2. Impulsos
CAPÍTULO DOS
—Entonces, ¿el chico con el cual tuviste sexo y que jamás lo olvidaste ahora es novio de tu hermana?
—Ajá. — mi voz salió con total desgano, como si aún no pudiera asumir del todo bien la ironía de la vida.
Ahora, me encontraba con Soonya en un parque porque habíamos decidido estudiar juntas. El día estaba hermoso y soleado, y sinceramente, no quería estar en el apartamento escuchando cómo Hansul hablaba por celular a cada maldito minuto. Era una intensa de primera, incapaz de pasar un momento en silencio.
—Y tu hermana, luego de dos años sin hablar contigo, viene para encontrarse con él por primera vez, ¿y pide quedarse en tu pequeño apartamento, a pesar de que jamás preguntó cómo estabas desde que saliste de aquella casa?
Soonya se sentó junto a mí en el césped, sus libros esparcidos a nuestro alrededor. Sabía que me había liado con un chico en esa fiesta, también sabía que había quedado rayada sin dejar de pensar en él. Pero ahora, con estos nuevos acontecimientos, estaba que se caía de culo.
—Mmh, sí. Eres buena haciendo resúmenes. — respondí encogiendo mis pies, para abrazarlos dando otro pesado suspiro.
—Que se vaya bien a la mierda tu hermana — bufó, arrugado su frente —. No entiendo porque aceptaste que se quedara contigo.
—Quise hacer mi pequeño acto de bondad.
—Es eso, ¿o quieres tener al dios griego mas cerca?
Abrí mi boca, dudando de mi respuesta. Que estúpida, dudé. Y eso solo hizo que Soonya me diera una mirada pícara.
—No, definitivamente no. Te juro que no esperaba encontrarme con él nuevamente, creí que nuestro encuentro se quedaría como un bonito y caliente recuerdo, nada más.
Ella dejó escapar una risa incrédula.
—¿Y él sabe quién eres?
—Claro que sabe. Y para empeorar las cosas, no puede dejar de mirarme como si fuéramos parte de algún drama romántico retorcido. Es... complicado.
—No confío en ella y tampoco en él. No lo sé, quizás estoy demente, o mi sexto sentido me está advirtiendo de algo.
Solté una risa mientras dejaba caer mi cuerpo al pasto. Veía los árboles justo arriba de mí, las hojas moviéndose a causa del viento que había, un pequeño momento de paz.
—No le des tantas vueltas al asunto. Puedo protegerme sola, descuida. — miré hacia el lado, observándola a ella ahora. — y, gracias.
La preocupación de Soonya era que confiara y me rompieran el corazón. Pero eso no era posible, ni loca confiaría al cien por ciento en Hansul. Simplemente le di el beneficio de la duda, pero nada más.
—¿Por qué agradeces?
—Por preocuparte por mí.
—¿Quién dice que me preocupo por ti, fea?
Soonya era muy parecida a mí, y por eso nos llevábamos tan bien. Ambas éramos reservadas, no demostrando demasiado nuestras emociones. Pero con sus acciones, siempre me mostraba que yo le importaba. Aunque no fuera del tipo de persona que decía “te quiero” a cada rato, sus gestos hablaban más que mil palabras.
Y eso era mil veces mas valioso.
—Ya ni disimulas, me amas, ¿verdad? Ya dilo.
En muchos aspectos, ella era mi reflejo. Entendía mis silencios y mis luchas sin necesidad de muchas palabras. Ambas habíamos aprendido a ser fuertes a nuestra manera, protegiéndonos del mundo mientras encontrábamos consuelo en nuestra amistad.
—¿Cómo podría decir algo que no siento?
Solté una risa mientras le lanzaba un libro directo a su pecho, logrando que soltara un quejido de dolor para finalmente lanzarse a mí y comenzar una pequeña lucha que acabó cuando Soonya por tanta risa casi se hiciera pis. Me hubiera gustado ver eso y grabarlo, pero tan mala no era.
La sesión de estudio se dio por finalizada cuando ella no pudo aguantar más y volví al apartamento con paso lento, intentando demorarme lo más que pudiera. Hansul ya llevaba tres días conmigo y había sido una tortura. Era desordenada, ocupaba todas mis cosas sin importarle nada, y me preguntaba si realmente había cambiado.
Mientras me acercaba a la puerta del apartamento, recordé cómo había escuchado a Hansul hablando con Jungkook por teléfono. Su voz había adoptado ese tono infantil e idiota que siempre usaba cuando quería algo. Estaba pidiéndole dinero para comprar algo de comer, sin importarle que llevaba recién tres días conociendo personalmente a Jungkook.
Para mí, era un montón.
Y esas acciones me hacían dudar aún mas si verdaderamente había cambiado.
Entré al apartamento y lo encontré en un estado de desorden que me dejó con el ojo casi tiritando del estrés. Ropa tirada por todas partes, platos sucios en el fregadero y mis cosas personales esparcidas como si no tuvieran ningún valor. Sentí una oleada de frustración. Había querido darle una oportunidad, pero parecía que Hansul seguía siendo la misma persona egoísta de siempre.
Digo, te estás ahorrando dinero al no quedarte en un hotel, por lo menos coopera un poco con el orden. El espacio no es grande, no es tan difícil.
—Oh, Lena, no te oí llegar.
La observé levantando una ceja cuando se quitó sus auriculares, estando aun en pijama. No entendía el porqué había tanta ropa fuera de su maleta.
—Creo que esto no está funcionando...
—¿Qué?
—Hansul, esto no está funcionando —repetí, tratando de mantener mi voz calmada pero firme—. Creo que sería mejor si encontraras otro lugar en el cual quedarte.
Ella me miró con incredulidad, como si no pudiera creer lo que estaba oyendo.
—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó, levantándose del pequeño sofá que estaba al lado de la cama.
—Te he explicado por qué —respondí—. No es solo el desorden y el uso de mis cosas sin permiso, sino también el hecho de que no siento que realmente hayas cambiado. Sigues actuando de manera egoísta y eso no me gusta. Este es mi espacio, Hansul, respeta eso.
Era sincera en muchos aspectos, y aunque algunas veces la gente encontraba que eso era un defecto, yo lo consideraba una virtud. Decir las cosas tal y como las sentía me parecía la mejor manera de mantener relaciones honestas y transparentes.
Yo no podía simplemente olvidar los años de indiferencia y las heridas que se habían formado en mi corazón. Por eso, ser honesta con ella era mi forma de mantenerme fiel a mí misma y que ella comprendiera que seguía siendo la misma persona. Mas madura, sí, pero la misma al fin y al cabo.
—Lena, por favor —rogó—. No tengo a dónde ir. Te prometo que serán solo cuatro días más. Tengo unos trabajos pendientes en Boseong y debo volver. Te juro que seré más ordenada y no te causaré más problemas.
Okey. Cuatro días no eran muchos.
—Eso espero. No estoy pidiendo mucho, ¿o sí?
—Lo siento. No he podido cambiar esos malos hábitos, lo lamento.
—Si yo pude, tú también podrás hacerlo.
Ella hizo una nueca, para finalmente soltar una pequeña risa. Sabía que no le gustaba que le dijeran esas cosas, quizás le hacía volver a la realidad de que era la mayor y debía cambiar ciertas actitudes tan infantiles que poseía.
—Tú eres un caso especial. Creo que tus errores si te hicieron mas fuerte. Escaparte de casa en cada oportunidad que tuvieras para luego aguantar la paliza de mamá cuando volvías tuvo su lado bueno.
—Mamá solo notaba que existía cuando me escapaba. Que lamentable. — rodé los ojos sonriendo, pero era una cruda realidad que había aceptado.
Recordaba cómo mamá era una persona amorosa. En aquellos días, era aún pequeña y Hansul rondaba los diez años. Éramos una familia unida y se notaba en cada rincón de nuestro hogar. Las risas y los juegos llenaban las habitaciones, y las comidas en la mesa eran siempre un momento de alegría compartida.
Cuando cumplí siete años, mamá llegó muy feliz junto a papá para darnos una noticia que cambiaría nuestras vidas: la familia se agrandaba. Tendríamos un hermano. La emoción en sus rostros era innegable, y aunque yo no estaba muy feliz, ellos sí y era un niño esperado con ansias.
El embarazo de mamá avanzaba sin contratiempos. La casa se llenaba de preparativos, de pequeños detalles que anunciaban la llegada del bebé. Hansul y yo hablábamos sobre cómo sería tener un hermano pequeño, imaginando juegos y aventuras. Sin embargo, cuando mamá cumplió los siete meses de embarazo, todo cambió. Una noche, recibimos una llamada que nunca olvidaré. Mamá y papá habían tenido un accidente automovilístico. Recuerdo el pánico, el miedo, y la incertidumbre mientras esperábamos noticias en casa junto a nuestros tíos.
El accidente fue devastador.
Mamá sobrevivió, pero perdió al bebé, al bebé Seungi. La pérdida fue un golpe terrible para nuestra familia. La alegría y la esperanza que habíamos sentido se desvanecieron, reemplazadas por un dolor profundo y una tristeza que impregnaba cada día.
Luego de ese accidente, mamá cambió completamente. Ya no era la misma; la sonrisa que iluminaba su rostro se desvaneció, y una sombra oscura comenzó a consumirla. Estaba cayendo en una depresión sin que ella se diera cuenta, y con cada día que pasaba, su irritación aumentaba. Las pequeñas atenciones y el cariño que solía darnos se convirtieron en un recuerdo distante.
Los años fueron pasando y todo fue empeorando. La niña que aguantaba todo, que buscaba la aprobación de sus padres, desapareció con cada acto de desprecio que se llevó de ellos. Empecé a decirles las verdades en la cara, aunque eso significara llevarme golpes. Mis palabras eran una mezcla de rabia y desesperación, un intento por sacudirlos de su letargo emocional.
Pero sin éxito alguno.
Hansul, siempre en silencio, prefería escapar de la realidad de nuestra casa. Salía con chicos y se refugiaba en su mundo, dejando que el estrago emocional que nuestra familia sufría se intensificara y me llevara la peor parte. Yo necesitaba a alguien, necesitaba a mi hermana, pero ella no estaba para mí.
Papá se hundía cada vez más en el alcohol, mientras mamá se sumía en los antidepresivos, ambos buscando una forma de escapar del dolor que los consumió y no volvieron a ser los mismos. Su relación no daba más, pero seguían juntos, haciéndose daño.
Mis años felices fueron solo siete años. Siete malditos años y no fueron suficientes.
Siempre quise llamar la atención de ellos de buena manera. Por mis excelentes notas en la escuela, por mis proyectos, por llevar dinero a la casa cuando hacía trabajos extracurriculares. Pero nada parecía importarles. Era como si aquellas personas que en algún momento fueron amables y me amaban, ya no existieran. La indiferencia con la que me trataban era un abismo que no podía cruzar.
Era como si fuera lo peor que les pude pasar.
Por eso, empecé a buscar su atención de otra manera. Saliendo a fiestas, desapareciendo cada maldito día, esperando que de alguna forma, mamá notara que yo estaba ahí, que existía. Me convertí en alguien que ellos no podían ignorar, aunque fuera a través de la rebeldía y el descontrol.
Qué triste es mendigar amor cuando no tienen interés alguno en ti. Y más aún cuando se trata de tu propia familia. Sentía una desesperación profunda, una herida que no dejaba de sangrar. La casa que alguna vez fue un refugio de amor y seguridad, se había convertido en una prisión emocional, y yo luchaba cada día por encontrar una salida, por recordar que, a pesar de todo, todavía existía.
Salí de mi burbuja emocional al escuchar la voz de Hansul, suave y preocupada, llamándome.
—¿Qué pasa?
La miré con una mezcla de confusión y desorientación. Sus ojos estaban fijos en mí, llenos de una preocupación genuina que rara vez veía en ella.
—Estás llorando, Lena.
Abrí mis ojos sorprendida y toqué mis mejillas, sintiendo la humedad de las lágrimas que habían caído sin que me diera cuenta. Wow, estaba tan sumida en mis pensamientos que me dejé llevar demasiado.
—No es nada —dije, intentando sonar convincente mientras secaba las lágrimas con el dorso de mi mano.
—Claro, lloras porque no es nada.
—Solo olvídalo, ¿sí?
Ella guardó silencio y levantó sus brazos en señal de rendición.
—Deberíamos beber algo y soltar nuestras cosas. Hablar sobre nuestra hermandad rota, pero con mas soltura. Siento que en cualquier momento me darás un puñetazo y es incómodo estar así. — me apuntó, para finalmente cruzar sus brazos.
—Ya no bebo.
—Todos vuelven en algún momento al lugar que lo hizo feliz.
No estaba muy segura, pero en el fondo, sabía que necesitaba algún shot fuerte de algún trago para hacer desaparecer todo pensamiento triste causado por los recuerdos de mi niñez y adolescencia horrible.
Al final, acepté y comenzamos a tomar el soju más fuerte para así ahuyentar todo mal. La primera botella se fue rápido, la segunda aún más rápido. Hansul me hablaba de cosas sin importancia, intentando aligerar el ambiente, pero yo apenas la escuchaba. Estaba perdida en mis pensamientos, en ese mar de recuerdos amargos que nunca parecían desaparecer.
Cuando ya iba por mi séptima botella, el alcohol había hecho su trabajo, nublando mis sentidos y soltando mi lengua. En un estado de casi embriaguez, rompí mi silencio y dejé salir todo lo que había guardado durante años.
—Nunca fuiste una hermana para mí. —solté de repente, mi voz entrecortada y llena de resentimiento.
Ella me miró con sorpresa, sin saber cómo responder.
—Cuando entré en la pubertad, cuando me llegó el periodo y no sabía qué hacer... no estuviste ahí. Cuando un niño me molestaba, cuando lloraba y quería hablar con alguien, nunca fuiste esa hermana mayor que me protegiera de la gente mala que existía. No fuiste una hermana...
Hansul abrió la boca para decir algo, pero yo la interrumpí, incapaz de detenerme.
—Yo necesitaba a alguien. Necesitaba a mi hermana, y tú... tú no estabas. Preferías salir con chicos, alejarte de casa, dejándome sola con todo. ¿Sabes lo duro que fue para mí? ¿Tener que enfrentarme a todo eso sin nadie a mi lado?
—L-lo siento... ¿q-que... mas quieres que diga?
—Que lo sientas de verdad.
—E-eso hago... yo...
Ella comenzó a cerrar sus ojos lentamente, como si el alcohol la estuviera golpeando mil veces más fuerte y ya no tuviera control sobre si misma. Al parecer, su cuerpo solo resistía siete botellas de soju, nada más.
Bufé, diciéndole que era una débil, aunque no pudiera oírme. Me levanté con algo de dificultad y comencé a llevarla a la cama, para lanzarla sobre el colchón y taparla con algo cómodo, escuchando sus ronquidos casi al instante.
Yo estaba ebria, pero no tanto. Tenía una buena resistencia al alcohol que mi pobre hígado no estaba para nada agradecido. Cuando suspiré por el cansancio de acostar a Hansul, el timbre sonó, poniéndome alerta. Caminé con paso algo tambaleante y abrí la puerta sin importarme absolutamente nada.
Levanté la vista para ver a un hombre sumamente guapo parado justo frente a mí. Tatuado, con camiseta sin mangas y pantalones holgados. Tenía un nuevo corte de cabello y se veía mucho más atractivo.
¿Qué hacía este ángel parado justo fuera de mi apartamento?
Jungkook me miró, su expresión sorprendida al verme allí, tambaleante y claramente afectada por el alcohol. Su mirada recorrió mi rostro, notando seguramente mis ojos hinchados por el llanto reciente y mi estado desaliñado.
—Lena... —su voz era suave, casi cautelosa—. ¿Estás bien?
Intenté enfocar mis pensamientos, tratando de no dejarme llevar por la sorpresa de verlo allí.
—Estoy bien... bueno, lo suficiente —respondí, mi voz algo arrastrada—. ¿Qué haces aquí?
—Hansul me dijo que no se estaba sintiendo bien y que tal vez necesitara de mi presencia —explicó rascando su nuca—. ¿Puedo pasar?
Asentí, abriendo la puerta un poco más para dejarlo pasar. Él entró, cerrando la puerta detrás de sí. Se acercó a mí con cautela, como si temiera que pudiera derrumbarme en cualquier momento.
—¿Dónde está ella? —preguntó.
—Ahí — apunté al menudo cuerpo que estaba tapado hasta la cabeza por mí. — durmiendo como un tronco, ¿no la ves?
—Su cuerpo es pequeño... — rió para acercarse al cuerpo, levantarlo con cuidado, tirar la ropa de cama hacia atrás y cuando Hansul ya estaba lo suficientemente cómoda, la tapó con las sábanas. Él... era muy cuidadoso con todo. — ¿Por qué bebieron? ¿Estaban celebrando algo?
—Oh, simplemente recordando viejos tiempos, pero todo está bien...
—No creo que todo esté bien, luces cansada y puedo jurar que estuviste llorando — su mirada se suavizó cuando hizo contacto visual. — acuéstate y descansa...
Jungkook, sin preguntarme nada, caminó hasta el pequeño espacio que era como mi cocina, puso agua en el hervidor y esperó a que calentara para hacerme un café. Yo me mantenía alejada, alejada de la tentación andante.
Estaba muy tomada, o realmente era así de guapo. Era algo increíble. Mordí mi labio cuando se volteó y vi su trasero de mejor manera, con ese pantalón que era holgado de abajo y apretado de arriba. No, no, no, no podía pensar así.
—¿Estás bien? —volvió a preguntar, mirándome fijamente. Esa mirada que en cualquier momento haría que me derritiera. Tomé mi cabello y lo dejé hacia un lado por el calor que de pronto comenzó a hacer.
—Sí, todo perfecto.
—Tus mejillas están rojas, ¿es producto del alcohol?
Apreté mis labios sin saber que decir y desvié la mirada intentando buscar una respuesta creíble.
—Efectivamente. El soju siempre hace que el calor me invada.
—El café puede que te quite un poco la borrachera, acuéstate.
—No estoy borracha.
—¿Segura?
—Segura. Si estuviera borracha, ¿podría hacer esto?
Sin esperar respuesta, comencé a bailar la coreografía de Rasputin con movimientos exagerados y energía desbordante. Jungkook me miró sorprendido por un segundo, y luego soltó una carcajada que resonó en la habitación. Su risa era contagiosa y ruidosa, y pronto me encontré riendo junto a él. Era increíble que ni con eso Hansul se moviera ni reaccionara.
—Vaya, sí que sabes bailar —dijo entre risas, mientras sus ojos brillaban de diversión.
Me detuve, agitada pero contenta de haber aliviado el ambiente. Nos miramos durante un momento, todavía sonriendo, y supe que, al menos por ahora, habíamos encontrado una manera de dejar de lado la tensión.
—No hay dudas. No hay embriaguez y soy excelente bailando.
El negó con la cabeza aún sonriendo para tomar la taza y dejarla en el buró que estaba justo al lado de mi cama. Con su cabeza apuntó la cama y con un suspiró, asentí para acostarme tal cual estaba, con la misma ropa.
Y es que aunque me haya visto hasta la conciencia en aquella oportunidad, ahora tenía cierto grado de pudor frente a él.
Cuando ya estuve en la comodidad de mi cama, observé cómo Jungkook ordenaba las botellas esparcidas por el apartamento. Sus movimientos eran meticulosos, y pronto el desorden fue reemplazado por una especie de orden tranquila. Cuando terminó, se acercó lentamente hacia mí y, con una suavidad inesperada, depositó un beso en mi mejilla a modo de despedida. La acción hizo que mi corazón latiera con rapidez.
Antes que su cuerpo se alejara, en un acto de impulsividad, tomé su rostro y le di un beso en la mejilla, imitando su acción, solo que fui un poco mas allá y mi beso fue muy cerca de sus labios, exactamente en su comisura.
Mierda. No pude evitarlo.
Jungkook se alejó sorprendido, y pude ver cómo sus mejillas se teñían de rojo, acción que lo hacía ver demasiado adorable. Finalmente, negó con su cabeza mientras sonreía.
—Culparé al alcohol por eso, eh.
—Sí, el soju tiene toda la culpa —respondí, cerrando mis ojos, para girar mi cuerpo, dándole la espalda. Con el corazón aún latiendo con fuerza por aquella acción tan atrevida, pero que me dejó con unas estúpidas cosquillas en mi vientre (y vientre bajo).
—Descansa, Lena —reiteró él. Giré mi cabeza cuando lo oí, viendo como en su rostro aún había una sonrisa.
Sonrisa que me haría perder la cabeza.
—Descansa, Jungkook.
Caminó hasta la puerta, para darme una última mirada y finalmente salir, dejándome con un corazón latiendo descontrolado y la mente llena de confusión. Necesitaba descansar, no solo físicamente, sino también mentalmente, para poner en orden mis pensamientos y emociones. Sabía que esto no sería fácil, pero tenía que ser fuerte.
La tentación era grande, pero las consecuencias de sucumbir a ella serían aún mayores.
¡Hola! ¿Cómo están?
He estado un poquito desaparecida por estos lados y es que me está costando mucho fluir escribiendo 😞. Son momentos que uno tiene, así que espero se me pase pronto.
En este capítulo expliqué un poco los problemas que Lena tenía en su casa y con su hermana. Veremos que sucede mas adelante.
También me gustaría saber, ¿qué opinan de Hansul?
Nos estamos leyendo en los próximos capítulos🤫❤️.
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