Capítulo 9: "Para tatuarlo en la eternidad"
Ella se extrañó de no encontrarse con su hermana al llegar al cine. Si algo tenía Alexa de alemana –más que su apellido- era lo de ser puntual, la puntualidad la definía. Así que se le hizo altamente extraño que ella no estuviera allá cuando ella llegó. Miro el celular tenía que comprar el tiquete antes de que la reserva expirara y el cine estaba lleno.
Le marcó al celular, timbró y timbró y Alexa no le contestó, intento por segunda vez y tampoco hubo resultado. Aún tenían 3 minutos para comprar la boleta y ella ya estaba haciendo la fila.
¡Y ahora que hacia! Delante de ella había un hombre alto con una capucha y una cazadora de cuero- era una extraña combinación, seguro alguna celebridad que pretendía no ser reconocida.-. Volvió a marcarle a Alexa y no hubo respuesta alguna.
El hombre que iba delante de ella en la fila del cine, pasó hacia la vendedora para poder comprar su tiquete. Pero sorpresivamente no había sitios libres a excepción de los reservados con anterioridad. Los martes eran días de descuentos en el cine y por eso todos lo que podían lo aprovechaban.
Cuando le tocó su turno validó sus reservas y pagó por ambas entradas y tan pronto como lo hizo, su hermana le devolvió la llamada.
—¿Dónde estás? —preguntó Carolina confundida.
—Lo siento, en serio lo siento Caro, pero Heinrich no pudo desocuparse temprano y no pudo venir a cuidar de Susy y nuestra niñera Lisa tampoco pudo porque tenía una cita con su novio. Lo siento en serio por no avisarte temprano.
—Alexa, de haber sabido no hubiera venido. —murmuró frustrada. — ¿Y ahora que se supone que haga?
—¿Ya pagaste las entradas? —Preguntó Alexa
—Obviamente sí. Pague las dos entradas
—Pues entra disfruta y ve un rato la película, pórtate como una joven normal y conoce personas, has amigos y revende la entrada, seguro alguien la querrá.
Y entonces lo recordó, recordó al muchacho que iba delante de ella y que no había conseguido una entrada, lo buscó con la mirada hasta que dio con él dirigiéndose a la salida.
Murmuro un de acuerdo hacia su hermana y colgó la llamada, para poder correr tras el hombre.
—Oye, espera un minuto. —gritó ella.
Daniel se frenó en seco y maldijo por lo bajo, seguro alguien lo había reconocido y estaba a punto de comenzar con una sección de fotos y de autógrafos. Conto hasta 10 mentalmente y se volteó con su mejor cara de ¡que feliz estoy! Pero cuando la vio, allí frente a él vestida como si fuese una joven de 20 años, se sorprendió y la sonrisa falsa desapareció y su rostro se extendió una de confusión y de comprensión a medida que entendía la situación.
—¿En qué te puedo ayudar? — Preguntó cortes.
—Bueno escuche que querías entrar a la película de Tom Cruise y que no conseguiste una y veras mi hermana me dejo plantada y con la boleta paga, no quiero perder mi dinero así que ¿quieres comprarla?
Él la miro, la miro fijamente, desde detrás de sus lentes oscuros-sí era de noche, pero los usaba como arma para que no lo reconocieran.- sonrió al verla tan jovial frente a él y le respondió.
—Por supuesto que quiero comprarla, muchas gracias en serio. —sonrió con su sonrisa deslumbrante. — ¿En cuánto en la vendes?
—Dame lo que me costó, tampoco me aprovechare de esta situación.
Ella sonrió y Él le dio el dinero de la entrada y juntos se dirigieron a la entrada del teatro.
—Quiero tomar una Coca-Cola, pero todo es más costoso sin la tarjeta.-afirmó él, buscando iniciar una conversación. — ¿de casualidad tienes la tarjeta?
Ella sonrió, por supuesto que la tenía, la sacó de su pequeño bolso y se la mostró. Para ahorrar en gastos compraron un combo grande compuesto de una caja gigante de palomitas de maíz y dos vaso jumbo de Coca-Cola. Tras dar sus entradas al chico del teatro subieron a sus asientos y se sentaron juntos (obviamente porque ella le vendió la entrada de su hermana). Iban hablando un poco de las expectativas de la película y ella le dijo que no es que tuviera mucho tiempo de ir a cine o que fuera con frecuencia per o cuando lo así, odiaba ir sola.
—¿Y tú porque estas solo? —preguntó Carolina.
—Nadie pudo acompañarme.-sonrió, aunque con la oscuridad del cine ella no lo vio. —Creo que somos los solitarios amigos de cine, aunque al menos ya no estamos solos, nos tenemos el uno al otro.
Ella sonrió y él también. En la pantalla los tráilers comenzaron a reproducirse y con eso la conversación terminó. Ella fijo su vista en la pantalla y ocasionalmente él la miraba a ella, así fue durante toda la película.
Carolina estaba súper metida en la película, ese ir Venir de Tom Cruise la tenía nerviosa, soltaba pequeños suspiros, le decía a su nuevo amigo de cine lo que no le parecía de la película y hasta le robó un poco de Coca-Cola. El tiempo con el chico misterioso –raro- que conoció en el cine pasó volando, bueno ni tanto. Cuando la película termino, ellos se dispusieron a salir del teatro y de repente el celular de él comenzó a sonar, bajo su cabeza para buscar su celular en su bolsillo y sus lentes se cayeron.
—¡Oh por Dios! —exclamo Carolina tan pronto como vio el rostro de Daniel.
Él la miró preocupado, le hizo señas para que lo esperara un minuto mientras atendía la llamada. Tras unos 5 minutos de asentir repetidas veces y decir solo monosílabas –No ó si- dio por finalizada la llamada.
—¿Qué te paso? —Preguntó confundido, mientras miraba como Carolina lo miraba detalladamente.- ¿Por qué estas actuando así?
—Eres más alto en persona y tus ojos son más como verdes que azul. —dijo ella ignorando las preguntas de él.
Él frunció el ceño, pero lo comprendió, comprendió que ella lo había reconocido y por eso le decía esas cosas.
—¿No te entiendo? —fingió no saber de qué hablaba.
Y ella soltó una estruendosa carcajada ¿en serio? ¿En serio fingiría no saber de qué le hablaba?
—Creo que postearé en mi Instagram una foto tuya en el cine, eso sin duda hará que me gane muchos seguidores. —le dijo para asustarlo.
—Vale. —aceptó el jugador resignado. — supongo que estamos en desventaja aquí, tu si sabes quién soy, pero yo ni siquiera se tu nombre.
Ella sonrió. Si alguien le hubiese dicho 1 año atrás que conocería a 2 de los mejores y más lindos jugadores de fútbol de país, nunca les creería, pero ahí estaba ella. Con unos simples vaqueros y un suéter sencillo conociendo a Daniel Maschwitz.
—Soy Carolina, Carolina Peitz. —le tendió su mano con una amable sonrisa.
—Encantado. — y al mejor estilo antiguo beso su mano. —supongo que no es necesario que diga quién soy, no obstante lo hare como cualquier mortal Daniel Maschwitz.
—El gusto es mío respondió ella. — Sorprendida de la sencillez del jugador. — y dime ¿Qué hace Daniel Maschwitz solo en cine?
—Bueno, solo no estaba, a mi alrededor había muchísimas más persona e indudablemente estaba con una mujer muy hermosa a mi lado. —sonrió ¿coqueto?
Ella volvió a sonreír y en un ataque de sinceridad total le dijo. —Te pareces mucho a Lukas cuando sonríes y dices cosas así.
—Querrás decir que él se parece a mí. —se defendió él. — A todas estas ¿cómo lo conoces?
—Todos los conocen. —dijo para despistarlo.
—Como sea, amiga de cine Vamos a concluir esta gran velada con una gran hamburguesa ¿Qué te parece?
Ella lo pensó ¿Por qué debería ir con él? No es como si le gustara, solo era alguien que acabada de conocer, nada malo le iba a pasar solo por ir a comer, tenía hambre y una hamburguesa sonaba como un buen plan.
—¿McDonald's Alte Potsdamer Straße 7 -10785? —preguntó inocente
—El mismo lugar.
—Pues vamos que muero de hambre.
Puesto que el McDonald's estaba relativamente cerca – a la vuelta- dejaron sus carros en el aparcamiento del centro comercial y caminaron a toda prisa hacia el McDonald's. En el camino no cruzaron palabras, el frío a esa hora era un quiebra hueso fatal.
Una vez dentro del McDonald's, se sentaron en el fondo del local, Daniel le pidió a Carolina su pedido y volvió con él en pocos minutos.
—Gracias. —le dijo Carolina, mientras Daniel le tendía la hamburguesa.
—No hay problemas. — le sonrió y se sentó justo en frente de ella.
—¿Por qué estabas solo en el cine Daniel? — tenía que volver a preguntar él no le había dado respuesta alguna y ella tenía dudas.
—Porque no encontré con quien ir, David y Paulo estaban con sus novias y Lukas con su madre cenando y mi hermano ocupado con la Universidad. —dijo encogiéndose de hombros.
—¿Cómo le habrá ido en su cena? —preguntó en voz alta sin notar que lo había dicho.
—¿Conoces a Lukas y no digo conocer de oír nombrar, digo conocer de haber hablado con él?
Ella no pudo evitar sonrojarse. —Sí, lo conozco no hace mucho.
—¿Eres la chica de la dedicatoria? —preguntó expectante.
—Yo, yo creo. — respondió finalmente. Dicho eso un silencio incómodo se instaló sobre ellos, hasta que Daniel lo rompió de nuevo.
—¿Y a que te dedicas?
—Soy profesora de Literatura. —dijo mientras sorbía de su Coca-Cola.
—¡Wow, profesora! ¿Cómo soportas a esos intensos jóvenes?
Ella sonrió, solo necesitaba decir que era docente para que todos hicieran la misma pregunta.
—Bueno es bastante divertido a decir verdad. — dijo sonriente.
—¿Divertido dar clases?
—Sí, es asombroso.
—¿En serio? Estas joven para pensar así Carolina. —afirmó Daniel.
—Sí, es en serio, veras Daniel este país ha sido marcado por constantes errores y desacierto que han resquebrajado nuestra historia y acabado con pueblos y construido en nuestras mentalidades una concepción equivocada de lo que somos, el mundo entero cree que en algún momento volveremos a ser el Alemania de Hitler, pero no es así. Los jóvenes que ayudo a formar crecen con una mentalidad diferente, ellos repudian ese comportamiento, pero necesitan que alguien les tenga fe, fe en que ellos van a ser diferentes, fe en que ellos no comentaran esos errores, sencillamente fe en ellos.
Daniel la miró boquiabierto no podía creer que ella pensará así, si casi parecía una colegiala. Pero las apariencias engañan.
—Eso es un gran concepto y un buen proyecto por el que trabajar, felicitaciones Carolina, en serio. —le sonrió Daniel.
—Gracias.-afirmó ella. — además no sabe lo divertido que es trabajar con ellos, en los proyectos de creación literaria me divierto muchísimo con sus historias.
Y así pasaron cerca de una hora, hablaron de sus alumnos de las cosas que hacían y decían se contaron anécdotas de sus años escolares-unos más recientes que otros-, hablaron de política, de economía, de historia e inevitablemente de fútbol.
—¿Por qué juegas fútbol, Daniel? —le pregunto Carolina mientras comía uno de eso Sundae.
Él lo pensó. — Porque es una promesa que le hice a mi padre hace muchos años. — suspiró. — Él quería que su hijo fuera un excelente jugador de fútbol ya que él no pudo serlo, pagó mis escuelas de prácticas desde muy pequeño, crecí con un balón a mi lado y tras morir le prometí que lo haría, le prometí que me dedicaría a esto.
—¿Pero te gusta?-preguntó ella.
—Me gusta Carolina, claro que me gusta. Aprendía a jugar antes de aprender a caminar. El fútbol es más que parte de mi vida. En torno a él he construido lo que soy y me he rodeado de gente a la que apreció mucho, como Lukas por ejemplo.
Ella sonrió solo al escuchar el nombre de Lukas. — ¿Desde cuándo se conocen?
—Desde siempre. —su mirada se perdió mientras viajaba en el tiempo buscando en sus recuerdos la primera Vez que vio a Lukas, una sonrisa se instaló en su rostro. —Lo vi por primera vez cuando teníamos como 1 año, él era mi vecino del frente, crecimos juntos, hombro a hombro, me vio darle los primeros toques a un balón de futbol, me acompaño a las practicas mucho tiempo aun cuando no le gustaba el futbol y se preocupó por mí en todo momento, vivió conmigo los peores momentos de mi vida y ahora vivimos juntos los mejores momentos, Lukas fue el primero en ayudarme con una chica, en ayudarme con todo, él es como mi hermano gemelo, estudiamos juntos y jugamos juntos. ¿Qué más te puedo decir?
Estaba impactada, sabía que ellos eran amigos inseparables, pero nunca imaginó que su relación se remontara a tanto tiempo atrás.
—¿Lo aprecias mucho, cierto? —preguntó Carolina.
—Como a pocas personas en la vida—dijo Daniel sin dudarlo. —él ha sido la más grande de las constantes de mi vida y estoy agradecido con Dios y con la vida por haberlo puesto en mi camino. —sonrió. — no sé qué sería de mi sin Lukas, él fue quien me ayudó a retomar el camino correcto cuando perdí el rumbo.
Daniel estaba melancólico, recordando todo lo que habían vivido juntos. Él nunca había dicho todo aquello en voz alta, ambos sabían que se tenían aprecio, pero nunca se lo habían dicho en voz alta. Lukas era una constante en la vida de Daniel, tanto o más de como lo era el fútbol. No podía imaginarse una vida sin Lukas y esa verdad, la acaba de descubrir recientemente con esa conversación.
Por su parte Carolina también estaba melancólica, ella también había tenido una relación de amistad como esa, una vez hacia tanto tiempo atrás que los recuerdos parecían mezclarse entre la realidad y la fantasía. Pero no importa, en la inmortalidad del recuerdo era donde por siempre habitaría su relación.
Ella iba a hablar, pero entonces Daniel habló primero.
—Lukas es un buen hombre, que está loco y jodido como cualquiera de nosotros, lo está, pero de que es una de las mejores personas con las que te toparas en la vida, lo es. Él me dio lo mejor y ahora se merece lo mejor. —dijo sonriendo. — me apoyo cuando papá y mamá murieron, comenzó a jugar fútbol por mi culpa, comenzó con un deporte que no le gustaba solo porque quería devolverme hacia el lado bueno de la vida, si no hubiera sido por él no sé dónde estaría hoy día. —tragó despacio, lo que iba a decir, por alguna razón le molestaba el alma y le dañaba el corazón. —No vayas a jugar con él, si lo vas a querer, quiérelo de verdad no con el corazón, no, quiérelo con la mente, como se quieren las cosas de verdad, con él único órgano que puede tatuarte en la eternidad.
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