6. TRES SEMANAS
«Ahora sí, no hay excusas para que no vayas a verme, hermosura», leo en la nota pegada en la tapa interior de la caja del regalo que, por cierto, llega en un mal momento. Isabella está en casa y se vuelve loca cuando el repartidor me dice quién lo ha mandado. Salta, grita y no me da tiempo de asimilar la ilusión que se desplaza desde mi pecho a todo mi cuerpo en una fracción de segundos. La expectativa que me acompañó desde aquella llamada es desplazada por una mezcla de curiosidad, ganas y alegría infinita.
No sé si estoy en frente de un reloj, o de un boleto de avión porque pese a mi insistencia, no me dijo de que se trataba. Intento arrugar la nota para evitar escándalos, pero actúo demasiado tarde. Mi amiga ya la ha leído, y sin dejar de gritar va a por la caja.
No parece un regalo solo mío puesto las dos mostramos afán por abrirlo. Ella aparentemente más emocionada y yo queriendo acostumbrarme a los nervios que hasta entonces, solo experimentaba antes de subirme a un escenario.
Son tres camisetas autografiadas del Liverpool. Una que se usará cuando jueguen de locales, la otra para los partidos de visita y una tercera de entrenamiento. Todas a mi medida, con el nueve y su apellido por detrás. Ya las había visto por foto, incluso vi un video de Alexander invitando a los fanáticos a pedir la suya en la tienda, pero tenerlas en mis manos es otra cosa. La sonrisa me llega a los ojos y la emoción que me hace pegar un gritito se parece mucho a la que experimenté al recibir la carta de invitación al festival de Praga.
–¡Te regaló las camisetas de la nueva temporada! –mi amiga me arrebata una–. Después de esto ya no puedes negarme nada. Las fotos, la invitación a salir en la entrevista..., las camisetas.
Una camiseta de fútbol debe ser como un disco de un pianista histórico. Se colecciona, se valora, se disfruta. No la voy a poder escuchar, en efecto, pero él ya lo dejó entrever en la notita; es para ir a ver un partido en vivo. Es para concretar nuestros "asuntos pendientes".
Con el pensamiento los labios me cosquillean y mi corazón se altera, deseoso de que llegue el día de encontrarnos de nuevo, de volver a prenderme de sus ojos, de ver otra vez su ceja levantada. De escucharle decir mi nombre en susurro, de verle jugar.
–te voy a perdonar que no me hallas contado que te seguías hablando con él. Y que fue quien te llevó a Praga ¿acaso me equivoco?
–Isa...
–¡Isa nada! Yo te cuento todo, y has tenido más de una semana para contármelo. Es un asunto de vida o muerte y no podías pasarlo por alto ¡te subiste al avión de Alexander madrigal!
Algo en mi mente me recrimina por no habérselo dicho. Se lo conté a Katia y no a isa, que conozco de toda la vida. Preferí confiar en mi representante antes que, en mi mejor amiga, y no es justo.
No es justo para ella, pero sí para mí. Porque envuelta en un cúmulo de emociones disparejas y en disputas de mi parte racional con mi subconsciente, no quería un escándalo.
–No encontré el momento. Lo siento.
–Ya luego habrá tiempo para que me pongas al tanto de absolutamente todo.
Entiendo que todo mundo está haciendo cosas raras. Katia llenándome de adulaciones ayer en su oficina, Alexander cambiando su actitud después de verme. Isa aceptando mis disculpas rápido.
Ella que es la reina del drama y que se hace un mundo para perdonar algo.
–Pero me vas a tener que prestar una –sigue–, yo tengo las de la temporada pasada y ninguna está firmada. ¿Qué tal si mejor le pides una de Davide?
Desde siempre lo hemos compartido todo. juguetes, ropa, comida en el colegio, travesuras, secretos, sueños, miedos. Sin embargo, algo no se siente bien con la idea de prestarle una camiseta.
Y no me gusta, porque yo no soy así.
«A Alexander tampoco le gustaría. Es un regalo para ti, lo firmó pensando en ti, lo empacó pensando en ti» –me consuela mi subconsciente.
«Isabella es tu mejor amiga. Te presta todo, es normal que quiera que le prestes la camiseta de su equipo favorito. ¿No te vas a poner las tres, cierto?» –replica mi parte racional.
«No es normal que te pida la camiseta de Davide, como si tú y Alexander ya fueran novios»
La disputa dura poco gracias a los latidos arrítmicos de mi corazón, a quien le emociona la idea de Alexander escribiendo mi nombre en cada una, de su búsqueda para encontrar la talla perfecta, de que está pensando en mí, así como yo pienso en él todos los días y todas las noches.
Isa sigue hablando emocionada, mas no le presto atención. Analizo las prendas a detalle y me detengo mucho tiempo en el lugar de las firmas. Delineo con los dedos la dedicatoria y luego, como si se tratase de un perfume o del aroma agradable del café, lo huelo.
Y siento que sí huele a él.
Es ridículo. Katia lo sabe, por eso suelta una carcajada cargada de humor. Yo me cubro la cara con las prendas, pensando en lo mucho que estoy cambiando.
«Enamorada» –la palabra hace eco en mi mente una y otra vez, reproduciendo al tiempo su sonrisa, mis ojos perdidos en los suyos, su voz.
–Tenemos que ir a uno de sus partidos –continúa al no obtener respuesta–, cuanto antes, mejor.
–¿Tenemos? Eso suena a mucha gente –murmura Katia, que hasta entonces se había mantenido al margen de la algarabía–. ¿Por qué Madrigal invitaría a alguien que ni siquiera conoce?
–no estoy hablando contigo, estoy hablando con mi amiga. No te metas en cosas que no te importan.
–Te digo lo mismo –deja el portátil sobre la tapa del piano y se levanta antes de continuar–. No te metas en cosas que no son tuyas. Sofía no tenía la obligación ni de contarte con quién y en donde se va de viaje, ni tiene porqué prestarte una camiseta ahora. Se las mandaron a ella, están firmadas con su nombre y la invitación es solamente suya.
–¡Es mi amiga! le tengo que acompañar.
–No es necesario, linda. Si acepta la invitación va a tener un avión a su disposición, y apuesto a lo que sea que la van a ir a recoger. No sé, pero si fuera Alexander me molestaría que cuando la invitación estaba escrita en singular, traigan a alguien más –isa me mira pidiendo ayuda–. Seamos sinceras ¿qué harías metida en un lío de dos? ¿quieres un trío o qué?
–¡Katia! Solo voy a ir a ver...
¿Por qué quiero explicarlo? Incluso mi mente, que se muestra reticente a aceptar las cosas sabe que no solo voy a ir a verle jugar. Voy a ir a "terminar lo que dejamos pendiente".
La idea me asusta y me emociona a partes iguales, así que dejo la frase al aire porque no voy a convencerla ni a ella, ni mucho menos a mí.
–Ni siquiera sabes lo que estás diciendo. No todo el mundo es como tú.
–Sé más de lo que te imaginas, Isabella –cierra la pantalla de su portátil con un cuidado exagerado.
–No conoces a Sofía ni la mitad de lo que la conozco yo, ella no es así. Es más, ni siquiera sabes de quién estamos hablando, seguramente. Si a mí, que soy su amiga no me había contado nada ¿crees que te va a contar a ti que solo eres una "compañera de trabajo?
Katia se ríe, isa frunce el ceño. Pese a todos mis intentos nunca he logrado que se soporten ni mucho menos que se lleven bien. Mi representante hace todo lo que según mi amiga está mal, es demasiado liberal, insensible, con un carácter difícil. Me he dado cuenta que son como el agua y el aceite, dos polos opuestos que no se atraen y por eso hago hasta lo imposible para no tenerlas en un mismo lugar. Estaba funcionando hasta hoy, que tenía que grabar unas cosas para la promoción de un concurso.
Lo haríamos en casa porque aquí tengo el piano y es una especie de estudio, pero no contaba con que isa se apareciera de repente, bastante emocionada por el revuelo de las fotos en redes sociales. Y aquí estábamos, sin poder grabar nada, con el regalo de Alexander haciendo estragos y una discusión que recién se hacía notar.
–Soy su representante, querida. Y ya te digo que sé mucho más de lo que te imaginas.
–no me hagas reír ¿quieres? tú solo estás para conseguirle eventos, contratos y patrocinadores. Y ninguno de tus consejos servirían, porque eres una...
–Cuida tus palabras –amenaza con sorna–. Yo estoy para hacer que Sofía se convierta en una de las mejores pianistas de la historia, y tú, por lo visto, solo para alterarla. No sé si lo sabes, pero tus escándalos no ayudan.
–¿Qué escándalos? ¡estoy feliz por ella! Se le está presentando una oportunidad única.
–¿Feliz por ella o por ti? La que está viendo oportunidades aquí eres tú, pero la vida no es un cuento de hadas y los amores platónicos no se hacen realidad. Supéralo.
–Si te fue mal en el amor, es muy tu problema –algo cambia en la expresión de Katia, pero no logro descifrar qué–, pero ahora no necesitamos consejos pesimistas.
–No me tiene que ir mal en nada para saber que lo que planeas no tiene futuro, ya luego me darás la razón –se da una vuelta por toda la sala–. Como que ya va siendo hora de irte ¿no?
–Deberías dejar de trabajar con esta clase de personas que quiere hacer y deshacer en tu casa a su antojo, Sof –se quita la pañoleta de los hombros con elegancia–. La que tiene que irse de aquí es otra, estamos en un momento personal.
–No, reina. Estábamos trabajando y llegaste a interrumpir. Porque nosotras sí trabajamos –añade entre dientes.
–¿Insinúas que yo no trabajo?
–No lo he dicho yo, lo has dicho tú.
–Para tu información, tengo una línea de maquillaje y...
–La línea de maquillaje es de tu madre y mejor no hablamos de eso que sales perdiendo –se sienta en el sofá y recuesta levemente la cabeza en un gesto claro de cansancio–. ¿Lo asimilaste ya, Sofía? Tenemos que grabar.
–¿Y qué piensas? ¿Qué recibir un regalo de Alexander madrigal es fácil de superar? Ya escapa de nuestras manos que no te hallan regalado algo así.
–ni a mí, ni a ti. Estamos en igualdad de condiciones. O dime, Isabella, ¿ya te regaló un anillo Davide Linguini?
–Cuando me lo entregue vas a ser la primera en saberlo, tenlo por seguro.
–¿un treinta de febrero? ¿o cuando te dignes a tomar tu trabajo en serio?
–¡No me conoces y no te permito que hables de mis cosas así!
–yo tampoco te he dado autorización y desde que me has conocido te has dedicado a hablar porquerías de mí. La diferencia, reina, es que yo si tengo fundamento y tú no; yo sí te digo que eres una escandalosa, aprovechada e interesada a la cara.
–¿Con qué derecho?
–Con el derecho de libertad de pensamiento y expresión, lee la carta universal de derechos ¿o eso también te da flojera?
Isa está a punto de responder cuando mi móvil, que descansaba en la mesita de centro comienza a vibrar. Por instinto las tres posamos los ojos en la pantalla, y no veo más que el baloncito de fútbol, pero ya es suficiente para que mi mente se desconecte del resto de mi cuerpo que parece tener vida propia.
Mi corazón late con desenfreno, mi estómago es invadido por miles de maripositas que revolotean dentro y mis manos tiemblan. Con una sonrisa para nada justificada en la cara, dejo las camisetas con cuidado sobre el sofá antes de ir a por el móvil.
Isa también está allí, y me hace señas con una mano mientras se abanica con la otra.
–Activa el altavoz –me pide–. Tengo que escucharlo, me lo debes.
No pienso, actúo deslizando el dedo por la pantalla antes de llevarme el móvil al oído, sin mostrar ni el más mínimo interés por saldar la deuda que tengo con mi amiga. me adentro a paso rápido al pacillo que da a las habitaciones y me detengo un ratito para encender la luz.
–¿Qué tal, hermosura?
Con su voz haciendo estragos en mi mente y mi amiga corriendo para intentar quitarme el móvil, soy un manojo de nervios.
–Tienes que agradecerle –me susurra–, y poner fecha para el viaje.
–¿Estás ahí?
–va a agradecerle, coordinar el viaje y todo lo que quieras, pero a solas –Katia le cubre la boca a Isabella–, quédate para seguir hablando de lo mucho que sé de ti, te conviene.
Aprovecho el forcejeo para encerrarme en la habitación de mi madre. Hay silencio del otro lado y no quiero perder la comunicación, así que me obligo a esconder todos los nervios, las alteraciones y esa emoción latente al centro de mi pecho para responder.
–Hola. Aquí estoy.
–¿Todo bien?
–Perfectamente. Estaba con unas amigas y ya sabes cómo es esto.
«Agradécele. No esperes que te pregunte si ya lo has recibido»
–Por cierto, gracias por las camisetas. Están hermosas.
–¿ya tienes fecha de estreno?
–¿Cómo?
–Quiero verte y lo sabes. Las camisetas solo son un incentivo.
Oh. Oh.
Mi corazón solo entiende una cosa. Tiene las mismas ganas que yo tengo por verlo.
Y el incentivo puede entrar sin problema a debate. No niego el poder de la camiseta, porque evidentemente no hay mejor ocasión para estrenarla que en un partido suyo, lleva su nombre y su número, y son tres, para no poner ningún tipo de excusa. Pero para mi cuerpo, que ha dejado de escuchar toda clase de advertencia de mi mente, el mayor motivo para un próximo encuentro es "todo lo que dejamos pendiente".
Quiero verle sonreír, perderme otra vez en su mirada. Necesito ver otra vez cómo levanta la ceja y, por, sobre todo, necesito un beso completo.
–El próximo viernes no puedes, entonces dime ¿cuándo te mando el avión? –continúa al no obtener respuesta.
–No lo sé. tengo muchas presentaciones y por lo general son los viernes y sábados, entonces... ¿Dejémosle esto al destino, ¿no?
–No –responde y me paralizo–. Si el problema es que tienes presentaciones los viernes y sábados, ven el domingo. De hecho..., tengo en tres semanas un partido contra el Citi, el domingo, en casa.
–Si encuentro un boleto para ese día puede que...
–¿para qué? ¿para qué pierdas el vuelo por llegar tarde? –se ríe, yo me sonrojo–. No puedo arriesgarme, hermosura. Te mandaré el avión.
Un flash de una entrevista de la novia de Cristiano Ronaldo me golpea de repente. Ella también viaja en aviones privados, ve los partidos desde palcos y...
No debería estar pensando en esto, porque ella es la novia de un futbolista, yo soy... ¿amiga? ¿conocida? Ni siquiera lo sé.
«¿Qué somos?» –quiero preguntarle.
–No quiero causar molestias –me doy un golpe mental.
–vas a causar molestias si no te veo aquí el domingo 27. Así que no se diga más, te veo en tres semanas con la camiseta de entrenamiento primero, y luego con la de locales.
–Pero no he revisado mi...
–mándame la foto de tu pasaporte y disfruta mucho el regalo, hermosura –se me olvida cómo respirar–. Te dejo para que practiques esa pieza tan difícil y para que pienses en mí.
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"Fuentes del aeropuerto de barajas confirman en exclusiva que el jueves 27 de Julio, Madrigal solicitó un cambio de última hora en el destino de su vuelo. El viaje que en principio se haría directamente a Liverpool, tendría una "escala" en Praga. Y a juzgar por tan absurda decisión, siempre y cuando no habría un nombre de por medio. Sofía Romero, la joven promesa del piano con quien solo un día antes compartió portada en una revista conocida.
Ese jueves por la noche, Romero tenía una participación especial en el museo de Mozart, por la que obtuvo el reconocimiento a mejor interpretación. ¿Coincidencia? Hay que dudarlo.
El avión del delantero nunca apagó motores. Duró una hora en tierras checas entre aterrizaje, papeleo de rutina y despegue ahora sí, con destino a Liverpool. Las preguntas saltan solas, las teorías se disparan y solo parece haber una respuesta. Sofía Romero.
¿Para qué una escala en Praga si no fue a visitar sus lugares emblemáticos? ¿para qué duplicar lo que pudieron haber sido tres horas de viaje?"
Una de mis fotos en el escenario del museo de Mozart es portada de uno de los periódicos más importantes del país. Pero no, señores, no hay un artículo hablando de mi interpretación de claro de Luna, ni de mi dueto de una sonata de Beethoven con Miguel Ángel ortega. No es una reseña, ni una carta de felicitación pública por haber traído el reconocimiento. Evidentemente, para los redactores eso no es tan relevante como sí parece ser el rumor real del cambio de ruta del avión de Alexander madrigal. Las líneas siguientes del artículo dejan entrever un supuesto romance de meses, usando como justificante su propuesta de regalarme un reloj carísimo en la entrevista de Bogue. Según esto ya dispongo de su jet en cualquier momento y dicen tener pruebas de una escapada romántica a Ibiza.
Mi nombre aparece junto al suyo en los titulares de revistas de espectáculos, mi cara en páginas deportivas entre nuevos fichajes de los clubes más importantes. Hasta incluso hay programas televisivos donde se habla de mí. Gracias al futbolista obtengo visibilidad, y no me gusta.
–¿Por qué después de una semana? –alejo el periódico y el portátil.
–Porque la portada y la entrevista acaban de salir. ¿cómo iban a hablar de ti sin ver esa complicidad en las fotos? –se burla mi representante.
–¿Algo tenemos que hacer, ¿no?
–¡Exacto! –da dos palmadas satisfecha–. Vamos a convertirte en la pianista más popular de los últimos tiempos, Sofía.
–No me refería a eso... yo no quiero que se sigan inventando rumores ¿no es bonito, sabes? Voy a pedirle a Alexander que mande un comunicado de prensa desmintiendo todo esto y...
–¡Ni se te ocurra! –frena mi intento por alcanzar mi móvil–. Vamos a sacarle provecho a la situación.
–No, Katia –me sorprende la firmeza con que hablo–. Se lo dije a él y te lo digo a ti, yo no hago las cosas para obtener visibilidad. Toco porque me gusta.
–¿Tocar es tu trabajo, no es así? Cuanto más gente te conozca tienes más posibilidades de ir a festivales y de hacer historia. Lo primero que se le viene a un fan de madrigal que no sepa nada de arte clásico cuando le hablan de música clásica es Beethoven o Mozart, y eso vamos a hacer contigo. Quiero que cuando a un fan de fútbol le pregunten sobre música clásica hable de Sofía romero.
–¡Van a hablar de mí porque piensan que tengo un romance con él! –me pongo de pie.
–¿Y cómo le llamas a lo que tienen, entonces?
Abro la boca y la cierro casi de inmediato. No sé qué somos, ni qué clase de relación tenemos. Pero no somos amigos, desde luego.
No, porque recién nos conocemos. No, porque ya hemos tenido un casi beso y porque ambos sabemos que dentro de tres semanas...
–En un principio sí, acepto que te van a conocer como Sofía romero, el nuevo interés amoroso de un delantero de talla mundial. Pero ahí no queda, porque vamos a hacer que te conozcan por lo que eres. Ya saben que eres pianista, pero no te han oído tocar.
–No lo sé, Kat. Yo preferiría seguir como hasta ahora y si trabajamos mucho voy a ser importante sin necesidad de...
–Pero ¿a qué precio, Sofía? Tenemos que aprovechar que tu nombre se ha posicionado en internet para hacerte notar. Y no te estoy pidiendo que mandes una indirecta en Twitter, ni que subas una foto con la camiseta del Liverpool a Instagram. Vas a abrir ese bonito piano y vas a tocar, lo que sea y voy a subir ese video.
Niego varias veces.
–Confía en mí. Esto no le va a importar ni a él, y no va a hacerte ver como una oportunista. Porque no lo estás siendo, estás aprovechando todos los rumores que están creando sobre ti para triunfar, como lo has venido haciendo hasta ahora, pero más rápido.
Contra todo pronóstico, después de un largo silencio, me siento junto al piano y suspiro convenciéndome de que no le estoy haciendo daño a nadie ni estoy colgándome de la fama de alguien más. porque no estoy reposteando los rumores, ni le agradezco públicamente a Alexander por la camiseta. Estoy haciendo lo que me gusta, y quizá como dice Katia, sea internet quien se encargue de hacer el resto.
Liszt es mi pianista favorito, así que cierro los ojos para deleitarme tocando el Mephisto Waltz No. Difícil, sí que lo es. Me asusta, incluso mucho más que tocar la polonesa heroica. No obstante, la vengo practicando desde hacía muchos años y aunque a veces sienta que no soy suficiente para superar la versión anterior, me gusta.
Variedad de dinámicas y tempos, arpegios y escalas rápidas. Mis dedos se mueven como si tuvieran vida propia y me permito degustar el toque dramático, las pinceladas de pación, deseo y seducción en los 11 minutos que dura.
Si me van a conocer así, que me conozcan bien. Ya luego habrá tiempo para arrepentimiento, miedos e inseguridades; mientras tanto, queda disfrutar.
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