Su aliento rozaba mi nariz. Quería salir corriendo de aquí, pero sus brazos apoyados en la pared a cada lado de mi cuerpo eliminaban cualquier oportunidad de hacerlo. Así que solo tenía dos opciones: mostrarle lo mucho que me incomodaba su cercanía o no darle el gusto de saber que me intimidaba.

Obligué a mi cuerpo a tranquilizarse. Y con ayuda de una corriente de valentía que me recorría en ese momento, rodeé su cuello con mis brazos y lo acerqué más a mí. Sus ojos azules profundos como el océano, se abrieron con sorpresa ante mi acción. Sé que lo último que esperaba era que hiciera eso.

—No sé si eres valiente o estúpida. —Su voz era más grave de lo normal.

—En definitiva la primera.

Él rozó sus labios con los míos.

—No te acerques a mis hermanos —decretó.

—¿O qué?

Una sonrisa de lado se posó en sus labios y sentí un ardor en mi estómago.¿Por qué me nació la estúpida necesidad de eliminar la distancia entre nuestros labios? Ni siquiera me parecía atractivo.

Pero antes de poder hacer algo tonto, el quitó con lentitud mis manos de su cuello, haciendo que la distancia entre nosotros se vuelva casi un abismo.

—Cuidado si tu curiosidad te mata, Reiza.

—¿Esa es una amenaza, Ebez?

Mi pregunta hizo que su rostro pierda toda emoción.

—No, yo no amenazo, solo aviso.

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Gracias por leer.