Nathalia:

Hoy volví a soñar con él. Ya sé lo que dirás; yo también lo pienso. Pero esa es mi primera idea de la mañana y la última de la noche, por lo que tú debes saber. También querrás saber que hoy vino a verme Sebastián. Me ha deseado buena suerte en mi presentación. Veo sus intenciones, pero no hay nada más fuera de esa realidad: nosotros juntos nunca será. 

En cambio, cuando cierro mis ojos y me dejo ir por la inmensa noche, él llega.

Parece que el tiempo no le afecta, es su forma de ser. Mira mis ojos con demasiada cautela y tiende a vacilar los suyos cuando van por mis labios. Es más inteligente de lo que cree, pero siento que, en el fondo, tiene miedo. Miedo del cielo y de lo que el mar puede hacer. Una vez soñó un mar turbulento desafiante a nuestro camino y él, lejos de mantenerse a flote, se paralizó y dejó hundirse. 

Está de más decir que temí por él, por mí, pero eso no me detuvo para alejarme lo más rápido de aquella tempestad. Tomé con fuerza su mano y lo empujé hasta la orilla de la playa.

A veces, no estoy muy segura de cómo él sabe lo que voy a decir. Es como si, de la forma más natural, me leyera los labios antes de hablar. Es como si me conociera de toda la vida, como si supiera lo que temo, lo que amo, lo que quiero. Y ya lo quiero, lo quiero, mi alma lo ama.

Pero tengo miedo de que se asuste de mis pensamientos. De mi afán de querer la soledad, la tristeza, la melancolía de un poema, la apatía de lo cotidiano, la banalidad de lo absurdo, odiar el mundo tal cual es y al mismo tiempo no poder vivir sin ser parte de él, ¿me amará aunque yo piense telarañas? ¿Se puede salvar a un alma de su propio aislamiento? ¿Incluso en sueños?

Veo mi vestido impoluto colgado de una percha frente a mi cama. Sé que soy un alma vieja perdida en un tiempo que no me pertenece. Mientras caigo dormida, soy la mujer que represento en el desfile, aquella historia gótica de amor, aquel amor prohibido, y ya en mi más profundo sueño, bailo con él.

Sé que él está por ahí, esperándome. Sé que hay un amor para mí escondido en alguna parte. 

El último romántico del mundo, como yo, un soñador.