Qué tal Vietnam? ¿O Tailandia? ¡Me encanta!
Jungkook rodó los ojos ante la efusividad de Soonya y finalmente, me miró de reojo, con una ligera arruga de preocupación en su frente. Luego, sin emitir ningún sonido, movió sus labios de forma discreta para que los demás no se dieran cuenta.
—¿Estás bien?
Asentí suavemente y, con la misma técnica, imité su gesto mientras formaba una cálida sonrisa.
—Sí. Estoy perfectamente.
Él sonrió de vuelta, relajando su expresión, aunque su mirada seguía evaluando si realmente estaba bien. Pero no había motivo de preocupación. Estaba más que bien. Sentía una paz que no había experimentado en mucho tiempo. Y, aunque mi vida había cambiado bastante en los últimos meses, sabía que gran parte de esa estabilidad y bienestar se la debía a él.
La navidad era un momento de compartir con seres queridos, una festividad en donde disfrutabas de pequeñas cosas junto a tu familia y ésta había llegado mucho más rápido de lo esperado. Ahora estaba frente al espejo, jodidamente nerviosa mientras miraba mi reflejo.
Para mí, las navidades nunca habían sido la gran cosa. Compraba algo de comida, ponía música alegre y trataba de evitar ese maldito sentimiento de tristeza que, en algún momento de la noche, siempre lograba invadirme porque estaba completamente sola.
Pero este año era diferente.
Porque Jungkook me había invitado a pasarla con él y su familia.
Su. Familia.
Era un nudo de nervios. Nunca había llegado tan lejos con alguien como para que me presentara a su familia. Era un paso enorme, y aunque me sentía emocionada, la ansiedad me estaba ganando.
¿Este vestuario era el adecuado? ¿O debería vestirme con algo diferente?
Llevaba puesto un vestido de lana blanco con cuello alto, unas pantys abrigadas y unos botines. Encima, un abrigo grueso porque, con menos diez grados afuera, el frío se sentía como una bofetada helada. Me miré una vez más, buscando algún detalle que pudiera cambiar, algún defecto que me hacía sentir insegura.
¿Y si no les caía bien? ¿Y si me juzgaban?
Era un mar de ansiedad y escuchar el sonido de las llaves fuera solo hizo que se incrementara. Jungkook tenía llaves de mi apartamento, no vivíamos juntos, pero le di la libertad de que viniera cuando quisiera.
Y se lo tomaba muy a pecho. Pasaba mas acá que en su casa.
Al entrar, me quedó mirando más de lo habitual, sus ojos recorriendo cada centímetro de mi cuerpo con una intensidad que me hacía sentir aún más nerviosa. Finalmente, se mordió la mano como si no pudiera contenerse.
—Te ves tan preciosa... linda, hermosa... — susurró, acercándose rápidamente para tomar mis mejillas entre sus manos y besarme de manera repentina. — ¿Cómo puedes ser tan bella?
—Jungkook... amor... — intenté quitarlo de encima con suavidad, conociéndolo demasiado bien. Sabía que sus besos no eran inofensivos, no con esa mirada.
—¿Y si nos quedamos acá? — propuso, separándose solo un poco, sus labios apenas separados de los míos.
—¡Olvídalo! — solté una risa nerviosa—. He estado con un dolor de estómago terrible todo el día por la ansiedad, y ahora que estoy lista, no voy a echarme atrás.
Él rió suavemente y, dejando de lado su pequeño intento, tomó mi mano y la besó con ternura. Su forma de calmarme siempre tenía ese toque dulce que me desarmaba.
—No debes preocuparte —murmuró, sus ojos brillando con sinceridad—. Ellos te amarán.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? — pregunté, intentando encontrar en su seguridad un poco de la paz que me faltaba.
—Porque se dan cuenta de que soy feliz junto a ti. — Sus palabras fueron como una cálida caricia en mi alma, y por un momento, el miedo y la incertidumbre se desvanecieron.
Justo lo que necesitaba.
Salimos del apartamento tomados de las manos, con el frío de la noche envolviéndonos, y nos dirigimos hacia su vehículo. El trayecto hacia su casa no era largo, unos veinte minutos en auto, pero me parecieron eternos. Desde lejos, se podía ver que íbamos hacia un sector residencial privado, con casas que brillaban con las luces navideñas y niños que jugaban alegremente en la nieve.
—Es muy lindo —comenté, observando a los niños reír y correr, sus rostros iluminados por la pura felicidad.
—Sí. Y muy tranquilo. — Jungkook hizo una pausa, y luego, como si fuera algo natural, añadió—: Cuando vivamos juntos, podría ser en un lugar parecido...
Sonreí, sintiendo un cálido cosquilleo en mi pecho. Él decía esas cosas con tanta naturalidad, sin pensarlas demasiado, como si lo viera como un hecho seguro. Se proyectaba conmigo de una manera que nunca antes había experimentado con nadie.
Y, lo admito, la idea de vivir juntos me emocionaba. No podía evitar imaginarme a su lado, compartiendo una vida tranquila, en un lugar como este, rodeados de risas y pequeños momentos felices.
—Me parece perfecto.
Él sonrió de manera amplia, para tomar mi mano y besarla sin dejar de mirar al frente.
Cuando Jungkook se estacionó frente a la casa más llamativa del vecindario, mi dolor de estómago volvió a aparecer con fuerza. La fachada estaba decorada con miles de luces titilantes que iluminaban cada rincón, y hasta un Santa Claus de tamaño real descansaba en el techo, como si estuviera listo para deslizarse por la chimenea. Me quedé mirando todo, con una mezcla de asombro y nervios.
Jungkook salió primero del auto, rodeando con calma el vehículo para abrirme la puerta, ofreciéndome su mano con una sonrisa de complicidad. Era como un caballero sacado de un cuento, y aunque mi ansiedad me estaba consumiendo, su presencia me daba un poco de calma. Tomé su mano, bajé del auto, y al alzar la vista hacia la ventana, vi a tres personas espiándonos descaradamente. Apenas nuestras miradas se cruzaron, cerraron la cortina de golpe, como si los hubieran descubierto en pleno delito.
—Son unos chismosos —dijo Jungkook con una risa suave—. No pueden esperar a que entremos.
Solté una risa nerviosa, tratando de relajarme, pero la idea de enfrentarme a su familia, de ser el centro de atención por unos momentos, hacía que mi estómago se retorciera aún más.
Al entrar a la casa, el olor a comida casera y el calor acogedor me envolvieron al instante. Las tres personas que habían estado espiando desde la ventana ahora estaban sentadas alrededor de una mesa abarrotada de platos festivos, con sonrisas cómplices dibujadas en sus rostros. La primera en levantarse fue la señora Jeon, una mujer de porte cálido y acogedor. Se acercó a mí con una mano extendida, la cual acepté gustosamente mientras hacía una ligera reverencia en señal de respeto.
—Oh no, no, nada de formalidades aquí, querida —dijo ella con una risa suave—. Por fin te conozco, tú eres la mujer por la que mi Jungkook ha vuelto a sonreír tanto.
Miré de reojo a Jungkook, quien, avergonzado, desvió la mirada hacia el suelo. Sus mejillas estaban notablemente ruborizadas, lo que me hizo sonreír.
—Mamá, por favor... —murmuró él, claramente incómodo por la mención.
Antes de que pudiera decir algo, un chico muy parecido a Jungkook se levantó y, con una sonrisa traviesa, me hizo una reverencia, imitando el gesto que yo había hecho antes.
—Por fin se digna a traer a alguien a casa. Ya estaba creyendo que era homosexual —dijo él con un tono burlón—. Soy Junghee, el hermano de esta ratita.
—Un gusto, Junghee —respondí, riéndome de su humor.
El último en venir a saludarme fue el señor Jeon, el padre de Jungkook. Se plantó frente a mí con una sonrisa tan grande que casi podía sentir la calidez de su mirada. Pero lo que dijo a continuación hizo que mi corazón se acelerara y todos mis nervios volvieran a dispararse de golpe:
—Bienvenida a la familia Jeon, Lena.
Mi estómago dio un vuelco mientras me esforzaba por mantener la compostura. Era solo una frase, lo sabía, pero la manera en que lo dijo, con tanta sinceridad y calidez, me hizo sentir como si acabara de cruzar un umbral invisible.
La bienvenida fue mucho mejor de lo que imaginaba.
La familia de Jungkook era increíble. Desde el momento en que entré, se sentía el cariño, la conexión genuina entre ellos. Eran tan unidos que el amor en esa casa parecía palpitar en el aire, en cada gesto, en cada mirada. Y aunque me esforzaba por no pensar en mi propia familia, los recuerdos me invadieron inevitablemente.
Siempre deseé algo así. En aquellos días en que las cosas empezaron a desmoronarse, siempre quise retroceder el tiempo, volver a esos momentos en los que papá cocinaba pavo y mamá preparaba los acompañamientos, siempre con una sonrisa que iluminaba la casa. Eran tiempos felices, tiempos que lamentablemente nunca volvieron.
—¿Estás bien, amor? —La voz de Jungkook me sacó de mis pensamientos.
Instintivamente, limpié la lágrima que había caído por mi mejilla antes de poder detenerla. Sin embargo, no fui lo suficientemente rápida. En cuestión de segundos, todos en la mesa me estaban mirando. Ocho pares de ojos, llenos de preocupación y curiosidad, estaban ahora sobre mí.
—Sí, estoy bien —respondí, intentando controlar la emoción que me embargaba—. Solo... recordé cómo eran mis navidades antes. Hace muchísimo tiempo que no me reía tanto durante estas festividades, ni me habían hecho sentir tan acogida, tan como en casa.
Tomé un respiro y esbocé una pequeña sonrisa antes de continuar:
—Así que muchas gracias por todo esto. Estaré siempre agradecida por el gesto.
La señora Jeon hizo un pequeño puchero y, antes de que pudiera procesar lo que estaba sucediendo, me rodeó con sus brazos en un abrazo cálido. Me quedé paralizada por un segundo, sorprendida. Miré a Jungkook en busca de alguna señal, algo que me dijera qué hacer, pero él solo sonrió y me hizo un gesto con la cabeza, indicándome que correspondiera el abrazo.
Lo cual hice, torpemente al principio, pero luego me dejé llevar por la calidez de la mujer que estaba siendo tan amable conmigo.
—Jungkook nunca ha tenido novia... o quizás sí, pero nunca nos había presentado a nadie —comentó con una risa ligera. La revelación me tomó desprevenida y miré a Jungkook, quien, algo incómodo, mordía su labio antes de tomar el último sorbo de vino de su copa—. Si lo hizo ahora, es porque definitivamente eres alguien muy importante en su vida. Y si él es feliz, nosotros también lo somos.
Me quedé sin palabras, el peso de sus palabras calando hondo en mí. La mamá de Jungkook me apretó un poco más antes de apartarse, mirándome con una sonrisa afectuosa.
—Serás como la hija que nunca tuve —dijo—. Soy un amor de suegra, lo juro.
La habitación se llenó de risas suaves, pero dentro de mí, el nudo de emociones seguía creciendo. No solo me sentía aceptada, sino que también veía en esos ojos maternales una promesa de algo más profundo, una familia que me acogía sin reservas.
Después de tantas risas, anécdotas de Jungkook pequeño y conversaciones serias, él me tomó de la mano y me guió hasta el patio trasero, donde la nieve caía suavemente, cubriendo el suelo como un manto blanco y brillante. Miré al cielo, apreciando la serenidad del momento, antes de volver a su rostro. No me había dado cuenta de que llevaba una pequeña bolsa de regalo en sus manos.
—Justo allá hay una mesa pequeña, y quiero darte algo —dijo, señalando una zona cubierta.
Sonreí, notando el peso de mi propio regalo escondido en los bolsillos de mi abrigo. No era algo ostentoso, pero lo había elegido con mucho cariño.
—Está bien.
Nos sentamos en la mesa bajo el pequeño techo que nos protegía de la nieve. Me entregó la bolsa, y la observé con curiosidad.
—¿Qué es? —pregunté, levantando una ceja.
—Pues si lo abres, lo averiguas.
Le saqué la lengua juguetonamente antes de abrirla. Dentro había un rompecabezas, pero desarmado. Arrugué la frente, un poco desconcertada.
—¿Un rompecabezas?
—Tienes que armarlo —dijo, sonriendo—. No son piezas pequeñas, y no creo que tardes mucho en hacerlo.
—Está bien... —respondí, todavía con algo de duda. Saqué el tablero, que era bastante grande, y vacié las piezas sobre la mesa. Comencé a trabajar en ello, mientras él me miraba divertido—. Eres muy original con tus regalos. Nunca había visto a alguien regalar un rompecabezas desarmado.
—Silencio y termínalo, preciosa.
Solté una risa y seguí armando, notando cómo poco a poco la forma empezaba a tomar sentido.
—Aquel día no quería ir a la fiesta —empezó a decir, su tono más suave y serio—. No tenía ánimos de absolutamente nada, sentía que todo me salía mal y que nada iba a cambiar. Mi amigo prácticamente me obligó a ir. Me dijo que me distraería y acepté... Fui disfrazado de Spiderman, uno de mis superhéroes favoritos, y desde lejos vi a la gatúbela más sexy que mis ojos habían visto. Estabas en una esquina, y aunque soy algo tímido, no podía desaprovechar una oportunidad así. Y bueno, todo salió mucho mejor de lo esperado...
Me detuve un momento, mi corazón acelerándose al escuchar sus palabras.
—Desde el primer momento en que te vi, supe que eras especial. Me enamoré de tu espontaneidad, pero en estos meses, me he enamorado aún más de tu forma de ser. Amo la expresión que pones cuando llego con flores o detalles que sé que te gustan, amo cómo me miras cuando te digo que te amo... Y amo aún más tu manera de amarme...
Mis ojos empezaron a llenarse de lágrimas. Bajé la mirada hacia el rompecabezas para terminarlo, y cuando coloqué la última pieza, observé el cuadro completo. Abrí la boca de asombro y solté una risa entre las lágrimas que ya no podía contener.
El rompecabezas mostraba a Spiderman arrodillado, con un anillo en la mano, frente a Gatúbela, quien tenía las manos en su pecho. Junto a la imagen, con letras claras y destacadas, decía: “¿Puedo ser tu novio?”
—¿Qué me dices, eh? —dijo Jungkook con una sonrisa radiante—. ¿Puedo ser tu novio?
Lo miré, todavía entre risas y lágrimas, sintiendo como mi corazón estallaba de felicidad.
—Sí... — asentí con efusividad — ¡Sí, claro que puedes ser mi novio!
Él se agachó con una sonrisa aliviada y sacó de su bolsillo una pequeña caja, revelando un anillo brillante en su interior.
—¿Tuve que haberme puesto el disfraz de Spiderman? —preguntó, con una mezcla de ternura y humor.
Reí, limpiándome las lágrimas y me agaché para estar a su altura, abrazándolo y escondiendo mi cabeza en su cuello.
—Así está perfecto. Te amo muchísimo, Jungkook...
Él se apartó un poco, tomó mi mano con suavidad y colocó el anillo en mi dedo. Besó mi mano con una dulzura que hizo que mi corazón se derritiera, y su felicidad era palpable desde cualquier ángulo.
—Me haces el hombre más feliz. ¿Sabes cuánto me contuve para no pedirte que fueras mi novia cuando te confesé todo por primera vez?
—Pero esto... esto es perfecto. Recordaré siempre, siempre, siempre este momento.
Me besó con la misma delicadeza con la que había puesto el anillo en mi dedo, como si temiera que pudiera romperme en cualquier momento.
—Creo que debemos levantarnos. No siento mis rodillas por el frío.
Ambos nos reímos al darnos cuenta de que nuestras rodillas estaban mojadas y heladas.
—Tu familia realmente es muy chismosa —comenté divertida, viendo cómo los tres nos espiaban desde una ventana. Cuando nos vieron caminar hacia la casa, se apresuraron a desaparecer.
—Solo están emocionados. Es la primera vez que les presento a una novia.
—Y la última, supongo.
—Por supuesto. No pienso en nadie más que en ti. Serás mi esposa algún día, Park Lena.
Lo abracé con fuerza, apoyándome en su costado mientras volvíamos a entrar a la casa, listos para disfrutar aún más con su familia. La noche fue absolutamente maravillosa, llena de calidez y alegría. Aunque no era mi familia de sangre, me sentí acogida como si lo fuera.
Al tocar mi bolsillo, me di cuenta de que aún no le había entregado el presente a Jungkook. Sonreí para mis adentros, pensando que podría dárselo cuando estemos en la cama.
Eso le encantará, sin duda alguna.
Fue un capítulo algo largo, lo siento, pero fueron muchas cositas que debían incluirse en este capítulo.
¡Son novios! 🥹 Jungkook solo quería que Lena le dijera que lo amaba, tan chikito y lindo 😭❤️.
Espero les haya gustado el capítulo y muchas gracias por leer mis culonas. ❤️❤️❤️.
STREAM NEVA PLAY CUANDO SE ESTRENE 🫦❤️.
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