Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 4



1.


—Tengo una bodega en Ashfield.

James estaba acurrucado contra él, debajo de su brazo, y Harry pensó en ese momento que ya se había dormido. Harry casi se había quedado dormido.

La voz de James fue amortiguada por su hombro. —Tengo mis herramientas allí, si fuéramos a buscarlas, podría arreglar tu camioneta.

Había pasado casi una semana desde que James había encontrado un cable alojado en el motor de la camioneta, y Harry casi se había olvidado de él, mencionando que la camioneta necesitaba un ajuste. Por supuesto, Harry tenía otras cosas en mente; había enviado el principio de un libro a su editor, había continuado escribiendo como un torbellino, y había rechazado las peticiones de Heather para una fiesta de pijamas para su próximo cumpleaños que se acercaba.

—Uh, claro—, le dijo a James. —¿Cuándo quieres ir?

James se movió un poco y suspiró. —No quiero, la verdad—. No dijo nada más durante tanto tiempo que Harry pensó que realmente se había quedado dormido. —¿Mañana mientras Heather esté en la escuela?

—Sí, está bien—, contestó Harry, desconcertado. Habían tenido buenos días seguidos, y había estado esperando a que el James Malhumorado fuera reemplazado por un James Feliz. No, esa no era la palabra correcta, James nunca estaba del todo feliz, pero sí parecía estar más... contento con los últimos días. Harry incluso lo había visto sonriendo espontáneamente a Heather, después de que ella lo derrotara seriamente en Mario Kart y se regodeara en risas de él. La verdadera sonrisa de James era increíble, cómo transformaba su rostro entero; sus ojos se arrugaban en las esquinas, levantaba las cejas y diez años se alejaban en un instante. Harry había sentido envidia por un momento (James nunca le había sonreído así), antes de darse cuenta de que estaba siendo un tonto.

James suspiró de nuevo y lo abrazó un poco más fuerte. —Mañana entonces—, murmuró, y siendo así, ahí realmente se había quedado dormido. Harry se quedó mirando la parte superior de su cabeza por un largo tiempo, preocupado, sin saber por qué.


2.


James insistió en conducir a la mañana siguiente, diciendo que quería escuchar el motor de la camioneta mientras cambiaba de marcha. Harry lo dejó; odiaba seguir las instrucciones de un pasajero, y no sabía moverse en Ashfield en absoluto. Además, no iban a ninguna parte cerca del lago Toluca o del puente, por lo que él sabía. No era que pensara que James quería lastimarlo; sino que, era la atracción de ese lugar la que parecía ser más fuerte para James, y Harry no estaba del todo seguro de lo que sería capaz de hacer con él si se acercaban. Era mejor mantenerse alejado, razonó.

James no dijo mucho en el camino, aunque inclinó la cabeza varias veces, cada vez que la camioneta se movía, y maldijo en voz baja otras cuantas veces cuando el motor se sacudía mientras subía alguna colina. Harry no tenía idea de qué era lo que estaba escuchando o por qué se molestaba; la camioneta sonaba exactamente como lo hacía normalmente para él. Eventualmente, arrullado con el relajante gruñido del motor, Harry apoyó la cabeza en el respaldo del asiento y se quedó dormido.

Soñaba con niebla, una niebla espesa y progresiva que oscurecía su visión, con cenizas que parecían nieve cayendo en pleno verano. Vagaba sin rumbo, buscando algo y no podía encontrarlo, mientras que la niebla lo presionaba por todos lados, cosas sangrientas y llorosas que acechaban en las sombras.

—Harry, ¡Harry!

Se despertó de golpe, entrecerrando los ojos, confundido por la luz de sol moteada que brillaba sobre él. Estaban estacionados bajo un árbol, y James le sacudía el hombro.

—¿Estás bien?—, preguntó James, con la frente fruncida de preocupación.

—Sí... sí, creo que sí—. Harry pasó una mano por su cara y parpadeó varias veces, tratando de ahuyentar las sombras dejadas por el sueño. —¿Dónde estamos?

—Ashfield.

—¿Estamos en la bodega?

—Aún no.

Harry miró a su alrededor. Estaban en el estacionamiento de un edificio de apartamentos, en la esquina más alejada de los edificios. El complejo no era nuevo, pero parecía bien cuidado. Los autos en el estacionamiento eran estrictamente de clase obrera, pero también estaban bien cuidados y limpios. Dondequiera que estuvieran, era un barrio sólidamente obrero.

Harry miró a James con curiosidad. —¿Solías vivir aquí?—, preguntó, repentinamente consciente de lo muy, muy poco que sabía sobre el pasado de James.

James negó con la cabeza y soltó una carcajada breve y sin humor. —No—. Hizo un gesto hacia la puerta del edificio más cercano. —Mi padre sí.

Harry giró la cabeza y miró fijamente al anciano que acababa de salir del edificio. Podía ver el parecido familiar: el anciano era alto y ancho de hombros como James; obviamente había sido fuerte y poderoso en su juventud, pero los años no habían sido amables con él. Sus ojos estaban hundidos en sus cuencas y tenían enormes bolsas debajo de ellos, como si no hubiera dormido en años. Su cabello era completamente blanco y recortado con un estilo corto, erizado, a lo que siempre le recordaba a Harry de los ex-marinos.

El anciano salió a la acera y se inclinó para recoger un periódico. Se movió de forma lenta y cuidadosa típica de los viejos, llevándose una mano a la espalda como si le doliera ponerse de pie. Miró alrededor del estacionamiento, escupió al césped y volvió a entrar.

Harry volvió a mirar a James. La mandíbula del rubio estaba tan apretada que Harry podía escuchar sus dientes crujir, sus nudillos estaban blancos en el volante, y sus ojos tenían esa mirada muerta y angustiada, como la que había tenido cuando Harry lo había sacado del lago. —Miserable viejo bastardo—, susurró James, y de repente, puso en marcha violentamente la camioneta y salió del aparcamiento.

Mirando por encima de su hombro, Harry vio una cortina temblar en uno de los apartamentos en el piso inferior del edificio del padre de James, como si alguien hubiera mirado, demasiado tarde para verlos.

Se recostó en su asiento, mirando a James por el rabillo del ojo. No sabía que James tenía familia alguna, ni siquiera había pensado en preguntarle. James siempre había mostrado un aura de haber estado solo durante tanto tiempo, que Harry había asumido que toda su familia estaba muerta. De hecho, estaba medio convencido de que James había sido huérfano o había estado bajo la tutela del estado.

—Nunca regresó de Vietnam—. dijo James abruptamente, todavía mirando fijamente hacia adelante, con la mandíbula aún apretada. —Quiero decir, físicamente lo hizo, pero... él dejó una parte de él allí. La mejor parte—, agregó, mirando a Harry. —Mi mamá... dijo que él había sido un buen hombre antes y que podría ser un buen hombre de nuevo, pero... pero ella estaba equivocada. Cada vez que él la golpeaba, cada vez que me golpeaba, ella estaba equivocada.

—Yo... lo siento—, respiró Harry.

—¿Por qué?—, preguntó James acusadoramente. —Tú no estuviste allí, tú no tuviste nada que ver con eso. No ignoraste lo que estaba pasando, no fingiste que éramos la puta familia perfecta, no creías que realmente tenía moretones por jugar, o que mi mamá llevaba gafas de sol oscuras para lucir elegante. ¡No estabas allí!—, gritó, y golpeó el volante con tanta fuerza que toda la cabina se estremeció.

James se quedó en silencio, respirando con dificultad, conduciendo demasiado rápido. Harry se quedó sentado tan quieto como pudo en el asiento del pasajero. Nunca había visto a James tan enojado, pero esta ira parecía, de alguna manera, más sana que su habitual forma de odio hacia su interior. Esta ira, por lo menos, era válida y justificada, y tal vez le haría bien a James deshacerse de ella.

—Él la mató—, dijo James, con su voz tranquila de nuevo, casi conversacional. —La empujó por las escaleras y ella se rompió el cuello. El hijo de puta estaba borracho y ni siquiera se acordó de lo que hizo más tarde, y la estúpida policía le creyó cuando él dijo que ella debió haber resbalado.

—¿Cuántos años tenías?—, preguntó Harry.

James lo miró, y Harry reconoció la cruda y dolorosa herida de su alma en sus ojos. —Nueve.

—Dios, James, lo siento mucho.

—¡Deja de disculparte!—, gritó James, volviéndose a poner nervioso. —Eso es todo lo que saben decir, "Lo siento, James, lo siento mucho", '"Ella está con los ángeles ahora". ¡A la mierda los ángeles! ¡Nadie la cuidó cuando estuvo viva, nadie la cuidaría cuando estuviera muerta... Era tan malditamente débil que no podía protegerse a sí misma-...

—¿No pudiste defenderte?—, Harry preguntó en voz baja, interrumpiendo el discurso de James.

James se detuvo tan repentinamente como si Harry lo hubiera abofeteado. Abrió y cerró la boca un par de veces como un pez, y luego se pasó la manga de su abrigo por los ojos. —Ella tampoco pudo defenderme—, dijo, hablando en voz baja, y casi a para sí mismo. —Ella no pudo defendernos a ambos de él, y al final ella dejó de intentarlo. Si... —, se detuvo un momento, como si las palabras estuvieran atrapadas en su garganta. —Si él me golpeaba, no la estaría golpeando a ella —. Dijo por fin, y sus hombros se estremecieron por el esfuerzo.

Harry esperó más, pero aparentemente James había dicho todo lo que iba a decir. Harry se acercó a él, queriendo consolarlo lo mejor posible, pero James lo apartó.

—No lo hagas—, dijo bruscamente. —No ahora.

Harry miró por la ventana y vio pasar el campo, dándole a James tanta privacidad como pudo. Observó las granjas que pasaban, sin verlas realmente, y su corazón dolía por su amigo (¿Compañero?), tan dolorosamente como si el padre de James hubiera llegado a través del tiempo y lo hubiera golpeado a él también.


3.


Las bodegas estaban desoladas, casi escondidas en el bosque. Aparentaban a uno de esos negocios privados que siempre parecían estar al borde de la ruina completa y absoluta. James guió la camioneta a través de la valla y pasó una estación de guardia tripulada por un adolescente que estaba drogado o era mentalmente retrasado (posiblemente ambos), y se detuvo al final de una de las filas. Buscó en su billetera una llave y luego salió de la camioneta. Harry lo siguió, inseguro de qué más hacer.

La puerta de la bodega se elevó con un crujido, y las arañas huyeron de la repentina e inesperada luz. El bodegón era bastante pequeño, y no estaba lleno. Harry notó las oscuras formas que se alzaban cubiertas con lonas en el centro del pequeño espacio, pero las paredes estaban desnudas.

James tiró una lona de una de las formas, tosiendo en la nube de polvo que se levantó a su alrededor. Por un momento, el polvo le recordó a Harry la niebla de ese lugar, y fue atravesado por una súbita tristeza que nunca fue del todo suya. Luego se sentó, mientras que James se paró en el centro de la bodega, mirando con curiosidad el gabinete de herramientas de metal que la lona había estado cubriendo.

Harry observó cómo James abría la cerradura de la combinación y sacaba algunas cuantas herramientas cuales individualmente quedó examinando. A pesar de que no sabía nada de herramientas, Harry podía decir que un equipo como ese era caro, y que sin duda había sido una inversión. Las llaves metálicas atraparon la débil luz y le brillaron intensamente hacia él.

—¿Dónde aprendiste a trabajar con la mecánica?—, preguntó, repentinamente ansioso por comenzar a hablar de nuevo. El destello del metal le había recordado algo, algo que bailaba en el rincón de su memoria, y estaba desesperado por distraerse, para dejar que la memoria bailara en el éter.

James se dio la vuelta, sosteniendo una gran llave con ambas manos, y que por un momento pareció que sostenía un arma. —El ejército.

—¿De verdad?—. Para ser francos, Harry nunca se imaginó que James hubiera estado en el ejército.

Con una sonrisa amarga, James se volvió hacia el gabinete y guardó la llave inglesa. —¿Eso te sorprende?

—Honestamente, sí—, le dijo Harry. —Es el cabello, la mayoría de los uniformados tienen cabello muy corto.

—A Mary le gustaba largo—, dijo James, en voz tan baja que Harry casi no lo escuchó. —Me inscribí en mi decimoséptimo cumpleaños—, explicó en un volumen normal,  — y el viejo bastardo firmó los papeles permitiéndome ir. Lo único bueno que hizo por mí. Me dijo que fuera a matar a algunos terroristas cuando me formé de cadete.

Empezó a empujar del alto gabinete de metal hacia afuera de la bodega. —Ayúdame a meter esto en la camioneta, ¿Te parece?

Pasaron la siguiente media hora luchando con pesados gabinetes de herramientas, haciéndolos cargar en el asiento trasero de la camioneta. En realidad, fue James quien terminó haciendo la mayor parte de la lucha y el levantamiento pesado mientras que Harry subía al asiento trasero y guiaba los gabinetes hacia adentro. James era extremadamente quisquilloso sobre cómo debían ser colocados y cómo debían ser manejados, confirmando los pensamientos anteriores de Harry, que aquellas herramientas eran inversiones, y muy valiosas.

Tenían los gabinetes más grandes en la camioneta cuando James enderezó su espalda haciéndola tronar, se limpió la frente y dijo, —Sólo hay un par de cosas más que quiero llevar, luego podremos irnos—. Y así, volvió a la bodega. Harry buscó dentro de la cabina de la camioneta las dos botellas de agua que había traído, y luego lo acompañó a la penumbra.

James sostenía una radio vieja. Era alta y la cima estaba arqueada como el techo de una iglesia. Hecho de una madera muy pulida, cual emitió un brillo suave en la mitad de la luz.

—¿Funciona?—, preguntó Harry, entregándole a James una de las botellas de agua.

James dejó la radio en el suelo con cuidado y bebió la mitad del agua antes de contestar. —Sí, funciona. He estado desarmando y armado esta cosa durante casi veinte años.

—Es hermosa—, dijo Harry, y lo dijo en serio. La radio era una elegante obra de arte de una época pasada. Pertenecía a un museo, no a una bodega de almacenaje sucia.

James le sonrió, con aquella sonrisa tímida e incrédula, de la cual Harry tuvo que luchar contra el impulso de lanzar sus brazos alrededor de su cuello y besarlo. —Gracias—, dijo, —¿Puedes sostenerla mientras vamos a casa? No quiero ponerla en el asiento trasero.

—¡Por supuesto!—, Harry lo alcanzó, y cuando lo hizo, pisó sobre una lona que apenas había estado cubriendo una de las figuras más altas. La lona se desprendió con un estruendo, provocando un sonido con un susurro fantasmal, levantando otra nube de polvo al aire.


4.


Aquella lona había estado cubriendo un gabinete de curio. Por un momento, Harry pensó que James debía ser en secreto un aficionado a las antigüedades, porque el curio era hermoso. También estaba hecho de madera muy pulida, y el vidrio en las puertas del gabinete tenía la apariencia ondulante que adquiere un vidrio viejo, lo que significa que era de pieza original. Harry no sabía mucho sobre antigüedades (su esposa había sido la de las antigüedades, y él había acabado siendo arrastrado por ella), pero sí sabía que el cristal era original, y muy valioso.

—James, ¿qué es esto?—, preguntó, dando un paso adelante para echar un vistazo. Había unos cuadros al interior del gabinete, pero no podía distinguir las fotos a través del cristal polvoriento. Harry fue a limpiar el polvo, pero luego se dio cuenta de que James no había hecho ningún sonido desde que la lona había caído.

—¿James?—. Se volteó.

James estaba de pie cerca de la puerta de la bodega. Todavía sostenía la radio, pero tenía la cabeza baja, con los hombros encorvados hacia adentro como si estuviera tratando de protegerse de algún asaltante desconocido.

—¿Estás bien?—, Harry se puso a su lado lo más rápido que pudo, y el curio fue olvidado. —¿Qué pasa?—. Puso un brazo alrededor de la cintura de James y suavemente sostuvo la radio con la otra mano; sea lo que sea que estaba molestando a James, Harry estaba seguro de que no querría que la radio se dañara. Parecía profundamente apegado a ella.

James respiró hondo, estremeciéndose y alzó la mirada hacia el curio. —Era de Mary—, dijo, —Nuestra foto de la boda está ahí.

Harry no supo qué decir. Como resultado, no necesitó decir nada; James le entregó la radio, se acercó al curio y cuidadosamente abrió una de las puertas. A pesar de su estancia en la bodega, la puerta se abrió sin rechinar. James sacó una foto enmarcada. Lo miró fijamente por un momento, suspiró, y luego se lo entregó sin decir palabra a Harry.

Harry dejó la radio con cuidado en el suelo y tomó el marco con ambas manos. Lo examinó, notando que no estaba polvoriento en absoluto. La foto había sido tomada en un palacio de justicia, y no por un profesional; estaba ligeramente descentrado y los colores en él estaban desgastados. Sin embargo, tanto los rostros de James como los de Mary eran claros, y fueron estos los que estudió.

Mary estaba mirando a James, riendo. Su cabello era de un marrón claro que apenas escapaba de ser pelo de ratón, y sus rasgos eran algo simples. Sin embargo, ella era hermosa de esa manera que la gente común es cuando está radiantemente feliz. James tenía un brazo alrededor de su cintura y parecía más joven y feliz de lo que Harry nunca lo había visto. Los hombros caídos y abatidos, la mirada atormentada en sus ojos... todo eso no existía, eran reemplazados por una felicidad simple y pura. Harry volvió a sentir aquel sutil cuchillo de celos que se retorcía dentro de él, pero luego desapareció, reemplazado por una profunda tristeza por su amigo. Él entendía lo que era ser feliz y que te lo arrebataran.

Le devolvió la foto a James. —Era encantadora—, dijo simplemente.

James la tomó y la estudió en silencio, y Harry se imaginó a James mirando aquella foto una y otra vez, durante horas en cada noche de insomnio, preguntándose cuándo es que había salido todo mal. Observó cómo James tocaba suavemente el vidrio cerca del rostro de Mary, y luego cuidadosamente lo volvió a colocar en la parte de atrás del curio. Cerró la puerta y se puso de espaldas a Harry, con la cabeza ligeramente tocando el frente de cristal del artilugio.

—No... no te he contado toda la verdad sobre Mary... sobre su muerte—, dijo vacilante.


5.


Harry tomó suavemente el brazo de James y trató de sacarlo a la luz del sol; de alguna manera, pensó que podría ser más fácil escuchar lo que venía si se encontraban en la luz. La penumbra y el polvo de la bodega le era incómodo y muy parecido a ese lugar. James lo apartó y se quedó frente al curio, mirando a través del cristal polvoriento la foto enmarcada.

—¿Qué es lo que no me has contado?—, preguntó, temiendo a lo que se avecinaba, pero también ansioso por terminar de una vez. Tal vez, si James sacara aquella enfermedad, aquel veneno, fuera de su sistema, podría comenzar a vivir de nuevo en lugar de simplemente existir.

James le respondió con otra pregunta. —¿Viste... viste la cosa de la pirámide roja cuando estuviste en ese... lugar?

Harry negó con la cabeza. —No, no lo vi—, dijo en voz baja. —Vi... un montón de cosas horribles, cosas que me provocaron pesadillas durante años, pero nunca vi nada que parecía una pirámide. ¿Por qué?

James se encogió de hombros y puso una mano sobre el cristal del curio. —Me recordaba a mi padre—, susurró. Arrastró su mano sobre el cristal, haciéndolo chirriar levemente, manchando el polvo. Harry pensó que las huellas que sus dedos dejaban parecían garras remarcadas.

—No pude encontrar nuestro lugar especial—, dijo James, con su rostro aún apartado de Harry. —Lo intenté, realmente lo hice, pero no pude encontrarlo, no podía recordarlo... ¿Qué clase de marido soy, si ni siquiera pude recordar nuestro lugar especial, de nuestra luna de miel? Indigno, maldito inútil. Intenté recordar, y lo intenté y lo intenté. Todo lo que podía recordar era como ella se veía la última vez que la vi.

Se dio la vuelta entonces, y Harry vio la angustia ardiendo en lo profundo de sus ojos. Nunca había visto a nadie con un aspecto tan atormentado, tan maldito, y le dolía más de lo que podría haber imaginado, que fuera James el que sufriera tanto. —Parecía un cadáver—, susurró James, y su voz sonó tan solitaria como el viento entre las estrellas. —Parecía algo que ya había muerto hacía años, excepto por sus ojos. Ella seguía tan... tan furiosa conmigo, como si me culpara por lo que le estaba pasando... Yo... yo tenía flores para ella, y... ella me gritó, me dijo que no quería ninguna maldita flor... y...

Las rodillas de James se doblaron y se derrumbó en el suelo de la bodega. Se arrodilló sobre sus manos y rodillas, y Harry comenzó a moverse hacia él, pero James lo alejó. —No—, dijo. —No... no me toques. Tú también estarás maldito.

Harry se paró delante él, y James jadeó un par de veces, como si le doliera respirar. —¡No pude soportarlo más!—, Estalló. —Ella no mejoraba, el cáncer la había convertido en otra persona, alguien a quien no reconocía, no conocía, y... y... y no podía verla sufrir más, y yo... yo quería recuperar mi vida... ella me pidió que la ayudara, y... y...

—La maté—, lo soltó, y levantó la vista para encontrar los ojos de Harry. Harry retrocedió ligeramente, como si la ardiente mirada de James pudiera consumirlos a ambos. —La asfixié con una almohada sobre su cara y la maté. Ella está muerta por mi culpa.

James volvió a bajar la cabeza con lentitud y se hizo un ovillo en el sucio suelo de cemento. —¿Por qué?—, Preguntó con la voz áspera y adolorida. —¿Por qué me sacaste del lago, Harry ? ¿Por qué simplemente no dejaste que me hundiera?


6.


Harry seguía parado frente a James, sin querer creer lo que acababa de oír. De lo que James estaba hablando era asesinato; quizás no premeditado, tal vez misericordioso, pero asesinato de todos modos. No era de extrañar que ese lugar lo hubiera llamado, y no era de extrañar que no pudiera librarse de él.

Cientos de pensamientos y emociones rugieron a través de la cabeza y el estómago de Harry, nublando su visión y debilitando tanto sus propias rodillas que se dejó caer al lado de James, arrodillándose junto a él en el suelo. No sabía qué pensar, mucho menos qué sentir, así que dejó que las emociones lo invadieran; cuando se calmaran vería qué le quedaba. Sin pensarlo, puso una mano en la espalda de James y sintió al otro hombre temblar bajo su toque.

Una imagen, un recuerdo, se elevó por encima del torbellino de su corazón. Harry, con los ojos cerrados, vio a su propio padre, a su propio padre a quien había amado profundamente, enfermo y muriendo de ese cáncer de pulmón, la misma enfermedad que había quitado a Mary de James. Vio a su padre consumiéndose, muriendo un poco más cada día, pero nunca lo suficiente como para terminar yéndose. Oyó que su padre le pedía que lo ayudara a acabar con él, que le ayudara a hacer que el sufrimiento se detuviera, y sintió el viejo pesar de no haber sido lo suficientemente valiente como para ayudarle y haberlo hecho aguantar hasta el final.

Harry se acomodó en el suelo, cruzando las piernas debajo de él. Tiró suavemente de los hombros de James, y James se dejó guiar por el regazo de Harry, aunque mantuvo su rostro oculto y no lo miró a los ojos. Harry acarició la parte superior de la cabeza de James, y James envolvió sus brazos alrededor de la cintura de Harry con una fuerza febril y desesperada.

—No podía dejar que te ahogaras—, dijo Harry en voz baja. —Después de todo, cuando me enteré de que habías estado en ese lugar también, no podía dejarte ir... Creo que... James, creo que te necesitaba tanto como tú me necesitabas a mí.

James sacudió la cabeza. —No digas eso, Harry... Por favor, no digas eso.

—¿Por qué no?—, preguntó Harry, un poco más cortante de lo que pretendía.

James presionó su rostro con más fuerza en el pecho de Harry, y sus palabras fueron ahogadas. —Porque todos los que alguna vez me han necesitado, han muerto y me han dejado solo—. Así, alzó la mirada, con los ojos húmedos y rojos. —No me necesites, Harry. No me necesites, porque... porque yo... no te quiero muerto también.

James volvió a bajar la cabeza y comenzó a temblar. Temblaba tanto que sintió como si temblara en mil pedazos allí mismo, en los brazos de Harry. Harry seguía acariciando su nuca, sin decir nada, dejando que James se volviera a controlar. Finalmente, después de lo que pareció un largo rato, James se calmó. Soltó a Harry y se sentó, limpiándose los ojos, avergonzado.

—James—, dijo Harry, inseguro, pero sabiendo que era necesario preguntarlo, —¿Querías morir ese día en el lago?

James dio un gran y tembloroso suspiro. —No lo recuerdo, lo único que recuerdo es que salí de ese lugar y me alejé, y luego... nada. Tú, arrastrándome fuera del agua.

—¿Por qué todas tus cosas están en una bodega?

James sonrió sombríamente, y fue como ver un cráneo al que le hubieran arrancado toda la carne. —Porque si no volvía de aquel lugar, no quería que el viejo bastardo les pusiera las manos encima. Simplemente... sería vendido y desaparecería.

Harry pensó, dándole vueltas a todo, una y otra vez en su mente, tratando de darle sentido a todas las cosas. —¿Tú... quieres morir?

—A veces—, respondió James con franqueza, y Harry respiró hondo. —A veces quiero, pero otras veces... otras veces sólo quiero jugar Mario Kart con Heather, y luego acostarme en el sofá mientras trabajas, y llevarte a la cama cuando te duermes. Quiero vivir en tu apartamento, estar cerca de ti,  estar cerca de Heather, y... ser normal.

—¿Qué es lo más quieres?—, Harry estaba aterrorizado de lo que James podría responder.

James lo miró por debajo de su grueso cabello rubio. —Quiero estar contigo más... más de lo que he querido en mucho, mucho tiempo.

Harry soltó un suspiro de alivio.

—Pero—, agregó James, interrumpiendo el alivio de Harry, —Tengo miedo. Tengo tanto miedo de que te despiertes una mañana y te des cuenta de lo que soy y no me quieras cerca nunca más. Y no quiero perderlo todo por tercera vez, Harry. No puedo.

Harry puso su mano en la nuca de James y lo atrajo hacia adelante. James se resistió un poco al principio, pero luego se dejó mover hasta que su frente tocó la de Harry. Harry miró profundamente sus ojos verde oscuros, pensando casi con nostalgia el cómo casi siempre se reducía a él, atrayendo a James, de modo que estuvieran cara a cara. —Ya te dije que te cuidaré lo mejor que pueda, por el mayor tiempo que pueda—, dijo, —Y lo dije en serio. ¿No es eso suficiente?

Los ojos de James buscaron los de Harry, buscaron el truco, una escapatoria. Sin encontrar nada, James cerró los ojos, se inclinó y besó a Harry ligeramente. —Sí, lo es—, dijo, sentándose hacia atrás.

Los labios de Harry ardieron con el calor del beso de James; se sentía como un viejo sucio, pero quería más, allí mismo y ahora. Se inclinó esta vez e hizo que este beso durara hasta que sintió una respuesta en James también.

—¡Qué carajo!

Se separaron de un salto, sintiéndose culpables, y Harry entrecerró los ojos hacia la luz de la puerta de la bodega. La silueta del guardia adolescente se recortaba contra el sol de la tarde.

—Si los dos maricas se van a besar, vayan a hacerlo en otro lugar!—, le dijo el adolescente irritado. —¡Este es un establecimiento respetable!


7.


James había subido al asiento del conductor, pero sus manos temblaban tanto que apenas podía sostener el volante. Harry subió tras él y lo empujó despreocupadamente pasando a James al asiento del pasajero; pensó que podría volver a encontrar la autopista y, después de hacerlo, podría seguir las señales de regreso a Portland. James se acomodó agradablemente en el asiento del pasajero y tomó la radio cuando Harry se la entregó; le dijo a Harry que se tomara con calma al subir las colinas, luego se quedó en silencio, mirando la radio en su regazo y pasando su mano por la superficie lisa.

Estaban a mitad de camino hacia Portland cuando James preguntó, tímidamente, —¿Puedo acostarme?

—Claro, adelante.

James puso cuidadosamente la radio en el suelo, y luego se estiró. La cabina de la camioneta era demasiado pequeña para que él se sintiera realmente cómodo; sus largas piernas estaban atascadas contra la puerta y su cuello estaba doblado en un ángulo torpe, pero envolvió sus brazos alrededor de sí mismo y suspiró miserablemente.

Harry suspiró también, y se agachó para agarrar un mechón del cabello de James. —Vamos—, dijo, tirando suavemente, —Puedes usarme como una almohada.

James no dijo nada, pero se movió hasta que su cabeza descansó sobre la pierna de Harry, encontrándose en una posición un poco más cómoda. —Lo siento—, susurró.

—¿Por qué?

—Por nada.

Harry no se molestó en corregirlo, para decirle que no era el perdón de Harry lo que buscaba desesperadamente, sino el suyo propio. En vez de eso, puso su mano en el hombro de James, le dio un leve apretón y la dejó allí. Después de unos momentos, James se estiró y tomó la mano de Harry entre las suyas.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro