Esto es el apocalipsis.

Estoy sola sentada en el pasto seco, hace un buen tiempo has abandonado para siempre este mundo, no deseabas volver a verlo, ahora soy la única dueña y espectadora de todo, la única que se ha quedado para ver el espectáculo. El clima es gracial, aquí el calor de un abrazo no serán suficientes contra el insistente gelido del abandono, la sinceridad que tutelaba de ley dejó de tener poder sobre las guerras nacidas de la poca empatía, las palabras son lejanas, y si llegan con el viento, son indiferentes, medidas y centradas, nada que ayude, nada que salvaguarde tus malestares, ha quedado una tierra infértil de la que ya no crece nada hermoso, sólo mala yerba de rencores y dolor, el cielo es una bruma de grises con lluvias de cenizas de una llama que se ha apagado, los terremotos son constantes sacudidas de realidad para despertarme de que no debo olvidar la conciencia de que esta es la nueva realidad, y no una mera pesadilla, las montañas verdosas ahora son cúmulos de rocas y polvo, un rastro de algo que hubo pero que ya terminó, sólo lo habitan fantasmas de risas felices y apodos cariñosos, de promesas y sueños que no se cumplieron.

Y no importa lo horrible y desalentador que sea, es mi mundo, fue mi mundo, por eso, en mi debilidad, me escabullo y vuelvo a venir, y me siento en el mismo sitio y contemplo el caos deseando que cuerpos externos me griten pronto pidiendo que regrese a mi verdadero universo personal y no quede atrapada para siempre en este desierto de ecos del pasado que hace mucho dejó de ser compartido.