Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Fugaz

La primera vez que te vi ambos apenas y éramos infantes, quizá aún lo suficientemente pequeños como para no poder darnos lujo de detalle recordando, pero no puedo olvidarlo.

Llevabas puesto un suéter amarillo, era tan suave como el color pastel y te hacía aparentar menos edad de la que tenías.

Estabas en la sala de mi casa llorando escandalosamente mientras asegurabas que tus padres te habían abandonado con extraños para nunca regresar. Mis padres trataban con todas sus fuerzas de calmarte diciéndote que solo sería un fin de semana en el que estarías con nosotros.

"Te ves feo si lloras", le dije a tu yo de 7 años en aquel encuentro pues, en mi imaginación, eso haría que pararas aquel berrinche; en cambio me miraste con tus ojitos aguados frunciendo tus labios todavía más mientras tu llanto agravaba.

Cuando traté de enmendar mi error era demasiado tarde. Tu puchero era aún peor y mis padres me miraban como si acabara de cometer el mayor crimen de la historia. En ese momento no lo entendía.

De vez en cuando regresabas a mi casa o mis padres me dejaban encargado en la tuya.
Llegó un punto en el cuál era parte de la rutina pasar los fines de semana juntos. No me quejaba, el tiempo a tu lado siempre parecía irse tan fugaz como la estrellas.

Era agradable estar junto a ti.

Mientras crecíamos descubrí que no solo me gustaba pasar mis días a tu lado, era claro que lo que más me gustaba de todo aquello, eras tú.

Ni siquiera estaba seguro de que a ti te gustaran los chicos. Yo prefería no hacerme líos con las etiquetas, simplemente me gustaban las personas.

De cualquier manera, supuse que te interesaban los chicos cuando, a partir del primer año de secundaria, comenzaste a salir con un chico nuevo cada mes.

"Me dejó Seungcheol. Decidió que no le iban los chicos", dijiste la primera vez que te rompieron el corazón. A pesar de todo no parecías realmente afectado por el rompimiento y no le tomé mucha importancia a aquella ínfima punzada que me lastimaba el pecho cada vez que hablabas de tus relaciones a partir de ese día.

"Me dejó Wonwoo", dijiste al mes siguiente.

"¿También decidió que no le iban los chicos?", pregunté yo aquella vez.

"Decidió que no le iba yo".

Me sentí el tonto más tonto de la tierra y deseé que cuando abriera mi boca no fuera para herirte.

En el último año antes de graduarnos conseguiste un nuevo grupo de amigos —amigos que eran mayores que tú— y, a pesar de que me intentaste incluir, sentí que nunca encajaría con aquel chico con complejo de tigre y aquel chico de linda voz (nunca más linda y cautivadora que la tuya, debo mencionar).

De repente habías decidido que pasar el tiempo con aquel chico mayor era más divertido que pasarlo conmigo.

Pensaba que aquella sensación ahogada que se reprimía en mi pecho cada que veía a Seokmin a tu lado se debía a mis poco comunes celos de mejor amigo. Pero yo nunca había sido una persona celosa.

Solía ser siempre la misma fórmula cada vez que hablabas conmigo sobre aquel castaño.

"Vernon, Seokmin esto...", decías.

"Vernon, Seokmin aquello...", repetías al día siguiente.

Un día, cuando apenas empezaba el invierno, aquella pauta cambió repentinamente.

"Vernon, Seokmin me terminó", dijiste.

¿Te terminó?, pero si ni siquiera sabía que salían. Quería no darle más vueltas a aquel asunto pero no pude resistirme a preguntar el porqué.

"Estaba celoso", contestaste.

"¿De qué?", continúe indagando sin importar si te lastimaba en el proceso.

"De ti", susurraste y sentí que mi pulso se detenían por un momento. "Dijo que no quería irse a la universidad cada día pensando en que quizá a quien amaba ahora no era a él".

En ese momento, imaginar una fantasía a tu lado como amigo se sentía menos dolorosa que tener un poco de esperanza por aquellas palabras.

Decidí que era mejor no seguir con el tema porque, a pesar de que moría de ganas por saber la precisión de la información, me di cuenta de que solo te continuaba dañando y no quería hacerte rememorar el pasado.

El primer año de la carrera conocí a un chico. Se llamaba Joshua y, para sincerarme, a primera instancia creí que se trataba de uno de aquellos chicos que fingía tocar guitarra solo por la aprobación femenina. Luego de unos días me di cuenta de que estaba  equivocado y de que solo lo había juzgado sin criterio.

No pasó mucho tiempo para que se hiciera un gran amigo mío. Aunque el tiempo que compartimos era limitado en su mayoría, solía disfrutar de su compañía.

"Me gusta Seungkwan", le dije en el primer otoño. No parecía sorprendido por mi declaración y mucho menos perturbado.

"Todos saben que te gusta Seungkwan", contestó al cabo de unos segundos.

Quizá el único que no lo sabía eras tú. Podía afirmar que ser despistado era una de las características tuyas que más me hacían gracia.

"Deberías hablar con él", me aconsejó después de un rato de silencio.

Me animé a seguir aquel consejo y pocos días después te acorralé cerca de los dormitorios de la universidad.

"¿Vernon?", me mirabas confundido mientras paseabas la vista por los alrededores, cómo si buscaras algo.

"Quería decirte algo", dije.

Pareciste olvidar aquello que pesquisabas mientras echabas a reír nerviosamente. Me sentí privilegiado de poder admirarte de cerca. Me encantaban todos los lunares que adornaban tu rostro, y ni qué decir de aquellos ojos que me hacían perder la cordura cada vez que los comparaba con el universo.

"Puedes decirme lo que quieras", dejaste en claro cuando terminaste de reír.

"Creo que...", comencé. A pesar de mis intentos, mi fuerza de voluntad parecía ser nula estando así, contigo. No planeaba hacerlo, algo dentro de mi me advertía que era una mala idea, pero teniéndote tan cerca, por mi cabeza solo pasaba el pensamiento de tener tus labios sobre los míos. Me acercaba lentamente a tu rostro, con anhelo y sin apuros; tú no parecías preocupado por detenerme.

Y no lo hiciste. Quien me detuvo fue un mano jalando mi sudadera desde atrás.

Aquel chico se llamaba Mingyu. Lo sabía porque compartíamos alguna que otra clase por tronco común. Era un gigante comparado contigo, y conmigo. Me vio de mala manera y te arrastró lejos de mi.

"Seungkwan", tenía ganas de decirte, "Seungkwan, no te vayas. Por favor".

Ni siquiera volteaste a verme una última vez.

Aquel día mi sonrisa se desvaneció con el viento.

"Seungkwan huye de mi", comenté a Jeonghan, el amigo-novio de Joshua en busca de una solución.

"Quizá huye de ti porque te teme, Hansol".

Yo nunca podría ni siquiera hacerle daño a una mariquita. Mientras más lo pensaba de más sentido carecía aquello.
Nos conocíamos desde los 7, ¿por qué comenzar a temerme 10 años después?

Sé que solo me estabas evitando. A veces te veía merodear por el campus acompañado de aquel gigantón que siempre llevaba aprisionada tu mano. Pero no parecías disgustado.

Parecías feliz a su lado y decidí que era un buen momento para dejar de pensar en ti cómo algo más que mi mejor amigo, aunque a estas alturas ni siquiera estaba seguro de que al menos siguiéramos siendo tan siquiera amigos.

A pesar de todo no estaba de más decir que Mingyu no me agradaba. Sentía la misma sensación ahogada que me hacías sentir cada vez que estabas junto a Seokmin.

A tu lado nadie parecía lo suficientemente bueno.

Tuvo que pasar un ciclo entero para que me hablaras de nuevo.

Sabía que ya no salías con nadie porque, aunque traté, no podía dejar de estar pendiente de ti.

"Creo que son hermosas", dijiste después de ver La tumba de las luciérnagas.

"¿Las luciérnagas?", indagué.

"Si. Las personas no lo son. Creo que la vida por lo general es terrible".

Quería preguntarte si hablabas de todas las personas y si hablabas de tu vida. No lo hice.

Me quedé a tu lado mientras los créditos aparecían, dándote miradas furtivas de vez en cuando, siempre esperando que no me notaras.

Pocos días después te llevé a un lugar especial. No era la gran cosa pero yo creía que era precioso.
Los pastizales se alzaban por encima de nuestros tobillos y el eco de la naturaleza se extendía por todo el lugar.

Te dije que tendríamos que aguardar un rato para que vieras que valía la pena estar ahí. Esperamos hasta que cayó la noche y la luz de las estrellas por fin asomó.

Pequeñas manchitas luminosas fueron apareciendo de pronto sobre nosotros.

"¡Esto es precioso!", exclamaste correteando por todos lados mientras tratabas de perseguir aquellas luces.

Pensé que lo precioso eras tú, con tus mejillas sonrojadas y tu sonrisa ensanchándose más y más. Pensé que eras hermoso mientras el viento despeinaba tus mechones de cabello y tu camisa se desfajaba y se llenaba de arrugas por tus movimientos.

Te seguí por todas partes hasta que lograste capturar uno de los puntos.

Seungkwan, yo te seguiría para siempre, en la eternidad. Incluso si no sabía qué es lo que el futuro aguardaba.

Me senté sobre la hierba y tú te dejaste caer a mi lado. Te echaste a reír y me enseñaste tu mano hecha puño, no la tenias cerrada por completo. Si poníamos mucha atención incluso podíamos oír el aleteo del pequeño insecto. Su luz se escabullía por los huecos que quedaban libres.

Trataste de levantarte otra vez pero caíste sobre mi.

La luciérnaga que había sido aprisionada entre tu puño escapó poco después. Me pregunté si tú te sentirías como aquella luciérnaga. Atrapado en mi, sin que quisiera liberarte. Me sentí un poco mal al pensar aquello, yo no quería que te sintieras así. Lo que más deseaba era verte volar.

Quizá el único atrapado era yo.

"Lo siento", te disculpaste alejándote.

"Está bien. Son cosas que pasan", dije.

Volviste a reír y me extendiste tu palma. La tomé con delicadeza y me apoyé en ti para levantarme también.

"Son cosas que pasan", dijiste.

La última vez que te vi ambos éramos adultos. Apenas nos habíamos graduado y, a pesar de todas las complicaciones que alguna vez tuvimos, vivíamos en el mismo lugar y nos manteníamos como mejores amigos.

Mantenerme alejado de ti parecía haberse convertido en una tarea imposible para mi.

Me conformaba con estar a tu lado. Lo suficientemente cerca como para admirarte todos los días y los suficientemente lejos como para saber que nunca llegarías a ser mío.

Llevabas puesto un suéter amarillo, era tan suave como el color pastel y te hacía aparentar menos edad de la que tenías.

"Puedo llevarte, de verdad puedo hacerlo", volví a insistir.

Morías de ganas por visitar aquel museo.

Pero no morías de ganas por visitarlo conmigo.

Estaba bien, no me molestaba saberlo. Cualquier cosa que pensaras me parecía bien. Incluso si dolía.

"Vernon", dijiste mi nombre por última vez, "no te preocupes".

Te acercaste a mi y dejaste un —casi— imperceptible beso en mi coronilla. Quería jalarte hasta mi y evitar que desaparecieras de mi vista. Quería decirte tantas cosas, pero después de tanto tiempo, no me atrevía a hacerlo.

Pensaba que sería egoísta retenerte conmigo una vez más.

"Te quiero, Kwannie", solté antes de que giraras el pomo de la entrada.

"Te quiero", repetiste.

Cuando cruzaste aquella puerta no me imaginé que no regresarías nunca más.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro