Aquí estoy, sentada en el recuerdo de nuestra infancia. Saboreando el dolor y las lágrimas que me dejaste. Triste por qué tu ya te has ido, feliz por que estoy viva y puedo recordarte, ausente, por que cada que me acuerdo de ti y lloro, pienso que cada de alguna forma el milagro no era esperar que te curaras, por que eso estaba lejos de ser real, más bien fue haberte ido, y que tu presencia aunque corta, me hizo más feliz. Ahora me parece que huelo tu perfume cada mañana cuando salgo al jardín, y tengo miedo de ver tus fantasmas cuando como chocolate, ese que tanto te gustaba. Cuando ella se vaya, y me siente en aquellas sillas del pasillo mirando hacia tu casa y a las escaleras donde jugabamos, solo podré recordar cuando les llamaba para jugar por horas, pero como esos bellos momento, en algún punto ustedes regresan a casa y yo a la mía. Cuando me levante de la silla, y ya todos se hayan ido, volveré mis sueños, pero ustedes volverán a la tumba, quizá los otros los recuerden, quizá solo parezca que se fueron de casa como alguna vez lo hicieron. Quiza convenga enterrar sus recuerdos en un balde, y dejar así que se vayan sin pensar. No quiero recordarte tanto, no por gastar tus recuerdos, más bien por que siento que así jamas voy a dejar que te vayas, ya te pedí perdón por la aveces que te asusté y ya dije te perdono si crees que me ofendiste. Que absurda es la vida, queremos adelantar el tiempo y cuando se va, nos lamentamos y nos inventamos frases para comsolarnos creyendo que fue tiempo productivo, que fue tiempo bien gastado como amado, lo que daría una vez más por ser una niña y así tenerlos con vida a ambos, sin pensar que un día, ustedes se irían. Así que rectifico, el no se murió, se fue de vacaciones desde hace un año, esta disfrutando del mar o del desierto, y el que se enterró no fue él, solo fue un desconocido con el cual ya solo tenía recuerdos. Te escribo aquí por que aquí sigues vivo, en mis poemas, en mis líneas, tu aún no has muerto.