Capítulo 9. Asuntos inesperados
El primer movimiento de Eileen para salir de detención fue de lo más sencillo: Se cambió de lugar y se posicionó frente a su objetivo: Un primer año que parecía ser que era su primera vez en detención. La teoría dictaba que él no debía estar enterado de todo el asunto de Math, su pelea y la ley de hielo que su grado entero le aplicaba a ella.
Quizá podía convencerlo de hacer una pequeña distracción y así darle el tiempo de huir.
Eileen sonrió al verlo y el chico le miró en confusión con el entrecejo arrugado.
—Hola —saludó, sentándose en el asiento con lentitud.
El chico abrió sus verdes ojos en par en par y en tono monótono le dijo:
—Vete de aquí.
—¿Disculpa?
—Vete de aquí. Te verán conmigo y creerán que te estoy hablando. No quiero problemas.
Tal respuesta dejó a Eileen descolocada, y antes de poder siquera añadir cualquier cosa el chico se había levantando de su silla y cambiado de lugar. Oh, genial, ahora resultaba que hasta su fama gracias a su hermano también se había esparcido hasta los primeros años. Eso era terrible.
Eileen suspiró con aire frustrado. Tenía un plan B, por supuesto, pero usarlo era de lo más tedioso y conllevaba un poco de riesgo. Pero de eso a quedarse ahí por dos horas... Ni siquiera era un tema a discusión.
Volvió a suspirar, y levantándose de su asiento una vez más caminó hasta donde se hallaba una chica de pie al lado de la ventana abierta, en la esquina donde nadie más le prestaba atención. Ella sostenía entre sus dedos un cigarrillo y fumaba tranquilamente de él, sacando el humo de sus pulmones por la venhana y mirando vagamente su alrededor, cuando observó que Eileen se acercaba la miró con curiosidad. La curiosidad era buena, el odio no tanto.
—¿Qué quieres? —cuestionó cuando la tuvo frente a frente.
Uno de los lados de la comisura de los labios de Eileen se elevó, y señaló con la cabeza el cigarrillo que la chica sostenía.
—¿Tienes más de esos?
Ella le dedicó una mirada algo incrédula, pero al final no opuso resistencia y encogiéndose de hombros metió su mano dentro de su chaqueta y sacó otro cigarrillo más. Sonriente se lo entregó junto con un encendedor y volvió a dirigir su vista hacia la ventana, donde lastimosamente una rejilla evitaba su escape por ahí.
Eileen le dio la espalda y caminando de vuelta a su sitio encendió el cigarrillo. No pensaba probarlo, hacía dos meses que lo había hecho y le había sabido tan desagradable que ni siquiera pensó en volverlo a probar. No quería ni recordar su sabor.
Sólo necesitaba su humo. Alzó su mano hacia el techo y dejando que la colilla del cigarro se prendiera y comenzara a producir humo la mantuvo quieta.
Minutos después obtuvo lo que quería, la alarma del detector de humo sonó y segundos después todos comenzaron a salir fuera de ahí con el agua de los dispensadores cayendo sobre ellos cual lluvia, Eileen bajó el brazo y pisando el cigarrillo en el suelo tomó sus cosas y salió del aula abriendose paso entre la multitud con apremio y prisa.
—¡Señorita Foster! —gritó una voz detrás de ella. Desgraciadamente reconocía al dueño de la voz: Su profesor sustituto de cálculo. Como lo odiaba—. Necesito hablar con usted.
Eileen se debatió internamente entre el hacerle caso o simplemente omitir su llamado y seguir caminando entre los demás hasta perderse en la multitud. No pudo hacer esto último antes de que el profesor volviera a llamarla.
—Yo no hice lo que crea que haya hecho —dijo inmediatamente Eileen tan pronto como entró al aula ahora ya vacía de su clase, y supuso que el asunto que quería hablar su profesor era privado. Había una alta probabilidad de que alguien la hubiera delatado por lo del cigarrillo, y si así fue entonces debía prepararse para al menos una semana entera en detención. Al menos no había oportunidad de que la cámara del salón de detención la hubiera grabado, pues hasta donde ella sabía un par de chicos se segundo la habían roto hace un par de días.
El profesor frunció el ceño.
—¿A qué te refieres? Ah, ¿sabes qué? Olvida eso, no me importa. En realidad quería hablar contigo de otro asunto.
Eileen cruzó sus brazos, prestando tanta atención como pudo, pues en realidad sentía el tiempo correr más y más rápido en la boca de su estómago. Lo único que quería era irse de ahí y llegar con Peter a la casa de Scott.
—¿Sobre qué?
El profesor lucía nervioso. Y eso no le agradó a Eileen, que comenzaba a mirar hacia el techo preguntándose qué hora era.
—Acerca del examen.
—¿Qué tiene con eso? Si repruebo lo haré, no es su asunto, ¿o es qué acaso viene a burlarse de mi?
—Para nada —el hombre se acercó hacia ella dos pasos. Su estatura podía ser baja, pero junto a la de Eileen no había tanta diferencia—. Es más, creo que podemos hallar una forma de que no repruebes, es decir, ¿qué tan lejos buscas llegar por una buena calificación en este examen?
Eileen frunció el ceño en disgusto, bajando la mirada del techo y mirando sin comprensión a su profesor.
—¿Qué quiere decir eso?
—Por favor, no fingas, apuesto todo a que tus grandes calificaciones no te las has ganado por ser buena estudiante. Así que, ¿qué dices? Nadie tiene por qué saberlo.
Eileen abrió sus ojos de par en par, entendiendo por fin a dónde quería ir a parar el profesor.
—Por todos los cielos, ¿usted cree qué...? ¡Eso es asqueroso y denigrante! —al obtener una mirada incrédula y molesta por parte del hombro confirmó que había adivinado la intención tras sus palabras—. Usted es repugnante. ¡Si debo reprobar ese examen que así sea! Prefiero reprobar mil exámenes a su opción.
Eileen ni siquiera era capaz de pensar en el asunto sin que un escalofrío recorriera su espalda. Dio media vuelta firmemente decidida a salir de aquella aula y de la compañía de ese hombre, que hasta hace pocos minutos tan solo odiaba. Pero ya no sólo era odio lo que sentía por él, era más que eso, ahora había asco y desconcierto. No podía creerlo.
—Sé que tú causaste que los detectores de humo se activaran —dijo el profesor cuando Eileen echó una mano encima al picaporte—. Si sales por esa puerta tendrás 3 semanas de detención. Te lo garantizo.
Eileen se giró, viéndolo a distancia con una gran mueca formada en sus labios. Era una persona muy expresiva, y si antes tal hecho intentaba ocultarlo ahora ni se molestó por hacerlo.
—Lo veré en detención entonces.
Salió por la puerta y la cerró de un golpe, corriendo entre los pasillos y sintiendo que las paredes de éstos de repente eran muy pequeñas. Quería llorar, quería tumbarse en el suelo en un agujero, hacerse un ovillo y olvidarse del mundo.
No pudo evitar preguntarse, ¿y si así la veían sus compañeros? ¿Y si todos ellos creían que a final de cuentas sus logros, calificaciones y demás se debían a algo que no era su esfuerzo académico? No podía ni imaginarlo.
Sintió un nudo en su garganta, y con pesadez lo tragó. Se sentía horrible. Una parte de ella gritaba que se lo contara a trabajo social, que fuera com ellos y se permitiera llorar y derrumbarse. Pero otra parte suya no quería contárselo a nadie, ¿cómo podía contarles la imagen que habían hecho ya de ella? Era humillante, triste y sobre todo le dolía.
Su celular zumbó y reteniendo sus lágrimas lo sacó.
¿Ya vienes en camino?
Era Peter. Y Eileen, realmente feliz por que ellos no fueran a Tarleton, sonrió. Ellos no sabían de su vida ahí, no sabían cómo la escuela le veía. Con ellos podía ser diferente, jugar a ser una adulta joven y simplemente disfrutar de la vida. Y tal hecho la alegró.
Llego en 10 minutos.
.
Math ya no estaba tan seguro que su casa fuera menos aburrida que el hospital mismo. Su madre, con la intención de castigarle por la pelea con Edward, le había prohibido ver la televisión y su celular. Bien. No iba a negar que quizá no lo merecía. Pero sin nada de eso estaba mortalmente aburrido, en su cama y haciendo rebotar una y otra vez una pelota contra la pared de su habitación.
Su madre había salido y estaba solo. Sin internet gracias a que ella lo había desconectado antes de irse (realmente estaba empeñada en hacerlo sufrir) y tristemente el módem estaba lo suficiente alejado para que Math pudiera alcanzarlo en sus dolorosas condiciones.
Levantó el cuello de su cabecera y miró pensativo hacia su puerta. Podía cambiar esas condiciones si tan sólo le hubieran recetado analgésicos, algo que el médico del hospital hizo como una medida alternativa, y algo que su madre rechazó. Recordó que su padre había tenido una operación hacía ya dos meses, fue la primera vez que se quedó en casa una semana entera, y luego volvió a partir. Lo que le hacia recordar aquel hecho fue que, en ese momento, a su padre le habían recetado analgésicos que debía tomar obligatoriamente, pero con la prisa de su trabajo dejó el frasco de pastillas sin acabar.
Seguro a Math podía servirle.
Math se incorporó en su cama y con mucho esfuerzo se puso de pie, al menos su nariz no se había quebrado está vez y sus huesos estaban perfectamente sanos, lo suficientes para sostenerlo.
Caminó hasta llegar a su puerta, y una vez ahí tomó impulso para seguir andando hasta llegar a la habitación de sus padres, o madre mejor dicho, siendo que era ella quien pasaba la mayor parte del tiempo ahí.
Se adentró en su interior, algo titubeante en sus pasos, la verdad era que rara vez entraba a esa habitación y estar allí lo hacia sentirse algo extraño. Ignoró estos sentimientos y se arrodilló frente al armario del lado izquierdo, porque era donde su padre guardaba las cosas que no llevaba en sus viajes. Si el frasquito de analgésicos no se lo había llevado debía estar ahí.
Esculcó entre las cosas, abriendo y cerrando cajas pequeñas, sin encontrar su objetivo. Aunque algo más fue lo que llamó su atención; Un maletín metálico y cerrado con una combinación de dígitos. Lo admiró en silencio meditando sobre él. Minutos después oyó como abajo la puerta se abría.
Su madre había vuelto.
Math se asustó y buscando como última alternativa entre los bolsillos de los abrigos que reposaban colgados encontró el frasco que había visto en manos de su padre hacía dos meses. Lo tomó, y también el maletín metálico, y salió corriendo de ahí cerrando la puerta del armario y huyendo como si de pronto ya nada le doliera.
Salió justo a tiempo para cuando su madre subía las escaleras, y ella le miró con gesto interrogante.
—¿Qué es eso? —preguntó, señalando el maletín en las manos de Math.
—Un proyecto. Adiós —se giró y se metió en su habitación antes de que su madre pudiera hacerle más preguntas.
Se sentó en su cama una vez que echó el seguro en su puerta, y colocó el maletín a un lado suyo. Le causaba gran tentación su interior, sobre todo porque la caja pesaba y desconocía el código que prohibía abrirla.
Suspiró, tomó una de las pastillas en el interior del frasco y una vez que la tragó decidió ponerse a trabajar en el maletín. No era como si tuviera algo mejor que hacer después de todo...
Sólo eran 6 dígitos, ¿cuánto tiempo podía tomarle hacer todas las combinaciones posibles?
.
Fox estaba seguro que la pintura no era su fuerte ni de asomo, aun cuando Charles no dejaba de asegurarle que lo importante era intentarlo y no que saliera a la perfección.
—¡Ni siquiera puedo hacer una condenada línea bien! —se quejó por décima vez, pese a que Carla, la mujer que había anunciado el taller, estaba parada a su lado mostrandole cómo sostener la paleta y el pincel junto con el cómo hacer pequeños trazos.
—Todos empezamos a partir de algo, nadie nace sabiendo nada —respondió Carla suavemente. La mujer tenía cinco hijos, era de esperarse que le tuviera tanta paciencia y calma durante todo ese tiempo—. La práctica hace al maestro.
Fox gruñó y bajó el brazo, cansado y frustrado. No era como Charles, quien tampoco era bueno pintando en lo más mínimo y sin embargo lucía contento con pintar al azar y sin rumbo alguno.
Él se acercó a su lado, dejando un lienzo colorido y sin sentido como su pintura.
—¿Por qué pareces tan molesto? —cuestionó.
—Porque esto es frustrante —contestó Fox, odiaba que su paleta no se mantuviera limpia, que sus colores se mezclaran y que cargara sin querer demasiado el pincel y toda la pintura se escurriera por el lienzo. Miró el rostro de Charles y sorprendido añadió:—. Y tú estás lleno de pintura, ¿cómo hiciste para pintarte una ceja de azul si se puede saber?
Charles llevó la punta de su dedo al lugar señalado, y tras bajarlo, observarlo y darse cuenta que tenía razón se encogió de hombros.
—No lo sé. Sólo pasa. A diferencia de ti, mira que ni tus pulgares están pintados, pareciera que estás haciendo otra cosa.
—¿Quién dijo que es un requisito ensuciarse para pintar?
—Yo lo digo —y sin previo aviso, Charles le arrebató de sus manos el pincel a Fox y él retrocedió un paso— porque tengo un pincel y no tengo miedo de usarlo.
—Baja esa cosa antes de que te piques un ojo. No sabes cuan peligrosa puede ser.
Una gran sonrisa se esbozó en los labios de Charles y alzó el pincel muy cerca del rostro de Fox. Pero algo cambió, pues drásticamente su sonrisa menguó hasta extinguirse y sus ojos se abrieron de par en par. Al principio Fox creyó que lo miraba a él, pero no era así, sino que miraba algo más lejos. Estuvo a punto de girar su rostro pero Charles lo detuvo, jaló de su muñeca y lo obligó a sentarse en el suelo, pero eso no bastó, ya que enseguida Charles comenzó a gatear hasta esconderse bajo la mesa donde se hallaban todos los materiales, y sin más remedio Fox le siguió sintiéndose muy extraño y tonto.
—¿Qué fue eso? —preguntó cuando estuvo frente a él.
Charles estaba pálido, casi como si hubiera visto un fantasma, aunque rápidamente sacudió la cabeza y su sonrisa despreocupada y relajada volvió.
—Lo siento... Es sólo que vi a alguien que no quería ver. Por favor no preguntes.
Fox no lo hizo, aunque eso no evitó que su mente hiciera un par de conjeturas, ¿quién podía haberse aparecido para poner de aquella forma a Charles? No le encontraba mucho sentido, pero en realidad suponía que quizá simplemente no lo tenía.
Antes de añadir alguna otra cosa, un rostro se apareció y a ambos los miró con grandes ojos llenos de curiosidad. Era una niña de aparentemente su edad quien los había atrapado.
—¡Hola! —saludó, y miró hacia Charles—, ¡hace mucho que no te veo! ¿Qué tal todo? Te acuerdas de mi, ¿verdad?
Charles volvió a adquirir aquella palidez enfermiza, y parecía que estaba a punto de querer vomitar.
—¡Danna! Hola, por supuesto que me acuerdo de ti. Pero mira, este no es un buen momento, ¿puedes volver más tarde?
Danna claramente no quería hacer eso.
—¡No! Tengo tanto que contarte, Abra-
—¡Danna! —saltó Charles interrumpiendola, golpeándose la cabeza con la mesa en el acto y saliendo rápidamente de su escondite, siendo imitado por Fox que no entendía lo qué estaba sucediendo—. Luego me cuentas, ¿sí? Pero no ahora, te hallaré más tarde. Te lo prometo.
Danna arrugó el entrecejo en un gesto gracioso que parte de su flequillo azabache ocultaba.
—Como quieras —respondió, con tono afligido y disgustado—. Pero como no lo hagas me voy a molestar mucho contigo.
La niña dio media vuelta, saliendo con paso ligero por el mismo lugar por donde había entrado.
—¿Quién era ella? —se atrevió a preguntar Fox minutos después de su ausencia, observando que los hombros de Charles se habían relajado visiblemente y que hasta incluso su rostro denotaba alivio.
—Era una... Amiga —contestó, un poco vacilante—. Es sólo que me fui sin avisarle a aquí, así que temía volver a encontrarme con ella y que estuviera enojada por eso.
—¿Así que tu mejor opción era esconderte? —bufó Fox con cierto grado de burla.
—Ríete lo que quieras. La última vez mordió en el brazo a alguien que le quiso obligar a pasarle las respuestas en un examen. Tengo razones para temerle.
Fox se río entre dientes, sopesando que tanto peligro podía representar esa niña. Fuera cual fuera no le interesaba averiguarlo por mano propia.
El asunto pronto quedó zanjado y olvidado, y los dos salieron de aquel taller cuando decidieron que no quedaba nada más por hacer ahí.
La pintura apestaba, pero pasar tiempo con Charles quizá no tanto. Pero por supuesto que no admitiría tal cosa en voz alta. Claro que no.
.
Eileen no tardó en llegar a la casa de Scott, y tal como le había prometido a Peter llegó a ella en un alrededor de 10 minutos. Había intentando olvidar severamente y a toda costa lo sucedido en su escuela, pero el pensar que ahora debía hacer 3 semanas de detención no le ayudaba, y el pensar en el examen de Cálculo mucho menos.
Aunque todas esas preocupaciones se disolvieron cuando llegó a la casa de Scott, y dentro Peter y sus amigos ya la esperaban.
—Estaba comenzando a creer que no vendrías —dijo Peter, dejándola cruzar el umbral—. A propósito, ¿dónde estabas?
Eileen hizo un ademán con la mano, restandole importancia al asunto.
—No es importante. Ahora, ¿qué hacían mientras sin mi?
Resultó que solo veían una película, una de terror supuestamente y una a la que Eileen no prestó atención en lo más mínimo, con el fantasma de sus recuerdos acechandola.
Cuando la película acabó, Peter fue el primero en hablar.
—¿Qué tienes, Eileen? Ni siquiera te asustaste cuando salió el payaso. Así que, o eres una psicópata y nada te causa miedo o algo te sucede.
—No es nada —replanteó esto. Tal vez podía hablarles de los sucesos si los alteraba un poco—. Bueno, es sólo que, ¿qué hacen cuando se enteran que la imagen que muchas personas tienen de ustedes es una horrible y muy desagradable?
Peter frunció el ceño y miró en dirección de Adele, como diciéndole algo por medio de la mirada.
La chica suspiró y la miró.
—¿Les has preguntado a estas personas directamente la imagen que tienen de ti?
—No hace falta. Es bastante obvio.
—Entonces es su problema. Mira, Eileen, no te conozco demasiado, ninguno de nosotros lo hace en realidad. Pero si alguien sabe de personas que lo único que hacen es juzgarte es este grupo. No debería importarte, ¿para ti esa imagen es real? Sí lo es y no te gusta, entonces está en ti cambiarlo, pero si no lo es, ¿entonces qué demonios van a saber los demás?
Eileen bajó la mirada, pensando gravemente en estas palabtas y procesandolas en silencio. Sin saberlo había necesitado tanto oír algo así, y ahora que lo había hecho se sentía más liviana y tranquila.
—Gracias —murmuró, suspirando en alivio.
Adele asintió con la cabeza sin añadir nada más.
—Bueno, si necesitas calmarte u olvidarte sobre el asco que puede ser la vida creo que tenemos algo para ti —dijo de pronto Casper, mirando tentativamente hacia Peter. Quizá el era una clase de líder en su pequeño grupo y por lo mismo todos miraban en su dirección de esa forma.
Eileen arrugó el entrecejo, con cierta curiosidad y duda.
—¿Qué cosa?
Casper sacó del interior de su bolsillo una pequeña bolsita transparente, cuyo interior era color blanco.
No hizo falta palabras. Eileen sabía perfectamente qué era eso.
.
Math había intentado más de 400 combinaciones y estaba oficialmente cansado. No pensó que tal actividad pudiera sacarle de quicio, pero ahora podía ver que sí.
Frustrado se tumbó sobre su cama y cerró los ojos. Al menos lo analgésicos habían funcionado, y eso de por sí ya era todo una gran fortuna que agradecía enormemente.
¿Qué podía ser ese endemoniado código? Quería saberlo a toda costa, quería... Bueno, algo para pasar el rato, pero el intentar adivinar la contraseña del maletín metálico lo estaba volviendo loco.
Usó el cumpleaños de su madre, el de Eileen, el suyo y el de Fox, pero tampoco ninguno era la contraseña, también intentó con el de su padre mismo, y falló de la misma manera.
Quizá... ¿Y si acaso era una combinación de ellos 3? Era una posibilidad, pensó en esto e introujo los números respectivamente del mayor de ellos al menor; 11-24-05.
El maletín hizo un suave click y Math sonrió con triunfo. Retuvo el aliento y con cuidado y lentitud abrió el maletín.
Lo que encontró dentro lo sorprendió en sobremanera: Había una pistola en su interior, pequeña y oscura.
Math poco sabía sobre las pistolas, así que desconocía gravemente si estaba o no cargada. La tomó con cuidado y la escudriñó con la mirada, nunca antes había visto una en persona y ahora se cuestionaba por qué motivo había una escondida en el fondo del armario de sus padres.
Oyó que alguien tocaba la puerta, y cerrando el maletín con el arma en su interior lo escondió debajo de su cama en un intento desesperado de esconderlo.
Abrió la puerta y encontró a su madre tras ella.
—Has estado encerrado todo el día —dijo su madre, mirándolo con una expresión interrogante y vacilante— me sorprende que aun no hayas intentado hackear el wifi de los vecinos.
—¿Cómo sabes que no lo he intentado ya?
Su madre se encogió de hombros.
—No importa. ¿Bajas a la sala? Te dejaré ver una película sólo si yo la escojo, ¿de acuerdo?
Math miró sobre su hombro en dirección de su cama, bueno, ya había averiguado lo que había dentro del maletín, su misión ahí había concluido. Dirigió su vista hacia su madre y pensando en que probablemente se arrepentiría después asintió con la cabeza.
—Bien, pero que no sea una romántica.
...
Oh, god, han pasado meses desde que no me he vuelto ha pasar por aquí, la razón es algo personal y el que haya metido este capítulo a borradores para que al final no editara nada es porque estaba teniendo otros asuntos en mente de más importancia.
Pero he vuelto, y mi meta es concluir esta historia antes de diciembre :D
Y como recompensa de haber tenido esta historia en el hiatus les presento un dibujo de Fox que hice con todo el amor del mundo <3
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