Capítulo 3
1.
—¿Papi?
—¿Hmmm?—, Harry Mason apartó los ojos de la pantalla de la computadora para mirar a su hija. Debería haber pensado mejor la idea de intentar de hacer un trabajo serio antes de que Heather se fuera a la cama, pero la novela que había estado languideciendo en su disco duro durante meses había empezado finalmente a cobrar fuerza. Y una vez que se puso en marcha, vino todo hacia él como un tren de carga: Se vio trabajando hasta altas horas de la noche, escribiendo hasta que sus ojos se tornaran rojos y le picaran, hasta que le dolieran los dedos de febril actividad, hasta que se quedara dormido frente a la pantalla, a veces en medio de una frase.
Tenía muy buenas ideas, lo que le habían inspirado con los repentinos estallidos de creatividad. Era muy consciente de que escribía mejor cuando estaba feliz, y estaba comenzando a aprender a ser feliz de nuevo. Había olvidado lo que era tener otro adulto en su vida; en respuesta corta, era increíble, y la felicidad se había estado derramado en todos los aspectos de sus días. Estaba escribiendo más rápido ,mejor de lo que había estado en mucho tiempo; estaba siendo un mejor padre, finalmente estaba haciendo cosas que se había pospuesto durante mucho tiempo.
—¡Papi!
—¡Sí!—, Harry salió de sus pensamientos y centró su atención en su hija. Heather estaba tendida en el suelo cerca de sus pies, con un puñado de libros con dibujos para colorear y una variedad de crayones esparcidos a su alrededor. Notó, no por primera vez, que Heather estaba usando la parte posterior de los libros para colorear, y hacía sus propios dibujos en las páginas en blanco en lugar de colorear las imágenes proporcionadas. Habían también varios pedazos de papel de la impresora esparcidos y cubiertos con dibujitos brillantes. —Puedo comprarte un libro con páginas en blanco si quieres hacer tus propios dibujos, ¿sabes?
Heather se iluminó. —¿Hacen libros así?
—Sí, los hacen. Te traeré uno cuando vaya de nuevo a la tienda—. Sería más barato que comprar libros con dibujos para colorear, que colorear solamente las últimas páginas de uno. —Ahora, ¿Qué tienes en mente, nena?—. Harry esperaba que no fuera nada demasiado complicado; en sus escritos, estaba en medio de una escena de confrontación y quería volver a ella.
—Oh. Humm... —, Heather miró hacia abajo, inusualmente tímida. —¿James va a huir?
Mierda. Eso era complicado. De hecho, no podría haber escogido nada más complicado si lo hubiera intentado. —¿Por qué crees que James va a huir?—, preguntó, ganando tiempo mientras trataba de organizar sus propios pensamientos sobre el tema.
Heather se encogió de hombros, claramente luchando por verbalizar sus pensamientos. —Él está... está muy triste todo el tiempo y tiene pesadillas casi todas las noches y veces... a veces parece que sólo quiere correr, correr y correr...
Harry empujó su silla lejos de la computadora y abrió los brazos, consciente de que su hija estaba al borde de las lágrimas. —Ven aquí, cariño—, le ofreció, y Heather inmediatamente subió a su regazo. Ella realmente estaba creciendo demasiado como para encajar bien, y era sin duda lo suficientemente pesada para poner ambas piernas al dormir, pero Harry sabía lo reconfortante que era para ella el sentarse en él. Con toda honestidad, era reconfortante para él también. Le recordaba que, a pesar de que ella se estuviera cada día haciendo más mayor e independiente, todavía lo necesitaba, al menos por un poco más de tiempo.
—James... —, empezó, y luego se detuvo. Heather lo miraba atentamente, esperando una respuesta. —James está...—, lo intentó otra vez. ¿Cómo podía explicar esto a una niña cuando él mismo apenas lo entendía? —James tiene mucho de qué estar triste—, terminó sin convicción.
—¿No le gusta estar aquí con nosotros?
¿Era así? A veces, Harry no estaba seguro. James era muy malhumorado, muy cambiante e impredecible, tanto, que Harry nunca podía leerlo. A veces James actuaba como si estar en casa de Harry era lo mejor que le había pasado, y otras veces actuaba como si no pudiera soportar estar allí y quisiera irse lo más rápido posible. Lo verdaderamente frustrante era que James no parecía darse cuenta de cómo su odio a sí mismo se filtraba y afectaba a todos los que lo rodeaban, particularmente a Heather, quien no entendía una emoción tan compleja como el odio hacia sí mismo, y la interpretaba como ira. Harry, por otra parte, estaba vagamente agradecido de que James le hubiera hablado de su esposa, por lo que ahora sabía que James estaba lidiando con una depresión, una depresión que Harry podía entender. Antes de darse cuenta, tuvo vagas nociones de que James estaba lidiando con algo mucho más siniestro, como esquizofrenia o incluso una psicosis completa. El odio a uno mismo ya era bastante malo; la psicosis habría sido inaceptable.
Luego vinieron los problemas en la cama. Y no ayudaban. James había estado allí por casi un mes, y aunque se habían vuelto muy buenos abrazándose y besando (segunda fase, recordó Harry), parecía que no podían progresar a más. Llegaban a un punto en el que ambos estaban listos para explotar, listos para el siguiente paso... y luego, se congelaban. Ninguno de ellos había estado nunca con otro hombre, y Harry al menos no tenía idea de cómo proceder más allá de cierto punto. Se estaba volviendo increíblemente frustrante, como estar atrapado en una desesperada relación adolescente; James se había levantado varias veces excusándose para ir al baño durante sus noches juntos. Era como si ambos estuvieran esperando que el otro supiera mágicamente qué hacer a continuación, lo cual, ahora que lo pensaba, era completamente ridículo y estaba causando todos los problemas.
—Yo creo que sí le gusta, mi amor—, dijo Harry lentamente, hablando más para sí mismo que para Heather, —pero James tiene muchas cosas en las que pensar ahora mismo, y tenemos que ser pacientes con él.
—¿Está pensando en su esposa?
Harry la miró boquiabierto.—¿James te habló de eso?
Ella negó con su cabeza. —Llama a Mary cuando está teniendo pesadillas, ¿Era el nombre de su esposa?
Sorprendido por lo perspicaz que ella era, Harry asintió. —Sí, Mary era el nombre de su esposa, y sí, él piensa en ella todo el tiempo.
—¿Por qué pensaría en algo que le hace estar tan triste?
—A veces los adultos hacen eso—, le dijo Harry, consciente de que era una respuesta tonta y poco satisfactoria, pero en realidad no tenía una mejor. —Lo entenderás cuando seas más grande.
Heather suspiró y se deslizó de su regazo. Harry hizo una mueca, sintiendo los hormigueos punzantes que significaban que sus piernas dormidas empezaban a despertar. Ella volvió a dejarse caer sobre sus libros y lápices de colores, pero no antes de preguntar, —¿Crees que James nos lo diría antes de que se vaya?
—Espero que sí, nena—, contestó Harry antes de regresar a la pantalla de su computadora, frunciendo el ceño. —Realmente lo espero.
2.
—¡Ah HÁ!, ¡Te tengo!—, James tiró triunfalmente el cable y lo levantó para examinarlo más de cerca. La camioneta de Harry había estado desarrollado un traqueteo molesto los últimos días, y mientras Harry parecía más inclinado a ignorarlo, James reconoció el sonido como algo que podría volverse muy, muy serio, y muy, muy rápido. Le había sorprendido la falta de conocimiento de Harry sobre automóviles a pesar de su inteligencia, así como se sorprendió por la caja de herramientas de Harry, que consistía en un martillo, un destornillador Phillips y un poco de cinta adhesiva, nada más.
Harry se encogió de hombros tímidamente al ser confrontado. —Si cuidas bien las cosas, no se rompen—, explicó. James podía admitir que había cierta lógica en eso, pero al mismo tiempo, había pasado las últimas tres horas con codo en el motor de la camioneta, persiguiendo el traqueteo.
Se sentía bien trabajar con sus manos otra vez. En realidad, se sentía muy bien. Durante mucho tiempo, tanto como James podía recordar, había estado fascinado por los motores, los engranajes, por cómo encajaban las cosas para crear un mecanismo de funcionamiento. Uno de sus primeros recuerdos era el de hacer llorar a su madre, cuando ella lo encontró desarmando una radio que había pertenecido a su abuela, su madre. El adulto James hizo una mueca al recordar; uno de sus segundos primeros recuerdos más vividos también después de ello, fue la golpiza que su padre le había dado por hacer llorar a su madre. Varios años después, descubrió cómo volver a armar la radio, pero para entonces ya era demasiado tarde.
«Siempre demasiado tarde», pensó distraídamente, girando el grasiento alambre de un lado a otro entre sus dedos.
—¿Lo arreglaste?
James se sobresaltó ante la repentina voz. Miró por encima de su hombro y vio a Harry cruzando el estacionamiento hacia él. Harry debía haber estado trabajando en la cocina antes de salir; tenía una raya de harina en una mejilla y otra en el pelo cerca de la sien.
—Tienes, uh, algo aquí —, le dijo, señalando su propia mejilla.
—Oh, eso parece—, respondió Harry, y se limpió casualmente la cara. —Hice un lote de masa para galletas hace poco. Necesitan unos diez minutos para enfriar antes de que pueda hornearlas, así que vine aquí para ver cómo ibas. ¿Lo pudiste arreglar?
—Creo que sí—. James le mostró el cable. —Puede ser algo positivo. Si esto hubiese funcionado y atacado en tu transmisor, estarías buscando comprar una camioneta nueva.
Harry miró el cable con escepticismo. —¿Un cable puede hacer eso?
—En el lugar correcto, sí, podría—. James se volvió hacia el motor y empezó a señalar otras cosas que había notado. —Necesitas cambiar las bujías también, y refrescar el líquido de la transmisión, y luego está el radiador, que también necesita una limpieza...—, Se interrumpió, reconociendo la mirada ligeramente vidriosa en los ojos de Harry. —No tienes idea de lo que estoy hablando, ¿verdad?—, preguntó, divertido.
Harry sonrió y sacudió la cabeza. —En absoluto.
—¿No sabes nada de autos?—preguntó James, todavía divertido, sólo que ahora un poco exasperado.
—Sé cómo comprobar el aceite—, dijo Harry con entusiasmo, y se inclinó sobre el motor de la camioneta. —Mira, desenroscas esto, y luego...
Siguió hablando, pero James ya no estaba escuchando. Cuando Harry se inclinó sobre el motor de la camioneta, su camisa se había salido de sus pantalones, dejando al descubierto unos cuantos centímetros de su espalda. James encontró sus ojos clavados en la extensión de la piel lisa, y los botones redondos de la columna vertebral de Harry que se extendían y proyectaban diminutas sombras sobre su espalda. Apenas consciente de lo que estaba haciendo, ni siquiera pensando en la grasa y la suciedad del motor de sus manos, James extendió una mano y tocó la espalda de Harry, sintiendo el calor de su piel bajo esta.
Harry dejó de hablar a mitad de la frase. No se movió, pero miró a James con el rabillo del ojo. James lentamente movió su mano hacia abajo, deslizando las puntas de sus dedos debajo de la línea del cinturón de Harry, acariciando suavemente la piel allí. Podía sentir Harry temblar ligeramente bajo su mano, y un escalofrío recorrió su columna. Se volvió para mirarlo, y James creyó reconocer la pregunta en los ojos de Harry.
Entonces, un niño gritó de emoción cerca, y el hechizo se rompió. Harry se enderezó, y James rápidamente dejó caer su mano. —Necesitas un ajuste—, dijo estúpidamente, señalando hacia el motor de la camioneta.
—¿Puedes hacerlo?—. Le preguntó Harry.
—Sí, por supuesto—, respondió James, sorprendido y complacido de haber sido preguntado. —Pero necesitaré más herramientas y un montacargas para hacerlo bien.
—Encontraremos un lugar donde puedas trabajar en ello—, dijo Harry, y luego se estiró hacia arriba y besó a James en la mejilla. —Gracias por tu ayuda—, le dijo, con sus mejillas ligeramente ardiendo.
James sonrió, sintiendo que se sonrojaba. —De nada—, dijo, dolorosamente consciente, pues se había dado cuenta de que esta era la primera vez que Harry se mostraba afectuoso con él en público. Esta era la primera vez en mucho, mucho tiempo que alguien se había mostrado afectuoso con él en público.
Harry rió, sonando nervioso y avergonzado. —Deberíamos volver a entrar antes de que Heather se coma toda la masa para galletas y no tengamos nada que hornear.
James asintió con la cabeza, cerró el capó de la camioneta y lo siguió por el estacionamiento. A medio camino de regreso al apartamento, reunió todo su coraje y tomó una de las manos de Harry con la suya. Harry lo apretó en respuesta, y caminaron de la mano hacia el apartamento.
3.
Heather no se había comido toda la masa para galletas, pero James le ayudó a hacer la gran travesura de atacar la masa haciéndole un hueco con los dedos, antes de que Harry pudiese echarlos a ambos de la cocina y echar la masa restante en el horno. Lo que se suponía que serían tres docenas de galletas, resultaron ser veintitrés. Por ende, ninguno de los ladrones de masa para galletas se vio particularmente interesado en su cena esa noche, aunque colaboraron para terminar la mitad de las galletas horneadas y apoderarse de la sala de estar con un ruidoso juego de Mario Kart. Por el lado positivo, Heather aceptó ir a la cama media hora antes.
Cuando Harry regresó a la sala de estar luego de arropar a Heather, encontró a James profundamente absorto en la sección de clasificados del periódico local. —¿Qué estás buscando?—, preguntó Harry, rezando para sí mismo que no fuera un apartamento.
—Un garaje—, le dijo James. —Necesito que tu camioneta sea vista pronto—. Se encogió de hombros. —Y si puedo usar sus montacargas y herramientas, mostrarles lo que puedo hacer, tal vez podría convertirse en un trabajo.
—No es una mala idea—, dijo Harry, sintiendo el alivio inundarlo; James no pensaba en irse. —Eso podría ser bueno para ti, volver a la fuerza laboral.
James arqueó una ceja hacia él. —¿Cansado de pagar la cuenta?
—Hey, no te preocupes por eso—, le dijo Harry apresuradamente. —El dinero... no es realmente un problema para mí.
James gruñó y se volvió hacia el periódico. —Debe ser genial.
Harry esperó a que dijera algo más, pero James debía estar realmente cautivado por el papel, o sólo debía estar ignorándolo a propósito, así que fue a su computadora y se puso a trabajar. De alguna manera, sintiendo que James estaba molesto con él, lo ayudó a terminar la escena de confrontación en la que había estado trabajando antes.
Tres horas más tarde, Harry tecleó una última frase con una floritura, guardó su trabajo y emitió un silencioso grito de alegría. —¡Doce capítulos!—. Saltó de la silla y corrió hacia el sofá, donde James dormitaba. —¡James, James!—, dijo, apoyándose en el respaldo del sofá y sacudiéndolo ligeramente. —¡Doce capítulos, James! ¡Doce capítulos!
James lo miró sin fuerzas. —¿Qué tienen de importante doce capítulos?
—¿Qué tienen de importante doce capítulos? ¡Déjame decirte que tienen de importante doce capítulos!—. Harry hizo una voltereta ninja sobre el respaldo del sofá, un movimiento que Heather le había enseñado hace unos meses y aterrizó encima de James. James dio un pequeño gemido de sorpresa, pero no parecía importarle que Harry estuviera tumbado encima de él y charlando con entusiasmo. —¡Doce capítulos significa que puedo enviarlo a mi agente, y él puede empezar a buscar un editor!—. Harry sonrió a James y esperó a que su mente soñolienta hiciera la conexión.
—Entonces... se puede publicar, ¿no?—, preguntó James.
—¡Sí!—, Incapaz de controlarse, Harry agarró la cara de James y lo besó. —¡Este es el primer libro que me ha entusiasmado en mucho tiempo!—, Anunció, interrumpiendo el beso y alejándose, apenas notando que James se había inclinado hacia adelante para hacer que el beso durara un poco más. —¡No he podido escribir nada realmente nuevo en años!
—¿Qué has estado publicando, entonces?—, preguntó James, envolviendo sus brazos alrededor de la cintura de Harry, sosteniéndolo suavemente en su lugar.
Apenas consciente de que se movía con tanta fuerza que prácticamente vibraba, Harry le dijo, —Cosas viejas, cosas que escribí desde la universidad o entre otras novelas. He pasado los últimos quince años limpiando o expandiendo cosas viejas, pero este nuevo libro es totalmente nuevo, totalmente fresco.— De pronto estalló en carcajadas, incapaz de controlarse. —¡Esto es tan emocionante, no me he sentido así en años!
James rió entre dientes. —Supongo que no, nunca te había visto tan maníaco antes.
Harry se inclinó y lo besó de nuevo, esta vez sí fue un beso largo y profundo, haciéndolo durar. Sintió que James le agarraba la parte baja de la espalda con una mano y levantaba la otra mano para ahuecarla en su nuca. Podía sentir que su entusiasmo por el libro era reemplazado por otro tipo de excitación y energía, y por debajo de sus caderas podía sentir que James respondía de la misma manera. Cuando rompió este beso, mantuvo la cara cerca de la de James. —Gracias—, susurró.
—¿Por qué?
—Por ayudarme a recordar.
James gruñó y trató de jalar de Harry hacia él. —¿Recordar qué?
—Recordar lo que la vida puede ser, en lugar de lo que no es—. Harry captó la expresión un poco desconcertada de James y se inclinó para besarlo a lo largo de su cuello. James inclinó la cabeza hacia atrás a lo largo del brazo del sofá y gimió suavemente, y Harry pudo sentir su pulso acelerado debajo de sus labios —Me haces feliz—, dijo en la garganta de James.
—Yo no hago a nadie feliz.
Sorprendido de que lo hubiera oído, Harry miró hacia arriba y vio que James tenía su expresión pensativa y malhumorada. —Me haces feliz—, repitió.
—Tienes mal gusto entonces.
Harry siguió besándolo, subiendo por su mandíbula, hacia su oreja. Malhumorado o no, James no lo apartaba, ni respondía de ninguna manera que indicara el querer que Harry se detuviera; de echo, lo abrazaba con más fuerza. Cuando llegó al oído de James, dejó de besarlo y susurró, —James... ¿crees que soy un estúpido?
James negó con la cabeza cabeza en silencio.
Harry le besó la oreja y luego preguntó, —¿Crees que soy lo suficientemente inteligente como para tomar mis propias decisiones?
James asintió con su cabeza y el cabello de James rozó el puente de la nariz de Harry.
Otro beso, —¿Crees que soy lo suficientemente inteligente como para reconocer cosas malas en mi vida?
Una pausa, y luego otro asentimiento.
Harry agarró el mentón de James en su mano y tiró de él para que estuvieran de cara a cara. —Entonces deja de cuestionarlo todo y acepta que me haces feliz y que te quiero en mi vida—. Antes de que James pudiera responder, Harry cubrió su boca con la suya.
Pero entonces fue James quien interrumpió este beso, y lo hizo para apretar a Harry contra él, sosteniéndose con la frenética fuerza de un hombre que se ahoga en un lago. —Sólo prométeme una cosa—, murmuró.
—Lo que sea.
—Nunca me dejes. Nunca... me hagas sentir solo—. James ahogó sus últimas palabras, como si hubieran estado atascadas en la parte posterior de su garganta durante mucho tiempo.
—Yo me preocuparé de ti lo mejor que pueda, por todo el tiempo que pueda—, le dijo Harry desde su posición sobre su pecho, y James relajó su agarre presa del pánico y suspiró profundamente.
Harry pensó por un momento, y luego se movió para quedar encajado entre James y el respaldo del sofá. James comenzó a darse la vuelta para que aún estuvieran uno frente al otro, pero Harry lo detuvo con una mano en su pecho.—No, quédate así. Quiero probar algo—. James, de mala gana, dejó de intentar darse la vuelta, pero movió su brazo para envolver los hombros de Harry y lo sostuvo cerca de su costado.
Harry tomó unas cuantas respiraciones profundas y meditativas. Lo había hecho muchas veces antes; ¿Por qué de repente estaba tan desgarradoramente nervioso?, "Porque nunca lo has hecho a otro hombre", le informó su mente, y tuvo que conceder ese punto. Sin embargo, también sabía que él y James no podían continuar como estaban hasta ahora sin que ambos se volvieran locos por la frustración. Con ese pensamiento en mente (eso, y el hecho de que estaba realmente emocionado por probarlo), deslizó su mano por la parte delantera de los pantalones de James.
James se tensó a su lado, pero luego se relajó con un gemido ahogado cuando Harry cerró su mano alrededor de él. Harry, en iguales medidas, aterrorizado y exaltado, comenzó a hacer los mismos movimientos que siempre le habían funcionado en el pasado. James comenzó a jadear, y Harry pudo oír su corazón acelerarse por debajo de su oído. Movió su cabeza para que sus labios estuvieran sobre la clavícula de James y lentamente comenzó a acelerar el ritmo de su mano.
Cuando James terminó, arqueó la espalda con tanta fuerza que los levantó a ambos del sofá y soltó un grito ahogado que sonó como pura alegría. Cuando se acomodaron de nuevo en los cojines, aplastó a Harry contra su costado, enterró su nariz en su cabello y respiró profundamente. Harry se dejó sostener, sin mover ni la cabeza ni la mano, hasta que la respiración de James se calmó y su agarre se aflojó. Cuando alzó la mirada, vio que James estaba mirando al techo, pero sus ojos estaban medio cerrados y su rostro era tranquilo y sereno.
Harry movió su cuerpo a una posición más cómoda y acomodó su rostro en el punto blando donde el cuello de James se unía a su hombro. —Deberíamos ir a la cama—, dijo en voz baja.
—No aún.
Harry abrió mucho los ojos, preguntándose si James era consciente de que se estaba repitiendo, como esa última vez. Levantó la mirada, pero James cerró los ojos y Harry no pudo leer su expresión. —Vamos, vamos a la cama—, repitió.
—No aún, quédate conmigo, ¿Vale?
—Vale—, Harry volvió a acurrucarse contra James, pero la calidez y la satisfacción soñolienta habían huido de su cuerpo. De repente se preguntó cuánto recordaría James de esa primera noche, y si esa repetición era solo una coincidencia.
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