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¿Kaiju?

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Tras el incidente del Kaiju residual, habíamos sido trasladados al hospital más cercano, siendo tratados en cada una de las heridas o anomalías en nuestros cuerpos.

¿Cómo te sientes? -Escuchaba a Ichikawa hablar.

Supongo que, bien. -Me volteé sobre mi camilla, para verlo sentado en una silla de reposo dentro de la habitación.

Hibino, estuviste genial. -El mismo chico se dirigía al mayor de nosotros.-Gracias a ti, no hubiéramos pasado de éste primer día. -Acotó.

¿Saben? Lo reconsideré, si presentaré el examen para unirme a las fuerzas de defensa. -Se escuchaba decidido, a través de la cortina que marcaba nuestra privacidad.

Normal, eres jovencito. -Burlé para aligerar el ambiente.

Gracias, chic...-Kafka se calló de golpe.

¿Se te cayó la lengua? -Dije al no terminar de escuchar la oración del mayor, obteniendo una mirada por parte del chico de cabellos rubios, mientras mostraba una sonrisa.

Un kaijagh. -Escuchamos un quejido ahogado.

¿Kafka? -Pregunté al escuchar su queja.

¿Sucede algo? ¿tu medicación está fuerte? -Ichikawa agregaba preocupado.

¡Argh! -Resonó un fuerte quejido en toda la sala de cuidados.

¡Kafka! -Dijimos al unísono los jóvenes, mientras el chico movía y esparcía con fuerza la cortina que dividía las camas en las que estábamos el mayor y yo; dejando a la vista una bestia, relajada y totalmente confundida.

¡AH! -Tanto Ichikawa como el monstruo que se encontraba en la camilla se sorprendían, mientras que mis cuerdas bucales, aún no emitían sonido alguno.

El Kaiju divisó su reflejo con el cristal de la gran ventana situada en la habitación y no pudo evitar exaltarse.

¿Eres Kafka? -Ichikawa preguntaba.

Ni yo lo sé. -El monstruo humanoide ¡¿hablaba?!

¡¿QUÉ?! -Finalmente mi voz salía del interior.

Shhh, no grites. -El chico me miraba y trataba de apacigüar la situación en la que nos encontrábamos los tres.

Quieres que me calle, cuando fuiste tú el que gritaste, "¡Ah!" -Imité su pequeño gritito, mirándolo a los ojos.

Ay, por Dios, qué difíciles son ustedes. -El rubio masajeaba con desesperación los costados de su frente.

Si te estresas o enojas mucho, te van a salir arrugas. -Miré divertida a Ichikawa.

Gracias a nuestro despiste, teníamos la puerta de la habitación abierta, era un riesgo.

Ichikawa. -Llamé su atención, para señalar temblorosa hacia la entrada de la habitación, en la cual yacía un anciano, paciente de nuestro mismo piso, quedando completamente shockeado y llamando a emergencias por el Kaiju presente.

Lo está reportando. -El chico mencionó, mientras veía al mosntruo.

Rápido, una sonrisita. -Dije, tratando de que el señor cambiase de opinión, grave error.

No pasa nada, señor. -El ahora Kaiju, había tratado de sonreír, obteniendo una pérdida en el intento; mostrando a su vez los dientes afilados y la larga lengua.

Pareces chica de hentai. -Reí al verlo.

¡¿Y tú cómo sabes?! -Obtuve un exalto avergonzado.

Sí, ¿cómo sabes eso? -El chico me miraba sonrojado.

¡¿Eh?! No es lo que piensan. -Sacudía mis manos en forma de negación, avergonzada.

Tras aquella escena vergonzosa, divisamos que el anciano ya estaba desmayado en el suelo del pasillo.

Debemos irnos, vendrán por ti. -El ojivioleta había sabido manejar la situación.

"¿Debemos?" -Hice un puchero pesado. -Recordemos que tengo lastimada la pierna izquierda. -Mencioné, mientras me la señalaba.

No hay tiempo. -Kafka abría la ventana desesperado, fallando en el intento y dejando una enorme catástrofe en la habitación que yacíamos. 

Tiene razón, no hay tiempo. -El de cabellos rubios cenizos, se había acercado a mi camilla, mostrándome su espalda, dando a entender que me llevaría él.

Como pude y a gran velocidad, me aseguré en él, teniéndolo como soporte.

¿Seguro que estás bien? -Pregunté insegura al saber que él cargaría conmigo.

Tranquila, ¿si? -Me agarré con fuerza a él, para luego dejarnos caer por el gran agujero que había ahora, en vez de ventana.

Mientras éramos prófugos en la noche, la brisa nocturna nos golpeaba con fuerza.

Ichikawa. -Musité muy bajito encima de su espalda.

¿Um? -Respondió suave, mientras corríamos en las calles oscuras. (Hola, estoy enculadota de él)

Quiero hacer pis. -Agregué avergonzada, mientras escondía mi cara en él.

¿Por qué te sonrojas, Ichikawa? Ay, el amor juvenil. -El que en teoría, era Kafka, burlaba de la escena.

¡Cállate! -El rubio dijo tímido y con fuerza.

¿Enserio eres el Kafka que conozco? Además, ¿qué parte de todo eso es Kafka? -Volteamos a ver como el Kaiju se deformaba múltiples veces, sin tener control alguno y a su vez, comía un cuervo vivo, para acto seguido ser regañado por el jóven.

Honestamente, ni yo lo sé. -Hubo respuesta. -Además, también necesito ir a mi arbolito. -Hacía un intento de puchero.

A ver, ladra. -Me burlaba al escuchar "arbolito".

Te voy a morder el brazo, mocosa. -Había respondido como si realmente era el viejo de Kafka, agregando un gruñido en su contestación.

¿Por dónde piensas orinar? No tienes una parte como para hacerlo. -Sonaba lógico el chico. -Tampoco lo harás con una chica presente.

Exacto, eso, eso. -Asentía a las palabras de Ichikawa.

Pero siento que se me saldrá en cualquier momento. -El kaiju humanoide se quejaba.

Unos cuantos pasos más avanzados en la calle, vimos aquella escena desagradable, mientras que para él era lo más humillante.

¡¿Estás haciendo pipí?! -Tanto el chico como yo hablamos conjuntamente disgustados y sorprendidos.

¡Mis pezones! -El kaiju hablaba exaltado y avergonzado.

Una vez se deshizo de sus desechos corporales líquidos, completamente lleno de vergüenza, se dejó caer sobre el frío suelo.

¿Pero qué es ésto? -Comenzaba a imitar un llanto, mientras posaba sus manos sobre sus pezones, cubriéndolos. -¿Qué mujer se casará conmigo? -Chillaba.

Ichikawa me bajó de su espalda con toda la cautela del mundo, haciendo que él mirase al suelo en el que estaba Kafka.

Ánimos grandulón, hay chicas a las que le gustan los tentáculos. -Reía, mientras cojeaba y forcejeaba con las piernas del Kaiju, y al mismo tiempo, Ichikawa forcejeaba con los hombros y brazos de la bestia.

¿Y yo soy el raro aquí? -El Kaiju había parado su drama, para mirarme con ese semblante juzgador.

¿Qué? Piensa en las posibilidades. -Volví a reír leve.

¿Creen que aún pueda unirme a las fuerzas de defensa? -Suspiró pesado y resignado.

No, no, absolutamente no. -Habló el peliclaro.

¿Quieres morir? -Había respondido yo.

¡Claro que no! -Kafka contestó.

Eso pensé. -Coloqué mis dedos en mi frente, tratando de aún, asimilar lo que estaba ocurriendo.

Ichikawa me volvió a llevar cargada en su espalda, ya que debíamos huir, pero gracias a mi pierna, aún no sanada; los retrasaría.

¡Por ahí! -Llamé la atención de los dos, mientras señalaba una zona restringida.

Ahí, no nos encontrarán. -El muchacho jóven comentaba.

¿Eh? ¿qué? -El kaiju amistoso estaba confundido.

¿Sucede algo? -Pregunté a su confusión.

Siento, ¿otro kaiju? -Respondía, como si un radar fuese.

¿Más kaijus? -Dije levemente nerviosa.

De forma violenta escuchamos un gran grito histérico y lleno de miedo, yendo velozmente donde provenía el llamado.

Una vez llegamos, Kafka ya se había encargado del problema principal; comentándonos que un Kaiju enorme y residual, quería comerse a una nena que se encontraba en el sitio, con su mamá atrapada en escombros.

Eres muy valiente, linda. -Me acerqué a la pequeña con una sonrisa; mientras que ahora Ichikawa se encargaba de revisar la estabilidad vital de la madre que estaba en el lugar.

Obtuve un gran grito asustadizo por la niña, dándome cuenta que Kafka había sonreído sin previo aviso.

Para, que la asustas, idiota. -Regañé.

Ella está inconsciente, estará bien. -Escuchaba al chico.

Señor Kaiju, muchas gracias. -La infante habló, aún estando cubierta por mi espalda.

No hay de qué. -Dijo blando, para luego dirigirse a nosotros.

Pronto llegará emergencias, me adelantaré, pero los espero. -Nos ordenó claro.

Ichikawa dejó a la vista a la mujer junto a su hija, para luego volver a ofrecerme su espalda como carruaje.

Deberías estar cansado, y te ha de doler. -Intenté negarme sutilmente.

Debemos irnos rápido. -Agregó, para ignorar mis palabras y cargarme como un costal de papas.

Ay, no te pases. -Me quejé encima de su hombro.

En el camino, nos encontramos a Kafka y ya no al Kaiju.

Una vez estábamos alejados y cerca del hospital, comenzamos a cojear tanto Kafka como yo, Ichikawa ya estaba calmado.

¿Están bien? -Una enfermera nos vio deambular por los pasillos.

Antes de que el Kaiju hiciese algo, evacuamos del sitio. -El rubio nos safó de posibles interrogantes.

Y ahí estábamos, nuevamente en las camillas del hospital.

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