51 | CAPÍTULO.
Durante esos meses de búsqueda, cada día se convirtió en una misión implacable para encontrar a Lia. Desde el momento en que desapareció, mi vida cambió por completo. La desesperación de no saber dónde estaba ella, si estaba segura, si nuestro bebé estaba bien, era un tormento constante. Pero nunca perdí la esperanza. No podía permitírmelo.
Cada mañana, me levantaba con un solo propósito: encontrar a Lia. Mi rutina diaria se volvió una mezcla de llamadas a la policía, reuniones con detectives privados y horas interminables revisando cámaras de seguridad y posibles pistas que nos llevasen a ella.
-¿Hay alguna novedad hoy?- preguntaba a los oficiales, aferrándome a cualquier fragmento de información que pudiera acercarme a Lia.
-Lo sentimos, Sr. Stewart, aún no tenemos novedades- era la respuesta que demasiado a menudo recibía, una que cada vez hacía más pesada la carga en mi corazón.
Pero no me daba por vencido.
Organizaba grupos de búsqueda, distribuía volantes por la ciudad, apelaba a la comunidad en línea para difundir su imagen lo más ampliamente posible. Cada rostro desconocido en la calle se convertía en objeto de escrutinio, esperando, rogando, que de alguna manera, Lia apareciera caminando hacia mí.
Las noches eran las más difíciles. La casa se sentía vacía sin su risa, sin su presencia. Los niños preguntaban por ella constantemente, y aunque intentaba mantenerme fuerte por ellos, por dentro me estaba desmoronando.
- Papá, ¿cuándo volverá mamá? - la inocente pregunta de patito era un puñal en mi corazón.
-Pronto, hijo, la estamos buscando. Ella volverá con nosotros- respondía, intentando infundir en mis palabras una seguridad que estaba lejos de sentir.
Era una tarde lluviosa cuando mi padre y mi hermano aparecieron en mi puerta. Su presencia me sorprendió; hacía años que nuestra relación se había deteriorado hasta convertirse en una mera formalidad, marcada por la indiferencia y las acciones hirientes del pasado. Ellos, que tantas veces habían favorecido a mi hermano sobre mí, ignorándome y sacándome de actividades en las que yo sobresalía para que él pudiera brillar, ahora estaban aquí, en mi hogar, en el momento más oscuro de mi vida.
-Jackson, necesitamos hablar contigo -dijo mi padre, con una seriedad que rara vez había usado conmigo.
Asentí, llevándolos a la sala, donde la tensión era casi tangible. Mi hermano no me miraba a los ojos, y mi padre parecía luchar por encontrar las palabras adecuadas.
-Hemos venido a pedirte perdón -comenzó finalmente mi padre, sus palabras resonando en el silencio de la habitación-. Por todo el daño que te hemos hecho, por todos los años en que no estuvimos para ti como deberíamos.
Mi hermano asintió, finalmente encontrando la fuerza para mirarme.
-Es cierto, Jackson. No hemos sido la familia que merecías. Y ahora, viendo todo por lo que estás pasando... queremos ayudar a buscar a Lia. Queremos estar aquí para ti, para reparar, de alguna manera, todo el daño que hemos hecho.
El silencio que siguió a sus palabras fue profundo, cargado de años de dolor y resentimiento. Por un momento, parte de mí quiso rechazarlos, gritarles todas las veces que me habían fallado. Pero entonces pensé en Lia, en mis hijos, y en la búsqueda incansable que había sido mi vida desde su desaparición.
-Acepto vuestra ayuda para encontrar a Lia -dije finalmente, con una voz que apenas reconocí como la mía-. Pero eso no significa que os perdono. Lo que pasó entre nosotros... no es algo que se pueda borrar tan fácilmente.
Mi padre asintió, claramente dolido por mis palabras, pero entendiendo la gravedad de ellas.
-Lo sé, hijo. Y no esperamos tu perdón, no ahora, tal vez nunca. Pero permítenos ayudarte en esto. Permítenos ser parte de la búsqueda de Lia.
Así, en medio de la tormenta que era mi vida, formamos una alianza inesperada. Mi padre y mi hermano se unieron a la búsqueda de Lia, aportando recursos y apoyo que, hasta ese momento, había estado gestionando solo. Cada día, salíamos juntos, repartiendo volantes, hablando con la gente, siguiendo cualquier pista que pudiera llevarnos a ella.
Aunque la ayuda de mi padre y mi hermano fue invaluable en la búsqueda de Lia, el dolor del pasado no se disipó tan fácilmente. Cada día con ellos era un recordatorio constante de las heridas que aún no habían cicatrizado. Sin embargo, por Lia, por nuestros hijos, estaba dispuesto a soportar esa incomodidad, esa tensión, si significaba tener más manos, más ojos en la búsqueda de mi amada esposa.
En esos momentos, mientras trabajábamos juntos por un objetivo común, empecé a comprender que el perdón es un camino largo y complicado, lleno de altibajos. Aceptar su ayuda no significaba olvidar el pasado, pero quizás, solo quizás, podría ser el primer paso hacia algún tipo de reconciliación, por difícil que pareciera en ese momento. Por ahora, el foco seguía siendo encontrar a Lia y traerla de vuelta a casa, a salvo. Ese era el único objetivo que importaba.
Con su apoyo, ampliamos la búsqueda. Pasaban los días, y con cada pista que resultaba ser un callejón sin salida, mi desesperación crecía. Sin embargo, no me permitía rendirme. Sabía que en algún lugar, Lia me estaba esperando, luchando por volver a nosotros tanto como yo luchaba por encontrarla.
A lo largo de esos cuatro meses, mientras buscaba incansablemente a Lia, me encontré enfrentando el desafío más grande de mi vida: cuidar de los cuatro niños por mi cuenta. A pesar del dolor que me carcomía el corazón por la desaparición de mi esposa y nuestro hijo, me aferré a la esperanza de encontrarlos mientras buscaba formas de mantener a los niños entretenidos y felices.
Una de las actividades que nos unió fue cocinar juntos. A pesar de mi falta de habilidades culinarias, nos aventuramos a seguir recetas simples para preparar las comidas favoritas de los niños. Hubo momentos cómicos cuando las cosas no salían según lo planeado, con ingredientes volando por toda la cocina y mezclas que no siempre resultaban como se esperaba. Sin embargo, a medida que trabajábamos juntos para superar los obstáculos, encontramos una conexión especial en la cocina. Descubrimos que incluso los errores podían convertirse en oportunidades para aprender y reír juntos.
Para mantenernos distraídos y crear recuerdos especiales, organizamos noches de películas temáticas. Desde superhéroes hasta historias de aventuras, cada noche nos sumergíamos en un mundo diferente a través de la pantalla. Nos disfrazábamos según el tema de la película, construíamos un fuerte con mantas en la sala de estar y disfrutábamos de palomitas de maíz caseras mientras nos sumergíamos en nuevas historias. Estas noches no solo nos proporcionaron entretenimiento, sino que también fortalecieron nuestro vínculo como familia.
A pesar de las dificultades, nos aventuramos al aire libre en excursiones emocionantes. Desde senderismo en las montañas hasta picnics en el parque y días de playa, exploramos juntos la belleza de la naturaleza. Estas aventuras no solo nos brindaron un escape de la rutina, sino que también nos enseñaron sobre el valor de la exploración y el respeto por el medio ambiente. Cada paso que dábamos juntos nos acercaba más como familia, fortaleciendo nuestro vínculo en medio de la adversidad.
Durante esos meses, también enfrentamos nuestros miedos juntos. Con paciencia y apoyo, ayudé a cada niño a superar sus temores, ya sea el miedo a la oscuridad, a los insectos o a hablar en público. Les enseñé estrategias para enfrentar sus miedos y les brindé el apoyo que necesitaban para sentirse seguros y valientes. A medida que superábamos estos desafíos juntos, nos volvíamos más fuertes como familia, encontrando consuelo y fortaleza en nuestra unión.
A pesar del dolor y la incertidumbre que nos rodeaba, estos momentos compartidos nos recordaban el poder del amor y la resiliencia. A medida que navegábamos por los desafíos de la vida sin Lia a nuestro lado, encontramos consuelo y esperanza en el lazo inquebrantable que compartíamos como familia. Y aunque el camino hacia la reconciliación sería largo y difícil, sabía que con el amor y el apoyo de mis hijos y mi familia, podríamos enfrentar cualquier desafío que se presentara en nuestro camino.
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