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16🔫

Pasarse los semáforos en rojo, insultar a quien iba demasiado lento, incluso a los pobres ancianos que cruzaban la calle con sus bastones... Así fue el trayecto hacia la casa de Ji Min. Yoon Gi no le dio importancia a las señales de tráfico ni a nada, quería disfrutar de un paseo nocturno a alta velocidad como había hecho alguna vez, años atrás.

Lo peor de hacer eso era que Ji Min se iba a comer todas las sanciones, porque era obvio que las cámaras captarían el acto tan imprudente que estaba cometiéndose.

La cabeza del pelirrojo daba vueltas como una noria, su mareo empezaba a incrementar a la par que Yoon Gi pisaba el acelerador. No obstante, cuando tuvo la oportunidad de sostenerse y acomodarse mejor en el asiento, abrió la ventanilla y sacó media cabeza para poder sentir el viento fresco de la noche.

—Pareces un perro —le dijo el rubio, riendo por la manera en la que sus ojos se cerraban.

Ji Min sólo estaba tomando el oxigeno necesario para evitar vomitar en su propio auto. Aquel viento fresco, en lugar de ayudar, parecía querer empeorarlo todo. Se dio cuenta de que no era ni mucho menos como en las películas. Esas escenas en las que la brisa golpea suavemente el rostro de algún actor haciéndole ver más hermoso de lo que es, eran puras mentiras. Más que una caricia eran como cortes filosos de hojas delgadas.

—No puedo vomitar en mi auto, no puedo...—murmuraba para sí mismo, tapando su boca como si eso fuera a evitarlo.

—Puedes, pero no quieres—corrigió el otro con tono sabihondo—. Y ya sabes lo que dicen, mejor afuera que adentro. Aunque depende de qué...

Después de decir aquello, empezó a reírse como un loco y pisó el acelerador a fondo. Ji Min nunca creyó en la teletransportación hasta ese momento; al cerrar y abrir los ojos ya estaban entrando al estacionamiento del edificio. Sin ningún tipo de delicadeza, la rubia Yoon Ah dejó el auto mal estacionado, atravesado en medio de dos lugares.

Ji Min aun estaba con esas ganas de vomitar todo el revuelo que su estómago había generado, como si hubiera centrifugado. Al bajarse del auto sacó de inmediato la llave de casa y corrió hacia el ascensor, dejando atrás a Yoon Gi. Debía llegar lo antes posible hasta el baño y tirar toda su dignidad allí.

Y mientras él se marchaba, Yoon Gi, sin dejar de verse arreglada a pesar del viaje tan apurado, se mantuvo sereno tratando de adoptar la postura de esa mujer atractiva que llevaba en su interior.

Al llegar a la planta correcta, el sonido de sus zapatos se detuvo al darse cuenta de que una mujer lo observaba. Aquella señora llevaba en su mano una bolsa negra, seguramente iba a tirar la basura. Yoon Gi se quedó mirándola fijamente y luego le sonrió de forma simpática.

—¿Eres la novia de Park Ji Min? —preguntó la mujer curiosa y sin discreción alguna.

Yoon Gi estuvo a punto de hablar y responderle, pero se dio cuenta de que ese sería un gran error. Debía seguir siendo la prima muda, ante toda circunstancia. Y era una lástima, porque tenía pensado responderle con la voz más varonil del mundo que sí. Sólo tapó su boca delicadamente dibujando una sonrisa tímida y aceleró sus pasos hasta entrar en el apartamento.

Cuando cerró la puerta, Ji Min ya estaba saliendo del baño, casi tambaleándose y ayudándose con la mano apoyada sobre la pared. Su cara se veía fatal, como si hubiese estado toda la noche de fiesta descontrolado.

—¿Ya terminaste de desechar tu vergüenza por el retrete, amigo?—Yoon Gi rio divertido y, seguido, se acomodó en el sillón, sentándose de forma vulgar.

—Esto... Es todo tu culpa—dijo Ji Min con el poco aliento que le quedaba. Necesitaba tomar un buen trago de agua y unas gotas para las náuseas, la sensación que tenía en su lengua era horrible.

Dejó que esas pocas fuerzas que le quedaban movieran sus piernas hasta la cocina para tomar un vaso y llenarlo de agua a temperatura ambiente. Tomó el líquido sin prisas y soltó un largo suspiro después de haber terminado. Cerró los ojos por un momento y masajeó su sien con fuerza; estaba frustrado porque las cosas siempre le salían para el culo, con quien fuera que lo acompañara. Cuando salía con Ho Seok y Jung Kook (que no habían sido muchas veces) siempre debía haber alguien en el grupo a quien algo tenía que caerle mal. Esa persona siempre era Ji Min. Consideraba cambiar su apellido a Desgracias.

—Te ves fatal, y yo que pensé que te había gustado la salida... Que decepción.

Ji Min frunció las cejas y sostuvo firme su mirada de odio en el temerario conductor travestido que tenía como compañero de piso. Si pudiese lo habría golpeado, pero sus sentidos aun estaban aturdidos y seguramente podría golpearse así mismo por error. Más allá de su enojo, se preguntaba por qué Yoon Gi seguía con esa peluca rubia puesta. Quizá había una Drag Queen escondida en su interior. Toda una RuPaul.

—¿Por qué sigues con eso puesto? —le preguntó de mala manera, señaládolo con el vaso que sostenía en su mano.

—No tienes idea de lo cómodo que es este vestido— el rubio abrió las piernas, dejándolas semiflexionadas y levantado el vestido repetidas veces—,tengo un conducto de ventilación entre mis piernas. ¡Me lo pondré más seguido!

—Agh, increíble —se quejó el pelirrojo —Al menos si tengo que aguantarte con eso puesto ¿podrías comportarte como una dama? Pareces una...

—No te atrevas a faltarme el respeto con lo que sea que siga, Park.

Yoon Gi fingió una voz femenina, sacando su mejor actor del interior. Cerró sus piernas inmediatamente y se abrazó como si tuviese frío. Recordaba haber visto acciones así de exageradas en las telenovelas que les ponían en la cárcel.

—He sido maltratada toda mi vida—sollozó Yoon Ah—, mi esposo decía que mis nalgas eran muy pequeñas para alguien tan grande como él, aunque la tuviese microscópica... ¡Yo amaba a Ramón Santos del Valle de la Destrucción!

La pequeña obra de teatro siguió por unos segundos, unos pocos en los que Ji Min ni siquiera escuchó lo que decía. Resignado por esa actitud tan poco obediente de Yoon Gi, decidió irse a su cuarto y dormir por toda la eternidad. Aunque seguramente tendría pesadillas con Yoon Gi levantando su vestido mientras estaba de pie en el escritorio de su oficina.

—¡Jiménez, espera! —gritó desde la distancia, persiguiendo al otro hasta el cuarto.

—¿Por qué eres tan pesado? Déjame dormir aunque sea, mierda.

—Pero... Hay algo que debo decirte. Es importante.

Los ojos de Ji Min se desviaron hacia Yoon Gi, discretamente. Estaba más que seguro que le saldría con alguna de sus estupideces. La verdad, es que era imposible tomarse enserio cualquier cosa que saliera de su boca. Y aun así, le prestó atención.

—Qué...

Yoon Gi se sacó la peluca y seguido el vestido, quedando en ropa interior. Pasó sus manos por su cara quitando el maquillaje que se había puesto e hizo una pausa dramática.

—¡Soy hombre! —gritó a todo pulmón.

Después de eso,  Ji Min le tiró un zapato que tenía cerca de la cama, lanzándolo por la ventana sin querer. Definitivamente esperaba que la convivencia con Yoon Gi terminara pronto.

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