Capítulo 1
Me bajé con ilusión del bus, acomodé mi ajustado vestido blanco, de pequeñas flores celestes y sostuve mi monedero rojo.
El sol lanzaba fuerte sus rayos. Buscaba una dirección, la que nadie hasta el momento había sabido darme y sin más, me metí a un tocador a refrescarme un momento y acomodar la rosa blanca junto a mi oreja.
Miré el reloj y ya estaba muy atrasada. Aceleré mis pasos con mis sandalias y solo deseé encontrar aquella dirección.
De pronto, me di cuenta de que se me había extraviado mi monedero y me entró la preocupación y angustia.
Comencé a buscarlo desesperada. Me devolví por el mismo camino, que había tomado, y hasta entré otra vez al tocador, por si lo había dejado olvidado allí, pero mi monedero no estaba.
<< ¡Llegaré tarde a mi trabajo el primer día! >>
<< ¡No puede ser! >>
Muy angustiada, había perdido mi monedero y sin saber que hacer, estuve a punto de llorar y doblé a una calle y choqué de frente con un hombre.
Él me miró deslumbrado y a mí casi se me salió el corazón. Su rostro se me hizo conocido de alguna parte. Era muy guapo, de piel blanca, melena cobriza y unos ojos muy celestes, casi como el cielo, y muy alto.
_ Perdón. No fue mi intención...
_ Descuida, no pasó nada... - me sonrió.
Yo sin poder evitarlo, me perdí en sus profundos ojos celestes, en su sonrisa y recordé que había perdido mi monedero y pasé por su lado, pero él me detuvo.
_ ¿Estás bien? - me volteé.
_ No, la verdad...
_ ¿Qué te ocurre?
_ Es que perdí mi monedero y ahí tengo todos mis datos y dinero
_ Oh vaya
_ Y si no lo encuentro, no tengo como pagar el bus, para volver a mi casa
_ Tranquila. Yo te ayudaré a encontrarla
_ ¿De veras? – le pregunté y le sonreí al instante. Él contempló mi sonrisa.
_ Por supuesto ¡Vamos!...
Lo seguí y él caminó junto a mí.
Me miró y sonrió...
_ Por cierto ¿Cómo te llamas?
_ Me llamó Stephanie
_ Stephanie – dijo y volvió a sonreír.
_ ¿Y tú? ¿Cómo te llamas?
_ Soy Joey
_ Joey, que lindo nombre - me sonrió aún más.
Caminamos con urgencia por las largas calles, solo buscando mi monedero. Él
no dejaba de mirarme, y observaba los detalles de mi ajustado vestido blanco y la rosa junto a mi oreja y sonrió.
Preguntamos en unos puestos, buscamos en las plazas, pero nada. Era como si mi monedero se lo hubiera tragado la tierra.
Me acerqué hasta una señora y le pregunté por mi monedero. Joey me miró anhelante y luego reaccionó y corrió a preguntarle a otro señor por él.
Preocupados, solo queríamos encontrar mi monedero y lo seguimos buscando por todas partes...
Nos miramos y yo me angustie aún más, puesto que no tenía dinero para regresar a mi hogar.
Joey lo advirtió.
_ No te angusties Stephanie. Lo encontraremos
_ ¿Y si no? Creo que ya no hay nada más que hacer
_ Claro que sí y si no lo encontramos, no te preocupes. Yo te daré dinero para que puedas volver a tu hogar – lo miré sorprendida.
_ ¿En serio? ¿Le prestarías dinero a una extraña, que recién, apenas vienes conociendo? – me sonrió.
_ Pero ya no somos extraños. Además, necesitas dinero, como para poder volver a tu casa – le sonreí más que agradecida y él me miró con destellos.
_ Gracias, de verdad muchas gracias
_ Tranquila, ahora solo sigamos buscando tu monedero
_ Si...
Nos metimos a otra calle y caminamos juntos.
Aunque estaba muy preocupada y nerviosa por encontrar mi monedero, me sentía maravillosa y feliz, acompañada y protegida a su lado. Jamás me había sentido de esa manera, y sin poder evitarlo, lo miré caminar a mi lado y miré sus facciones. Era mucho mayor que yo, pero muy atractivo.
Lo encontré tan guapo, y él de pronto me miró, y yo me sentí avergonzar. Joey sonrió.
Entramos a una tienda de libros; Joey se acercó a la vendedora y le preguntó por mi monedero y yo tras suyo, miré su enorme espalda.
Me temblaron las piernas y el corazón casi se me salió del pecho. Inevitable, sonreí de dicha.
Joey me miró con una dulce sonrisa, yo lo miré y vi mi monedero en sus manos y estallé de alegría.
_ ¡Es mi monedero! ¡Es mi monedero, Joey!
_ ¿Es este entonces? – preguntó y sonrió.
_ Si
Joey me entregó mi monedero y los dos nos sonreímos perdidamente.
Salimos, juntos, de la librería y yo con mi monedero, Joey me miró y los dos volvimos a sonreírnos.
_ De verdad muchas gracias por haberme ayudado a recuperar mi monedero, Joey
_ De nada. Qué bueno haber podido ayudarte – me dijo sin dejar de sonreírme y yo feliz por su amable gesto, me sentí tan maravillosa y recordé lo de mi nuevo trabajo, que ya era demasiado tarde.
_ Bueno, ahora debo irme
_ ¿Te vas?
_ Si, ya se me hizo muy tarde... Otra vez muchas gracias por haberme ayudado - me sonrió con ternura.
_ Fue un placer. Que te vaya bien- le sonreí.
_ Gracias, a ti igual. Adiós...
_ Adiós...
Los dos sin dejar de sonreírnos, yo me volteé y continué con mi camino.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro