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La canción Biliever llena toda la habitación. Reconozco la canción, pero sabía que no era mi celular, lo mantenía en silencio todo el tiempo. Era imposible que mis abuelos fueran fanáticos de Imagine dragons, así que esa música provenía del móvil de Ebez.

Impuso distancia entre los dos y sacó su celular de su bolsillo, no pude lograr ver lo que decía la pantalla, el brillo de su pantalla era la mínima. No entiendo como los demás podrían ver al algo con el brillo en cero. Él cierra sus ojos unos segundos, un suspiro lleno de frustración escapó de sus labios. Esa simple acción me hizo entender que tenía que marcharse, pero no quería. Eso me gritaron sus ojos al volver a posarse en mí.

—Debo irme —comenta con brusquedad confirmando lo que suponía.

¿Por qué? Quise preguntar.

¿Qué era tan importante para hacer que todo el autocontrol que había hecho desaparecer de su cuerpo con mis palabras haya vuelto?

Tuve que quedarme con cada una de mis preguntas, porque en un parpadeo salió de la habitación. Si mi mente no estuviera convertida en un desastre es este instante hubiera podido detenerlo. Pero en aquel instante había empezado un juego peligroso que nadie iba a poder detener y que pondría mi vida en riesgo.

Estaba segura de que si mis abuelos no me hubieran comentado que Ebez se despidió antes de marcharse, me hubiera convencido de que todo lo sucedido después de salir de la cafetería, solo habría sido invento de mi cabeza. No sería la primera vez que mi cabeza actuaría contra mí.

Mientras más pensaba en lo que había sucedido esa tarde, menos lógica le encontraba. Podría imaginar tantas razones por las cuales Ebez ha sido tan protector de sus hermanos, pero nunca en la vida, habría pasado por mi cabeza que quería separarme de sus hermanos no es para protegerlos, sino porque ¿le atraigo?

No, eso no tenía sentido, esto debía de ser solo un juego para manipularme y confundirme, tal vez era porque en serio me estoy acercando a la verdad.

Después de cenar, fui directamente a mi habitación. Quería descansar, darle un momento de paz a mi mente, pero no lo conseguí. Mis ojos apenas se mantuvieron cerrados por cortos momentos. Todo lo sucedido me tenía aturdida, confundida y llena de curiosidad, ¿cómo se comportaría Ebez luego de sus acciones del día? ¿Por qué demonios le correspondí el beso?, ¿Estaba viendo hasta donde llegaba en la habitación de mis abuelos?, o ¿en serio quería más de él?

Todas esas preguntas rondaron en mi mente hasta el momento que tuve que levantarme para alistarme e ir a clases. En cualquier otro día hubiera suplicado a mis abuelos quedarme para intentar descansar, pero hoy no.

Tener historia a primera hora los viernes, era un martirio para todos, escuchar a Ebez hablar de la historia del país con la mitad del salón aún medio dormido parecía tortura, pero para mí ese día fue una de las mejores clases que había tomado en mi vida. Creo que nunca había puesto tanta atención a las palabras de un maestro.

Pero sabía que mi interés en aprender historia no se debía a que me interesara el tema de esta mañana, sino a que el día de ayer el mismo profesor que se pasea por el salón haciendo preguntas. Era el mismo que me habría besado con una intensidad que nunca había experimentado.

Durante toda la clase a penas me había mirado, por primera vez en todo el tiempo que llevo aquí no me había realizado ni siquiera una pregunta.

Tenía claro lo que sucedería hoy, me quedaría de último recogiendo mis cosas y aprovecharía la ocasión para seguir la conversación de ayer. Aunque sabía que había posibilidad que todas sus fortalezas se hubieran levantado y que pudiera solo inventar una excusa vana para justificar lo sucedido ayer. No soy experta en hombres, pero sí sé lo que cuesta confesar algo que te dejaría totalmente vulnerable, lo normal es siempre querer echarse atrás. Pero no se lo haría tan fácil.

Al terminal la clase, fue la primera en salir del salón, pero me mantuve solo afuera esperando que todos salieran. Quise matar a una compañera al escuchar que se quedó a hacerle unas preguntas. Sin embargo, al momento que la vi salir, entré al salón y me aseguré de que la puerta se cerrara detrás de mí.

—¿Tiene tiempo para una pregunta más, profesor? —Mi voz resuena en todo el salón.

Me hubiera encantado decir que mi voz lo afectó en algo, pero no, ni siquiera se detuvo de organizar de los informes que le habíamos entregado el día de hoy.

—Aquí no, Reiza—su voz grave llenó todo el salón.

—¿Por qué no? —pregunté acercándome a su escritorio. —No hay nadie aquí—Tal vez hubiera sido mejor quedarme junto a la puerta, pero mis pies tenían vida propia.

—Si es de algo de la clase, responderé tu pregunta—dijo sin levantar su mirada—Pero si es...—Lo interrumpo

—Si es de como me besaste ayer, aquí no —terminé por él.

Mis palabras hicieron que levantara su mirada, pero no llegó a mis ojos, se detuvo sobre mis labios. Por instinto pasé mi lengua por mis labios para poder mojarlos, lo sentí extremadamente secos de la nada.

—Lo de ayer fue...

—¿Un error? —No le permito hablar—Pensé que no eras un cobarde, pero al parecer no tienes el valor para tomar responsabilidad de tus pala...—En un parpadeo él se colocó de pie y se ubicó frente a mí.

Ni siquiera fui capaz de continuar hablando. Él mantiene una distancia prudente entre los dos, pero lo suficiente cerca para que su aroma invadiera mi espacio. Nunca me había detenido a apreciarla, pero ahora sentía la necesidad de que mi subconsciente nunca lo olvidara.

—No soy un cobarde—Su voz se volvió más grave de lo normal.

—Demuéstramelo—No lo pedía, lo exigía.

Noto aquella intensidad en sus ojos azules, que solo me hacían querer eliminar la distancia entre ambos para poder apreciarlos mejor. No entendía, ¿por qué me sentía de esa forma ante su presencia? Pero mentiría si digiera que no moría por descubrirlo.

—¿En serio piensas que puedes manipularme? —Solo dos pasos de su parte hicieron que su mano estuviera lo suficiente cerca para acariciar mi mentón.

—¿Me culparías por intentarlo? —Sus dedos están provocando un hormigueo en todo mi estómago bajo.

—No, me decepcionarías si no lo intentaras.

El sonido de la puerta siendo abierta lo hizo volver a su escritorio con una velocidad que me quedó aturdida.

—Espero que estos libros le ayuden con su investigación, señorita Reiza—pronunció lo suficiente alto al escuchar el murmullo de varios estudiantes entrando al salón. Era hora que su siguiente clase, pero yo aún no me movía, mi cerebro aún analizaba como su simple toque me afectaba de esa manera.

Él aclaró su garganta para llamar mi atención, noté como sostenía un papel en entre sus dedos. Obligué a mi cerebro a acercarme y tomarlo.

—Gracias, profesor—fijé mi vista en papel, estaba doblado, pero era evidente que había escrito algo.

¿No creo que haya escrito libros en realidad? La curiosidad me hizo girarme y salir del salón. Caminé directamente al baño, entré en uno de los cubículos y no dudé un segundo en desdoblar el papel.

"Continuamos esta conversación, después de la escuela, en el parque donde nos conocimos".

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—Debes estar jugando conmigo—expresó Madeline dudando cada una de las palabras y no la culpo. —Nada de esto tenía sentido.

—¿Por qué Eider haría eso?, y ¿Por qué media escuela no sabe que tiene una relación con Amelia?

—Quizás quisieron mantenerlo privado—En ese instante solo quise salir corriendo de allí. No iba a preguntarle nada.

Aunque si me parecía extraño que mágicamente Eider tenía novia luego del coqueteo que habíamos compartido por días. Además, no era para nadie un secreto el hecho de que en el momento que él entraba en un lugar, llamaba la atención de más de uno y no solo de chicas siendo sincera.

—No conoces a Amelia, ella no dudaría presumir que está con él —dijo Madeline con seguridad—Además, él es alguien expresivo y detallista. Se hubiera escuchado más de un rumor por toda la escuela.

—Tal vez ella ha cambiado, por todo lo sucedido con su padre.

—Las personas no cambian, pero no voy a negarte que pueden mejorar—comentó ella no muy convencida de sus propias palabras—Además, Eider no tendría razones para mentir.

—Podría hacerlo si quería alejarme—Mis ojos dejaron de mirar a Madeline y me dedico a jugar con mi almuerzo.

Esa tarde recuerdo bien lo que había llevado para almorzar: un sándwich de jamón y queso, una barra de granola y una gelatina. Aunque ni un mordido le había dado a nada. Mi cabeza estaba saturada y ni siquiera sabía a qué darle prioridad.

—Espera, ¿te afectó? —Su pregunta me hizo posar mi mirada nuevamente en ella.

Sí.

Detestaba saber que una parte de mí se sintió herida por su repentina confesión. Aunque detestaba que haya sido así.

—No, para nada. Pero obviamente armé todo el drama, ni siquiera lo dejé llevarme a casa—expresé con rapidez — Además, no podría decirle que solo me acercaba para asegurarme que sus hermanos no sean unos asesinos.

Aunque siendo sincera, en ese instante ya había perdido gran parte del interés en averiguar la verdad sobre el asesinato. Me tenía más intrigada el caos que provocaban en mí los Hardwick.

—En eso tienes razón, —Me sentí aliviada al ver que le había convencido—¿Y no te escribió después? —preguntó con curiosidad —Debió averiguar tu celular con facilidad.

—No revisé más mi celular, debo hacerme "la dolida" —Hice comillas con mis dedos.

«No te molestaste en revisarlo, porque tenías tu boca ocupada con otro Hardwick»

Nadie te preguntó.

La campana sonó avisando el momento de volver a clases, se había vuelto un ritual para nosotras venir a almorzar a las gradas y como en Cleir nunca hay demasiado sol, se suele mantener nublado en este horario, lo cual era factible.

Ambos recogimos nuestras cosas para encaminarnos hacia el interior de la escuela.

Sí, solo le conté lo sucedido con Eider. No es que Madeline no haya trabajado en ganarse mi confianza, pero lo de Ebez era algo que había decidido quedarme solo para mí, al menos por un tiempo. Necesitaba primero hablar con él para organizar mejor mis ideas. Porque sé que, si mis abuelos no hubieran llegado, algo más hubiera podido pasar.

Lo que Ebez Hardwick provoca en mí, es algo que me supera, pero en ese instante de mi vida, ni siquiera lo sabía, pero estaba a punto de darme cuenta.

—No me lo creo—Las palabras de Madeline me sacan de mis pensamientos. Noto que se ha detenido de caminar en medio del pasillo. Seguí su mirada llena de sorpresa.

Mis cejas se arrugan al visualizar a Amelia y a Eider, ella deja varios besos sobre su mejilla mientras él juega con su cabello. Debía ser una broma absurda, ¿esto era en serio?

—Uff, que decepción—Madeline me quitó las palabras de mi boca.

Los ojos de Eider se encontraron con los míos, percibí como su sonrisa se borró. La cita del día anterior volvió a mí, era imposible negar que había disfrutado de cada momento antes de que me confesara su relación. Conocía mis razones de acercarme a él, pero no podía negar el hecho de que había quedaba grabado en mi memoria la forma tan intensa que me intrigaba su persona y no, no estaba lista para aceptarlo, pero me interesaba conocerlo más.

Solo quise seguir caminando y hacerle entender que no me interesaba en absoluto, pero una parte de mí sabía que debía hacerme la afectada. Así que no dudé en girarme y salir casi corriendo de allí.

Escuché más de una vez la voz de Madeline a mis espaldas, pero no me detuve a explicarle mis razones de salir corriendo. Solo aceleré mis movimientos hasta llegar a la biblioteca, sabía que estaría vacía, era momento de volver a clases, pero no quería hacerlo. Me sentía verdaderamente confundida.

Todo el caos que había provocado Ebez en mí, había aislado a Eider de mi cabeza. Pero ahora había vuelto y me sentía tan impotente, no por el hecho de que Eider estuviera con alguien más, él era libre de estar con quien quisiera, lo que me molestaba era...

«Que hubiera jugado contigo.»

Tragué toda la saliva de mi boca a escuchar esa voz.

«Pero ¿lo culpas? Eres tan débil y patética que era evidente que la única razón que se interesaría en ti era con intención de jugar contigo»

Los latidos de mi corazón se intensificaron y como de costumbre sentí mi garganta extremadamente seca. Me ubico entre las estanterías intentando quedar entre más oscuridad, eso siempre me ayudaba a hacer que se vaya.

«Aunque me parece poético que, al intentar usarlo, la que terminó usada haya sido tú.»

Temí abrir mis ojos cuando escuché unos pasos pesados acercándose a mí. Me aterraba hacerlo, no quería ver mi padre justo al frente a mí, sería su forma de estabilizarme en este momento y la conocía, no duraría en romperme en pedazos ahora que sentía tan presente en mi cabeza.

—¿De qué te escondes? —esa voz me forzó abrir mis ojos.

No era la voz de mi padre. Era la de Ezra, el menor de los Hardwick, el cual me miraba con determinación. Tal vez un poco de curiosidad se podía apreciar en sus ojos verdes, pero no estaba segura de que fuera así. Doy dos pasos hacia atrás sintiendo alivio de que ella no haya tenido tiempo de jugar con mi cabeza.

—Parece que hubieras visto un fantasma—inclina su cabeza como si tratara de encontrar la razón de que estuviera escondida entre lo más oscuro de las estanterías— No soy tan pálido.

—Estoy bien, solo pensaba que estaba sola.

—Curioso, no te pregunté como estabas — Lo escuché soltar una pequeña risa—¿Sueles pensar que todos le importas?

Se me ocurrieron más de diez respuestas que podría decirle, pero no tenía ganas de tratar con otro Hardwick en este momento, con los otros dos era más que suficiente.

—No perderé el tiempo contigo, esto es lo último que necesito—No dudo en pasar por su lado para dirigirme a la salida.

—Debe ser difícil ver a mi hermano después de la gran cita de ayer—Odié que sus palabras me hayan hecho detener mi caminar.

—¿Te contó? —salió de mí, antes de que pudiera evitarlo.

—¿Lo divertido que fue jugar contigo? O ¿lo fácil que eres? —sentí su mano jugar con mi cola de cabello solo por un segundo y mis alarmas se dispararon.

En un movimiento le di un giro casi completo a su brazo, lo llevé hasta su espalda al flexionarlo.

—No me toques—dije haciendo presión.

Él giró su cabeza lo suficiente para que lograrla ver su rostro. Me sorprendí al verlo sonreír, esta maniobra hacía doblegarse al más rudo. Mi padre me la había enseñado al cumplir mis catorce, para él era importante que me supiera defender, en su cara pude ver reflejado el dolor más de una vez, luego de practicarla en él mismo. Pero Ezra parecía no afectarle en absoluto o ¿tal vez disfrutaba del dolor?

«No me digas eso, porque de ser así se convertirá en mi favorito.»

Escuchar su voz nuevamente me hizo soltarlo de inmediato y simplemente salí a toda velocidad de la biblioteca..


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Al fin puedo actualizar este libro. 

Espero que lo disfruten.

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