Capítulo 5: " Lo que pasa mientras llueve"
Lukas había tenido una de las mejores prácticas de su vida, el entrenador estaba feliz, si jugaba el domingo el partido como lo había hecho en el entrenamiento de ese día entonces, seguro ganarían.
Tenían que estar en la concentración del equipo del equipo desde las 7:30 p.m., eso era una regla general, cuando los partidos estaban tan cerca ellos se tenían que alejar de sus esposas, de los bares y de cualquier actividad que no les permitiera rendir el 100% en el partido que se avecinaba. Era algo tan común que hasta sus esposas se acostumbraban a eso. En la concentración solo podían dormir, comer, entrenar, hacer ejercicios y volver a entrenar. Era todo un incordio.
Si pensaban que la vida de los jugadores de fútbol era solo unos sueldos obscenamente altos, jugar cuanto partido quisiesen y andar de rumba en rumba con sus mujeres o con una chica cualquiera, estaban muy equivocados, ellos no la tenían tan fácil. Sobre todo en temporadas como las que estaban viviendo por eso días.
Lukas venía saliendo de la ducha con unos simples pantalones de chándal azul y una camiseta tipo esqueleto blanca, se aproximó a donde estaban sus compañeros comentando la estrategia que el coach planteaba para jugar el partido y la formación que utilizarían, se unió a la conversación cuando hablaban de lo difícil que sería marcar al portugués, el mejor jugador de fútbol del mundo, todos sabían que el partido a disputar el domingo sería durísimo, pero si se enfocaban podían ganar.
Daniel tenía fe en que el buen estado de animo de Lukas duraría hasta el partido y esperaba con todas sus fuerzas que así fuera, porque si jugaba tan bien como lo había hecho hoy, el mundo debería comenzar a replantearse quien era realmente el mejor jugador.
En la entrega del balón de oro el año pasado, cuando Lukas solo tenía 23, lo habían nominado, pero el portugués había ganado de mano, este año la ceremonia estaba lejos pero Lukas está trabajando duramente en ganarse el trofeo.
Cuando la mayoría de los chicos se pararon pues decidieron ir a jugar en la X-Box y los otros ir a nadar un rato, Lukas y Daniel pudieron hablar al fin.
—Entonces ¿Qué te hizo Carolina para que estés tan feliz?
Él aludido lo miro y sonrió cual tonto, el mero hecho de escuchar su nombre ya le alegraba el rato.
—Nada, no me hizo nada, de hecho se negó a darme su número de celular.- recordó sonriendo. — pero me las arreglé para dejarle mi número, espero que al menos me llame pronto.
—¿Cómo estas tan seguro de que lo hará?
—No lo estoy, es más creo que no lo hará, pero me gusta saber que ella al menos tiene mi número, tiene algo que es mío y me gusta que sea así.-sonrío de nuevo y alzó la vista al cielo, eran las 8:30 p.m. y habían una nubes rojas en el cielo, podría apostar que esa noche llovería y que haría un frío quiebra hueso como él que solía hacer allí, se acercaba el invierno, él lo sabía; se preguntó si carolina ya estaba en su casa, se preguntó dónde vivía y si no estaba en su casa, se preguntó si lo estaría pronto, no quería que se enfermara a causa de la lluvia, pero entonces recordó que ella era una mujer inteligente y eso lo tranquilizó.- Es profesora
—Ya lo sé. —murmuro Daniel en voz baja, él también estaba perdido en sus pensamientos, pensaba en el porque a su amigo le gustaba tanto esa chica, que recién conocía, cerró los ojos y se imaginó a su amigo casado con la joven castaña que a él le parecía bonita, supuso que hacían buena pareja, pero aquel pensamiento le revolvió el estómago, cuando los había visto por la mañana conversar en medio del atasco del tráfico se maldijo a si mismo por haber alertado a Lukas, pero entonces recordó quien era él. Ella no era su tipo.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Lukas.
—Solo lo supuse, tiene cara de intelectual.-dijo sonriente.
—Es profesora de Literatura, está haciendo una especialización en Literatura Universal, es una mujer inteligente.-presumió Lukas, como si ya Carolina fuese su novia.
—¿Por qué te gusta tanto esa chica, Lukas?
Lukas lo pensó, pensó en porque le gustaba tanto carolina, en que le veía de especial, como para estar embobado con ella si recién la conocía, y cuando respondía las palabras brotaron solas, sinceras y contundentes.
—Porque por fin encontré lo que había estado buscando, por fin hallé a mi esposa, la madre de mis hijos y no esta en mis planes dejarla ir...ella es lo que siempre soñé.
Daniel asistió y guardó silencio; cinco minutos después comenzó a llover y ellos salieron corriendo a sus respectivas habitaciones.
***
Carolina amaba la lluvia, siempre había dicho que prefería el frío quiebra huesos antes que el calor infernal. Era viernes por la noche y ella en vez de estar de rumba como cualquier persona de su edad, estaba tumbada en el sofá de su sala leyendo por 3 veces: "EL RETRATO DE DORIAN GREY"-de Oscar Wilde-, ese era uno de sus libros favoritos, lo había leído cuando tenía 15 años y aún no lo superaba, ahora no lo leía por diversión como las dos veces anteriores, ahora solo lo leí porque tenía que escribir una monografía de él y entregarlo el martes a las 2:30 p.m. en su clase de "literatura inglesa".
Cuando comenzó a llover ella estaba en el balcón de su apartamento con su pijama de pantalón negro de mariposas rosadas y un camisón rosado de mangas largas, había alcanzado a correr a tiempo y a tirarse cómodamente en su sofá. Ya casi acaba el libro, le faltaban las últimas 5 paginas, pero tenía hambre...ese día se había volado todas sus comidas, había estado tan eufórica por su encuentro con el jugador que no le apetecía la comida.
Se levantó del sofá y buscó en su cocina algo para comer. Pero ahí no había nada más que agua y algunas frutas rojas. Ella quería comer lasaña o quizás pizza y algo calientito para tomar, pero no tenía nada de eso en su alacena.
Nota Mental: ir de compras al supermercado, antes de que comience el invierno y por no tener comida termine comiéndome pedacitos de mi misma.
Quiso llamar a pedir comida, pero sabía que tardarían un siglo en traérsela. ¿Qué hacía? En serio moría de hambre. Pensaba en una posible solución cuando escuchó que tocaron el timbre. ¿Quién podía ser a las 9:00 P.m.? ¿Quién podría ser si estaba lloviendo a cántaro hacía más de media hora? Se acercó a su puerta y sin mirar por la lentilla solo abrió.
Y ahí estaba él, Manuel Meyer vestido con un pantalón de algodón gris y una musculosa blanca, en su mano un vaso de chocolate caliente y en su cara una sonrisa imperturbable.
—Buenas noches vecina. —saludó entusiasmado. —Supuse que estarías en casa por lo del aguacero e hice un poco de chocolate caliente y decidí traerte, ¿quieres? — le dijo mientras le tendía el vaso.
Ella le sonrío como si él le hubiese dicho que se acababa de ganar el premio mayor de la lotería.
—No te haces una idea de lo emocionada que estoy por este vaso de chocolate.-sonrío mostrando todos sus dientes. — disculparas mi atrevimiento pero no tienes pan o algo salado de casualidad.
Él la miro y sonrío, ella sí que era misterio, pensó que le tiraría la puerta en la cara o que peor le tiraría el chocolate caliente por andar coqueteando con ella.
—¿Tienes hambre, Carolina?
Ella asintió tímidamente. —Es que no me queda comida en la alacena, no había revisado y hace siglos no hago compras, además llueve a mares y los servicios de comida demoraran un siglo en traerme algo.-sonrío lo más dulce que pudo.- ¿me alimentas por favor?
Manuel sonrío, en serio que ella era contradictoria. —Vamos a mi apartamento, te prepararé algo de comer.
En cualquier otro momento ella se habría negado y hubiese pensado que esa invitación a su apartamento no era más que un ardí para acostarse con ella o que él podía ser perfectamente un acosador, un violador o psicópata o cualquier clase de demente. Pero esta vez no pensó en nada de eso, después de todo él vivía en ese edificio y habían muchas cámaras de vigilancias allí, si algo le pasaba sabían que él era el culpable; no era una invitación a tener sexo con él porque era ella quien le había pedido que la alimentara y de algún modo extraño Manuel le parecía buena persona, si quizás era un cretino con complejo de Playboy, pero al parecer era un buen chico y eso la alentó.
Le indico que entrara un minuto al apartamento mientras ella iba por el abrigo del pijama y sus pantuflas de gatito.
Manuel pasó al interior del apartamento y observó que todo allí estaba en orden, no había nada fuera de lugar a excepción de un libro tirado en el sofá, se acercó a ver el libro y se sorprendió de ver una X-BOX y un televisor tan gigante. Esa mujer sí que era una contradicción ambulante. Miró el libro que estaba en el sofá: "EL RETRATO DE DORIAN GREY" — de Oscar Wilde—, conocía ese libro, lo había leído en el instituto. Al parecer a su vecina le gustaba leer.
—Estoy lista, vamos por esa comida. — dijo Carolina mientras salía de su habitación con un abrigo fucsia y unas pantuflas de gato gigantescas, su cabello atado en una coleta alta y sus gafas de lectura habían desaparecido.
—Pues vamos. — afirmó él.
Salieron de allí rumbo a su apartamento. Cuando llegaron a este, Carolina se sorprendió de la decoración de aquel lugar, todo era blanco y negro y un poco de azul media noche, tenía solo lo suficiente para hacer lucir su apartamento como el de cualquier revista de diseño de interiores.
— ¿A qué te dedicas? — preguntó carolina curiosa.
— Soy arquitecto, trabajo en la constructora Meyer inc.
Ella sonrió impactada, ¡él era el dueño del edificio y Dios sabe de cuantos más!, al verla sonreír así, Manuel sintió la necesidad de corregirla.
— No es mía. — aclaró. — la constructora es de mi tía, solo trabajo allá. — se encogió de hombres mientras comenzaba a picar los apios.
—¿Qué vas a hacer de cena? — preguntó ella extrañada.
— Crema de apio, hace frio y es una comida caliente y fácil de hacer. — dijo como si nada mientras metía un bol con los trocitos de apio picado al microondas junto con un chorrito de aceite, sal y pimienta. Lo tapó y lo dejó allí a velocidad máxima durante 8 minutos, removiendo a mitad de la cocción.
Una vez lo que había puesto en el microondas estuvo, lo sacó y puso el apio cocido en el vaso de la batidora, le agregó leche y lo batió hasta obtener una textura fina. Finalmente le añadió la crema de leche y el perejil, lo volvió a meter al microondas por un minuto.
Así que cerca de 10 minutos después, la cena ya estaba hecha. Mientras esperaba, durante esos 10 minutos se había tomado el chocolate caliente con un pedazo de pan y había estado sentada en el sofá negro de la sala, mientras miraba el partido de fútbol de días anteriores, que ella no había podido ver por estar estudiando.
De repente mostraron en la pantalla a Lukas y sin quererlo se sonrojo cuando pensó en lo que le había dicho el futbolista por la mañana, busco su celular, pero no lo había traído consigo, hizo una nota menta de mandarle un mensaje para animarlo por su próximo partido, sus pensamientos no duraron mucho cuando Manuel puso frente a ella un plato con crema de apio caliente.
Se sentaron y cenaron en medio de las típicas preguntas de rutinas de un par de desconocidos, que aspiran ser amigos.
Así fue como Manuel descubrió que Carolina tenía 21 años, que era profesora de Literatura del Imperial High un colegio de renombre de la capital de país, que estaba haciendo una especialización en Literatura Universal y que por eso no tenía mucho tiempo libre. También había descubierto que aunque su apellido era alemán y su nacionalidad también lo era, ella había nacido en un país latinoamericano y de hecho su madre era latina y su padre era alemán, que tenía una hermana mayor que se llamaba Alexa y –lo más importante en su concepto- que era soltera, sin compromisos y sin intención de tenerlos –ahí estaba lo malo.-
Por su parte Carolina descubrió que Manuel era un arquitecto de 24 años, que trabajaba en la empresa de su tía más como un compromiso familiar, que por cualquier otra cosa, que era soltero, sin hijos, sin hermanos y que además de su tía su único familiar vivo era su padre, con quien tenía una relación innegablemente pésima, que era un playboy de lo más de relajado y suertudo que amaba cocinar y diseñar edificios, que tenía varios autos, pero el BMW era su tesoro y que como ella también amaba la X-BOX y el fútbol.
Todo lo que se puede descubrir en un una sola cena; hablaron del partido de fútbol que se avecinaba, se lamentaron porque ninguno de los dos podía verlos-ella porque tenía que estudiar y él porque tenía que entregar un plano para el lunes y ni siquiera había comenzado.- se prometieron que verían el próximo partido juntos y ella lo ayudó a lavar los platos una vez acabaron de comer, aquella deliciosa cena. Él, la convenció de que le debía una cena y ella a regañadientes aceptó.
Comieron un postre de napolitano que había en la nevera de Manuel y jugaron en la X-BOX, hasta las 11:00 p.m. cuando Carolina decidió que era un buen momento para irse a terminar el libro y para que el comenzara con sus planos.
Manuel la acompañó a su departamento y se despidió con un beso en la mejilla. Una vez dentro de su apartamento ella sonrió, recordando el día tan bizarro que había vivido y se dispuso a terminar su lectura, tenía una monografía por escribir.
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