32🔫
Sobre la mesilla del café había muchos papeles donde el rubio delincuente hizo varias de sus anotaciones. Era tan temprano en la mañana y ya terminó algunas ideas. Tenía una larga lista de entidades bancarias de las cuales una saldría elegida en su sorteo. Claro que todo esto debía planearlo (un poco) con Shung y eso le fastidiaba muchísimo. Suponía que el chino habría encontrado un lugar donde quedarse, podía parecer estúpido pero era bastante rápido para ciertas cosas.
Yoon Gi frotaba enérgico sus manos cada vez que terminaba de escribir o dibujar algo, incluso había hecho hasta un diagrama. Le gustaba tener todo planeado a la perfección cuando se trataba de robar bancos, y era el rey de los disfracez de hecho. Había hecho el papel de anciano, de mujer embarazada, de empresario y muchos más. En esa ocasión debía de crear un personaje nuevo para él y también para los demás, porque obviamente los usaría a esos dos.
—Soy un puto genio— se adulaba mientras que miraba los papeles y sus feos garabatos que no eran más que sticks.
Justamente se puso a dibujar otro mapa cuando de repente la puerta del piso se abrió de sopetón. La manija chocó contra la pared y dejó una bonita marca; Yoon Gi enarcó una ceja al ver que Ji Min había vuelto tan pronto como había salido. Su pelo rojo estaba alborotado, parecía un nido de pájaros, se fijó también en una caja llena de cosas sobre el suelo.
—Que pronto vuelves.
—No me hables.
Ji Min arrastró la caja con su pie y ésta cayó tirando todas las cosas que contenía. Se sacó el abrigó y lo tiró sobre la encimera de la cocina y el maletín quedó abandonado al lado de la puerta.
—Mira esto—Yoon Gi ignoró por completo la actitud del pelirrojo. Tomó sus garabatos y se los enseñó como si fuera un niño el cual le muestra los dibujitos a su padre o madre— Tengo casi todo listo.
—Yoon Gi...¿Crees que me importan tus dibujitos de mierda ahora mismo?
—Oye, cuidadito con lo que dices—el rubio volvió a mirar sus dibujos de palitos y se puso a pensar en que quizás eran un poco cutres, pero tampoco era un artista. En la cárcel participó de las clases de dibujo pero no le fue muy bien— A ver... Son palos, pero son muy descriptivos. Es arte rupestre.
El pelirrojo rodó los ojos, no estaba de humor. Quería mandar todo a la mismísima mierda, a Yoon Gi, a Jung Kook y a la vida misma. Mientras que manejaba de vuelta su cabeza se convirtió en una tetera hirviendo, por sus oreja salía humo, no podía estar más furioso. Toda esa mala energía que lo invadió lo agotó y ya no tenía ni ganas de gritarle al rubio. Fue camino hacia su cuarto y se desvitió sin importale que Yoon Gi estuviera allí parado en la puerta, sosteniendo todos sus feos dibujos.
—¿Qué pasó? —sabiendo perfectamente la respuesta, el rubio aun así le preguntó. Observó una vez más aquella caja y las notas que había en esta.
—¿No es muy obvio? Me dieron una patada en el culo, me echaron del trabajo—Ji Min quitó su camisa y quedó con el torso desnudo, buscó algo más ligero para ponerse mientras tanto Yoon Gi lo miraba de pies a cabeza—No puedo creer que ese grandísimo hijo de perra de Jung Kook me la haya jugado así. Y Jin...¡Maldito Jin!
—Oh, ya veo. Ese tal Jung Kook es todo un temerario— rio el rubio—¿Y cómo te sientes respecto a eso?
—¿Que cómo me siento?—Ji Min se colocó una camiseta blanca y cerró con violencia el cajón. Caminó hacia Yoon Gi y puso su dedo sobre la nariz de éste —Jodidamente mal, me quedé sin trabajo, ¿qué mierda te piensas que voy a hacer ahora? Voy a quedar mal en cualquier lugar donde vaya a pedir trabajo...
—Pues olvídate de eso— se encogió de hombro el rubio, sin mostrar ninguna expresión en su rostro.
—Para ti es fácil decirlo, vives de robar, no sabes lo que es tener que buscar un trabajo y esperar a que el inútil de tu jefe te de un ascenso porque no reconoce tu talento— Ji Min lo empujó con su dedo dejándole la nariz chata— y ni hablemos de los compañeros, todos son iguales. Tú tienes la vida resuelta, nada te preocupa. ¡Vives la vida loca!
Yoon Gi no le negaba nada de lo que decía porque era verdad. No había nada más fácil para él que vivir de lo que robaba y además se divertia. Volvió a analizar a Ji Min; era una pobre oveja que seguía al rebaño, un esclavo del trabajo que no podía pensar en nada más, un joven periodista fracasado que nunca llegaría a ser tan famoso como deseaba. Le daba algo de lástima porque le caía bien, quizás Ji Min debía dejar esa vida tan monótona y aburrida antes de que terminara suicidándose.
—Pues... Es momento de un cambio, ¿no crees? ¿O quieres seguir siendo esclavo durante toda tu miserable vida?
—Pues claro que no—Ji Min agachó la cabeza, tenía ganas de llorar por todo lo que le estaba pasando. Odiaba a todo el mundo.
—Ji Min—el rubio tiró sus papeles al suelo, apoyó sus manos sobre los hombros del pelirrojo y así ambos se miraron —.Cuando estas cosas pasan es porque el destino te está guiando hacia tu verdadero camino. ¿Entiendes?
—¿Al suicidio?
—No, estúpido. La muerte nunca es la solución.Bueno, a veces... —le dio un golpe en la mejilla bastante fuerte—Escucha, te propongo algo.
La cara de Ji Min se arrugó, dio unos pasos atrás y empezó a crear ideas en su cabeza otra vez. ¿Querría Yoon Gi darle unas cuántas joyas porque ahora se había quedado sin trabajo y le daba pena? Ciertamente eso no le molestaría, de hecho le vendría muy bien porque su sueldo había sido una miseria y apenas tenía algo ahorrado, además de que sus padres se sentirían muy decepcionados de saber lo que ocurrió y no le prestarían ayuda financiera.
Pero lo que Ji Min pensaba no era lo que Yoon Gi tenía en mente. El rubio estaba decidido a que formara parte de su equipo; aunque sabía que se negaría, le daría muchas razones para hacerlo y además creía que era un chico inteligente que podría seguir sus instrucciones incluso mejor que Shung.
—¿Me vas a dar un poco de dinerito?
—Claro que no—Yoon Gi frunció el ceño—.Sabes que trabajo solo, pero quiero que te unas a mí.
—¿Quieres que sea un delincuente?—los labios del chico se curvaron hacia arriba y comenzó a reír a pesar del día de mierda que tuvo— Tú estás muy mal de la cabeza, definitivamente muy mal...¿Yo un delincuente?¿YO?
La mirada de Yoon Gi lo decía todo, no era necesario nada más que esa firme y penetrante mirada que dejaba helado a cualquiera. Ji Min dejó de sonreír y sin creer que fuera real lo que estaba sintiendo, pensó en ello. Estaba cansado del trabajo, de esforzarse y no ser reconocido, de que la gente lo tratara de estúpido y que lo traicionaran, de que sus padres sólo le prestaran atención a su hermano... Miles de cosas se le pasaban por la cabeza y todas le daban el indicio para cambiar la vida de mierda que había vivido. ¿Sería tan malo delinquir? ¿Sería divertido?
—Yo no puedo hacer eso—negó con la cabeza—No soy un asesino.
—¿Y quién dijo que vas a matar a alguien? —el rubio dio unos pasos hacía la cama, se subió sobre ésta y el pelirrojo lo miró sin entender qué era lo que iba a hacer—Ser un criminal es un arte, Ji Min. Despierta instintos y sensaciones en tu cuerpo que jamás habrías imaginado siendo un patético empleado. Tienes que usar esto—señaló su cabeza mostrando una amplia sonrisa—,esto es mejor que cualquier arma. Puedes conseguir lo que quieras si sabes usarlo bien. Además, siempre hay algo nuevo para hacer.
—Pero...
—Deja los peros de una vez—Yoon Gi bajó de un saltito y fue en busca de su bolso, allí donde tenía sus preciadas joyas. Las tiró sobre la cama y los ojos del pelirrojo comenzaron a brillar, juraba que podía ver su reflejo en alguna de esas piedras preciosas—Mira, Ji Min. Esto es lo que vale la pena en la vida. ¿Quién dice que el dinero no da la felicidad? ¡Patrañas!
Yoon Gi agarró unas cuantas y se las dejó al otro en sus manos; collares, anillos, relojes de oro y pequeños diamantes cubrían sus palmas, eran tan relucientes y hermosas que sus ojos se perdiron en todo el brillo. Ji Min se vio hipnotizado, tenía miedo pero el cansancio llegó a su límite.
El rubio lo observó sonriente y orgulloso por lograr que aquellas piezas valuadas en miles de wones hubieran dejado sin habla al joven pelirrojo. Posó sus manos sobre las mejillas de éste y se acercó hasta su boca para dejar un beso como el de la noche anterior, suave y lento. Ambos cerraron los ojos mientras sus labios se presionaban y una vez que se alejaron se miraron de nuevo.
—Sé mi mano derecha, Ji Min.
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