Las lluvias de la tormenta me han azotado en más de una ocasión, cual soldado en pie de guerra recibí todas y cada una de ellas en mi rostro, a pesar del frio, de la humedad, no solté ni la más mínima queja, me mantuve quieta recibiendo todo lo que soltaras sobre mí, no lo cuestioné o juzgué, era tu tormenta, era tu pesar, era algo sagrado a respetar a mi ojos, sólo quería ver salir el arcoíris otra vez, quería ver como las nubes que ocultaban el caos despejarse, y dejaran la claridad de tu ser, tu trasparencia, tu cariño...

Pero el arcoíris no llegó, algo centelló en tu cielo y un rayo fue directo a mi cuerpo.

Matándome al instante.