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12- TRISTES DESPEDIDAS, PRIMERA PARTE

Todos los cercanos a Matthew Koch se mantienen junto a él, mientras que, cada segundo qué pasa es percatarse de la realidad. Una relativamente triste.

Él suspira todavía con la cabeza en el cuello de Hellen y respira hondo, sabe más que nadie que debe ir con los abuelos, para más fortaleza, pero a la vez, no quiere. Siente que al pisar aquella casa el aroma de sus padres seguirá impregnado en la zona.

— Matthew Koch —la voz de la Reina resuena en la habitación cuando llega, él solloza está vez, maldiciendo mentalmente que tanto ella como padre no protegieron a sus padres, a sus pilares—. Te llevaré con tus abuelos.

Continúa como estaba antes de que su amiga lo ayude a levantarse, preparando una pequeña maleta y entregándosela a la Reina, la cual por alguna extraña razón se encuentra airada, sobre pensando la situación que acaba de pasar donde se lamenta y su cerebro la hace recordar cuando no ayudó a su madre a salvarse cuando estaba en la barriga.

Esto le provoca arcadas, y se disculpa diciendo que no está bien de salud.

— Irás con él —opina Zaina, con la voz un poco frágil, intentando analizar de por qué su hermana no pudo proteger a los señores Koch si ella es la que más poder tiene. Hellen asiente acomodándose un poco la ropa antes de empacar algunas cosas.

— Hasta pronto Magic Group —mencionó la Reina nuevamente, respirando hondo y despidiéndose de los cinco restantes. Hace una teletransportación a una parte oculta de Alemania, dejando que todo se remueva al ella estar ahí—. Ese carro los llevará al lugar.

Matthew todavía con la mente en el aire asiente, Hellen lleva su brazo a la cintura de él y luego, hace que empiece a caminar.

— Hellen —se detiene a observarla, entrecerrando los ojos y sorbiendo por su nariz—. No te separes.

Ella acata la orden, ojea a su mejor amigo y continúan el camino. Adentrándose al dichoso y cómodo auto antes de que aquel chico lleve sus manos a los ojos.

Matthew con la respiración entrecortada por momentos, se mantiene en la misma posición: con los codos en sus rodillas y las palmas de sus manos en los ojos. Su mente sigue puesta en ellos, en sus padres muertos.

—» ¡Matthew Koch! Préstame atención.

—» Tú y la reina les dieron la espalda a mis padres.

—» ¡No es así, permíteme hablar contigo!

—» ¿De qué vas a hablar?

—» Yo estaba protegiendo a tus padres, las pequeñas sombras, las más fuertes e inteligentes estaban a su cuidado, sin embargo, la Reina las mató y quienes iban con ella mataron a tus padres.

—» ¡¿Qué?! No, no, no... ella no mató a mis padres.

—» Koch, te podré mentir en que no sé por qué es la rebelión de la Reina y yo, pero mentirte acerca de la muerte de tus padres no puedo. Ah, y cuidado con tu "mejor amiga", no me da buenas vibras.

—» ¿Tienes alguna prueba de que ella mató a mis padres?

—» Sí, muchas; pero te las quiero enseñar en persona. Así que desde que estés libre y pase todo esto, te quiero aquí.

—» ¿Y Zaina la ayudó?

—» Zaina no sabe acerca de eso, si lo supiera estuviéramos todos en una guerra.

—» ¿Por qué si ellas son hermanas?

—» Hay mucho que aún no sabes de Zaina, pequeño Koch.

—» ¿Por qué es la rebelión con la Reina?

—» Después te darás cuenta, mi pequeño Koch.

Koch por el contrario, al escuchar la voz de padre se permitió analizar la situación, aunque se encuentra entre las nubes sabe bien que lo que al parecer hizo la Reina no estuvo bien.

El trayecto se encuentra tenso, los pensamientos de ambos son distintos; Hellen va pensando acerca de la razón de por qué su protectora no protegió a los Koch, mientras que Matthew iba tratando de distraerse, pero finalmente la ira y la poca fuerza del control de sus impulsos agobiándolos, eligiendo un bando que sabe que podrá salvar o destruir todo a su paso. Sabe que con esta decisión puede vengar la muerte de sus padres, y también destruir a su enemigo.

Cuando bajan del carro al llegar al dichoso lugar, Matthew siente sus piernas flaquear, Hellen hace que se apoye en ella, mientras que el chófer —privado de la Reina— les deja las maletas en la puerta y marcha.

Matthew con los ojos empañados nuevamente, empieza a tocar la puerta, el abuelo abre y el chico se abalanza hacia él, dejando que lo apachurre entre sus brazos.

— Entren —dice la abuela después de darle un abrazo a su nieto, ambos lo hacen y en el momento que huelen el lugar el chico se desploma en un sillón.

Hellen se acerca acariciando su espalda, tragando el nudo en su garganta y brindándole aquel apoyo que necesita en este preciso momento. Un toque en la puerta se escucha y Hellen se aleja un poco para ir abrir, dejando a Matthew al lado del abuelo.

Al abrir encuentra una joven vestida de blanco, frunce el ceño con duda y aquella muchacha remueve su largo cabello negro, mientras sus ojos marrones oscuros brillan, pero en tristeza, ahí entiende, se hace a un lado y la deja entrar.

— Familia —dice, con un nudo en la garganta. Lorena, prima de aquel chico. Se acerca a abrazarlos y entre lloriqueos en un momento prolongado la casa se llena de familiares.

El elegido se siente fatigado, sin poder moverse bien y con los músculos entumecidos. Hellen lo lleva al patio trasero —hay familiares, pero no tantos como adentro—, él suelta un suspiro forzado.

— Es difícil pensar que ya ellos no están, que no habrán llamadas donde les cuente lo que he aprendido, que la voz de mamá no se escuchará cuando cuente un chiste de humor negro, ni la risa de papá cuando me siga el juego —observa el cielo que se va apagando poco a poco—. Ya no hay nada de eso, sólo recuerdos, donde guardaré la forma de sus rostros, de sus sonrisas, de sus formas de pensar a cada tema.

»» Tal vez mis lágrimas no sigan bajando por mi rostro, pero por dentro me duele —traga saliva fuertemente, antes de que su acompañante lo abrace, dejando que se desahogue—. ¿Entonces será así? ¿Ya no más visitas a mis padres? No entiendo como en un momento estás bien y al otro... al otro debes prepararte para ir al cementerio especializado para estos casos o más bien, prepararme psicológicamente porque ya están en el lugar, porque desde que alguien muere se teletransporta a esa zona.

»» ¿Alguna vez has sentido esto, Hely? Porque la verdad, pensar en la muerte de un ser querido duele tanto. No lo deseo a nadie, ni al peor de los enemigos.

— Mis palabras no es que sean de un mayor apoyo —comienza Hellen, con la cabeza puesta en su pecho—. Pero sí, he pasado por ese momento, donde sientes que te ahogas y que no puedes seguir, de qué quieres viajar con ellos para sentirte bien contigo mismo. Quizás son situaciones diferentes, pero con la misma reacción. Con el tiempo empiezas a pensar en eso y no dolerá, sólo recordarás los momentos felices de la vida junto a ellos.

— ¿En algún momento yo no lo recordaré entre lágrimas?

— En un momento los recordarás con lágrimas en los ojos, pero por todo lo que te pudieron dar —acaricia su cabello, mientras que, el chico asiente cohibido—. Amor, carisma, una familia de bien, bromas, logros... todo lo bueno estará en tu mente y lo malo se apagará.

[...]

La vestimenta del hijo de los difuntos señores Koch hacen juego con toda la situación: negro.

Sus ojos se encuentran distantes y la desesperación en sus manos es todo palpable, nada lo reconforta, ni, aunque sus abuelos estén iguales o peores. Todo es un caos, él no deja de lamentarse provocando que los nervios de Hellen suban cada vez más de nivel. Sin embargo, a pesar de todo esto en su mente se repite una y otra vez la misma palabra: venganza.

— Matt —él le presta atención, tragando saliva notoriamente antes de levantarse y asentir. Es momento de visitar el reino de la Reina, por lo tanto, su semblante está caído y a la vez con pensamientos destructivos.

Sólo irán los abuelos y ellos dos, tratando de evitar los demás familiares que han vuelto a marchar lejos de la zona. La teletransportación provoca más debilidad en Matthew, donde se apoya del hombro de Hellen para no caer. Los abuelos caminan con las manos entrelazadas y con pañuelos en las otras manos.

— Vamos —le dice Hellen, tragando saliva para poder reconfortarlo más. Le toma la mano y empiezan a caminar despacio, el reino se encuentra frente a ellos, pero deben caminar un largo trayecto.

En un momento las piernas de Matthew flaquean cuando están a punto de llegar, respira hondo y luego de ver a su acompañante a los ojos la abraza.

— Por favor, no te separes de mí —le pide con la voz ronca, sabe que si lo dejan solo por más que no tenga la estabilidad habría una masacre; ella asiente palmeando su espalda. Lo ayuda a subir unas pequeñas escaleras y luego de tanto, están dentro.

Uno de los tantos reinos, aquí ahondan los seres muertos, por lo tanto, las paredes lanzan una lúgubre vista donde los cuadros puestos dan terror. Hay sillones para algunas visitas donde habitan llorando cada vez más y en el techo hay un candelabro. Las ventanas dan con vistas al exterior, donde ha comenzado a oscurecer de forma rápida.

Cruzan una puerta donde allí habita dos urnas con los nombres de sus padres, el aprieta sus ojos más fuerte y Hellen acaricia la palma de su mano. No lo está reconfortando, pero necesita ese calor de que alguien está cerca.

Sus mejillas se humedecen cuando se acerca con las piernas temblorosas, pasando sus dedos por las urnas y cayendo de rodillas. Grita del horror, la desesperación, el pánico, todo... golpetea el piso con sus manos abiertas como si eso los trajera de vuelta, las lágrimas no lo dejan ver correctamente y la respiración cada vez más se le atasca.

Hellen corre hacia él, atrayéndolo hasta sus brazos y dejando que las lágrimas caigan de sus ojos —les tenía amor a los señores Koch—, por lo tanto, entiende aquel dolor.

— ¡Mis padres! —grita desgarrando sus cuerdas vocales, haciendo que el lugar tiemble inesperadamente, nadie ha logrado hacer temblar ese lugar, él pudo. Ella lo aprieta más, como sí en algún momento fuera a desaparecer y el que Matthew solloce tan fuerte le entra más ganas de llorar.

«¡Díganme que es una broma!» se dice hacia él mismo, donde por dentro escucha ese crack de algo romperse. Su estabilidad peligra, su fuerza decae, sus poderes... se apagan.

— ¿Matt? —zarandea por los hombros al chico cuando dejó de gritar de golpe, con horror observa su rostro y la picazón en el cuello es cada vez más palpable— ¿Matthew?

Lo zarandea aún más, pero sólo logra que el chico caiga con la cabeza en sus piernas. Se salvó a no lastimarse por estar siendo agarrado por ella.

— ¡Matthew! —los abuelos Koch se acercan haciendo unos movimientos de mano que logra despertarlo, pero que ahora, sus tatuajes se van apagando.

— Sácalo de aquí —mencionó la voz de la Reina presentándose en el lugar, con su típico vestido elegante y con unas pequeñas ojeras renacer.

Hellen acata la orden, es ayudada por Zaina que los teletransporta hacia el hogar, para después volver a marchar. Los tatuajes de Matthew siguen apagándose y el del cuello... es el único que reluce.

— Matt —el chico aturdido la observa, retirando los cabellos de la frente y respirando forzoso.

— Esto es una broma —la observa con los labios entreabiertos y la palidez en su rostro— ¿Verdad?

— No —lo dice sin filtro, el chico la observa antes de dirigir su vista a su cuerpo donde retira la gran chaqueta negra entre sollozos y observa los tatuajes que se van apagando— ¿Tienes hambre?

— Sí —responde entre sus quejidos, luego coloca la chaqueta en el brazo del sillón y recuesta la cabeza en el dichoso lugar. Está aturdido, con dolor de cabeza, sintiéndose más vacío y sin ninguna fuerza, esto lo devastó.

Hellen hace aparecer algunos alimentos: frutas picadas, sándwiches, jugos, ensalada con pechuga, etc.

Él come lentamente, mientras por momentos observa los retratos en la casa, sorbiendo por su nariz de forma espantosa.

— No quiero más —indica cuando ha comido la mitad de cada cosa, ella asiente un poco y lo termina. Luego permanece en el mismo sitio, él no habla, simplemente se queda observando la nada.

La luz del exterior de las farolas se va adentrando en el interior de la casa y ambos quedan espantados cuando tocan de manera excesiva la puerta.

— Yo iré —le informa al chico que casi queda dormido, asiente cohibido y ella camina el trayecto. Observando por la pequeña ventana cerca y percatándose de quiénes son, les abre y ellos se adentran abrazándola.

— Hija mía, perdón por no haber venido antes —sus ropas están bastantes desaliñadas, sus expresiones muestran cansancio y los rasguños son notorios.

— Estuvimos reclutados por las sombras —su madre la abraza y ella finalmente deja caer libremente las lágrimas que retenía frente a Matthew, los señores Webers la reconfortan también dejando sus lágrimas descender, esto les duele a todos y más a ellos que siempre estuvieron ahí— ¿Matthew?

La hija de ellos los conduce hasta el lugar donde él se encontraba, frunce el ceño al no verlo y corre hacia las escaleras para ir al segundo piso para poder buscarlo en su habitación.

Está acostado en posición fetal, con pijama de osos —sí, aquella pijama que le regalaron sus padres— sus ojos están cerrados y la respiración está tranquila. Dormido, así se encuentra en estos momentos.

Se acerca a la ventana para cerrarla y luego se dirige apagar la lámpara de su escritorio, se inclina un poco acariciando sus cabellos y luego rebusca en el lugar ese muñeco de trapo hecho por su madre, le alza el brazo y hace que lo abrace. Lo acomoda mejor en la cama y después marcha de la habitación, cerrando la puerta detrás de sí.

— ¿Se durmió? —preguntó la abuela que ha recién llegado, la chica asiente, ella exhala— Mi hijo murió y la verdad que esto me duele tanto. Matthew los ama tanto que enterarse de esto fue un momento bastante trágico en su vida. Dicen que son los hijos que entierran a sus padres, no al revés.

— Y tal vez suene duro decirlo, pero —el abuelo traga fuertemente saliva después de pasar sus manos por el rostro un poco arrugado— mi hijo no fue el angelito perfecto, pero a través de sus travesuras había esa chispa de querer proteger a su familia. Dio la vida cuidándola.

— Mis amigos ya no están —indicó el señor Weber, tratando de acomodarse la ropa demacrada.

— Les buscaré algo con que vestirse, la última vez que vinieron dejaron ropa —dice la abuela, levantándose sin apuros.

La conversación es trágica, hasta que Hellen decide darle fin y marchar a cambiar su vestimenta por una pijama cómoda, luego se dirige a chequear a Matthew, abre la puerta despacio asomando su cabeza.

— Me he despertado, puedes entrar —él no está durmiendo bien, sólo minutos y siempre en cada sueño le aparecen recuerdos de sus difuntos padres.

La chica entra cerrando detrás de ella y recostándose en la cama junto a él.

Él posiciona su cabeza en el estómago de ella, se mantiene con la respiración tranquila y de vez en cuando observa sus brazos.

— ¿Sabes por qué no están? —habla de sus tatuajes. Ella suspira.

— Cuando pasas un momento de tragedia, peligro, cualquiera de unas cosas feas de esas, tus tatuajes empezarán a ocultarse hasta que estés un poco más estable —menciona despacio, acariciando los cabellos del chico—. Estarás por el momento siendo como uno de estos humanos comunes y corrientes.

El tatuaje en el cuello ella no sabe por qué no se le apaga, por lo tanto, esa duda quedó impregnada en su anatomía.

[...]

M.K

¿Han tenido ese momento de debilidad donde te pueden acuchillar y no sentirías absolutamente ningún dolor?

¿Sí? Bueno, así estoy en este momento, ni el aire fresco de Alemania logra calmar la tristeza de saber que ellos no estarán.

Ni trotar para relajar la mente, ni los chistes fuera de contexto que trata de hacer Hellen para que me ría en casa, ni los mensajes del Magic Group por chat. Nada me anima y así menos podré volver a Potresheill para estudiar, practicar y destruir la responsable de todo este caos.

Recuerdo cuando llegaba del instituto y ellos estaban con la comida sobre la mesa, esperándome para almorzar, o cuando ellos me sacaron de mi habitación para irme al patio para poder jugar bajo la lluvia. Las tantas veces que íbamos al supermercado para hacer las compras y llegaba feliz con golosinas en manos, saltando de un lado al otro sin podérmelo creer.

Ellos los fines de semana se alistaban, me enviaban a alistarme y luego, íbamos a la casa de los Weber para pasar unos dos días estupendos. Piscina, barbacoa, juegos de mesa, películas... era lo que más nos entretenía.

Suelto un suspiro cansino, tal vez en algún momento podré volver a sonreír de la misma forma que lo hacía, sin que la tristeza se perpetúe tanto y poder hablar de ellos sin que la voz se me corte.

Alzo la capucha de mi sudadera y la coloco en mi cabeza, comenzando a caminar despacio. Las manos en los bolsillos y la brisa azotar mi rostro, es lo único que se perpetúa, aunque, en un momento me detengo a observar a un chico venir hacia mi dirección con celular en mano.

Me pregunta acerca de una calle y luego de darle la suficiente información se retira agradeciendo. Mi celular vibra en mis bolsillos, llego finalmente al parque, sentándome en un banco pequeño y poder sacar el celular, para verificar las notificaciones.

Magic Group

Vampiro dulce🧛 ha agregado a un nuevo contacto

Vampiro sádico dominado🧛: A ver, pendejo, ¿A quién agregaste?

Loba diosa🐺: ¡¿Cómo demonios tienes a mi hermano?!

Bruja dominante🧙‍♀️: Se puso fuerte la cosa.

Vampira chistosa🧛‍♀️ ha enviado un sticker de alguien haciendo un baile

Beautiful Hely⚔️ ha enviado un sticker de alguien intrigado

Vampiro dulce🧛: ¡Hay nuevo integrante! Momento, ¿Y Matthew?

Número desconocido: Hola.

Bloqueo el celular para volver a mi hogar, quizás pueda encontrar un poco de tranquilidad y poder refrescar la mente para tratar de que mis tatuajes vuelvan y volver a Potresheill a investigar, entrenar y conseguir lo más querido.

Quizás dos semanas después me costó poder estar un poco estable y tener mis tatuajes de vuelta. Aunque ahora pisar nuevamente Potresheill, donde todos me observan con pena me dan ganas de ocultarme y volver a Alemania.

— Tú puedes, Matt —me da un pequeño apretón en la mano que sostiene, la observo, ella se inclina y besa mi mejilla—. Verás que puedes con esto.

— Puedo con esto —digo varias veces con la voz totalmente ronca, ella sonríe levemente antes de conducirme por el pasillo grande y extenso, nuestras maletas resonar y las miradas de lástima son palpables.

Exhalo el aire que llevaba conteniendo, Hellen suelta su maleta y abre la puerta, por mi parte me percato de la nueva cama qué hay dentro, con un chico pelirrojo sobre la misma, sus ojos están cerrados y tamborilea sus dedos en su estómago mientras escucha las palabras reclamadoras de Edén.

Los demás se percatan de nuestra llegada y empiezan a saludarnos y abrazarnos, sus miradas están tranquilas y finalmente puedo relajarme.

— ¡¿Quién te dijo que vinieras a Potresheill, Abadón?! —sigue gritando Edén, frunzo el ceño y los demás hacen una mueca por el ruido— ¡Respóndeme, pedazo de imbécil!

— ¡Ya dejen de gritar, por amor a la Reina! —exclama frustrada Sedna, luego se acerca al chico de nombre Abadón donde lo obliga a acercarse a mi— Él es Abadón Ainsworth, hermano de aquella gritona.

— Al fin te conozco, elegido —se inclina haciendo una reverencia, y luego extiende su mano y la acepto, luego saluda a Hellen antes de regalarnos una sonrisa—. Perdonen a mi hermana, es media tonta a veces... —la chica le lanza un zapato, él se exaspera y se acerca a ella con las manos vueltas humo, grita del horror.

Entiendo más al ex de Hellen que a este momento.

— ¡No puedes andar borrando los recuerdos, Abadón! —le grita Dermain, me acuesto en la cama después de buscar el álbum de fotos y comenzar a ojear.

Ignorando el alrededor y encerrándome en una burbuja. En un momento esas fotos se visualizaron en mi mente: fiestas de cumpleaños, playas, montañas, de viaje, practicando bailes...

Cada instante en esa foto es presentado y de vez en vez sacándome pequeñas sonrisas al ver la felicidad pautada en las fotografías.

En este momento sólo somos el álbum y yo, hasta que llego a esa última parte donde salimos Hellen y yo. La estaba abrazando desde la espalda y ella se mantenía con las flores que tanto les gusta en sus manos, mientras que mi padre está en el suelo con los ojos abiertos y un pequeño cartel: sí en el futuro no se hacen pareja, me vuelvo cenizas. Aunque se volvió cenizas sin esperar resultados.

Respiro hondo y luego observo la esquina, allí estaba mi madre con otro cartel, pero este estaba uniendo nuestros nombres. Vaya cosa. Los señores Weber habitaban en el suelo por igual, pero señalándonos con sonrisas llegando a sus ojos.

Cierro el álbum para salir de mi burbuja, debo de investigar más acerca de las sombras y de la Reina, pero al percatarme del alrededor quedo pasmado.

— ¿Qué demonios? —todos se están golpeando como si no hubiera un mañana y tengo que aclarar mi garganta para poder gritar— ¡Se calman!

Se alejan con los brazos cruzados, se sientan en sus camas para después comenzar a organizar su parte de la habitación.

— Duerme con un ojo abierto, Ainsworth —el chico pelirrojo maldice por lo bajo y se voltea. Los observo severamente a todos antes de negar, me levanto despacio.

— Iré a la biblioteca —informo pacífico, ellos asienten, Hellen trata de levantarse, pero niego—. Descansa, tranquila.

Y sin más, marcho de la habitación como si tuviera un cohete en el culo. Luego, cruzo los pasillos en busca de la dichosa biblioteca.

La bibliotecaria está en su respectivo puesto, tecleando y revisando algunos libros allegados, por momentos pasa sus manos por los pómulos antes de continuar. Me observa y sonríe amablemente.

— ¿Necesitas ayuda para encontrar algún libro? —rasco mi nuca, pero niego sonriéndole amablemente de vuelta— Bien, cualquier inquietud estaré aquí.

— Muchas gracias.

Avanzo por los pasillos con los enormes estantes con libros clasificados, en una zona está lo que buscaba. Lo tomo entre mis manos y empiezo mi caminata hasta una silla completamente vacía.

«Las sombras: son creadas por alguien lleno de rencor, odio, envidia, codicia, maldad, hipocresía, lujuria, mentiras. En ninguna parte de su cuerpo lleva tatuajes, al contrario, creador de estas cosas conlleva heridas profundas tratando de ser ocultas entre ropas anchas, largas o negras.

«Creador de las sombras tiene en mente acabar con todo ser sobrenatural que se presente, ya que, su odio sigue en pie como el de acabar con la Reina, ignorando a Zaina... a ella la cuida desde la distancia.

«Se ha rumoreado que se están duplicando cada vez más, quizás el ejército de sombras se culmine en décadas, siglos... o en el presente, pero lo que sí tendremos en claro son los antiguos unidos a ellos:

Los señores Fairchild.

Señores Koch.

«Cada uno de ellos decidieron unirse a las sombras para darle seguridad a sus hijos y volverse leales al creador.

¿Mis padres sabían acerca de padre?

Momento...

Me levanto como un resorte de la silla, llevando el libro a su lugar para después caminar decidido afuera del recinto. Corro a la habitación en busca de mi celular donde los demás se encuentran postrados en sus camas con libros en manos.

La confusión de todos es palpable cuando me ven rebuscando con desesperación.

— ¿Todo bien?

— Sí, Hely —la observo tratando de reflejar tranquilidad, ella asiente y se acomoda en su lugar, dándome la espalda. Salgo de la habitación esperando que las dos personas que estaban en el pasillo marcharán, y finalmente, marcho al reino de Padre. Aquí obtendré respuestas.

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ESTE CAPÍTULO ESTÁ DIVIDIDO, PARA QUE NO SEA TAN TEDIOSO A LA HORA DE LEER, DEMASIADA INFORMACIÓN Y BASTANTES EMOCIONES LAS CUÁLES REQUIEREN ESTAR SEPARADAS.

PRONTO CON MÁS ACTUALIZACIÓN.

CON AMOR, REYES

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