
PRÓLOGO.
Lía Grey.
04 de mayo 2018 South Park, L.A California.
— ¡Callate estupida! — un grito retumba en mi habitación antes de que se escuche un golpe.
Estoy escondida con mis tres hermanitos menores dentro del pequeño clóset que se encuentra en nuestra habitación. Rezando que Aron no quiera desquitar su enojo conmigo.
— Lía ¿nos harán daño? — Pregunta Millie, mi hermanita.
— No mi amor, yo los cuidaré. Prometo que si intentan hacerles algo yo les defenderé — Digo mientras siento en mi regazo a Patrick, mi hermanito más pequeño.
— Hermanita por favor sácanos de aquí tenemos miedo — Darcy, la gemela de Millie, se encoge.
En este momento siento como mi corazón se rompe. No puedo dejar que mis padres adoptivos nos sigan golpeando.
Estoy a nada de cumplir la mayoría de edad y en ese instante sacaré a mis hermanitos de aquí. Cosa que me vengo prometiendo desde que mis papás fallecieron.
Quienes hace dos años nos dejaron huérfanos cuando tuvieron un accidente automovilístico.
Desde ese entonces los MacDon nos cuidan. A simple vista parecen un matrimonio feliz, pero en realidad son unas personas muy malas, que nos obligan a trabajar y no nos dejan asistir a la escuela.
Y enserio estoy esperando ansiosa que sea 14 de mayo para poder largarme de aquí con mis hermanitos.
Pero para eso todavía faltan 10 días y no sé si llegaremos sanos para esa fecha.
Salgo de mis pensamientos cuando escucho que la puerta del clóset se habré, lo primero que veo es aun hombre arriba de los cuarenta con cabello rubio y ojos verdes.
— Sal de ahí, perra — grita jalándome del brazo para sacarme de mi escondite. Le grito a los niños que corran a esconderse bajo la cama, si se quedan dentro se que a ellos también les tocará parte del enojo.
Los golpes empiezan dejándome en muchas ocasiones con los pulmones sin aire, me hago un ovillo en el piso y espero a que pase lo peor.
— Duerme a esos mocosos — escupe con odio Aron cuando termina mi golpiza — Y vienes a mi habitación.
Tiemblo por el miedo y de dolor, otra vez no.
Con mis últimas fuerzas logró pararme y caminar hacia la vieja cama que por dos años fue nuestro refugio.
— Niños — Susurró agachándome — Salgan rápido — Lie y Dar salen con Pat en los brazos — Escuchen bien, vamos a huir, pero necesito que cooperen.
Las niñas asienten con una mirada de temor.
« Mientras yo acomodo nuestras cosas, ustedes abríguense lo más posible ¿Okey?
Ambas asienten y empiezan a hacer lo que pido.
Agarre las pocas pertenencias que conservamos. Y con una pequeña maleta saco a mis hermanos por la rezando que Aron no escuche.
— ¿A dónde crees que vas zorra? Aún no te puedes ir, necesitó probarte una última vez — Su grito nos alertó de que nuestra huida había sido descubierta.
No nos siguió, por lo que disminuí mi paso intentando pensar en un plan para pasar esta noche. Camine con ellos hacia el lugar más lejano al que podía llegar. Miro a mi alrededor, temiendo que nos hayan visto y puedan seguirnos. Cada sombra, cada movimiento parece una amenaza.
Cuando sentí que estábamos a salvo, me moví para buscar un lugar dónde podíamos dormir.
Lo único que encontré fue un pequeño puente como a diez kilómetros de South Park, así que agarré a mis niños y los puse debajo de él tapándolos con las pocas prendas que saqué de la casa de los MacDon.
Mañana empezaré a buscar trabajo
Pensé.
Pero ¿quien contrataría a alguien siendo menor de edad?
— Intenten descansar mis amores — les digo a mis hermanitos — Que mañana tenemos que madrugar. — Los abrace y me deje caer a los brazos de Morfeo.
Mañana todo mejorará.
[...]
Mis ojos se abrieron antes de que el sol saliera. Intente despertarme lo más temprano posible para estar al pendiente de que nadie nos vaya a ver y llamé a servicios infantiles.
— Amores — dije intentando despertar a los niños — Es hora de que despierten.
Poco a poco abrieron sus ojos y lo primero que pidieron fue comida, por lo que saque mi monedero y empecé a contar la cantidad de dinero que tenía.
Diez dólares ¿Que haré con esto?
Recogí nuestras pocas pertenencias mientras intentaba pensar algo.
Ya se, consigo un trabajo en un restaurante y pido que mi primer pago sea en comida.
Tomo a Pat en brazos y a las gemelas de las manos, empiezo a caminar en buscar un trabajo, pero nadie me acepta cuando se dan cuenta que traigo niños conmigo.
Recorro toda la calle Juniper, pero nadie me acepta. Estoy por darme por vencida y regresar a casa de los MacDon cuando el cielo parece iluminarse para mi.
Se solicita mesera.
Con o sin experiencia.
Mayor a 18 años.
Es ahora o nunca.
Tomo a los niños y empujó la puerta del restaurante. Al entrar me recibe una señora de unos 50 años que me mira con ternura al verme con tres niños pequeños.
— Hola corazón ¿Qué deseas? — Pregunta la señora con un tono pintoresco.
— Lo que pasa es que vi que está buscando mesera y me preguntaba si me podría dar el trabajo.
« Sucede que mis hermanitos y yo somos huérfanos desde hace dos años. Las personas que nos cuidaban son malos, ayer tuvimos que huir por que querían golpearlos — colocó a los niños tras de mí en forma protectora — No puedo permitir que eso suceda.
« En diez días cumplo la mayoría de edad y prometo jamás decir que trabaje aquí siendo menor. En verdad lo necesitó, si no es muy probable que tenga que regresar a aquella casa y me vuelvan a violar — Mi voz sale tan rápido que es muy probable que no entendiera lo que decía.
— Corazón, siéntate aquí y cuéntamelo todo. Por cierto soy Sandra — hace ademán para que me siente — Michael trae un desayuno para estos niños.
Minutos más tarde estaba contándole todo a Sandra, no se si fue por que me sentí cómoda con ella pero por fin me libere de esa presión.
Al final del desayuno, Sandra me dio el trabajo y me dejó quedarme con ella un par de días, además me dijo que podría cuidar de mis hermanitos mientras yo trabajaba y estudiaba.
Se que en este momento no les voy a poder dar todos los lujos que mis hermanitos merecen, pero estoy dispuesta a trabajar para darle la vida que mis papás nos dieron en algún momento.
La emoción sobre sale de mi persona, realmente lo hice, realmente salí de ahí.
Esto es un nuevo inicio.
Mi nuevo inicio.
Esa noche, en su casa, preparé a mis hermanos para dormir en una habitación pequeña pero acogedora que Sandra nos había ofrecido.
A la mañana siguiente, mientras los niños aún dormían, me levanté temprano y fui al restaurante para empezar mi primer día de trabajo. Sandra me mostró cómo funcionaba todo: desde tomar pedidos hasta limpiar mesas. A pesar de los nervios, me sentí increíblemente agradecida y motivada para aprender y hacer un buen trabajo.
Al mediodía, cuando el restaurante estaba más lleno, comencé a sentir la presión, pero Sandra estaba a mi lado, guiándome y asegurándose de que no me sintiera abrumada. Los clientes eran amables y algunos, al notar mi inexperiencia, incluso me dieron ánimos, lo cual me ayudó a mantenerme enfocada.
Mientras tanto, Sandra había contratado a una niñera para que cuidara de mis hermanos mientras yo trabajaba. La niñera, una mujer dulce llamada Marisol, se había llevado bien con los niños desde el principio, lo que me dio tranquilidad durante mi turno.
Al finalizar mi primer día de trabajo, estaba agotada pero satisfecha. Volví a casa de Sandra, donde los niños me esperaban con sonrisas y abrazos. Ver sus caras felices y saber que habíamos superado otro día me dio la fuerza para seguir adelante.
Esa noche, mientras cenábamos todos juntos, Sandra mencionó la idea de buscar una escuela para los niños. Fue un rayo de esperanza que iluminó mi corazón. Sabía que la educación era fundamental para su futuro y estaba decidida a hacer lo que fuera necesario para asegurarme de que tuvieran acceso a ella.
Con el tiempo, mis habilidades en el restaurante mejoraron y me sentí más confiada. Los clientes regulares comenzaron a conocerme y algunos incluso se interesaron por nuestra historia. Sandra se convirtió en una mentora y amiga, siempre dispuesta a ofrecer consejo y apoyo.
Una tarde, después de unas semanas de trabajo, Sandra me llamó a su oficina nuevamente.
— Lía, he visto lo duro que trabajas y cuánto te esfuerzas por tus hermanos. Me gustaría ayudarte más — dijo con una sonrisa amable. — He hablado con algunos contactos y creo que podríamos inscribir a los niños en una escuela cercana. Sé que es importante para ti.
Las lágrimas de gratitud llenaron mis ojos. No podía creer la suerte que habíamos tenido al encontrar a alguien como Sandra.
— No sé cómo agradecerte, Sandra — dije con la voz quebrada.
— No tienes que agradecerme, cariño. Lo estás haciendo muy bien. Solo quiero verlos felices y seguros.
Los días se convirtieron en semanas y luego en meses. Los niños se adaptaron a su nueva escuela y empezaron a hacer amigos. Cada día traían historias y dibujos de sus clases, llenando nuestra pequeña habitación con risas y alegría.
Una noche, después de terminar mi turno en el restaurante, Sandra me llamó a la sala de estar.
— Lía, quiero que sepas algo — dijo, tomando mi mano. — Considero que tú y tus hermanos son parte de mi familia ahora. Quiero que se sientan seguros y amados aquí. Siempre tendrán un hogar conmigo.
El alivio y la emoción que sentí fueron abrumadores. Sabía que, con el apoyo de Sandra, finalmente podíamos comenzar a sanar y construir una vida mejor.
Esa noche, mientras los niños dormían, me senté en la sala de estar, reflexionando sobre lo lejos que habíamos llegado. La vida seguía siendo un desafío, pero ahora teníamos esperanza, amor y una familia extendida que nos apoyaba.
Sabía que aún teníamos un largo camino por delante, pero con Sandra a nuestro lado, sentía que podíamos superar cualquier obstáculo. Este era verdaderamente nuestro nuevo comienzo, y estaba decidida a aprovechar cada oportunidad para darles a mis hermanos la vida que merecían.
CORREGIDO 26/03/24.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro