Capítulo 32: "Prueba de fuego"
¶ "Sorpresa en Alemania: "Daniel Maschwitz y Carolina Peizt se casan en Berlín"
¶ "El astro Alemán Daniel Maschwitz y la ex Prometida de su Mejor amigo Lukas Schütz, la Señorita Carolina Peitz contraen nupcias en la Catedral del centro de Berlín".
¶ "El triángulo Amoroso entre Daniel Maschwitz, Lukas Schütz y Carolina Peitz, tiene ganadores, Maschwitz y Peitz se casan en Alemania"
Estos solos eran algunos de los titulares que la prensa rosa y deportiva publicaban en sus portales. Para el mundo en general aquella era una de esa noticias de impacto contundente y perpetuables en la memoria colectiva de sus pueblos, por toda la eternidad, y para el mundo del fútbol, se trataba de un acontecimiento peculiar, dos de los astros alemanes que en otro tiempo habían llevado a su equipo a conquistar la copa mundial y una UEFA Champions Ligue, y que habían llegado hasta los golpes por esa mujer, ahora volvían a retomar su antigua historia, para celebrar el enlace entre Daniel y Carolina y allí en la iglesia central de la capital de Alemania, Lukas y Daniel esperaban por ella.
La catedral Central estaba perfectamente decorada con lirios y rosas blancas, una hilera de pétalos blancos se regaron en torno a la alfombra roja, por donde Carolina haría su camino al altar. Había escogido esa iglesia por la historia y el tamaño de la misma, y es que se necesita de una iglesia lo suficientemente grande como para recibir a 500 invitados.
Sí, eran cerca de 500 los invitados. Por el lado de Daniel, estaban grandes astros del futbol como el goleador portugués, sus excompañeros de equipos, sus nuevos compañeros, su entrenador, su ex entrenador, sus amigos de siempre: Paulo y David. Y por Carolina estaban sus amigas, colegas y hasta algunos padres de familia, estrellas de cine y del mundo de la moda, se dieron cita en aquella iglesia, para ser testigos de aquella unión.
Eso más que un matrimonio, casi parecía una reunión social de celebridades. Parado en el altar, usando su esmoquin Dolce & Gabbana negro y a la medida, lucia más tranquilo de lo que en realidad estaba. La verdad era que estaba considerablemente nervioso, se sentía como si estuviera por jugar el partido más importante de su vida y no se trataba precisamente de una final mundial o algo así. Tomó aire se acomodó la pajarita y miró al público de nuevo, cada vez la catedral estaba más y más llena.
—Tranquilo Daniel, todo saldrá bien. — ese era su hermano Gustav.
Él lo volteo a mirar, su esmoquin negro lo hacía lucir mayor de lo que en realidad era. Aun recordaba la expresión en la cara del menor de los Maschwitz cuando le dijo que se casaría con Carolina.
"Ella".-había dicho.- "la ex de Lukas".-cuando el asintió, su hermano se dejó caer en la silla preso de la sorpresa. "Joder, ¿Cómo vas a hacer eso?"
Pero tras una charla larga y detallada, el Pequeño Gustav entendió a su hermano y le brindó su apoyo incondicional. Justo como hacía en ese preciso momento.
—Estoy nervioso. —sonrió Daniel a su hermano.
—Debes estarlo, 500 personas tienen sus ojos puestos en ti y como falles te mataran- Bromeó Gustav. — Tranquilo, Hombre. Haz soportado la presión de 50.000 espectadores en los partidos que haz juzgado ¿Por qué te aterrorizan 500?
Antes de que pudiera contestar, Daniel divisó el preciso instante en que Lukas ingresó a la iglesia. Vestía un Gucci Gris a la medida por su puesto, su cabello rubio perfectamente peinado y su rostro, su rostro era una mezcla extraña entre el dolor, la agonía, la resignación y hasta la esperanza. Lo conocía lo suficiente como para leerlo sin hablarle.
Sentía lástima por él, pero no había nada que pudiera hacer. Se trataba de un asunto irremediable, él había tenido su oportunidad y la había perdido, aunque le doliera ser él quien hería a su amigo, no podía dar su brazo a torcer, no cuando se trataba de Carolina.
—¿Vamos a hacer esto tan protocolario? —preguntó con una voz entrecortada, cuando llego al altar.
—Es así como se hacen estas cosas. —le contestó Daniel.
—Pues entonces que sea rápido, necesito ir a entrenar.
Él sonrió, sabía que su amigo quería huir, pero el hecho de que estuviera de pie junto al altar como él, esperando por la mujer que amaba, para verla casar con él, era algo que apreciaba como pocas cosas en la vida.
Y aunque con la llegada de Lukas su padrino de boda, los nervios de Daniel disminuyeron, no desaparecieron. Es que después de todo eran 500 ojos que estaban observando lo que harían.
***
Estaba nerviosa ¿y cómo no estarlo? Sí, era la segunda vez que ella hacia algo así o al menos que lo intentaba.
¡Dios! En serio esta vez iban a hacerlo y quizás por eso esta vez le pareció muchísimo más terrorífico, la vez anterior aunque había hecho absolutamente toda la teoría de esta situación, desde invitaciones, vestidos, banquete y recepción de boda, esta vez, era real, ya está literalmente estaba a punto de dar el "sí quiero".
Porque sí, ahí estaba ella, Carolina Peitz, vestida de novia, con su vestido de mikado de seda con aplicaciones de encaje dorado con pedrería oro y cola extraíble, con un escote de tul de cuello a caja y manga larga con aplicaciones bordadas y transparencia de escote corazón delante y transparencia hasta la cintura en la espalda, su Falda es cúpula, lleva su basto cabello castaño claro –de nuevo- en un recogido –Bastante elaborado a decir verdad- unos pequeños aretes de oro y su anillo de compromiso, estaba nerviosa y no solo lo demostraba el constante repiquetear de su zapatilla dorada contra el suelo de madera, mientras esperaba en la antesala del salón donde se celebraría la boda, no, lo que hacía más evidente su estado de nerviosismo era la manera en la que se pasaba repetidas veces las manos por la falda del vestido, alisando las inexistente arrugas.-se trataba solo de un tic que tenía cuando estaba nerviosa.- a su alrededor las 8 damas de honor con sus impresionantes vestidos plata de dos estilos hablaban de la boda, de lo bonito que estaba saliendo todo o de cualquier cosa en general, todas ellas luciendo muy relajadas. Obviamente entre ellas estaban sus amigas chilenas Gabriela, Natalia y Maite.
Su madrina de bodas, su hermana Alexa, se acercó a ella con su hermoso vestido fucsia, largo hasta el piso, con encaje negro hasta su cintura y escote en forma de corazón, ella parecía la única que entendía su inquietud.
—Ya deja de pasar las manos por el vestido, lo dañaras—la regañó.
—Estoy nerviosa. —dijo ella a media voz.
—Todo saldrá bien. —dijo Alexa. —ya hay muchas personas para la ceremonia, pronto llegara el momento.
Ella asintió, en el interior de la catedral había muchísima gente, estaba su madre, sus amigas y sus compañeros. Pero allá, a tan solo 500 metros del salón de espera de la novia, estaban 3 hombres (dos rubios y un castaño) esperando por ella.
Frente al altar estaba el primero, él, se acomodó el traje, miró la hora, sonrió a los invitados y estaba ansioso porque iniciará la música que anunciaba la llegada de su prometida, sonrió feliz pues sabía que al final del día él sería su esposo, su compañero de vida y ella y solo ella sería su mujer.
Por su parte el otro hombre rubio, está contando los minutos que faltan para poder huir de allí, huir lejos, dejar de lado tanto formalismo y marcharse de allí a llorar como desea hacerlo, pocas cosas en la vida duelen tanto, como duele ver casar con otro hombre a la mujer que amas y más aún cuando sabes que si hubiese sido distinto serías tú quien estaría esperando por ella. ¡Dios bendito, como dolía! No había muerto, pero apostaba que así se sentía el hacerlo, morir.
Por último, el tercer hombre -el castaño- que pronto entraría al salón donde ella se encontraba, estaba más calmado, su corazón roto ya no lo estaba tanto, ahora le bastaba verla feliz para entonces serlo él también, la quería tanto, tanto, que su amor por ella le permitía dejarla amar por otro, mientras él la amara como la amaba él mismo, su amor era tan fuerte como ella misma, capaz de amar con el corazón roto. Tomó la mano de su esposa, quien acunaba a su pequeño hijo: Marcos. Un niño saludable y muy hermoso, se parecía a su padre y en broma de vez en cuando Manuel le decía a Carolina, que el pequeño Marcos compartía su sonrisa y su color de cabello, pues tenía su melena castaña clara como ella o eso parecía hasta ese momento.
El tiempo había pasado y casi como si todos los presentes allí estuviesen condenados a vivir lo que vivian, la ceremonia empezó. Para cuando la música comenzó a sonar uno de los tres se acercó a ella, uno de los tres la llevó al altar, uno de los tres se casaría con ella y uno de los tres terminaría más roto que los demás.
1 ganador 2 perdedores. Así estaba escrito en el destino.
Porque a veces, cuando la vida cruza en tu vida personas como Carolina, las consecuencias son catastróficamente bellas, dolorosamente perfectas.
Manuel tomó la mano de Carolina y la pusó en su antebrazo.
—Vamos a hacer esto hermanita y vamos a hacerlo bien. —ella sonrió y él también lo hizo, había llegado el momento de hacer las cosas bien.
—Gracias por hacer esto Manue. —susurró de camino al altar.
—No había forma en la vida que no lo hiciera. —murmuró rotundo.
Y mientras ellos caminaban hacia el altar, Lukas la contemplaba entre embelesado y melancólico. Si las circunstancias fueran distintas, quien la estaría esperando el altar sería él y no Daniel. Y aunque lo sabía, volvió a sentir su corazón romperse.
—Todos deberían tener una Carolina en su vida. —Dijo Lukas a Daniel, cuando la vi cerca de donde estaban. —Y debería ser eterna en la vida de cada uno. El asintió en silencio contemplándola en todo momento
3 vidas, 1 chica, 1 momento, 1 error, 3 direcciones, 4 corazones. La historia de ellos ya estaba contada. Sucedería sin duda, porque existen pequeñas casualidades que te cambian la vida.
Una vez llegaron al altar Manuel pronunció unas sencillas y realistas palabras:
—Nos costó muchísimo tenerla completa, justo como está ahora, por favor, por favor Daniel, no vayas a destrozarla.
Daniel asintió nervioso y tomó la mano de su futura esposa y la ubicó en su antebrazo, caminó junto con ella los pasos necesarios para llegar al altar.
Carolina miró a Daniel y lo supo, supo que él era la decisión correcta, que Daniel nunca sería Carlos o Lukas, que Daniel era Daniel, justo todo lo que ella necesitaba para ser feliz. Porque después de huir durante toda su vida, él, Daniel Maschwitz la había atrapado.
Un suspiro se escapó de sus labios y una sonrisa tonta se formó en su rostro. Pero la sonrisa desapareció cuando volteó su vista y sus ojos se encontraron con los hermosos ojos del chico del cabello como el sol. En sus pupilas capturó tanto dolor, tanta melancolía, que deseo no haberlo mirado nunca. No pudo evitar un pequeño encogimiento en su corazón, pero cuando él le dio lo que trato de ser una sonrisa como todo un héroe, -sonriendo cuando su corazón lloraba-, una sensación de calma de pronto la sacudió y en cambio ella le devolvió una sonrisa condescendientemente real, sin decirle, pero diciéndole a la vez, que eso es el amor verdadero, preocuparte por la felicidad de otra persona más que por la tuya sin importar cuan dolorosas sean las decisiones que enfrentes por ello y que su amor verdadero era Daniel, el hombre con quien en breve se casaría.
Ella destrabó su mirada con la de Lukas y fijo toda su atención en las palabras de quien oficiaba la ceremonia. Entonces, el momento llego y los "Sí, acepto" fueron pronunciados y como tenía que ser sus vidas se entrelazaron, volviéndose una. Pero solo fue hasta que Daniel la besó, cuando la vida misma se detuvo al verlos ser eternos, mientras se besaban. Ella se rio incluso mientras se besaban y Daniel, la besó de nuevo, fue allí cuando se dio cuenta que no hay mejor sabor que la risa de alguien más en la boca.
Como es normal, los invitados se acercaron a felicitar a los recién casados y mientras salían de la iglesia rumbo al hotel donde celebrarían el banquete de bodas el arroz augurio de buena suerte y felicidad fue arrojado.
—¡Gracias por hacerme el hombre más feliz del mundo, señora Maschwitz!
—No tiene nada que agradecer, señor Maschwitz.
—Legalmente mía, ante Dios y ante los hombres. Mi esposa.
—Legalmente tuya y tú legalmente eres mío, mi esposo. — estaban felices y enamorados.
Ese fue un momento perfecto, de esos momentos que te provocan meter a un frasquito pequeño y gastarlo gota a gota, reproducirlos luego, tantas veces como sea posible.
Quizás fue por eso, que no consideraron que en circunstancias como esas, tanta calma anuncia una tormenta. Que a veces de tanto llamar la buena suerte, se termina por atraer energías de otra clase y que las cosas pueden resultar realmente mal.
***
El salón de eventos "Forever" del Hilton, estaba decorado de un modo exquisito. Sillas blancas con Azul celestes, unos hermosos centros de mesas de rosas y lirios blancos, una velas aromáticas en el mismo tono de azul aportaba el encanto a la decoración y los cristales azulados le daban el toque de elegancia que necesitaba la recepción de bodas.
Lukas lo vio y le entró el dolor. Era inexplicable, indescriptible, la sensación que crecía en su pecho, producto de la ausencia de ella en su vida, ahora solo le tocaba enmascarar la enorme debilidad que le representaba no tenerla. No veía la hora en la que pudiera agarrar el primer avión e irse lo más lejos que pudiera, pues estaba completamente destrozado, no encontró mejor palabra que Apnea, que aunque para muchos sería rebuscada, para él fue la única palabra que encontró en el diccionario para nombrar lo que le paso por culpa de ella.
Toóo uno de los aperitivos del bufe. Perfecto.
Allí todo era perfecto, hasta el maldito ponqué de boda lo era: habían hecho a un Daniel vestido con la parte de arriba de su esmoquin de boda y una pantaloneta negra –como la de su actual equipo- sus botines de la suerte –los negros con blanco.-, a sus pies su emblemático balón de fútbol y la mirada de este revisando un reloj de pulso, por su parte su recién adquirida esposa, mientras lucia su vestido de novia llevaba en su mano derecha una de esos guates gigantes con el dedo índice levantado que decía: "yo soy tu fan #1" y con su mano izquierda llevaba a su boca una bocina para darle animo a su esposo. Era perfecto. Ni siquiera podía decir que los muñecos en el pastel de boda, no se parecían a sus representantes reales.
Si hasta tenían el mismo color de cabellos y de ojos.
¡Dios!, ¿Por qué tuvo que ir? Incluso cuando estuvo vestido y había parqueado su nuevo "juguete" frente a la Catedral Central, sintió unos deseos incompresibles de huir. Pero no lo hizo. No lo hizo por ella y no lo hizo por él. Esa era su prueba de fuego y le gustara o no tenía que soportarla.
Suspiró. Los vio ir de mesa en mesa saludando a sus invitados, y por primera vez en su vida sintió que odiaba a Daniel, lo odiaba y lo detestaba por tener lo que fue de él –aunque el culpable fue el mismo- hoy lo consideraba su enemigo, lamentando su perdida en la batalla por el amor de ella, se sentía envidioso, egoísta y hasta un mal ser humano.
Es que pese a todo, le costaba admitir que Daniel se hubiera quedado con ella y él fuera el perdedor. Para cuando llegaron a su mesa –la mesa principal del banquete de bodas, donde estaba su madre, Gustav y la familia de Carolina- Les sonrió como si nunca hubiese llorado por ella, aunque la tristeza se le notará hasta en la sonrisa, se hizo el fuerte y sonrió. Los felicitó cordiales y se dedicó a observarlos. Y cuando finalmente llegó el momento del primer baile de los recién estrenados esposos, los vio ser felices mientras se movían al ritmo de una canción suave y justo para el final del baile Daniel le dio a su esposa uno de esos besos de películas, que en otro tiempo él mismo le había dado.
Hubiese sido él si las cosas fueran diferentes. Se repitió de nuevo.
Esa foto que luego de editada, parecía de otro tiempo, sería la foto que estaría en la entrada de la casa de los Maschwitz en Barcelona y que le recordaría a él y a todos a quienes acudieran a su casa, que ellos se amaban con locura incluso desde otro tiempo, desde otras vidas.
Cuando llegó su turno, reclamó su baile con la señora Maschwitz.
—Hermosa. —sonrió, ella lo miró y negó con la cabeza. — me refiero a la ceremonia, a la recepción y a la boda en general—ella fingió que le creía y el fingió que solo hablaba de eso.
—Muchas gracias. — lo dudo un segundo y luego siguió. —es muy importante para nosotros que tu estés aquí, muchas gracias en serio.
Él sonrió. Odiaba estar allí pero era lo correcto. En el fondo lo sabía.
—No podía perderme el acontecimiento del siglo. — le dio una vuelta mientras bailaban y la atrajo hacia así de nuevo, los ojos de los presentes estaban sobre ellos mientras bailaban. — además me dijeron que iban a dar buena comida y vaya que no se equivocaron.
—Sabía que era la comida, que era por eso que estabas aquí. — le respondió jocosa.
—Ya lo sabes preciosa, por comida y por ti voy hasta el fin del mundo. — le susurró. —No lo olvide en nuestra próxima vida, señora Maschwitz, aunque bueno allá será sin duda la señora Schütz.
Ella lo miró sorprendida, sin duda Lukas Schütz siempre sería para ella una persona especial. Pero no podía permitirse ese tipo de tonteo, ahora era una mujer casada.
—Luk... —comenzó ella, antes de ser interrumpida por él.
—Me pregunto si hacia hubiera sido nuestra boda. — reflexionó un poco, luego clavó sus imponente ojos en ella y dándole un suave beso en la mejilla le susurró. —No demores en partir ese pastel de bodas que en serio se ve apetitoso. —dijo antes de dejarla en manos de su nuevo cuñado, Gustav.
Usando toda su fuerza de voluntad obligó a sus pies a salir del salón donde se celebraba la boda, antes de salir corriendo con la novia en brazos y huir muy lejos de allí. Sí, en serio quería robarse a la novia.
Para cuando volvió al salón de eventos, su mente ya estaba un poco más clara y durante las siguientes 7 horas no hizo otra cosa que verlos reír felices, enamorados. Y eso era realmente algo muy jodido.
***
—¿Ya se van? —preguntó una elegante Barbará a su nuero.
—Sí señora, dentro de 2 horas sale nuestro vuelo.
—¿No crees que van retrasado? —Daniel miró a su esposa quien sonrió y besó su mejilla, su suegra podía resultar una pesadilla, pero por ella valía la pena soportarla.
—Por eso nos marchamos ahora.
Subieron a la habitación que tenían rentada en el Hilton a cambiarse de ropa para el viaje, Carolina se enfundó en un sencillo, pero muy bonito vestido azul rey combinado con unas bailarinas negras a juego con su abrigo, ató su cabello en una cola de caballo y tomo su enorme bolso Carolina Herrera, el mismo que años antes le había dado Manuel. Por su parte su esposo se cambió su esmoquin por un jean negro con un camisa de cuadros azules y una chaqueta de cuero, serían cerca de 12 horas las que viajarían para llagar a su destino de Luna de Miel.
Cuando bajaron se despidieron de todos muy afectuosamente, y el típico auto de "recién casados" recorrió a gran velocidad las semidesérticas autopistas de Berlín para llegar a tiempo al aeropuerto.
—¿Estas feliz por ir Australia? —le preguntó Daniel, mientras ella se acomodaba en su pecho, mientras iban en el auto.
—Me asusta un poco, eso de que hayan arañas mortíferas, mantarrayas, cocodrilos y demás animales peligrosos y sueltos por la calle, me resulta sinceramente perturbador.
—Yo te protegeré, te cuidare de toda las cosas malas que puedan asustarte.
—Eres el mejor, cariño. —después de darle un beso en la mejilla murmuró. —Además quizás me encuentre a Chris Hemsworth en una playa y huya con él, uno nunca sabe. — Él la miró mal y ella soltó una carcajada. —Te amo, Daniel.
—También te amo, nena.
Una vez parquearon al frente del aeropuerto, Daniel bajó su equipaje y se dispuso a esperar a su esposa para abordar el avión y cuando tomó su mano y caminó con ella hasta la respectiva revisión de equipaje se sintió el hombre más afortunado del mundo.
—uh, mi celular, lo olvide en el auto.
—Déjame y yo voy por él-propusó Daniel.
—Tranquilo amor iré yo, tú encárgate del equipaje en lo que vuelvo.
Ella se soltó de su mano y tras darle una sonrisa y un dulce beso en los labios se fue a recuperar su celular en el auto.
***
Eran como las 6:30 A.M., Luk apenas se acaba de tirar en su cama a ver si conciliaba el sueño, estaba cansado física, mental y emocionalmente, necesitaba unas vacaciones, la fiesta había acabado una hora atrás. Y para esa hora supuso que los esposos Maschwitz estarían volando rumbo a Australia.
Su luna de miel. La de ellos. Carolina sin él. Con Daniel. Ni siquiera tuvo ánimos para desvestirse cuando se dejó caer en su cama, de su nuevo y "pequeño apartamento".
Fue por eso que se sorprendió tanto cuando su celular empezó a sonar y vio en su pantalla el número de Daniel. Al instante supo que algo estaba realmente muy mal, le rogó a Dios porque no fuera algo grave, pero cuando contestó, la entrecortada y angustiada voz de Daniel diciéndole algo que siempre temió, le confirmó todas sus sospechas:
"Caro, ha sufrido un accidente y está realmente muy mal...no sé si sobrevivirá."
Nota de la autora:
La verdad es que cuando escribí Fútbol en tacones, mi personaje principal siempre fue Daniel, él iba a ser el protagonista masculino por excelencia en esta historia, sin embargo, a medida que se desarrollaba la trama termine total, absoluta y completamente loca por Lukas y casi sin pensarlo él se convirtió en mi favorito, así que sentí que se me partió un poquito el corazón cuando tuve que escribir que él la dejaba partir para casarse con su amigo, no sé cómo explicarlo, pero se sintió muy doloroso ver como él se tragaba todo lo que sentía y apoyaba la felicidad de su amigo.
Por otra parte, creo que de eso se trata esta historia, de la amistad verdadera, de lo que significa ser amigos de verdad de una persona, creo que Lukas y Daniel son una prueba inequívoca de que hay amistades que trascienden los deseos personales, que velan por los demás y que son felices con la felicidad del otro, que en ultimas, debe ser el propósito de una buena amistad.
Quizás Luk y Dani eran amigos desde vidas pasadas o quizás en esta vida cambiaron el rumbo de sus destinos, lo que si tengo claro es que su amistad es pura y muy real.
Nota 2: solo queda un capítulo + el epílogo.
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