
3|CAPÍTULO.
Pov. Lía Grey.
10 de Mayo de 2020 - Wilshire, L.A california.
Me desperté sobresaltada cuando los rayos del sol pegaron directamente en mi cara.
07:29
¡Mierda, vamos tarde! Bajo corriendo en una carrera contra el tiempo, pues los niños decidieron tomar una siesta de último minuto después de despertarlos temprano y, sin mucha pena, les seguí el juego.
—Bajen, niños —les insto en cuanto llegamos a la escuela, intentando mantener la calma ante el apuro.
El show escolar da inicio, y los niños pasan al escenario por grados. Cuando es el turno de Milly, los niños se colocan en posición y comienzan a recitar un poema que captura la esencia de la maternidad con una belleza sorprendente.
Mi madre vino a la Tierra,
Con la esperanza
De romper lo malo y coser lo bueno,
Tijera y aguja en mano.
Su afán por matizar
Arcoiris y ternura,
Hizo un jardín de esperanzas
De donde brotaron tres espliegos,
Que a fuerza de arrullos,
Manos balsámicas,
Sortearon las travesías del pasado.
¡Qué cosas!
Estos corazones
No fueron humildes
Ni sencillos,
Como ella hubiera soñado.
Hoy,
Los días grises han desaparecido
Y nuestras almas se reencuentran...
Madre,
¡Ya no te afanes!
Ríete de la vida,
Olvídate de las dietas,
Y cosecha las flores con versos de amor,
Que nunca se escriben en vano.
Justo al finalizar el poema, mis tres pequeños corren hacia donde estamos sentadas Sandra, Mila y yo. Con ojos brillantes de emoción, empiezan a hablar.
— Mami — escuchó la vocecita Darcy — primero van tus obsequios.
Los tres niños me empiezan a pasar sus regalos, en total recibí dos collares hechos de flores de papel, tres cartitas con poesías dentro y un dulcero hecho con el tubo del papel tualé.
Después fue el turno de Sandra, quien recibió dos cartitas y un dulcero.
Y de último fue el turno de Milla, a quien le dieron una cartita y un dulcero mas grande que el mio.
Una hora después, todos los papás y alumnos ya se están yendo. por lo que aprovecho a ir a los baños.
Al entrar, lo primero que escucho es un suave llanto.
—¿Quién está ahí? —pregunto, acercándome con cuidado. —Sal, no tengas miedo.
—Hola —responde una voz dulce desde el interior, y al abrirse la puerta, veo a un pequeño niño de no más de cinco años.
—¿Qué haces aquí, pequeño? —le pregunto, agachándome para mirarlo a los ojos.
— Mi papi se fue de viaje y me dijo que abuelita se iba a quedar conmigo para traerme al festival — se sorbe la nariz — Pero Sonia mala, me fue a buscar a casa de abuelita asegurando que mi papi le pidió que me trajera para que pasaramos mas tiempo juntos, pero como su amiga le marcó para decirle que un tal Luis Vuton sacó una nueva línea de ropa, ella me trajo y me dejo y aun no viene por mi.
Mi corazón se rompe al escuchar su historia, incapaz de comprender cómo alguien podría abandonar a un niño por algo tan superficial.
—Bueno, mi amor —le digo, ayudándolo a bajar del lavamanos después de limpiarle la cara—, me llamo Lía pero puedes llamarme Lily. Te llevaré con tu abuelita, pero primero tengo que recoger a mis hijos. ¿Te parece bien?
—Sí, está bien. Y yo me llamo Dante Stewart.
— Okey pequeño Dante, vamos a buscar a mis hijos y después te llevamos a tu casa.
Rato después, encontré a Sandra y a Milla, quienes se ofrecieron a llevar a los niños a mi departamento y cuidarlos mientras llevaba a Dante a su casa.
Por lo que ahora me encontraba conduciendo Beverly Hills, con un pequeño que no dejaba de hablar de su adorable papi y de lo mucho que su bita lo cuidaba y lo quería.
— ¿Y cómo te trata tu mami? — me atrevo a preguntar después de casi cuarenta minutos en los que el niño no ha mencionado a su madre.
— No la conozco — me contesta mientras alza sus hombros — Papi dice que cuando nací se tuvo que ir porque tenía que salvar al mundo de un final atroz y que como lo logró una agencia de super espías la contrató. Por eso no puede venir a verme. ¿Y a ti cómo te trata tu mami?
Ahora entiendo todo, el maravilloso papi del que tanto me ha hablado es papá soltero y por eso lo dejo con su madre. Debe de ser muy difícil para él y para Dante estar separados por su trabajo, pero también sé que es muy difícil ser madre o padre soltero, por lo que le aplaudo lo que el señor hace.
¿Pero quien es Sonia mala y porque se pudo llevar tan fácilmente al niño?
— Mi mami ya está en el cielo, pero ella me trataba super bien — mi voz desborda melancolía — Me acuerdo, que cuando llegaba temprano de la escuela nos poniamos a hacer galletas que cuando papá llegaba las devoraba por completo.
— ¿Y tú sabes hacer las galletas que tu mami te hacía? — pregunta y alzó la mirada para verlo desde el retrovisor.
— Si, amor.
— Entonces, ¿si me las haces, te convertirás en mi mami? —Su pregunta me deja en shock, pero lo que más ternura me da es que sus ojitos brillan muchísimo, esperando un "sí" de mi parte. Aunque sé que está mal darle falsas ilusiones, no quiero destruir las esperanzas de un pequeño, así que simplemente contesto:
— Si, amor.
Rato después me estaciono en una hermosa casa, que digo casa, es una hermosa mansión color blanco con toques victorianos.
Este niño si que nació en cuna de oro.
— ¿Es aquí? — Le pregunto a Dante.
— Sipi.
Al bajar del automóvil, unos guardias intentan frenar nuestra caminata pero al ver que traigo conmigo al niño nos dejan pasar.
Al llegar a la puerta una señora que parece muy sofisticada abre rápidamente la puerta asustando, pero el susto pasa cuando Dante corre hacia ella mientras grita "tita"
— Muchísimas gracias por traer a mi nieto a casa — Dice la señora cuando termina de abrazar a su nieto — Mi hijo estaba como loco cuando se enteró que Sonia se lo llevó.
— No se preocupe señora, lo encontré llorando en la escuela de mis hijos y lo traje porque no podía dejarlo solo.
— Enserio gracias y si un dia necesitas algo no dudes en pedírmelo.
— Claro, será un placer volverlos a encontrar. Ahora me voy, ya que tengo que conducir al otro lado de la ciudad hasta mi casa — Me acerco a Dante para darle un beso — Recuerda lo que te dije, si te cuidas y te comportas te haré galletas.
— ¡Si!
[...]
Al abrir la puerta de nuestra casa, me encuentro con una escena que me deja sin aliento. La sala está decorada con guirnaldas de flores de papel y dibujos que, estoy segura, representan momentos felices de nuestra vida familiar. El aroma de la comida casera inunda el ambiente, y en el centro, una mesa bellamente adornada espera por nosotros.
Como amo a estos niños.
—¡Sorpresa, mami! —gritan los niños, saliendo de su escondite.
—¡Oh, chicos! Esto es... increíble —logro decir, las palabras atrapadas en un nudo de emoción.
—Esperamos que te guste, mamá —dice Milly, acercándose para darme un fuerte abrazo. —Preparamos todo esto con la ayuda de tía Sandra y tía Mila.
Me siento en la mesa, aún maravillada por el esfuerzo y el amor que mis hijos han puesto en esta sorpresa. Los platos favoritos de nuestra familia están servidos, cada uno preparado con cuidado y cariño.
—Trabajamos muy duro para hacer esto por ti —añade Patito, su sonrisa amplia y orgullosa.
—Y hasta hemos ensayado un pequeño espectáculo para ti, después de la cena —interviene Darcy, saltando de emoción.
La cena transcurre entre risas, anécdotas y agradecimientos. Mis hijos, llenos de energía y alegría, comparten sus experiencias preparando la sorpresa, desde los ensayos secretos hasta la elección de las recetas. Cada bocado es un recordatorio del amor que nos une, fortaleciendo nuestros lazos.
Una vez que los platos están limpios y las risas han disminuido, los niños se preparan para su "espectáculo". Con una música suave de fondo, comienzan a recitar más poemas, bailar y actuar pequeñas escenas que, según explican, representan lo mucho que significo para ellos. Es una mezcla de ternura y humor, una perfecta encapsulación de nuestra vida juntos.
—Mami, ¿te ha gustado nuestro show? —pregunta Ly, con los ojos brillantes de expectativa.
—Me ha encantado, mi amor. Todo el día ha sido maravilloso, gracias a ustedes. —respondo, sintiendo cómo las lágrimas de felicidad amenazan con brotar. —Son lo mejor que me ha pasado.
Los abrazo fuertemente, uno por uno, llenándome de su calidez y amor. En ese momento, sé que no hay nada en el mundo más valioso que el tiempo que pasamos juntos, que estos recuerdos que estamos creando serán tesoros que llevaré siempre en mi corazón.
—Prometemos hacerte feliz cada día, no solo en el Día de las Madres —dice Dar, reflejando la promesa en los ojos de sus hermanos.
—Y yo prometo hacer lo mismo por ustedes, cada día. —afirmo, sellando nuestro pacto de amor y gratitud mutua.
El resto de la noche transcurre en una dulce calma, disfrutando de helado y viendo películas en familia, acurrucados en el sofá. A medida que los niños se van quedando dormidos, uno a uno, los llevo a sus camas, dándoles un beso de buenas noches.
Regreso a la sala, ahora en silencio y semioscura, y me tomo un momento para reflexionar sobre el día. A pesar de las dificultades y desafíos, este Día de las Madres me ha recordado la fortuna de tener una familia tan increíble. Con un corazón lleno de amor y gratitud, doy gracias por mis hijos, por su amor incondicional y por las sorpresas que la vida todavía tiene reservadas para nosotros.
Sin lugar a dudas, toda mi vida agradeceré haber salido de ahí.
Corregido 27/03/24
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