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07 🔫

Así que déjame ser y te liberaré

Estoy en una miseria.

No hay ninguna otra que pueda consolarme,

¿Por qué no me respondes?

Tu silencio me está matando lentamente.

Realmente, me tienes mal.


La jornada laboral de Ji Min solía ser agotadora. Soportar a sus dos compañeros charlando siempre de lo mismo era bastante irritante. Pero lo que más estaba irritándolo en ese preciso momento era la presencia de Jeon Jung Kook. Se veía de lo más normal. ¿Acaso Jin no le dijo que él tenía su trabajo y que su puesto peligraba?¿Debía acaso decírselo él?

Su prioridad era la redacción y luego pensar en Jeon. Si se lo decía sabía que el chico se molestaría y que seguramente lo iba a mandar al carajo.

—¡Vamos a tomar unas cervezas a tu casa, Park!—gritó Ho Seok de lo más entusiasmado.

—¡No!

Ji Min contestó de inmediato, sin pensarlo siquiera. Tenía a un loco criminal en su casa. Vaya buen momento para planear algo así. Nunca antes surgió esa idea y, ahora que estaba jodido, a su compañero se le daba por ir a su casa.

Ambos lo miraron, otra vez. Ji Min se sentía presionado de algún modo. Tenía la sensación de que pasaría algo malo o que trataban de conspirar contra él. Estaba paranoico.

—Oye, tranquilo —dijo Jung Kook frunciendo las cejas—.No es para ponerse así, estás muy raro hoy.

—¿Yo?¿Raro? No, estoy igual que siempre, ¿por qué dices que raro, eh? ¡Estoy bien!

Ho Seok se levantó del asiento y llamó a Ji Min para hablar afuera. Lo veía alterado, demasiado quizás.

—¿Estás así por Jung Kook?—le preguntó , curioso.

—No...—vaciló—Bueno, sí. No sé.

—Agh, deberías decirle—Ho Seok palmeó su hombro un poco fuerte, animándolo a que le contara a su compañero sobre el tema—.Si no lo haces, será peor.

—¿Y por qué debo ser yo?—se quejó —Se supone que Jin es quien debe notificarle eso, es su responsabilidad como jefe.

—No lo hará, lo sabes.

Sí, Ji Min lo sabía a la perfección. Pero tenia una mínima esperanza de que lo hiciera. Jung Kook y él eran compañeros, no tan cercanos, pero sí se conocían hace bastante tiempo.

Aun así a Ji Min no se le ocurrían las palabras correctas para darle la noticia. No era tan fácil decirle a tu compañero de trabajo, quien estuvo mucho más tiempo encargándose de las buenas noticias, que iba a quitarle el puesto. En un principio le importó poco y nada, porque la verdad es que era su gran oportunidad. Prefería dejar de lado su compañerismo laboral por un buen trabajo.

—Sí, bueno, le diré...

—Bien, así me gusta, siendo todo un valiente—lo volvió a golpear en el hombro—Por cierto, ¿por qué no quieres que vayamos a tu casa?

—Ah... 

Miles de idea disparatadas saltaron por su cabeza, no dejándolo pensar con claridad. No debía tardar tanto tiempo en dar una respuesta porque si lo hacía, sonaría a excusa. Ese tipo de cosas las aprendió en la niñez con sus padres. Siempre que hacía una travesura sin importancia trataba de inventarse algo y al final eso era incluso peor que haber dicho la verdad.

Ho Seok no era tonto, para nada. Tenía un radar con Ji Min y Jung Kook cuando ambos mentían, así como una madre.

— Es que mi abuela vino de Busan a pasar unos días conmigo...

—¿Tú abuela?—Ho Seok se cruzó de brazos, pensativo—¿Ella no había muerto el mes pasado?

—Mi abuela paterna— dijo rápidamente— Ella está un poco loca, no le gustan las visitas. No quiero que les pegue con el bastón, ¿sabes? En realidad también está sorda y uh... Vaya, todo le molesta.

Ji Min se estaba muriendo por dentro por la estupidez que estaba diciendo. Si su abuela paterna en realidad llegara a enterarse de que su nieto la trata de sorda y loca, seguramente se ganaría unos cuantos bastonazos en la espalda. Pero eso era mucho mejor que nada o que haber cedido como todo un idiota.

—Está bien, otro día será.

Ho Seok se marchó de nuevo al interior de la sala, dejando a Ji Min paralizado. Cuando perdió a su compañero de vista empezó a reírse solo como un idiota. Muchos de sus otros compañeros de trabajo lo miraron mientras que pasaban por allí caminando con un montón de papeles.

Para cuando volvió a casa, se encontró con que la puerta estaba cerrada con pestillo, por lo que no pudo abrir con la llave. Tocó timbre repetidas veces como un desesperado y de vez en cuando miró a su alrededor para comprobar que nadie lo veía. Es decir, vivía solo y todos sus vecinos lo sabían.

—Ábreme la puerta maldito bastardo—susurró entre dientes contra la puerta.

—Contraseña— se escuchó del otro lado con un tono de burla.

—¿Contraseña? ¿Me estás jodiendo?

Yoon Gi tomó una silla del comedor y se sentó al lado de la puerta, cruzándose de brazos y riendo, anticipando la diversión que tendría con aquel pelirrojo.

—Si no dices la contraseña, no podrás pasar.

El pie de Ji Min dio una leve patada contra la puerta, no pudiendo contener su enojo. Se mordió el labio con fuerza y pensó en alguna palabra. Dio varias vueltas en el lugar, pensando y pensando, pero nada venía a su mente. Se alborotó los cabellos y se sentó, ya cansado de pensar, contra la puerta. Maldijo un par de veces entre balbuceos y no dejó revolverse el pelo.

—¿Estás borracho?—una voz de anciana lo hizo levantarse del suelo de inmediato.

—Oh, no señora Kim... Sólo que olvidé mis llaves y no puedo entrar a casa.

—Pobrecito de ti—la anciana se acercó para peinar su alborotado cabello y le sonrió tiernamente—Buena suerte.

Yoon Gi, que escuchaba todo, empezó a reírse a carcajadas por la actitud de la anciana. Le estaba divirtiendo tanto aquel chico.

—¿De qué te ríes?—Ji Min golpeó la puerta con la palma de la mano, tan fuerte que le ardió.

—¡Es tan divertido, joder!—el rubio sentía un dolor en su estómago debido a las carcajadas, se balanceó hacia un lado sobre la silla y cayó al suelo.

Era la primera vez que reía tanto después de haber estado encerrado en la cárcel durante tanto. Los otros presos eran muy aburridos y ninguno sabía contar buenos chistes. Si hubiese sabido antes sobre Park Ji Min, se habría instalado en su casa de por vida. Además, le parecía un chico muy atractivo.

—¡Hijo de puta! —gritó Ji Min sin entender la gracia de la situación.

Y dicho eso, la puerta se abrió. Yoon Gi lo miró con una amplia sonrisa mientras limpiaba sus lágrimas.

—Bingo.

¿Por cuánto tiempo debía aguantar a ese tipo en su casa? La verdad, es que Ji Min no veía la hora de que se largara de allí cuanto antes. Convivir con alguien sería su pesadilla.    




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