Capítulo 33: Organizando variables: aprendiendo a vivir SIN ELLA.
En psicología se usa el término "Shock", para referirse a la incapacidad actuar, pensar, reaccionar o procesar la información, que sufre una persona en una situación de alto impacto.
Creo que ese es el término más preciso en cuanto a describir la condición de Daniel, para aquel momento. Estaba en Shock.
Todo había pasado tan rápido: Carolina había salido a buscar su celular que por un descuido, se había quedado en el auto, que estaba en el parqueadero exterior del aeropuerto. Ella caminó hasta allí, abrió la puerta de adelante del auto, se inclinó en el asiento del copiloto y revisó por los laterales unos instantes, hasta que dio con su celular, cuando se puso en pie y se dirigía a cerrar la puerta, un autobús que transportaría a turistas ingleses desde Berlín hasta Múnich, perdió el control e impacto contra el frágil cuerpo de Carolina, enviándola varios metros por el aire.
Se trató de un segundo, solo se necesitó 1 segundo para que la desgracia ocurriera. La culpa de todo la tenía Austin un turista inglés, que se había retrasado 1 minuto en el aeropuerto comprando una salchicha. Si la señora que le despachó la salchicha, no hubiese tenido que rellenar el vacío frasco de mostaza, Austin no hubiese tenido que esperar, el autobús no se hubiese retrasado 1 minuto, sino que hubiese partido un minuto antes que Carolina pasará a buscar su celular y la tragedia no hubiese ocurrido.
O tal vez la culpa era de la propia Carolina. Si ella no hubiese olvidado su celular en el auto, nunca hubiese tenido que irlo a buscar y nada hubiese pasado.
Había mil maneras de que las cosas ocurrieran, mil maneras para evitar aquella tragedia, pero de tantos caminos, tantas opciones, tantos desvíos, tantas posibles decisiones, ellos escogieron precisamente esa para que las cosas terminaran como terminaron.
A esa hora se suponía ellos deberían estar por llegar a Australia, pero contrario a eso, ahora ella estaba en un quirófano de hospital, luchando con la muerte su batalla más decisiva.
Cuando llamó a Lukas, no supo ni siquiera que fue lo que le dijo. No podía recordarlo, no había forma de que lo hiciera. Igual paso cuando llamó a su madre, su hermano, su suegra, su cuñada e incluso al propio Manuel.
Se sentía fuera de sí, como si fuera parte de un cuadro dantesco, al que no lograba encontrarle sentido y del cual no podía huir.
No era él sin duda. Vivía en una realidad que no le correspondía, que desconocía, viviendo una vida que no era suya, pues en la suya, su recién adquirida esposa y él disfrutaban de su primer día de casados en la tranquilidad de una playa australiana.
Pero de ningún modo debería estar en esa situación. Ahora él tenía que esperar fuera de un quirófano, porque el destino se decidiera entre dejarla vivir o regalársela a la muerte.
—Daniel. —Anna, su madre, le estaba hablando.
—Yo...yo... —era incapaz de poner en palabras todos sus sentimientos, no podía en orden sus pensamientos.
Lukas se sentó a su lado. Callado, como pocas veces había de verlo, aún tenía el esmoquin de la boda. Alexa lloraba en los brazos de su esposo, Barbará acunaba a la pequeña Susy y Manuel estaba recostado contra la ventana con los ojos cerrados, como esperando.
Si se hubieran puesto de acuerdo para lucir tan devastados, nunca lo hubieran logrado.
Tenían cerca de 2 horas de estar esperando. Lo más odioso de esperar, es no saber que te depara la espera, es ignorar si se esperas por algo que sucederá o que no lo hará. Mientras esperaban que llegará el momento, cerró los ojos una y otra y otra vez, deseando despertar de la pesadilla al lado de su esposa, esperando que ella le dijera que solo fue un mal sueño; pero el dolor lo consume, no sabe cuánto tiempo más deba esperar y eso está por enloquecerlo.
Anna lo abraza, como a un niño pequeño. Toda esta en silencio, etéreo, impersonal, justo como ella odia que este todo.
Apretó sus ojos cerrados, contó hasta Diez y espero porque de una vez y por todo el bendito medico salga y de una buena noticia, es todo cuanto le ruega a Dios.
Le pide que cambien de papeles, le suplica con todo lo que es, que lo deje ser él, en vez de ella.
Pero ese tipo de milagros, ya no se pueden conseguir, aunque se deseen más que el vivir, porque entonces la otra persona estaría en la misma posición, deseando ser ella quien estuviera mal y no él y así eternamente. Se trató del destino, de un momento de una sola decisión.
***
¿Nunca te ha pasado? Estas ahí pero es como si no estuvieras, es como si realmente no fueras tú quien lo presencia, sientes que todo es absurdo y comienzas a luchar para intentar despertarte, pero no pasará...cierras los ojos, una, dos, tres veces y los vuelves a abrir y nada.
Esta es la realidad.
¿En qué momento todo se volvió una mierda? si hasta donde recuerdas todo estaba bien, ella era feliz y al siguiente día estas en un maldito hospital que huele a muerte, esperando porque a un médico fantasma se le dé por aparecer y calme tus nervios.
Siempre ha odiado las clínicas, las muy malditas huelen a muerte, desesperanza, miedo y cloro, mucho cloro.
Por eso, y porque muchos de los que entran a una clínica, es posible que no salga nunca.
2 horas. Ese era el tiempo que llevaba esperando porque el Dr. Reuss saliera a su encuentro con alguna noticia, pero nada. 2 horas más habrían de pasar hasta que el nombrado Doctor apareció frente a sus ojos.
—La paciente ingresó con un cuadro de TCE (Traumatismo Craneoencefálico severo). El impacto del golpe ocasionó un gran dañó a las estructuras craneales encefálicas, que desencadenó en una ICH (Hemorragia Cerebral Interna) y con esto una coagulación de sangre que obstruye el flujo de sangre al cerebro. Además el golpe produjo una hemorragia interna a nivel de la zona pélvica que a duras penas pudimos detener, también con el impacto su Hígado, vaso y páncreas quedaron severamente comprometidos, quedando el primero con un 10% de su funcionamiento normal. Se fracturó 5 costillas, su brazo y pierna derecha están rotos, además de las múltiples contusiones en todo su cuerpo. No les voy mentir, la paciente está realmente delicada, humanamente hablando hemos hecho todo lo que podemos, pero mientras operábamos su corazón se detuvo 2 veces, no creemos que su corazón o su cerebro puedan resistir mucho más, está en coma inducido y las siguientes 24 horas serán determinantes en su evolución. —el médico suspiro. —Pero lo lamento, de verdad lo siento mucho, no creemos que vaya a sobrevivir, realmente está muy grave.
—¡¿Cómo que no va a sobrevivir?! —gritó histérico Lukas. — ¡Maldita sea, es su trabajo salvarla!
—Lo siento Mucho, señor Schütz... hicimos todo lo que pudimos —dicho aquello el médico se retiró.
Y la sala entera lloró. Daniel lloraba su perdida, lloraba no haberla tenido lo suficiente, lloraba perderla sin haberla tenido realmente, lloraba quedarse sin ella, lloraba verla partir, lloró sus hijos, su futuro, su vida, se lloró a si mismo porque la perdía a ella.
Barbará y Alexandra compartían un dolor, un dolor descomunal, la primera perdía a su hija pequeña y se arrepentía de la relación pérdida por los malos entendidos en otro tiempo y Alexandra, Alexa lloraba perder a su hermana, lloraba perder a su amiga, a su confidente, a su inseparable consejera. Lloraba por ella y por sí misma, porque ya nunca tendría la oportunidad de ver a Susy crecer, y lloraba, lloraba como quien sabe de dolor, lloraba como si fuese ella quien moría.
Manuel, Manuel lloraba porque ella se iba, lloraba porque nunca encontraría alguien igual, porque se le iba su hermana, porque eso no tenía que ser así.
Y él, él no lloraba o eso pensó hasta que lagrimas saldas corrían de su rostro sin ningún tipo de compasión, él lo había perdido todo, la perdió a ella y se había perdido a él, se sentía como si su corazón estuviese siendo halado y extraído de su pecho, quiso morir antes que ella, deseo con todas sus fuerzas cambiar de lugar, pero no lo consiguió.
Se necesitó de un limpiador para secar las lágrimas que la sala de espera del hospital "Heaven" vio derramar ese día, por causa de ella.
***
Dicen por ahí que cuando te vas a morir lo sientes, tú sabes que el momento está cerca, algo en tu interior se activa y descubres que la vida se te está escapando de las manos lenta y despiadadamente, sin permiso y sin compasión se aleja de ti, es como si la llama de la vida se te estuviera evaporando, y entonces lo sientes, sientes uno a uno todos tus días, la vida te muestra en cámara lenta todo lo que hiciste, como para que comprendas el por qué estas donde estas o como para que te arrepientas quizás de algo que hiciste mal, pero justo en medio de ese proceso tus energías comienzan a flaquear y sabes con absoluta certeza que es el inminente final, sabes que no habrá nada que puedas hacer, que no hay mucho que puedas cambiar, sabes que ya no habrán más oportunidades, entonces, y solo entonces sientes como la vida te somete a la más cruel de las esperas: la espera por TU PROPIA MUERTE.
Y en aquella cama, en la sala de Urgencia y Cuidados intensivos del hospital Heaven, Carolina no tuvo que esperar mucho, allí donde muchos años atrás un avión acabó con muchas vidas, su propia vida vio su final y aquel espectro de haz y capa negra le tendió su fría mano y se la llevó con él, tachó su nombre de la lista y la acogió con cariño, evitándole el sufrimiento. No pensaba en nada cuando murió, pero "Hades" leyó entre sus sueños, el deseo de ser feliz en otro tiempo, quizás por eso, estaba dispuesto a negociar con San Pedro, la posibilidad de concedérselo.
***
Fue jueves negro en Berlín.
Suponemos que nadie se prepara por morir, nadie quiere, por eso cuando te enfermas vas al médico, por eso te tomas las medicinas y te cuidas, porque no quieres morir.
Carolina no quería morir, no quería llevarse con ella la mitad de la vida de 3 hombres distintos.
Allí en aquel melancólico lugar, 3 hombres con caminos distintos veían como la muerte les ganaba de mano y de forma definitiva aquella partida. Enfundados en sus trajes Armani negros, no hacían más que sentir lastima por ellos mismos. Se sentían las personas más dignas de lástima de todo el planeta.
Habían perdido y monumentalmente, habían perdido por goleada el partido más importante de sus vidas.
—Hoy, en el día más triste de mi vida, vi partir frente a mis ojos a la mujer más franca, fuerte, valiente, hermosa, dedicada y decidida, que conocí. No encontrare una igual, ni en las películas, ni en los libros, ni en el realismo mágico macondiano que vaya si tenían mujeres con fortaleza. Se la llevó un mal que le atacó justo el cerebro, que quizás gastado de tanto soñar se dio por vencido, se la llevó el único órgano que le podía fallar, porque el corazón lo tenía demasiado grande y fuerte para claudicar. Te extraño caro y siempre lo haré. A veces llegué a pensar que en mi existencia pre-humana soborné a un ángel de poca vocación para que me brindara el milagro de poder amarte a ti, de lo contrario ¿Cómo explicar tanta suerte?
Amor, el mundo se volvió mejor lugar desde que lo poblaste, hoy seguro vas a convertir en un mejor lugar a donde quiera que vayas y el otro día, cuando a mi toque, espero encontrarme al mismo ángel sin vocación, para sobornarlo de nuevo y a cualquier precio lograr que me dé la posibilidad de volverme a encontrar contigo, donde quiera que sea.
Te amaré siempre.
Esas fueron las palabras que pronunció Daniel para su difunta esposa, aquel día cuando la despidió para siempre jamás, al menos en esa vida.
Las lágrimas no paraban de ser derramadas, y el dolor se hacía intenso con las horas, el pulso tropezaba sin radar, colapsando los corazones a su merced, para mucho de los presentes, morir sería mejor, que estar allí.
Para cuando fue el turno de Lukas, casi no pudo hablar.
—Caro, cariño, la última vez que yo te vi a los ojos nunca imaginaba que ibas a partir, sé que querías vivir porque de todos modos, aun en la tristeza tu querías reír. Ahora que te marchas con Dios, dímele que nos ha dejado solo, nos ha quitado todo al llevarte a ti y que esto duele mucho.
No habrá en el mundo forma de secar mis ojos las veces que lloraré, porque te perdí. No es Justo Carolina, no es justo que nos ganes por goleada, sin darnos derecho a defendernos, tú lo sabes, lo sabes también como yo. Y no puedo perdonarte esta, nena.
Te extraño caro y eso que aun veo tu cuerpo.
Los discursos continuaron, el llanto iba y venía. Parecía mentira que ella, estuviese allí, en el ataúd su rostro lucia tranquilo, como si durmiera, sus suaves pómulos lucía un poco magullado, pero su cara lucia angelical, como siempre habrían de recordarla, daba la sensación de que si alguien agitaba el féretro, ella se levantaría, probablemente asustada porque llegaba tarde a clases. Pero ese no era el caso, no llegaba tarde a clases y no se despertaría por mucho que movieran aquel féretro. Y para cuando el descenso del mismo comenzó, la ausencia definitiva, dijo que estaba presente y el mundo sintió su partida, se había ido.
Fue entonces, cuando el rubio de cabellos como el sol, se juró en silencio que dentro de 300 años cuando la vida, el karma o el ciclo de vida le dieran la oportunidad, él sería quien la encontraría primero y quien la amaría más.
Y lo haría. Así lo juro.
***
Manuel no la olvido, no podía, "no puedes olvidar a alguien que te cambia la vida", había dicho ella alguna vez y cuan cierta eran esas palabras. La recordó por el resto de los años de su vida y para cuando su hijo mayor, Marcos tuvo hijos, le contó a sus nietos sobre ella.
Magnificó su recuerdo y durante los años que vivió sin ella, la visitó paciente en su tumba conmemorativa, le contó sus problemas, se quejó de su ausencia, le compartió sus triunfos, le dedicó sus recuerdos, la felicitó por su cumpleaños, le dio la bienvenida al año nuevo con ella, le contó el Porqué De su divorcio de Michell y le habló de su nuevo amor, Gabriela.
La integró a su vida, como si ella estuviera. Sin estarlo.
Sin saber que en silencio, paciente, la chica de profundos ojos azules lo cuidaba y que sin notarlo, en más de una ocasión besó su frente y cuidó sus sueños, para que nada ni nadie los alteraran.
Ella lo amó, no como él la amó, ella lo amó más. Pero, él, él vivió más. Vivió una buena vida trabajando siempre, por volver a verla y lo consiguió o eso sintió cuando en algún lejano lugar unos brazos conocidos, lo recibieron y una dulce voz le susurro a su oído:
—Manue, Como te extrañé.
***
—¿La echas de menos? —le preguntó Gustav, un día de tantos.
—Todos los días. -respondió sin dudar.
Daniel era ahora un fantasma en una casa ajena que de un día para otro se había vuelto más inmensa y solitaria y en la cual vagaba a la deriva, preguntándose quien estaba más muerto: la que había muerto o él, que se había quedado.
No podía negar que sentía hacia ella un recóndito rencor por haberlo dejado solo en medio del océano de la vida. Todo lo de ella le provocaba llanto, su ropa en el closet, su foto en la pared, su interminable colección de tacones y sus libros, sobre todo eso, sus libros. Recordó que poco antes de morir, ella leía "el amor en los tiempos del cólera" como por quinta vez y cuando le preguntó porque lo leía de nuevo, ella le había dicho "-porque te enseña de la vida y de la muerte y te enfrenta a una realidad que no quieres vivir", lo tomó del estante y entre sus páginas encontró la explicación "alguna vez él le había dicho algo que ella no podía concebir: los amputados sienten dolores, calambres, cosquillas, en la pierna que ya no tienen. Así se sentía ella sin él, sintiéndolo estar donde ya no estaba" nada describía mejor sus sentimientos que esas palabras, "sintiéndola estar donde ya no estaba".
Un año y 6 meses después, el recuerdo purificado de su esposa muerta, se convirtió en una presencia vigilante que lo guiaba sin estorbarlo, a veces se la encontraba en su película favorita, en su libro, en un anuncio de televisión, en un rostro parecido al de ella en una calle cualquiera, en el balón de fútbol, perdida entre la inmensidad de la ciudad, en las gradas del estadio, otras tantas en cambio, la encontraba en carne y hueso, donde en verdad le hacía falta.
La vida sigue dicen, pero no es verdad, a veces solo pasan los días. Su vida sin ella nunca volvería a ser igual, jamás, ni aunque lo intentara por todos los medio posibles. Ahora, sin ella, se dedicaba a organizar variables en la ecuación inconstante que es la vida, mientras aprendía a vivir sin ella, despejando incógnitas que no entendía, usando una constante que lo mataban, tratando de encontrarla, casi que sin buscarla.
Y eso mismo les toco a todos, A Lukas, a Alexa, a Barbará a sus amigos, a él mismo. Pero 57 años después, cuando el señor del haz y la capa negra, finalmente vino por él, las imágenes en su casa, le dibujaron una sonrisa a aquel rostro frívolo, pues Daniel había vivido una buena vida, se casó con una mujer que nunca seria Carolina, pero que lo amó como si ella la hubiera mandado, le regaló 2 hijos y lo cuidó en silencio. Apoyándolo desde la sombras, cuando todo se puso de cabeza.
Fue feliz, por él, por ella, porque era lo que ella quería. Recorrió el mundo, visitó lugares, conoció personas, hizo amigos, ganó campeonatos como jugador y como coach, toda la colección de trofeos y premios que fue su vida, todos eran para ella. No había forma que no lo fueran, amó a Carolina, con cada una de las fibras de su ser y la recordó cada día de su vida, como prometió ante Dios que haría.
Y por eso, también recibió su premio.
***
Al comienzo las cosas fueron difíciles, odiaba a Daniel porque él tampoco pudo protegerla, pero un día cualquiera, "A el corazón se le dio por hacerle una de esas trastadas de putas, que solo se le ocurren al corazón"-como dijo Gabriel García Márquez- y le reveló que él y aquel hombre que tanto había considerado su enemigo, eran víctimas de un mismo destino: el de vivir sin ella.
No comprendía porque el destino los trato así y no había de comprenderlo nunca.
Si bien era cierto que el destino les había cambiado la vida, también sabía que solo existía un camino y que tenía que continuar, fue por eso que el chico de cabellos como el sol, también encontró el modo de salir adelante, de ser feliz a su manera, muy a su manera; aceptó a su hijo, se volvió al fútbol, como nunca jamás se había vuelto. Se concentró en jugar bien, en ganar, en triunfar, lo hizo por ella, como todo cuanto supo hacer en su vida.
Nunca se casó con nadie, nunca se estableció realmente con una mujer, porque según dijo: "ninguna era como ella". Pero de sus relaciones clandestinas 3 hijos más nacieron, 2 niños y 1 niña, en la que la vio a ella, solía decir que era un regalo de consuelo de la vida, que el destino le había regalado a una pequeña Carolina, para que no la olvidara. Y la amó, la amó, más que a los demás, más que al mismo. Y en aquella castaña de ojos azules, vio por siempre a su chica única, que sabía jugar fútbol en tacones.
Y espero paciente hasta que la vida le diera la oportunidad de corregir aquella trágica historia de amor, con la que se sentía en deuda.
Y lo hizo, como lo prometió, así lo hizo, al menos esa promesa si se la pudo cumplir, a su chica de fútbol en tacones.
Nota de la autora:
La verdad es que cuando escribí este capítulo lloré mucho.
Se me partió el corazón al dejar a Carolina; casi sentí a Alexa llorar que su hermana nunca vería a su hija crecer, lloré con Daniel y lo difícil e injusta que resultó la vida cuando se la quitó sin dejársela tenerla de verdad, lloré con Luk y el vacío que dejó ella en su vida.
Nunca tuve entre mis planes hacer un capítulo tan doloroso, es decir, siempre supe que ella iba a morir, pero cuando escribí el final, el nudo que se formó en mi pecho casi no me deja terminar.
Aquí quiero reseñar tres cosas:
1. Que la vida es a veces un poco injusta, que nos da y nos quita en medidas desiguales y que por eso debemos aprovechar a las personas que queremos y que hacen parte de nuestras vidas mientras se pueda, porque no sabemos cuándo llegará eventualmente el final.
2. Creo que Daniel, Lukas, Manuel, Alexa y todos los demás son muy fuertes, el dolor por ver partir a alguien de este mundo es siempre agotador y se necesita más fuerza de la que pensamos para continuar con nuestras vidas, tal como ellos lo hicieron.
3. No me odien, la trama exigía que las cosas fueran así. Y yo con dolor y todo, amo este final.
Nos leemos en el epílogo. (Estoy segura, que los sorprenderá *guiño, guiño*).
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