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⫷ 1 ⫸ Cleir

11 de diciembre del 2019

—Señorita, ¿podría decirme cuándo empezó todo?

El psicólogo que me había asignado el tribunal me hace la misma pregunta por décima vez. Pero debo poner mi mejor cara y responderle, porque se supone que esta es mi última cita y al fin seré libre.

—Todo comenzó cuando llegué a Cleir —digo luego de tomar aire, para así empezar a contar por última vez todos los acontecimientos que le dieron un giro de ciento ochenta grados a mi vida.

2 de enero del 2019

Hace once meses...

Me encontraba sentada en el aeropuerto esperando a que mis abuelos vengan por mí, ya que mi madre me había obligado a mudarme al otro lado del país. Según ella, porque no podríamos sanar las heridas si nos quedamos en casa y con "heridas" se refería a mi padre, quien había muerto hace un mes.

Así que ella había aceptado un trabajo al otro lado del mundo, para ser exactos, en Japón, ya que necesitaba estar sola para sanar. Y pues mis abuelos eran a lo únicos que ella le tenía la confianza para cuidar de mí. Además, la idea de que yo viviera en Cleir le encantaba, porque este pueblo era conocido por su extraordinaria universidad.

Gran parte de las personas que han logrado ser alguien en este país, habían asistido a esa prestigiosa institución. La inversión que hace el gobierno en la educación en este pueblo es sorprendente. Así que mamá pensó que esta era la mejor opción para mí.

Vi a lo lejos a mis abuelos acercarse, así que me levanté para recibirlos.

Mi abuela Darlei se acercó y me abrazó con mucho entusiasmo. Luego saludé a mi abuelo Ronald. Ambos tenían demasiada energía para su edad, la cual no sabía con exactitud, pero se notaba que los dos pasaban de sesenta.

Ellos solían visitarnos cada dos años, por lo que tenía bastante sin verlos. Sin embargo, siempre me llegaba un regalo de su parte en cada festividad, incluso en el día de brujas; era su única nieta, ya que mis tíos solo habían tenido varones, así que creo que aquello influía en la elección de ser su favorita.

—¿Cómo estuvo el viaje? —preguntó mi abuela al estar dentro del auto.

—Bien.

—Reiza, verás que te encantará Cleir —expuso mi abuelo.

Me limité a sonreír. Fijé mis ojos en la carretera que transcurría y lo único que podía ver eran árboles. Solo había venido a este una vez cuando tenía nueve años y mi memoria tenía nada más que vagos recuerdos de este lugar.

Al llegar a la casa que se iba a convertir en mi nuevo hogar por un largo tiempo, lo primero que pedí fue el wifi. Sí, me declaro adicta a mi celular, pero ¿alguien no lo es en estos tiempos?

Mi abuela me guió a mi habitación, la cual era bastante amplia, de hecho, creo que nunca había tenido un lugar tan grande solo para mí, contaba con un espacioso closet y mi propio baño. Sus ojos se iluminaron mientras me mostraba todo lo que había arreglado para mí. Todo el lugar estaba decorado con colores suaves y opacos. Lo cual hacía que luciera delicado.

Me acerqué a dejar mi mochila sobre el escritorio que estaba junto a la ventana. Estaba segura de que no pasaría mucho tiempo admirando el paisaje que se veía desde aquí, porque solo se podría ver árboles y nada más. Aunque si usaría el escritorio para hacer los deberes de la escuela.

La cama era colosal, cabían tres de mí en ella. Había dos pequeñas mesas de noche a cada lado, una contenía un joyero y pequeño organizador de maquillaje, mientras en la otra se ubicaba una pequeña lámpara. Una televisión inmensa se encontraba enganchada en la pared frente a la cama, medía 36 pulgadas. Pasaría gran parte de mi tiempo aquí haciendo largos maratones de series.

No tenía muchas cosas, solo lo necesario y por eso me gustaba.

En ese instante me di cuenta de que mi madre no solo me había enviado aquí porque sabía que ellos me cuidarían, sino también para que yo les hiciera compañía. Esta casa era enorme para solo dos personas.

—¿Te gusta? —Su pregunta me sacó de mis pensamientos.

—Sí, todo está precioso.

—Me alegra que te guste. —Una sonrisa apareció sobre sus labios—. Te dejaré sola para que te organices. Y si quieres mover algo, hazlo con toda confianza.

—Gracias.

Luego de eso se retiró.

Me dejé caer sobre la cama, para así revisar mis mensajes: solo tenía tres.

Mamá.

Nick.

Keila.

A mi madre le responderé cuando sea de día en Japón, ahora deben ser las tres de la mañana.

Nick era mi novio, o más bien mi exnovio, ya que ambos sabíamos que lo nuestro se acabó en el momento que pisé el avión. Sí, nos queríamos. Pero ninguno estaba hecho para estar en una relación a distancia. De hecho, habíamos creado una relación de codependencia, ya que ambos habíamos pasado por demasiadas cosas durante nuestra adolescencia, así que nos refugiamos el uno en el otro. Y así fue como se convirtió en primer amor, mi primer beso, mi primera vez, la primera persona a la que le dije «te amo»; sí, él se llevó todas mis primeras veces.

Por eso no estaba dispuesta a que nuestra relación terminara con una infidelidad, la cual podría ser de mi parte o de la suya, porque ambos sabíamos que era necesario el contacto físico para expresar lo que sentimos, pues ninguno era muy bueno expresándose a través palabras. Así que decidimos seguir siendo amigos, y si un día la vida nos volvía a unir, consideraríamos retomar nuestra relación justo en el momento donde lo dejamos. Pero si no, cada uno podía forjar su propio camino.

Keila es mi mejor amiga, bueno, mi única amiga. Ella se niega rotundamente a creer que nuestra amistad cambiará, pero yo sé que sí lo hará. Tal vez no al principio, pero con el tiempo ella misma lo verá y tendrá que aceptarlo.

Todavía faltaba una semana para iniciar las clases, así que durante todos los días mi rutina fue levantarme, desayunar y buscar una nueva serie para ver en Netflix. Luego llegaba la hora de la comida, donde mis abuelos siempre buscaban la forma de sacarme conversación.

Han sido muy amables, a veces hasta creía que se esforzaban demasiado.

Como parte de la rutina, todos los días, luego de comer, salía con mi abuelo a pasear a Lola, una preciosa rottweiler. No me gustaban los perros, pero ella ha sabido ganarse mi corazón. Siempre íbamos a un parque que estaba a solo cinco minutos de la casa y teníamos que atravesar un pequeño bosque para llegar a él. Luego de quince o diez minutos, volvíamos a casa. Allí tomaba algo para comer, lo subía a mi habitación y volvía a Netflix otra vez.

Antes de dormir siempre revisaba mis mensajes. La verdad no era muy amante de las redes, pero le prometí a Nick y a Keila que les contestaría, aunque sea una vez al día. Sé que eso se me hará imposible con el tiempo, pero mientras pueda, lo haré. Sabía que podía parecer raro que a una chica de mi edad no le gusten las redes sociales, pero aunque pasaba el día entero con el celular en mi mano, solo iba de Netflix a Tik Tok. Siempre como observadora, nunca interactuando.

Así pasé la semana, hasta que llegó el momento de asistir a la escuela mañana. ¿Emocionada? Para nada. Ser nueva a mitad de año no es algo que genere emoción en nadie.

Mi abuelo se encontraba esperándome afuera junto a Lola. Hoy no quería ir, hacía demasiado frío para mi gusto. Pero creo que esa iba a ser la última vez que salga a acompañarlo, así que me abrigué bien y salí.

Cleir era un pueblo silencioso. Las veces que habíamos salido, no nos hemos cruzado ni con un alma. En realidad, no era un pueblo gigante, sino más bien una pequeña parte de una gran ciudad.

—Se me quedó la bolsa para recoger las necesidades de Lola —expresó mi abuelo, pasando su mano por su cabeza—. Iré rápido a la casa.

—¿Te espero?

—No, tú continúa. Espérame en el parque.

Estuve a punto de negarme, pero no lo hice. Tomé a Lola por su correa y ambas nos adentramos en el bosque. Si de día era tenebroso, no quería imaginarlo de noche. Es que les juro que estaba perfecto para una escena de persecución en una película de terror. Tenía una gran cantidad de árboles, los cuales formaban siluetas extrañas entre sí. Se escuchaban algunos golpeteos de algunas ramas por la brisa que solía transcurrir en los días soleados en Cleir.

El camino era estrecho apenas dos personas podrían cruzarlo al mismo tiempo. Aunque el sol brillaba esa tarde, la oscuridad estaba presente en muchos lugares de este lugar.

Al llegar al parque sanas y salvas, me sorprendí al encontrar personas aquí, ya que en la semana completa no nos habíamos cruzado con nadie. Pero justo hoy que vine sola, hay tres personas. Perfecto.

Eran tres chicos, los cuales estaban sentados en un banco, y dos de ellos fumaban. El que no lo estaba haciendo, fijó sus ojos en mí, por lo que yo bajé mi mirada hacia Lola con rapidez, la cual había empezado a hacer sus necesidades. ¿En serio, Lola? Ahora no podremos salir corriendo de aquí.

—¿Está haciendo? —preguntó mi abuelo a mis espaldas.

Me giré para confirmar que era él y sentí alivio al confirmarlo.

—Sí —respondí.

Luego de que él recogió las necesidades de Lola, ambos comenzamos a caminar por el medio del parque.

Bien, no fue tan malo.

—Espera, Reiza. —Mi abuelo se detuvo y fijó su vista en los tres desconocidos—. Esos chicos van a tu escuela, hay que saludarlos.

No, ¿por qué?

—¿Cómo están, chicos? —preguntó él, aún estando un poco lejos de ellos.

—Hola, señor White. ¿Cómo está?

Uno de ellos habló, pero no logré ver quién, porque caminé detrás mi abuelo y su cuerpo ocultó el mío.

—Muy bien. Ustedes cada vez están más grandes —comentó mi abuelo con alegría—. Quiero presentarles a mi nieta.

Me posicioné a su lado para que los tres desconocidos pudieran verme.

—Reiza, ellos son los Hardwick —dijo mientras los señalaba.

Yo me limité a sonreír. Sentí la mirada de los tres sobre mí y en lo primero que me fijé fue en el color de sus ojos, ya que cada uno tenía un color diferente. ¿No se supone que son hermanos?

La situación se volvió incómoda, ya que ninguno dijo nada. Hasta que uno aclaró su garganta y rompió el silencio.

—Un placer, Reiza.

El que habló estaba sentado en el medio y fue el mismo con el que había cruzado miradas hace un rato.

—Espero que me la cuiden —expresó mi abuelo.

Fulminé a mi abuelo con mi mirada. ¿Cómo que «cuiden»? Tenía diecisiete años, era lo suficientemente grande para cuidarme sola.

—Está bien, la cuidaremos —habló de nuevo el mismo chico y una sonrisa llena de amabilidad se posó en sus labios.

11 de diciembre 2019

—¿Ese día conociste a los Hardwick? —La voz del psicólogo me hace volver a la actualidad.

—Sí, ese día empezó todo.



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¿Qué le ha parecido el primer capítulo?

Gracias por leer❤️. No olviden votar.


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