33. Muñequito de aparador
Mi mundo se reducía a la imagen de su rostro contraído por el dolor.
Con el corazón en la mano y las lágrimas agolpadas en los ojos, corrí desafiando las medidas de seguridad hasta el túnel de vestuario, donde Alexander era atendido por el equipo médico del club.
En el campo de juego el partido se había reanudado, sin embargo, la euforia que experimenté cuando marcó los dos goles se había reducido a una profunda angustia. Con el alma en vilo me abrí paso entre los que lo rodeaban para quedar frente a él.
Una férula de plástico rígido inmovilizaba su rodilla confirmando mis peores temores. La lesión era grave.
Se perdería el mundial.
–Todo va a estar bien, mi amor –le susurré tomando su mano entre las mías, el apretó mis dedos con fuerza, sus ojos estaban llenos de frustración y rabia–. Estoy aquí contigo.
–Duele mucho.
Nunca lo había escuchado así. La voz profunda que solía erizarme la piel se sentía débil, ahogada. Tan impropia de él.
–Lo sé, mi amor –le respondí con un hilo de voz–. Pero yo estaré contigo. Y todo estará bien.
Negó con la cabeza, su mandíbula estaba tensa, y la impotencia que experimentaba era palpable en la forma en la que me sostenía la mano.
–Nada va a estar bien después de esto –escupe con rabia y un escalofrío me recorre la columna vertebral–. El partido, la copa. Mi puta carrera.
–La temporada terminó. Estarás bien, y volverás como si nada en la siguiente.
–¿No es tan fácil, joder! Esguince de ligamento colateral medial –sus dedos ejercen más fuerza en el agarre, no me aparto–. De tercer grado.
–Esperemos a las radiografías, puede que...
–¡Eso se sabe, maldita sea! es el diagnóstico de la primera revisión, duele una mierda. Me la han inmovilizado porque esa maldita cosa está rota. No hay más.
Sus palabras me golpearon como un mazazo. No sabía nada sobre lesiones, ni quería para ser sincera.
Pero la frustración reflejada en su voz, en su expresión contraída por el dolor y en su mirada, que ya no guardaba ningún rastro del brillo indescifrable, era todo lo que necesitaba para medir la magnitud y la gravedad de la lesión.
Lo intenté, mas no pude contener las lágrimas que se deslizaron por mi rostro en forma de gotas calientes que abrían heridas que se supone, no tenía. Así no podía transmitirle fuerza.
Porque el más fuerte siempre fue él.
–Juntos vamos a poder –atiné a decir procurando no ahogarme con el llanto–. Estaré aquí para ti, siempre.
Cerró los ojos al escucharme. Sabía que estaba mal.
Aunque Alexander madrigal nunca lloró. Ni una sola lágrima, ni rastro de los ojos vidriosos.
Estaba frustrado, enojado, rabioso, desesperado. La mezcla de todos esos sentimientos se reflejó en cada palabra y en la forma en la que se aferraba a mi mano.
Pero nunca miedo. O si lo sintió en algún punto, no pude darme cuenta.
–Te amo –dejé un beso en su frente antes de que los médicos se acercaran para subirlo a la ambulancia.
Me aparté para dejarles el camino libre a los paramédicos y enfermeras, un directivo del Liverpool se acercó a preguntarme si necesitaba algo, y mi respuesta, en el límite exacto de la firmeza y la debilidad, fue que solo quería estar a su lado.
Aunque no me lo pidió, me vi en la necesidad de subirme a la ambulancia junto a él. Tampoco lo agradeció, ni me sonrió. Y yo no se lo iba a exigir.
A lo mejor ni siquiera me necesitaba, mas bien, quien lo necesitaría cerca siempre, pese a todo, era yo.
Mientras aguardaba en la sala de espera me enteré que el partido se había ido al alargue, pues el Madrid empató al minuto 70. Entendible, teniendo en cuenta el estado de desconcentración de sus compañeros luego de la caída de quien, hasta entonces, estaba siendo la estrella del equipo. Aproveché también en mandarles la ubicación a Marisa y a bárbara, estaban preocupadas.
No sabía si hacía lo correcto, o si me estaba tomando demasiadas atribuciones con sus cosas, pero me contacté con gente del equipo de seguridad del Liverpool para pedirles que escolten a Kat al hotel.
–¿Cómo está el muñequito? –quiso saber bárbara tras sentarse a mi lado.
–No lo sé. Él dice que es un esguince de tercer grado, y yo... mejor esperemos al resultado de las radiografías.
–Si lo dice es por algo, niña –Marisa luce más irritada que de costumbre, y el maquillaje corrido me da un indicio de lo que pasó, mas no digo nada–. ¿Hace cuánto se lo llevaron?
–Casi 40 minutos.
–Necesito contactarme con Harry para que tenga todo listo. SI necesita cirugía, no sé...
Aunque Marisa intenta manejar sus emociones, el tono desesperado en su voz deja rastro de la preocupación. Bárbara, en teoría un poco más tranquila, no deja de golpear el suelo con el taco de sus zapatos.
Yo solo existo. Con el alma al borde del vacío, el corazón casi casi sin latidos y un manojo de nervios que no hace más que intensificarse con el pasar de los minutos.
–Puedo pedirle a mi representante que se comunique con él –intento aparentar la calma que no tengo, y me sorprendo cuando la madre de mi novio asiente.
–Gracias.
No alcanzo a responder pues un ejecutivo del equipo llega junto a nosotras, con el teléfono en la mano y el semblante serio.
–Desgarre total de ligamento colateral medial –me muerdo los labios, a fin de cuentas, ese primer diagnóstico siempre estuvo en lo cierto–. Va a necesitar cirugía. Ya estoy gestionando todo para que lo reciban en una clínica de Londres. Insiste en trasladarse en su jet.
–Lo gestiono yo, no pasa nada –el corazón se me arruga por el dolor–. ¿Cómo está él?
–Como siempre. Normal, o es lo que dice –arruga la nariz agotado–. Es una lesión de gravedad considerable. Se pronostica de seis a nueve meses de baja, y no lo dice, pero le afecta.
Nunca admitirá nada, lo he aprendido con el tiempo.
El alma se me desgarra un poco más, lo siento como si me hubiesen dicho que no voy a poder tocar por lo menos en seis meses. La mitad de mi vida es la música y la mitad de la suya, jugar fútbol.
Me muero por entrar a verlo, no obstante, soy paciente permitiéndoles primero la entrada a su madre y a su abuela. Aprovecho el tiempo para gestionar el traslado a Inglaterra, salir de Ucrania de emergencia es un poco complicado, así que me dicen que moverán todo para partir mañana a primera hora.
–Insoportable como siempre –me comenta Bárbara en la puerta de la habitación–. Me hubiese ahorrado el enojo.
–iremos al hotel. Mañana partimos con él a Londres. Descansa –me sorprendo con la última petición de Marisa, sin embargo, se lo agradezco con un asentimiento.
No creo poder descansar. O al menos, no lejos de Alex.
Lo encuentro mirando al techo, con el celular en la cabecera y un libro sobre las piernas. Las paredes blancas y sin vida del hospital resaltaban aún más su rostro contraído por la frustración.
Ya no hay rastro de dolor, ni de emoción en sus ojos. Supuse que le administraron un analgésico y un antiinflamatorio para que pudiera descansar.
–Hola –me acerqué a su cama con una sonrisa que buscaba tranquilizarlo un poco–. ¿Cómo te sientes?
–¿Cómo crees que estoy? –respondió con sarcasmo sin mirarme–. Me jodí la rodilla en una final, la terminaron sin mí y los muy idiotas tiraron a la mierda mis dos goles. No jugaré el mundial.
Sí había visto el marcador final del encuentro. El Real Madrid consiguió su Champions número 13, luego de haber anotado dos goles más en el tiempo extra.
Cuando lo supe gracias a un mensaje de Kat, mientras esperaba en el sofá de recepción, sentí que un dardo filoso me atravesaba el pecho.
Hasta entonces, desconocía que el resultado de un partido me podría afectar tanto.
Quise llorar por él, por aquellos dos goles que a fin de cuentas no sirvieron de nada, porque su sueño de conquistar la copa de Europa se había frustrado a nada de conseguirlo.
–Lo sé, mi amor –era cierto, pues sentía esta agonía como si fuese yo quien estuviese en la camilla–. Y no sabes cuanto me duele también. Pero volverás más fuerte...
–No me vengas con esas ahora, Sofía –replicó con frialdad–. No sabes lo que es esto.
Él no tiene una idea de lo mucho que me afecta esta situación.
Desconoce que amándolo tanto como lo amo, siento todo lo que a él le hace daño.
–Me afecta verte tan mal, mi amor –explico con paciencia, Alex voltea la cara para evitar verme–. Pero estoy aquí para ti, para apoyarte en lo que necesites.
–Necesito salir de aquí ahora mismo y ganar la maldita copa ¿puedes?
Sigue siendo el mismo egocéntrico de siempre. Pero su dolor es más grande. No voy a entrar en discusiones, ahora menos que nunca.
–Sabes que eso no es posible –me siento en la silla del lado de la cama y extiendo mi mano para acariciarle el brazo.
Pero daría mi vida con tal de que las cosas fueran diferentes.
–Entonces no puedes ayudarme en nada –sentenció.
–Alex... por favor –supliqué con la voz quebrada.
No obtuve respuesta.
Me quedé en la misma posición por un buen rato, hasta que volvió a girarse y me miró, con los ojos cargados de rabia y frustración.
–Semifinales de Champions, partido de vuelta en casa frente al Atlético. Lo teníamos casi todo para ganar, también había anotado dos goles. Pero al 60 salí tocado, desgarre muscular en el cuádriceps femoral –empezó con voz neutra y le miré curiosa–. El equipo se fue a la mierda ni bien salí. Nos dieron vuelta al marcador, y afuera.
–Para, mi vida. ¿Estamos hablando de...?
–Me preguntaste por el accidente ¿no? –cerré los ojos recordando nuestra plática en el auto.
Me dijo que algún día me lo contaría.
Y ese día es hoy.
–Ni bien terminó el partido empezó a llover. Tenía que esperar para que me sacaran las radiografías, y Davide y Bianca se quedaron un rato conmigo. No tenía mucho caso, ella tenía no sé cuantos meses de embarazo, pero los suficientes para irse a dormir a casa en vez de quedarse allí. Lo más gracioso es que la gente presiente cuando algo malo le va a pasar...
–¿Por qué?
–La muy maldita me hizo prometerle un par de cosas –una sonrisa ligera pinta su expresión neutra por un instante–. Lo que menos tenía era paciencia, y la única manera de que se fuera era accediendo...
Me aparta la mirada y solo espero, trazando con mis dedos pequeños círculos en su brazo.
Pese a mis ganas de querer hacerle muchas preguntas, me quedo en silencio. Él ha empezado con esto, y lo lógico es seguirle el ritmo.
–Le prometí ser el mejor padrino de todo el universo –el tono áspero no me pasa desapercibido, y en ese instante, entiendo muchas cosas–. En ese momento era una estupidez, pero luego tuvo todo el sentido. Por eso no me gusta prometer nada, pero ya lo había hecho. La niña nació la mañana siguiente con muy pocas posibilidades de vivir, los pulmones no se habían desarrollado bien. Con Davide echo mierda por el estado de Bianca, supongo que me tocó hacer lo que "el mejor padrino del universo haría".
Luego de romper todo tipo de contacto entre nosotros coge su móvil. No sé si su intención era ignorarme, pero con el corazón en un puño, se lo arrebato de las manos.
–¿Y las otras promesas?
–Es "la otra". Pero no me apetece hablar, y tampoco cumplirla, para serte sincero. Será la única promesa que no cumpla en mi vida.
–¿Tan grave es? –me arrepiento de mis palabras cuando pone un brazo sobre sus ojos–. Mejor... ¿quieres contarme cómo era ella?
–Un maldito dolor de cabeza. Igual de molesta como cuando los rayos de sol te llegan a los ojos.
–¿La extrañas?
–Estoy descansando de su intensidad –responde simplemente, antes de golpear el espacio vacío en la cama, instándome a subir.
Aunque dudo, la insistencia en sus ojos grises me impulsa a acomodarme a su lado. Tiene la rodilla derecha inmovilizada y elevada sobre varias almohadas. La posición se ve incómoda, y por la impaciencia en su expresión, parece que lo es.
No pasa una mano por mi cintura. No deja que mi cabeza descanse en su pecho. No entrelaza nuestros dedos.
El único contacto que nos permite es el roce leve de nuestros hombros, que me indica que estoy descansando a su lado, como tantas veces lo soñé.
Es cierto que en mis visitas a Liverpool hemos dormido juntos, sin embargo, la cama de su habitación es tan grande, que no hay necesidad de rozarnos siquiera. No le gusta que invadan su espacio personal, así que, aunque quiera, entre nosotros siempre hay unos buenos veinte centímetros de distancia.
Excepto hoy, que no puede alejarse y no hace malabares para mantener la brecha que nos separa siempre.
***
Es el tercer cigarro que le veo encender a Bárbara mientras esperamos noticias en la sala de espera del hospital de Londres. He perdido noción del tiempo que lleva Alex en intervención, pues los segundos empezaron a pasar lento desde que salí de su habitación, cuando me indicaron que lo iban a preparar para la cirugía.
No sabía que su abuela fumaba para controlar los nervios.
Parte de la plantilla del Liverpool llegó hace un rato para ver como iba todo. El trago amargo de la derrota seguía latente, tanto, que la gran mayoría de los jugadores titulares se quitaron las medallas en plena premiación.
¿Era antideportivo? Seguramente. Pero la frustración era tanta que en esos momentos no importaba nada.
–Tuvo molestias en el calentamiento del último partido de la premier –comenta Marco con la mirada perdida, y el entrenador se levanta enojado–. Ya sabe cómo es, Míster. Me dijo que no pasaba nada, que era algo pasajero –se justifica apresuradamente.
Oculto la mueca de decepción que aparece al oírlo.
Nunca me dijo nada, y estuve a su lado en aquel último partido.
Fuimos juntos al estadio, lo acompañé hasta el último minuto antes de su salida al campo de juego, y lo esperé en el túnel de vestuario al final.
–Jugó 95 minutos con molestias –observa Jürgen enojado–. A saber, desde cuando venía así.
–Ahí están las consecuencias de su negligencia –susurró Bárbara rodando los ojos–. Claro, como cree que lo puede todo, que nada malo le va a pasar, que está más allá del bien y del mal. ¿Quieres, Sof?
Vuelvo a negar. Odio el olor al tabaco, es más, imagino que fumar en un hospital debe estar prohibido. No obstante, nadie le dice nada.
Marisa llega de la cafetería con una bolsa de papel grande y dos vasos. Me hago a un lado para que vuelva a ocupar el lugar al lado de su madre, lo menos que quiero ahora es incomodarla. No tengo ánimos para discutir ni para ganarme malas miradas.
–No sabía si traer té o café –la mandíbula se me cae al suelo cuando me extiende un vaso de cartón con café–. Para contrarrestar las horas de sueño que te han faltado.
–Gracias –recibo el vaso con duda–. No se hubiese molestado.
–No es molestia, niña. Si vas a soportar el maldito genio de mierda con el que va a salir de la operación al menos hazlo con energía.
Esbozo una sonrisa, sin embargo, el gesto serio que me regala reitera que está hablando muy en serio. De la bolsa de papel saca una empanada y me la extiende.
No he almorzado. Hemos tenido un día de lo más complicado. A primera hora partimos de ucrania, hubo que hacer papeleo al llegar al aeropuerto de Londres y la entrada al hospital también fue otro trámite. Gracias al cielo los directivos del Liverpool estuvieron allí todo el tiempo, no sé mucho del tema, pero tengo entendido que el club correrá con todos los gastos de la operación y la rehabilitación.
–Señora madrigal –se acerca el director deportivo del club junto al entrenador, y Robert, el jugador más veterano de la plantilla–. Modric se llevó el MVP del partido, pero decidió entregárselo a Alexander por la exhibición en los 60 minutos y el doblete.
Me falta aprender mucho de fútbol. Pero te Quiero, Modric.
He escuchado bastante de él, creo que juega de centrocampista como Davide, y es toda una leyenda en lo que a pases respecta. De cara no lo conozco, pero con el gesto tan lindo que ha tenido se ha ganado mis respetos.
Aunque conociendo a Alexander, dudo que le parezca un gesto bonito y desinteresado. Marisa recibe el trofeo con una media sonrisa, Robert me entrega la medalla de subcampeón que le corresponde y la empuño fuerte en mi mano.
Mientras intercambian un par de palabras con su madre, no puedo evitar pensar en una sola cosa.
Están dejándonos el trabajo de entregarle los obsequios porque ellos no quieren hacerlo.
No cuando de por medio está esa actitud tan complicada a la que me da miedo enfrentar luego de la operación. Y esta vez, sí tiene justificación. Estará fuera de las canchas entre seis a nueve meses.
Es de las peores noticias que le pueden dar a un futbolista. me asusta todo, como vaya a enfrentarse a las semanas de reposo, a la rehabilitación paulatina, a la prohibición de varias actividades.
Yo tampoco estaba preparada para algo así.
Tengo muchas dudas, una incertidumbre que va creciendo cada segundo, miedo de no ser suficiente para él.
Sin embargo, y pese al cúmulo de inseguridades que me aplastan el pecho, tengo claro una sola cosa. Lo amo demasiado.
Tanto, que me comunico con Katia para suplicarle que cancele todos mis compromisos del mes. Se niega, me grita, me amenaza con dejar de representarme porque con la carrera no se juega, pero al final termina haciendo lo que le pido con un par de excepciones.
Tendré que viajar al festival de verano de Viena el 20, y a Madrid siete días después para inaugurar un recital en el conservatorio de la reina Sofía.
–La edición especial del champán sigue en pie –aunque no me puede ver asiento repetidas veces–. Hablé con Harry, les quieren hacer un reportaje para una cadena de televisión inglesa, y ahora que vas a estar todo el tiempo con él puede ser una buena idea. Grabarán en el pent-house, y si todo sale bien, será el programa con más rating del año.
–No es el momento de hablar de eso.
–No más, Sofía. Ya me estás jodiendo todos los planes de junio. Necesitamos producir, y aunque no quieras, vas a seguir grabando contenido.
–¿Por qué estamos hablando de trabajo ahora? mi novio está...
–Por si no te acuerdas estuve cuando se jodió la rodilla –me interrumpe irritada–. Te lo dije una vez y te lo vuelvo a repetir ahora. No es lógico que sacrifiques una carrera por la que has luchado más de veinte años solo porque quieres cuidar una relación que a ciencia cierta, no sabemos si va a funcionar.
–También me dijiste que tome decisiones sin pensar en lo que opine el resto –ignoro la punzada de dolor de mi pecho–. Y eso es lo que estoy haciendo.
–SI quieres dejar todo de lado por vivir solo para él, puedes hacerlo y no pasa nada. Pero Sofía Romero como marca dejó de ser solo cosa tuya hace varios meses. De esto vive mucha gente por si no te acuerdas. Y mientras pueda, voy a hacer todo para que las horas de trabajo que le he invertido a esto no se vayan a la mierda.
–Necesito un respiro ¿no es cierto? todos necesitamos vacaciones y perdóname, pero ahora hay algo más importante que mi marca personal...
–¿Y tú eres igual de importante para él? –vuelvo a asentir convencida, pero ella no lo ve–. Voy a cumplirte el capricho y te voy a dejar el mes sin compromisos como quieres. Y te veré en Liverpool en un par de días. Instálate como quieras y mándame el jet del idiota a Madrid, porque con algo tiene que colaborar.
Los dos pitidos que anuncian la finalización de la llamada me toman por sorpresa, ni siquiera había terminado de procesar sus palabras. Suspiro agotada, la postura que Katia ha tomado va a ser la que va a tomar el resto de mi equipo, con razones válidas, pero que en estos momentos no comparto.
Quizá mi carrera ya no sea mi prioridad.
No cuando él está de por medio.
Porque a diferencia de lo que me pasa mientras estoy en un escenario o a punto de grabar arreglos, a su lado sí me siento segura. Completa. Con sueños e ilusiones fijas.
–Sofía muere por verlo –me comenta Davide, sentándose a mi lado.
Nos acaban de confirmar que la operación fue todo un éxito. Alex será trasladado a una habitación, sin embargo, no podremos ir a verlo hasta que se le pasen todos los efectos de la anestesia.
–Puedes hacerle fase time...
–No quiero entrar a verlo –dice en voz baja y lo miro con curiosidad–. No soy capaz de mirarle a los ojos. Teníamos que hacer una sola cosa, mantener el marcador, y mira...
–No es tu culpa. Las cosas pasan por algo y quizá no era el momento...
–No es la primera vez. Cuando salió tocado en las semi finales de hace cuatro años, también nos fuimos al suelo.
–Me lo contó –juego con mi cabello sin saber que más decir.
–Creo que la próxima temporada nos iremos a la mierda sin él...
–Eso no es cierto. Tienen un equipo increíble. Lo que pasó es normal luego de ver una lesión así. La copa no pudo ser para ustedes esta temporada, pero estoy cien por ciento segura que en la siguiente la tendrán, y esto solo será un mal rato.
Me sonríe levemente, dejando de lado la decepción e impotencia por haber perdido la final. No solo por Alexander, sino también por el equipo, por él. Verlo me ayuda a dimensionar la importancia de la Champions para un futbolista de élite, es la competición más importante a nivel de clubes en Europa. La más deseada cuando ya se ha ganado la mejor liga del continente.
–Sabiendo como es, dudo mucho que quiera recibirme. Iré a verlo en Liverpool, de paso llevo a Sofía. ¿Tú volverás a Madrid?
Niego rápido, totalmente segura de mi decisión.
–me quedaré con él un tiempo. Busqué un poco en internet, necesitará mucha ayuda.
–Y con lo que odia recibir ayuda –rueda los ojos–. Será todo un reto. ¿Lo quieres mucho, ¿no?
–Más que a mi vida, Davide.
–Le caerías muy bien a Bianca –comenta de forma distraída–. Si Sofía ya te adora.
–Es una niña encantadora. ¿Cómo está llevando todo? –pregunto con cautela, trayendo a mi mente sus palabras.
No quiere un hermanito.
–No está siendo fácil. Quiere irse de vacaciones con Julieta a Italia, y nunca nos habíamos separado tanto tiempo.
–¿La dejarás ir? –niega convencido.
–No puedo vivir sin ella. No sé si su abuela le está metiendo ideas en la cabeza, pero rechaza a Isabella, al bebé...
–Me temo que no es...
–¿Fumas, muñequito? –bárbara llega junto a nosotros con un cigarro encendido en la mano y deja un beso en la cabeza de Davide.
–No, gracias. Tú tampoco deberías hacerlo –le recuerda y ella sonríe más.
–Es el último. En señal de alivio, el maleducado de Alexander ya está... bien dentro de lo que cabe –apaga el cigarro en el suelo–. A propósito, se ven muy bien juntos. ¿No te habrás equivocado, Sofía? porque este sí es el indicado. Lindo, bueno, cocina delicioso.
Me echo a reír, Davide lo hace conmigo.
–Es mi nieto adoptado. ¿Cuándo irás a visitarme a Madrid?
–Muy pronto. Pero ¿por qué tú no vas a Liverpool? Unos días te vendrían bien
–Y lamentablemente iré. Estamos viendo cómo vamos a hacer para acompañar a ese maleducado arrogante, pero yo digo una cosa. Con todo el dinero que tiene, puede contratar a alguien para que lo ayude. Aunque bueno, ni todo el dinero es suficiente para soportar a alguien así.
–Yo me quedaré con él, Bárbara –le cuento y me mira sorprendida.
–¿Cómo? ¿y tu trabajo?
–Ya todo está arreglado. Además, necesito descansar...
–¿Descansar? Mejor vámonos de crucero por el mediterráneo. Porque estando al lado de ese muñequito de aparador no vas a descansar ni un poquito. Sano es un dolor de cabeza, y lesionado, como una contracción.
No sé si es una broma para aligerar el ambiente o si lo dice de verdad. De cualquier modo, sonrío y le permito que me abrace. Tiene el olor de tabaco impregnado en la ropa, no obstante, sentir cariño sincero por parte de alguien de su familia se siente bien.
Espero recibir este mismo abrazo sin segundas intenciones de su parte algún día.
No vuelvo a insistir con el tema de Sofía porque Bárbara empieza a hablar sobre una receta de pasta carbonada con costillas ahumadas de un libro de cocina que compró en su último viaje a Roma. Imagino que habla con el hombre de ojos verdes de las cosas que nunca podría hablar con su propio nieto.
***
–Bueno, dile a Modric que le regreso su maldito trofeo –bufa irritado, empujando la taza de avena del desayuno–. Esto está horrible.
Lo miro con el ceño fruncido. Esto querían evitarse los directivos de su club.
He pasado la noche en el sofá de la habitación. Tengo planeado ir a darme un baño al hotel en cuanto llegue Bárbara o Marisa, no quiero dejarlo solo porque el pensarlo me genera una especie de ansiedad injustificada.
–Alex, no seas así –le pido con voz suave–. Ha querido tener un detalle muy lindo contigo. Demuestra su buen corazón, su calidad como persona.
–Un detalle –suelta una carcajada sarcástica–. ¿Es en serio, Sofía? no necesito su lástima.
–No es lástima, mi amor. Es un reconocimiento a tu buen partido, a los goles.
–Goles que no sirvieron de nada. No quiero migajas, Sofía. Él está feliz porque resulta que a sumado una copa más a su historial, y claro, como ese maldito trofeo le sobra...
La frustración le nubla el juicio y no ve la buena intención tras el gesto de su compañero de profesión. Niego con la cabeza, incapaz de entender su actitud.
–Tus compañeros dicen que es un trofeo que todo jugador quiere tener en su vitrina –observo con desconfianza, y él me mira con enojo.
–Yo no soy cualquier jugador, ese es el detalle. Seguro en los diarios ahora Modric es el héroe, el futbolista más noble de todo el mundo. Caritativo, empático y todas esas mierdas.
–¿Siempre tienes que ver el lado negativo de las cosas? no todo el mundo hace algo con la intención de ser centro de atención.
–¿Sabes qué? déjalo, mejor. No tengo ganas de discutir contigo ahora. ¿Por qué no te llevas esta porquería y me traes algo mejor? –señala la bandeja del desayuno con desdén.
Solo ha bebido el vaso de agua y se ha terminado la manzana. La avena, al igual que los panes y el huevo, está intacta.
–Prometo que te compraré algo después, pero...
–No me sirve el después, joder. Estar aquí es una maldita tortura y resulta que también tengo que comerme esto. No lo voy a hacer...
–Tienes que comer algo. En un rato iré al hotel y te compraré algo rico ¿sí?
–¿Por qué no ahora? te estás tardando, me parece.
Me quedo con la explicación en la boca cuando me chasquea los dedos, igual que hace cuando da una orden.
–Quiero que venga tu madre o tu abuela para que te acompañen –me trago la rabia que amenaza con hacerse presente y respiro profundo.
–¿Y quién ha dicho que necesito compañía?
–¿Puedes dejar por un minuto la soberbia? Estoy cansada, de verdad.
–Deja de creer que necesito tener a gente a mi lado y luego vemos. No necesito que me recuerden que me jodí media temporada ¿sabes?
–Yo no estoy haciendo eso.
–¡Sí lo haces! Lo hacen todos y estoy cansado. No necesito compañía, no necesito nada de nadie –señala el trofeo que reposa en la mesita de noche–. Quiero estar solo, porque la gente me irrita.
–Necesitas ayuda. Sé que no te gusta, pero la vas a necesitar por los próximos meses. Tu madre, tu abuela y todos están dispuestos a estar contigo y no es por lástima, es porque te quieren.
–Que se ahorren el cariño, y lo que pueden hacer por mí es dejarme en paz. Que Bárbara y Marisa vuelvan a Madrid, que no las quiero en mi casa.
–Pero...
–No me estoy muriendo, Sofía. Has algo bueno por la vida y mírate a un espejo –me sorprendo cuando cambia de tema de forma repentina–. Las ojeras envejecen más rápido. ¿hace cuanto no duermes?
Niego rápido, pero el bostezo que me avasalla de repente me desmiente.
–No pude dormir bien. Estaba preocupada por ti –admito con timidez.
Me dedica una de esas miradas indescifrables cargadas de tanto, pero a la vez de nada.
–Que sacrificio. Ve al hotel y duerme si de verdad quieres hacer algo por mí. No puedes "cuidarme" como tanto quieres si estás echa un trapo.
–Por ti puedo con esto y más –susurro despacio.
–Hay que mantener la imagen, nena –mueve la cabeza y usa un tono que no sé interpretar–. La novia del mejor jugador de la liga inglesa no puede estar así.
¿De verdad le preocupan más mis ojeras que su propia salud?
La frivolidad y la vanidad de Alex nunca van a dejar de sorprenderme.
–¡Son unas ojeras solamente!
–hasta el mínimo detalle cuenta, hermosura. Ve al hotel, aprovecha para llevarte esta cosa –vuelve a señalar el trofeo y rueda los ojos–. Descansa, come algo, y tráeme algo mejor que este desayuno. galletas de avena y frutos rojos.
–Espero a que venga tu madre y...
–Ahora, Sofía.
Suena a una orden y lo es, sin embargo, mi cuerpo actúa con decisión propia acercándose a él para dejar un beso suave en sus labios.
Suave solo al principio, pues aprieta mi nuca con una de sus manos acercándome más a él, intensificando el contacto hasta volverlo demandante, urgente, cargado de necesidad.
La posición no es tan cómoda que digamos, así que me alejo medio frustrada.
–Te amo, Alex –le susurro moviéndole el cabello.
–Lo sé –asiente y me voltea la cara, evitando sostenerme la mirada.
***
Sofía lo está apostando todooo. ¿Valdrá la pena?
La SwordLion_Editorialde la mano de @Lizzvet me han hecho un booktrailer parala historia y me hace mucha ilusión.
Se los dejo por aquí, y espero les guste. Es un acercamiento más real con los personajes.
https://youtu.be/XMoUKQM_R-g
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