16. El regalo
Tenía mi propia habitación en el castillo, pero no por mucho tiempo. Un mes. Luego me mudaría a la del rey. Al día siguiente del banquete, el rey tuvo que atender unos asuntos, pero por la tarde me llevó a la fuente de los enamorados. Nos tomamos de la mano y nos juramos ahí mismo amor eterno.
- En lo bueno y en lo malo- dije.
- En lo bueno y en lo malo- concordó él, sosteniendo mis manos.
Nos miramos a los ojos completamente hechizados.
- ¿Recuerdas la primera vez que te traje aquí?- me preguntó.
- ¿Cómo olvidarlo?- me sonrojé recordando el incidente de la nariz.
- ¿Y la segunda vez?-
- Claro... El primer beso... Y el anillo- dije mirándome el dedo anular, más sonrojada aún.
- Cada vez que venimos hace más frío, hoy hay nieve- comentó.
Le miré extrañada, no sabía a qué venía eso, pero le daba la razón.
- La próxima vez me gustaría venir en primavera. Ahora ya ni hay uvas. Está todo seco. Pero el corazón de piedra sigue ahí, y no cambiará. Quiero pensar que el amor es así, como ese corazón de piedra- siguió.
- ¿De piedra?
- Te mostraré un secreto.
El sol se estaba poniendo y sus rayos alcanzaban la fuente y el corazón de piedra. El rey se subió al borde de la fuente y frotó el corazón hasta que lo limpió por completo. En realidad era de oro y con la luz del crepúsculo se iluminó de forma mágica. Estaba abrumada por tal belleza.
- El oro es bastante duradero, ¿sabes? Aunque por fuera parezca una piedra por el paso del tiempo, por dentro no ha cambiado su esencia. El oro siempre será oro. Pero además, el amor también es como la vid y las uvas, ahora en el invierno no están, pero mantienen su base, las raíces y los tallos, que harán que vuelvan a dar fruto cada año. En el amor no siempre es fácil ver el lado dulce, pero mientras las raíces no desaparezcan, al superar el mal tiempo volverá a fructificar.
- El amor puede tener diferentes formas pero mantiene su esencia... No siempre se muestra dulce pero volverá a dar fruto mientras se conserven sus raíces...- estaba impresionada por sus palabras y las repetí para recordarlas.
Definitivamente, no deseaba nada más que estar con alguien que viera el amor de esa manera. Al final lo que más temía de su personalidad acabaría siendo lo que más me enamoraría: una vez puesto un objetivo, no se rendía. Sería muy interesante la vida con él, no me aburriría, estaba segura de ello.
- ¿Verdad que puedo ser romántico?- bromeó.
- Me has sorprendido- me reí-, debo admitirlo. Su Majestad es un rey muy sabio, es un honor y un placer gozar de su compañía- hice una reverencia.
- El placer es solo mío, recibir tal halago de una princesa tan hermosa. No hay nada que deseara más que retenerla para siempre a mi lado- me siguió la corriente, haciendo una reverencia y besándome la mano.
- Sus deseos son órdenes- repliqué.
- Concédame entonces el humilde deseo de un beso de sus dulces labios- me lanzó una mirada pícara que me produjo un cosquilleo.
- ¿Cómo? ¿Que te lo dé yo? ¿Ahora?- reaccioné-. Pero... Si no te inclinas un poco no llego...
- ¿No eres capaz?- me retó.
No iba a dejar pasar un reto, por lo que me tragué la vergüenza y me puse de puntillas, tratando de alcanzar sus labios. Se divertía viendo mis esfuerzos y la cara que ponía en el intento. Le cogí la cara y la acerqué repentinamente a la mía, consiguiendo el beso.
- Eso ha sido trampa. Otra vez- dijo sonrojado.
- Va a ser que no- le saqué la lengua.
- ¿Y qué pasa con que mis deseos son órdenes?- fingió indignación.
- ¿Y qué pasa con mis deseos?- pregunté con una mirada pícara.
Me atrajo hacia sí rodeándome por la cintura y me alzó la barbilla con delicadeza.
- Tus deseos son órdenes, mi reina. Solo tienes que decir lo que quieres y será tuyo.
- Tú.
- ¿Cómo?
- Dijiste que lo que quiera será mío. Pues te quiero a ti.
- Deseo concedido. No se admiten devoluciones- me guiñó un ojo, haciendo que me riera por nerviosismo pero también por la alegría que experimentaba en momentos así con él-. Pero sí se admiten intercambios- añadió.
- ¿Ah sí? ¿Y cuál es el cambio?
- Tú, claro está. Sé mía.
- Hmmm...- sentí mariposas en la tripa-. Supongo que es un trato justo.
Puse mis brazos alrededor de su cuello y él me estrechó más contra sí rodeando mi espalda. Conectamos las miradas y luego los labios. Fue un beso largo que me hizo olvidarme de todo y desconectar del mundo. Sentía como si solo estuviéramos nosotros dos. Ni siquiera notaba el frío. Cuando terminó, nos cogimos de la mano y regresamos a nuestros respectivos caballos. Mientras cabalgábamos de regreso al castillo, Andrés me preguntó:
- ¿Qué nombre le has puesto al caballo?
- Andrés- bromeé.
- No es tarde para llamar al mío Amy...
- Vale, vale. Lo llamaré... Víctor, en honor a la victoria de la guerra y del amor.
- Parece un buen nombre, aunque para un caballo...
- Le llamaré Vic. ¿Sabes? Estaba pensando, con nuestra boda volverán a unirse tres reinos, igual que en la leyenda. En verdad, tenemos algunas semejanzas con los protagonistas- le comenté.
- Tienes razón. La historia se repite. Supongo que es verdad ese proverbio: no hay nada nuevo bajo el sol. Todo lo que nos parece nuevo tiene raíces en el pasado.
Continuamos el camino y me pregunté qué pensaría el rey si le dijera que decidí llamar Luke al caballo. Algún día lo tendría que descubrir, y no le gustaría. Pero era lo mínimo que podía hacer para honrar a quien me dio su reino así por las buenas. Andrés me vio pensativa, pero no dijo nada hasta que llegamos al establo y guardamos los caballos.
- Me pregunto qué ocupaba tu mente en el trayecto- me dijo mientras subíamos por las escaleras.
Casi llegué a tropezar, pero me sujetó a tiempo y me aplasté contra él. Me separé sonrojada, tratando de evitar las miradas de los sirvientes, guardias y otros cortesanos.
- Estaba planeando una guerra de bromas- se me ocurrió-. Así que cuidado, cuando menos te lo esperes, iré a por ti.
- Eso suena interesante, pero cuidado, podrían volverse en tu contra- contraatacó él.
Echaba de menos las bromas que hacía con mi hermano y al mencionarlas empecé a pensar en él. ¿Qué estaría haciendo? ¿Dónde estaría? Debía encontrarle y hacerle saber que todo estaba bien. Pero primero era la boda y los preparativos, la luna de miel. Luego viajaría a mi reino para tratar asuntos ahí y asistir a la boda de mi hermana. Tenía que mandar las invitaciones, tomar decisiones sobre el decorado, elegir el menú, el vestido, el ramo, las damas de honor, organizar la ceremonia, llamar a los músicos... Al pensar en ello empecé a agobiarme. Antes de darme las buenas noches en la puerta de mi habitación, Andrés me preguntó qué me ocurría. Le conté mis preocupaciones sobre los preparativos y me dijo que no me preocupara, había gente que se encargaba de eso y yo solo tenía que hacerles saber mis preferencias. Él me ayudaría con las invitaciones y lo que hiciera falta.
- Pero la luna de miel la planifico yo- me dijo con una sonrisa pícara-. Desde la primera noche hasta la última, así que libera tu agenda.
Me puse roja al instante. No tenía ningún plan en particular para la luna de miel, y me gustaba el factor sorpresa. Que él lo planificara me ponía la piel de gallina, pero también despertaba mi curiosidad. Accedí mirando hacia otro lado. Le di las buenas noches y entré a la habitación.
- ¿Dónde vas tan deprisa? Olvidas algo.
Giré mi cabeza para ver qué quería y me encontré con sus labios frente a los míos.
- Ahora sí, buenas noches- dijo marchándose con una sonrisa.
Cerré la puerta y me cubrí el rostro. No me acostumbraba todavía, seguía sintiendo muchas cosas cuando estaba en contacto con él. Y que me sorprendiera robándome un beso me hacía sonrojar y mucho. Me gustaba su lado atrevido tanto como su lado romántico. El más interesante era su lado divertido. Pronto descubriría de qué era capaz en una guerra de bromas.
Al día siguiente, fui a la habitación del rey, donde había dejado los regalos sin abrir antes de mi huida y me dispuse a abrirlos mientras él se ocupaba de unos documentos. Terminé de verlos todos, pero ninguno era de parte del rey. De vez en cuando le hacía comentarios sobre algún regalo que me llamaba la atención. Me acerqué a su escritorio y me puse delante, con las manos en la espalda, esperando a que pudiera atenderme. Levantó los ojos de las hojas y me miró.
- ¿Ocurre algo, mi querida Amy?
- He visto ya todos los regalos... Pero no he encontrado el tuyo.
Andrés se levantó sonriendo y vino hacia mí. Alcé la mirada una vez que estuvo delante mía. Tomó mi cara entre sus manos y me dio un beso en la frente.
- No pienses que lo he olvidado. Te ofrezco librarte del castigo que te dije que te daría si volvías a escapar cuando te libré de los bandidos.
Suspiré aliviada. No lo recordaba muy bien, pero sabía que era algo que no quería por nada del mundo.
- Después de todo, no quiero hacer pasar esa vergüenza a mi reina- añadió, susurrándomelo al oído.
Me recorrió un escalofrío al recordar el castigo. Ciertamente era mejor evitarlo. Aunque no pude evitar esperar algo más. Yo quería un regalo en condiciones. Andrés notó mi desilusión.
- Claro que, no iba a quedarme atrás frente a todos los regalos que te han hecho, el mío debe superar a todos. Preparé algo especial, pero no pude mostrártelo debido a nuestra disputa esa noche- fue a su escritorio y me mostró unos planos y diseños.
- ¿Qué es? ¿Transporte?
- Una locomotora a vapor. Los mecanismos se activan con la presión del vapor al calentar el agua quemando combustible.
Me dio unos segundos para asimilar la información.
- Según veo esta máquina lleva muchos... vagones detrás y las ruedas encajan en unas líneas de hierro...
- Así es. El conjunto se llama tren. Será más rápido que un caballo y más resistente. Conectaremos nuestros reinos con las líneas ferroviarias y así podrás visitar tu reino cuando quieras sin peligro y tardando mucho menos tiempo. ¿Qué te parece?
Mi asombro era enorme. Ese invento era lo mejor que le podía pasar al mundo. Pronto podríamos desplazarnos a muchos sitios en poco tiempo y sin cansarse tanto, protegidos del tiempo adverso. No podía contener mi emoción. Salté a su cuello, abrazándole. Andrés no esperaba que estuviera tan contenta, era incluso más de lo que preveía y se mostró satisfecho.
- ¡Muchas gracias! Es un regalo increíble. No puedo creer que se haya inventado este sistema...
- Tengo algunos contactos interesantes que tenían ideas como la mía, solo que ellos sabían cómo hacerla funcionar y yo les proporcioné consejos y ayuda monetaria. Pienso que es una buena inversión y valdrá la pena.
- Por supuesto que sí- sonreí, contenta-. Eres un genio- le di un beso en los labios, sorprendiéndole.
- Pero no esperes cosas tan grandes cada año en tu cumpleaños- bromeó.
- Será el mejor regalo sin importar cual sea, mientras que lo hagas con esas ganas de verme feliz- le aseguré.
- Bueno, ese es el objetivo de los regalos después de todo.
Sentada en su regazo ante el escritorio, me mostró los detalles del proyecto y cómo planeaba ampliar la red de transporte y a ser posible comenzar a usar más la tecnología para otros medios de transporte en lugar de cansar tanto a los caballos. Sería más eficiente. Luego pasó a los proyectos de restauración de los pueblos y ciudades dañados por la guerra. La necesidad no era tan material como en mi reino, sino que más bien necesitaban "limpiar" todo, no reconstruir. Enterrar a los muertos, curar a los heridos, etc. Me mostró la ayuda que tenía planeada para mi reino. Tenía muchas ideas para mejorarlo todo. Le di las gracias y le ayudé a planificarlo todo, contándole detalles que necesitaba saber sobre mi reino y necesidades que tenía, así como sus puntos fuertes y debilidades.
Ese día lo pasamos entre documentos, contratos, planos, proyectos... Pero me gustaba trabajar con él, era una buena oportunidad para descubrir talentos ocultos y habilidades intelectuales que teníamos. Hacia el final del día, el interés y atracción mutuos habían aumentado, así como las ganas de estar juntos y tener un momento romántico. Bastó con unos momentos de compartir miradas para comunicarnos sin palabras lo que ambos queríamos. Tras un momento romántico, apoyé mi cabeza en su pecho y me quedé dormida. Estar sentados en la banqueta frente a la chimenea era agradable. Aún sentía el sabor de sus labios. Sentí mariposas en la tripa. Poco a poco me invadió el sueño y me llevó en brazos a mi habitación. Me dejó en la cama y me tapó. Sentí un beso en mi mejilla. Estaba medio dormida, pero sonreí. Cuando oí que cerraba la puerta y se iba, abracé la almohada hasta que volví a despertar con ganas de jugar y nuevas ideas para la guerra de bromas. Estaba lista.
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