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Capítulo 2

1.

Estaba en ese lugar otra vez, en esa tumba oscura de un edificio. Las paredes goteaban óxido y mugre, y un ventilador industrial cerca del final del pasillo zumbaba y giraba lentamente, apenas agitando el aire rancio y viciado. Una gruesa y pegajosa capa de sangre recorría el suelo hacia donde giraba el pasillo, como si algo hubiera arrastrado un cuerpo por aquí recientemente.

Trató de recuperar el aliento, trató de mantener bajo control su creciente pánico. Sabía qué hacer, recordaba esto; si pudiese mantener controlar el terror que ladraba y chillaba dentro de él, podría resolver esto, podría arreglarlo, corregirlo, hacerlo bien. ¡Concéntrate! ¡Enfócate! ¡Deja de actuar como un maldito niño!

Mordiéndose el labio inferior lo suficiente fuerte como para hacerlo sangrar, obligó al pánico a alejarlo al rincón más oscuro de su mente, donde este gritó y golpeó la barrera que creó para contenerlo. Cerró los ojos, excluyendo el sombrío pasillo, y se concentró lo más que pudo.

¡Ahí! ¡Allí estaba! Ahora la oía: una risa ligera y femenina flotó hasta sus oídos. ¿Pero dónde? ¿Dónde estaba ella? Dios, ella debía estar tan asustada, tan sola en este horrible lugar... si sólo pudiera llegar a ella...

Empuñó su mano y se golpeó el estómago, dejándose sin aliento. ¡Concéntrate, maldita sea! ¡Deja de pensar en eso y concéntrate! ¿De dónde venía la risa?

Abrió los ojos y lo vio ; él lo vio, sólo por un momento, un pequeño pedazo de tela rosa, como si una mujer con una falda larga hubiera doblado la esquina del pasillo justo antes de que él abriera los ojos.

Fue tras ella, corriendo con todas sus fuerzas. El pasillo no era tan largo, podía alcanzarla, encontrarla, salvarla. Dobló la esquina, esperando encontrarla allí, ella esperando a por él...

Nada. Otro largo pasillo desierto, sucio y maloliente, abandonado hace mucho tiempo. Dios, ¿Quién habría hecho esto, quien acaba de abandonar un pueblo entero para dejarlo pudrirse? ¡Pero ahí! Esa tentadora vuelta de tela otra vez, esa débil risa... corrió de nuevo, persiguiendo el sonido, pero esta vez no se detuvo cuando llegó a la esquina, simplemente giró y corrió tras ella.

¡Porque tenía que ser ella, tenía que ser! ¿Quién más lo estaría esperando ahí? ¿Quién más sabía de este lugar sino ellos dos?

Corrió y corrió, su corazón tronaba en su pecho y sus pulmones chirriaban por el esfuerzo. Eso le aseguró de que esto no era un sueño, no te cansas en sueños, podías correr por siempre. Si esto no era un sueño, eso significaba que ella estaba cerca, pero, ¿Por qué ella seguía provocándolo, por qué seguía burlándose de él? ¿Por qué seguía escabulléndose? Una lanza de ira lo apuñaló, ¿por qué ella no iba más lento, por qué ella no lo esperaba?

Oyó algo más ahora, otro sonido se elevó por encima de la cacofonía de sus pasos y los débiles sonidos de la risa. Detrás de él, comenzó a hacerse un lento y arrastrado sonido, como alguien raspando una pesada punta metálica sobre el concreto... Miró por encima de su hombro, el pánico despertó con fuerzas y luchó para liberarse.

Nada. El pasillo estaba vacío detrás de él, y también estaba vacío delante de él. Él estaba solo con estos sonidos, con estos fantasmas.

¡No! Ella era real, ella estaba ahí, ¡Si sólo corría un poco más fuerte, un poco más rápido, y se mantenía por delante de lo que fuera que estaba haciendo ese sonido de arrastre, él la encontraría! ¡Él la encontraría y ambos podrían encontrar la salida juntos! Y esta vez, al final del pasillo, ¿Había sido esa una mano? ¿Una mano blanca y delgada, que se acercaba a él en un movimiento ondulado?

Siguió corriendo, desesperado por alcanzarla, desesperado por adelantarse al ruido de arrastre. Corrió hasta que sus piernas temblaron de agotamiento y sus pulmones se agitaran casi inútilmente sobre el aire pesado y estancado. La risa, la tela rosa, nunca pudo acercarse a ellas, por mucho que lo intentara. De cualquier forma, se volvía cada vez más débil y lejana cuanto más corría.

Finalmente, se detuvo, doblado en dos, jadeante, incapaz de correr más. -Espera-, jadeó, apoyándose en la pared con una mano. -Espérame...-, pero la risa se había ido, la falda rosa se alejaba de él, cada vez se iba más lejos.

Cayó de rodillas, tratando de controlar su respiración, tratando de obligarse a sí mismo a ponerse de pie, de seguirla, y esta vez no se detendría, no dejaría que la debilidad se apoderara de él otra vez, dominaría el cobarde que llevaba dentro, la alcanzaría...

Se congeló, incapaz de moverse. El ruido de arrastre era más fuerte ahora, estaba más cerca, y ahora podía escuchar pasos, los pasos de lo que fuera que hiciera ese sonido.

Se puso en pie torpemente y se obligó a avanzar, sin atreverse a mirar detrás de él y ver a la monstruosidad que se movía y acechaba en las sombras. Pero ahora estaba cansado, agotado, y no podía moverse tan rápido como antes, y los ruidos de arrastre y desliz detrás de él aumentaban.

El pánico se desató en su mente, llenándolo de un terror frenético y desesperado. El terror era tan grande, tan abrumador, que perdió toda la coordinación, tropezándose al agarrar el tobillo con su otro pie. Cayó, de cuerpo completo, boca abajo, sobre el sucio suelo del pasillo.

Trató de levantarse, trató de avanzar sobre sus codos, sus piernas estaban debilitadas e inútiles en la extremidad de su terror. El arrastre estaba muy cerca ahora, justo detrás de él...

Algo agarró de sus tobillos y comenzó a tirar de él hacia atrás. Se intentó aferrar al suelo a gatas, intentando encontrar agarre, sin éxito. Gimiendo profundamente en su garganta, su mente aullando de pánico como una sirena, miró por encima del hombro y vio un par de manos con guantes blancos mugrientos que lo sujetaban por los tobillos y tiraban de él hacia la oscuridad.

De repente, con brusquedad, lo que le sujetaba de los tobillos lo dio la vuelta. Aterrizó con fuerza, y su aliento volvió a quedar sin efecto en un breve jadeo. Sus ojos, frenéticos y girando, captaron algo que brillaba en las sombras, algo brillante y metálico, con un par de botas oscuras y pesadas plantadas cerca de sus propios pies. Era vagamente consciente del sonido de una respiración pesada y profunda que no era la suya, y del olor de la sangre y el óxido mezclándose en el lugar. Intentó ver el terror, ver lo que fuera que lo había agarrado, consciente de que saberlo sería horrible, pero que el no saberlo lo volvería completamente loco.

Dos manos, con guantes sucios sujetos a brazos del color de un cadáver, salieron disparadas de las sombras y se cerraron alrededor de su garganta. Mientras era levantado del suelo, él luchando, estrangulado, en el aire, la cosa que lo sostenía, comenzó a salir de la oscuridad.

2.

Harry despertó por un puñetazo que golpeó su pecho.

Sacudido de su sueño, se dio cuenta de que James estaba dando vueltas al otro lado de la cama como si estuviera siendo torturado, sus brazos se agitaban frente a él en gestos defensivos y sus piernas se sacudían como si estuviera tratando de correr. Harry buscó a tientas la luz de la mesita de noche, cual parecía haberse movido sigilosamente a otra posición desde el momento en que la apagó la noche anterior. Finalmente atrapó el cable, apretó el interruptor, y bañó la habitación con una luz tenue y cálida. Se sentó y se volvió hacia James.

James todavía estaba atrapado en sus sueños, su rostro era un rictus congelado de terror y sus extremidades se movían en movimientos inconexos y descoordinados. Uno de sus puños fue lanzado hacia afuera y casi golpeó a Harry en la cara; instintivamente, Harry agarró la muñeca de James y sostuvo el brazo con fuerza.

-¡James!-, gritó, olvidando por completo que Heather dormía al otro lado del pasillo. -¡James, despierta!

James zafó su muñeca del agarre de Harry. Su piel estaba empapada de sudor frío y era demasiado resbaladiza para ser sujetada. Sin embargo, el agarre de Harry había cambiado la trayectoria de su puño, y se golpeó a sí mismo en la clavícula. Se incorporó con un jadeo como si lo hubieran electrocutado, y su frente pasó a una fracción de pulgada de la nariz de Harry. Harry sintió que el cabello empapado en sudor de James le golpeaba en la cara, y se sintió vagamente agradecido de que no le hubiese roto la nariz.

James se giró hacia Harry, y Harry reconoció el absoluto terror en los ojos de su compañero (compañero, ahora había una elección de palabra divertida, su mente lo reprendió). -James, James, está bien-, exclamó, estirando la mano y cogiendo la parte superior de los brazos de James. -Está bien, estabas soñando, ¡Todo está bien!

James se apartó de las manos de Harry. -¡No!-, Jadeó, con los ojos en blanco. -¡Atrás! ¡Aléjate!

-¡Bien, bien!-, Harry alzó las manos, con los dedos extendidos y las palmas hacia James. -Todo está bien, James, todo está bien, ¡Soy sólo yo! ¡Es sólo Harry! James, soy Harry.

Por alguna razón, el sonido del nombre de Harry pareció calmar a James un poco. Sus ojos dejaron de rodar y trató de enfocarlos, entrecerrando los ojos a la luz de la lámpara que debió de parecer deslumbrante después de volver de la oscuridad de sus sueños. -¿Ha... Harry?-, preguntó él con su voz más tranquila, pero todavía tan estrechada y dura como un elástico.

-Sí, sí, soy yo, soy Harry. Está bien James, Dios, me has dado un susto de muerte-, balbuceó Harry, tratando de mantener a James concentrado en el sonido de su voz y no en la pesadilla que había estado teniendo. -Estás despierto ahora, estás bien, no pasa nada...

James lo miró y Harry vio el reconocimiento en sus ojos. De pronto, James levantó las rodillas y se inclinó hacia adelante sobre ellas. Con la cara entre las manos, temblando como una hoja al viento. -Mierda-, susurró.

Harry extendió una mano, imaginando que probablemente era seguro tocar a James ahora.

-¿Papi?-, La voz de Heather estaba asustada y al borde de las lágrimas.

Harry giró la cabeza hacia la puerta tan rápido que casi se dio un latigazo. Heather estaba de pie en la puerta, abrazada a un animal de peluche, y con su pequeño rostro arrugado y casi llorando. Su larga camiseta blanca, una de las viejas de Harry, brillaba en la penumbra. -¿Está todo bien, papi?-, ella preguntó.

-Sí, cariño, todo está bien,- le dijo, obligándose a sonreír para tranquilizarla. -James sólo tuvo una pesadilla, es todo.

Heather se asomó a la habitación, escudriñándolos, y Harry se dio cuenta de repente de que tanto él como James estaban sin camisa. Heather los había visto a ambos sin camisa antes (a Harry muchas veces, de hecho, durante las lecciones de natación del verano pasado incluso), pero nunca sin camisa juntos y compartiendo una cama. Harry rezó en silencio para que ella fuera lo suficientemente joven como para no hacer la conexión obvia; no creía estar en condiciones de explicarle a ella lo que estaba pasando, y consolar a James al mismo tiempo ("¿Qué conexión?", su mente se burló de él. "¿Hay una conexión entre tú y James? Y esa palabra 'compañero' que usaste antes; ¿Fue un desliz freudiano o quisiste decir algo más? Vamos, Harry, tú eres el autor, explícate en quinientas palabras o menos, y en el tipo de lenguaje que una niña de siete años puede entender").

Heather suspiró. -Oí gritos, me asustaste.

-Siento haberte asustado, nena. ¿Sabes lo que es tener pesadillas, verdad?

Ella asintió, y luego se dio la vuelta abruptamente y regresó a su dormitorio.

Harry suspiró profundamente, y luego se volvió hacia James.

James todavía tenía la cara cubierta en sus manos, pero había dejado de temblar y respiraba a un ritmo más normal. Harry se dio cuenta con sorpresa de que, en el súbito silencio que dejó la partida de Heather, fue capaz de oír el latido del corazón de James, que palpitaba tan fuerte como si acabara de correr un maratón.

-¿Estás bien?-, preguntó, hablando en voz baja, consciente de que Heather aún podría estar escuchando.

James negó con la cabeza y todo su cuerpo se estremeció. -En la mayoría de los sueños horribles...-, dijo, con su voz ahogada por sus manos. -Ese lugar... de nuevo ese lugar...

Harry se sobresaltó, dándose cuenta de lo que James estaba hablando. Siempre pensaba en ese lugar también, como si llamarlo por su nombre le diera un cierto poder oscuro. Se estremeció, como si la mera mención de ello hiciera que una corriente de aire recorriera la habitación.

La cama se hundió a un lado y James se estremeció aterrado; Harry se volvió para ver que Heather había regresado y se había subido a la cama. Ella se arrastró sobre él con indiferencia y se plantó entre ellos dos, justo al lado de James. Extendió su pequeña mano hasta el hombro de James y suavemente lo comenzó a mover.

-James... James, soy yo, Heather...

-Mi amor, puede que ahora no sea el mejor momento-, dijo Harry acercándose a ella para cargarla desde la espalda, pero luego James levantó la vista de sus manos y encontró la mirada de Heather. Sus ojos estaban rojos por lágrimas y angustiados, pero obviamente reconoció a la niña y trató de sonreírle.

-¿Qué pasa, Poco?-, preguntó, usando el apodo que le había dado a ella hace una semana.

-Ten-. Ella le entregó un conejito de peluche andrajoso. James lo tomó, desconcertado. -Es el Señor Hopper-, explicó Heather. -Él mantiene lejos a las pesadillas. Me dijo que tú lo necesitas más que yo esta noche-. Hizo una pausa, y en ello, Harry pensó que ella tal vez estaba dudando de la sabiduría del Sr. Hopper, pues Heather tenía suficientes problemas con las pesadillas como para compartirlo. -Si abrazas al señor Hopper toda la noche, no tendrás más pesadillas-, instruyó ella. -¿Lo entiendes?

James asintió, mirando el conejito que era enano en sus grandes manos.

-Bien-. Heather se puso de rodillas y besó a James en la mejilla. James apartó la cabeza hacia un lado, mirándola con sorpresa, pero ella no se dio cuenta porque se había vuelto hacia Harry y le estaba besando la mejilla también. Luego salió de la cama (Logrando darle un rodillazo en el muslo a Harry en el camino), y dijo -Buenas noches, papá. Buenas noches, James-, y salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de ella.

James miró a Harry por un momento y luego miró el conejito en sus manos. Harry puso una mano cautelosamente en su hombro. -Deberías sentirte honrado-, dijo en voz baja. -Ella no presta al Señor Hopper a cualquiera.

El hombro de James tembló bajo su mano. James estaba llorando, profundos y agradecidos sollozos que sonaban como si vinieran del pozo más profundo de su alma. Harry puso sus brazos alrededor de él, y James enterró su rostro en el pecho de Harry, todavía sosteniendo al señor Hopper, y lloró por mucho, mucho tiempo.

3.

Dios, era un idiota.

James sintió que el viejo desprecio que tenía por sí mismo aumentaba en él, abrumando todo lo demás. Había despertado a Harry, tomado el juguete de seguridad de una niña, y mantuvo a todos despiertos en medio de la noche debido a un mal sueño que apenas podía recordar. Tenía la sensación de que no quería recordar, pero apartó ese pensamiento; la pesadilla no importaba, no cambiaba el hecho de que él era un egoísta imbécil, y le sorprendía de que Harry y Heather aún lo soportaran.

Harry se había vuelto a dormir. Había abrazado a James mientras lloraba, le había hablado en voz baja y reconfortante, y luego se acurrucó a su lado cuando James dijo que creía que podía volver a dormir. La idea de volver a dormir era mentira; James sabía que estaría despierto toda la noche, viendo cómo el amanecer arrojaba su luz matinal sobre las paredes. Tenía miedo de volver a dormirse, y esa era la maldita verdad. Pero ya había tomado demasiado de Harry, no necesitaba robarle una noche de sueño también. Así que mintió, algo en lo que era muy bueno, y así Harry se volvió a dormir casi de inmediato.

El rostro de Harry se mantuvo suave y tranquilo en su reposo, su piel notablemente sin arrugas para un hombre que se acercaba rápidamente a la edad adulta en sí. Tenía la cabeza sobre el pecho de James, que era inusual en sí mismo, y su cabeza se elevaba y caía suavemente con la respiración del rubio. El Señor Hopper descansó sobre el estómago de James, parecía observarlos a ambos con sus ojos negros de botones.

James observó cómo la nacarada luz gris crecía en la pared. Él hervía por dentro, furioso consigo mismo ¿Qué clase de hombre tenía pesadillas que le hacían despertar a medio mundo para luego terminar llorando en los brazos de alguien más? ¿Por qué era tan débil? Harry fue capaz dejarlo todo atrás, Harry había seguido adelante, Harry ya no soñaba con ese lugar... ¿verdad?

James frunció el ceño, sus pensamientos vociferantes se detuvieron en seco. ¿Harry ha soñado con ese lugar? Si lo hacía, nunca decía nada, nunca despertaba agitando y gritando. Harry dormía como los muertos cada noche, quedándose dormido frente a su computadora tan a menudo que cada vez que James lo llevaba a la cama parecía estar convirtiéndose en un ritual nocturno. ¿Cómo lo hacía? ¿Cómo se liberó de las garras de ese lugar?

Suspiró y cerró los ojos. Le preguntaría a Harry por la mañana. Cuanto más rápido se pusiera bajo control, más rápido podría irse, y así dejar a Harry y Heather en paz, y dejar de perturbar sus vidas perfectas con su maldita presencia. Era como un ácido, carcomiendo y destruyendo todo a su alrededor. Estarían mejor sin él, estaba seguro de eso.

Con sus pensamientos autodestructivos, James se durmió de nuevo.

Se despertó al movimiento de manos pequeñas. -¡Despierta, James, despierta!-, Cantó Heather con su voz brillante y alegre. -¡Papá dice que es hora del desayuno!

-¡Dije que es hora de desayuno. Deja a James dormir!-, La voz de Harry flotó desde la cocina.

Heather se inclinó y susurró al oído de James. -Quería asegurarme de que te sentías mejor-, le informó. -¿El Señor Hopper te ayudó?

James le sonrió. Estaba claro que ella podía ver a través de él. -Claro que sí, Poco-, dijo, y le entregó el juguete. -Gracias por dejarme pedirle prestado.

Heather le sonrió, luego saltó de la cama y se dirigió a la cocina. -¡Papá, James está despierto ahora, puede desayunar con nosotros!-, la oyó gritar.

Gimiendo, James se incorporó y puso su cabeza entre sus manos. Se sentía irritado, fuera de sí, y seguía asqueado de sí mismo. En otras palabras, una típica mañana. Buscó en el cesto que servía de vestidor, encontrando su camiseta la cual se puso y luego se dirigió a la cocina. Si se quedaba ahí mucho más tiempo (en realidad, lo único que quería hacer era taparse la cabeza con la almohada y morir de vergüenza y tristeza), sabía que Heather vendría a buscarlo de nuevo.

Heather le sonrió desde la mesa de la cocina, luciendo ya limpia y fresca con su uniforme escolar, a la mitad de una pila de panqueques. Harry estaba parado en frente del horno, volteando expertamente una nueva pila de panqueques; ya estaba vestido, recién afeitado y su cabello peinado con su elegancia habitual. James sintió una nueva oleada de ira consigo mismo; ambos estaban listos para afrontar el día, y él, tuvo la descarada audacia de unirse a ellos mientras todavía lucía como un vagabundo en pantalones de pijama y camiseta. Se dejó caer en una silla y mantuvo la cabeza gacha, demasiado mortificado para mirarlos a los ojos.

Harry puso un plato de panqueques y una taza de café delante de él. -Le dije que te dejara dormir, pero ella insistió en que el desayuno no sería el mismo sin ti-, le dijo a James.

-¡No lo sería!-, intervino Heather.

-Probablemente si no-, murmuró James. -Hubiera sido mejor.

Heather jadeó, afligida. -¡James, eso no es verdad! Me gusta que desayunes con nosotros -, le aseguró.

James la miró por el rabillo del ojo. La expresión de su rostro parecía genuina; además, ¿Qué tan buenas eran las niñas mintiendo? No estaba del todo seguro, pero no creía que fueran maestras mentes criminales que pudieran mentir tan convincentemente. -Gracias-, dijo gruñendo, y luego atacó sus panqueques en un intento de enmascarar los sentimientos confusos y contradictorios que le daban vueltas en el estómago.

Sabía que Harry lo miraba con preocupación, pero lo ignoró.

4.

Al principio, Harry no estaba seguro de haberlo oído correctamente. -¿Disculpa?

-¿Cómo te has librado de eso?-, Repitió James, mirando fijamente su taza de café. Heather se había ido, empaquetada hacia la escuela, y los dos hombres se encontraron solos en la cocina. -¿Cómo lograste que te dejara ir?

De alguna manera, Harry sabía exactamente de qué estaba hablando. -¿Qué te hace pensar que lo hizo?

James alzó la mirada bruscamente, con los ojos entrecerrados y enojados. -¡Por supuesto que sí lo hizo! ¡Sólo mira la hermosa y normal vida que tú y Heather tienen! No tienes pesadillas, no te sientes mal todo el tiempo, no te odias a ti mismo...

-A veces lo hago-, dijo Harry en voz baja, interrumpiendo a James.

-¿Qué?-, exclamó. -¡No, claro que no! ¡Eres tan... tan... normal!

Harry suspiró y se sentó frente a James. Aquello le recordó vivamente a su primera mañana juntos; de alguna manera, siempre terminaban en la mesa de la cocina cuando llegaba la hora de hablar de ese lugar. -¿Tienes idea de lo solo que estaba antes de que te sacara del lago?-, preguntó.-No, por supuesto que no-, continuó, levantando una mano para silenciar las protestas de James. -James, antes de que tu aparecieras, yo siempre había estado yendo al lago al menos tres veces por semana. Me estacionaba allí y me preguntaba "¿Qué pasaría si cruzara el puente y sólo... dejara que Silent Hill me llevara." A veces... algunos días... eso parecería una buena opción.

James negó con la cabeza. -No, no. No te creo.

-Es verdad-, le aseguró Harry. - Y James... creo que si sigues maltratándote de esa manera, si sigues castigándote a ti mismo... algún día querrás dejar que te lleve a ti también.

James se rió, pero no había humor en aquella risa tan tosca. -Tal vez eso sería una buena opción.

-¡Maldita sea, James!-, Harry golpeó la mesa con frustración, haciendo saltar las tazas de café. -¿No lo entiendes? ¿No sabes lo bueno que has sido para Heather y para mí?

James no lo quiso mirar a los ojos. -No soy bueno para nadie, nunca lo he sido.

-No he vuelto al puente desde que llegaste tú aquí, no he querido, no he... ¡No lo he necesitado! Ese poder, esa extraña atracción que ese lugar tiene, no es tan fuerte cuando tú estás aquí, tú... me haces querer seguir adelante-. Harry se sentó, agotado y sin palabras, sorprendido por lo que acababa de decir. James todavía no lo miraba, pero Harry pudo ver un leve rubor en sus mejillas, como si estuviera complacido con lo que Harry había dicho sobre él.

-James-, Harry preguntó, inseguro si él quería hablar de esto, pero sabiendo que tenía que preguntarlo. -¿Por qué estuviste en Silent Hill, en primer lugar?

James suspiró, hundiendo los hombros en una postura defensiva que Harry comenzaba a conocer bien. -Mary y yo... tuvimos nuestra luna de miel allí.

Harry no pudo evitarlo. -¿Tuviste tu luna de miel allí ?

-No siempre son así las cosas como suenan-, dijo James, un poco brusco. -Cuando eres feliz, es hermoso. Fuimos felices allí... nos lo pasamos muy bien.

James suspiró y se pasó la mano por la cara y por el pelo. Harry se sintió momentáneamente distraído por la forma en que el cabello de James le caía a los ojos, quería estirar la mano por encima de la mesa y apartarlo a un lado, pero sabía que si lo hacía, James nunca volvería a hablar de esto. Así que mantuvo las manos sobre la mesa y escuchó.

-Después de nuestra luna de miel, unos seis meses después, Mary comenzó a enfermarse-, continuó James-. Los médicos dijeron que probablemente había estado enferma desde hace mucho tiempo antes, pero no... no empezó a afectarla realmente hasta que nos casamos, hasta que empezamos... a intentar formar una familia-. Miró a Harry, afligido. -No se enfermó hasta que estuvo conmigo.

Harry abrió la boca para protestar, para decirle a James que no era así como el cáncer funcionaba, pero James levantó una mano para detenerlo. -No me interrumpas, por favor, Harry, yo... solo quiero contar esta historia una sola vez.

Y así, continuó.

-Pasó por tres rondas de quimioterapia. Eso es todo lo que te permiten; si pasas por quimioterapia tres veces y el cáncer no entra en remisión, entonces...-. James hizo un gesto con la mano hacia un lado. -Entonces no funcionaría. Yo... Yo no podía pagar una enfermera a domicilio para cuidarla, tuve que ponerla en cuidado paliativos. Los médicos me dijeron que le quedaban semanas, como máximo-. Miró a Harry, con los ojos sombríos y desesperanzados. -Ella vivió en ese horrible lugar durante seis meses.

James aferró sus manos a las de Harry como un hombre que se ahoga en el agua intentando salvarse. -¡No podía permitirme nada mejor!-, declaró con la voz desgarrada por la vieja tristeza. -Yo ya estaba trabajando en dos empleos, cobraba horas extras cada vez que podía, y venía a verla cada vez que tenía una o dos horas libres. Ella... ella dijo que lo entendía, pero... cuanto más enferma estaba, más me quería allí con ella...

-¡Y yo no podía!-, gritó, y Harry sintió punzadas de lágrimas en sus propios ojos ante la angustia en la voz de James. -Apenas podía permitirme mantenerla allí como estaba... si yo no hubiera estado trabajando, ella habría mejorado, y entonces no habría tenido que tener a nadie para cuidar de ella, o no habría tenido que consumir ninguna pastilla para hacer que el dolor desapareciera.

-Al final, las pastillas dejaron de funcionar-, dijo James, con su voz suave otra vez, pero sostenía las manos de Harry con tanta fuerza que sus músculos y huesos se juntaban. Harry, atrapado en la historia de James, apenas se dio cuenta. -Dejaron de funcionar, y ella siempre estaba con dolor, un dolor horrible, y... y la mujer con la que me casé se había ido. Iba allá a verla, y ella parecía tan... tan enojada, tan llena de odio contra mi, sólo ese esqueleto lleno de rabia en su cama, y yo me preguntaba, ¿Qué le pasó a la mujer de la que me enamoré? ¿A dónde fue? y entonces... una noche, fui a verla, y...

James se detuvo, haciendo una pausa tan larga que Harry pensó que había perdido el hilo de sus pensamientos. -Y ella estaba muerta-, terminó abruptamente, con firmeza. -Ella estaba muerta. Y... tres años... tres años más tarde recibí una carta de ella, una carta diciéndome que fuera a nuestro lugar especial en Silent Hill, y... y no pude encontrarlo.

James volvió a captar la mirada de Harry, y Harry casi tuvo que alejarse del dolor y la angustia que la mirada de James provocaba. -No podía encontrar nuestro lugar especial, no podía recordar, todo lo que podía recordar era la forma en que murió, la forma en la que se enfermaba cada vez más y la forma en que la mujer que amaba desapareció, y luego... y luego la niebla vino, y las cosas, y... y...-, casi se atragantó con las palabras, -Y entonces estaba conduciendo por el puente, y tú me estabas sacando de mi auto.

Harry se quedó en silencio, casi llorando, después de que James terminara de contar su historia. El agarre de James en sus manos había disminuido, y James estaba sentado entumecido en frente a él, con sus propios ojos rojos pero secos. Harry tenía la sensación de que había algo más en la historia de James que no le estaba contando (como por ejemplo, de dónde procedía esa carta), pero sabía que era mejor no insistir. James contó todo lo que pudo, y era suficiente. Tal vez, tal vez ahora que estaba a la intemperie, podía empezar a sanar de las viejas heridas que había estado cargando durante tanto tiempo.

Harry apretó suavemente los dedos de James. -Lo siento mucho, mucho-, dijo en voz baja, y el rubio se sorprendió por su pequeño temblor en su voz. -No puedo imaginar lo que debió haber sido, no es de extrañar que te duela tanto.

-¿No... no me odias?-, preguntó James con voz suplicante.

-No, por supuesto que no-, contestó Harry, un poco sorprendido por la pregunta.

James levantó la vista y clavó su mirada en los ojos de Harry. Mirar fijamente a los ojos de James fue como mirar fijamente al abismo. -Lo harás.

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