Capítulo 18. Las abrasadoras llamas de la verdad
Se recomienda releer el prólogo para entender un poco mejor este loco drama 👐
.
Tiempo antes de que el disparo sonara Fox se percató de que Charles ya no estaba con ellos.
Giró su cabeza a ambos lados buscándolo con la mirada, y sin embargo no lo vió por ningún lado de la calle. Frunció el ceño y sin pensarlo dos veces o dar alguna explicación a sus padres regresó sobre sus pasos por el mismo camino que había tomado hace alrededor una media hora atrás.
Realmente no se detuvo a analizar detenidamente lo que hacía, y si era honesto poco le importaba. Fox sólo quería saber el motivo por el que Charles actuaba tan extraño.
Viró por una esquina, observando a una persona caminar por la acera un par de metros delante suyo. Fox no tuvo que mirarla por mucho rato para caer en la cuenta de que se trataba de Charles.
Dudó por unos segundos. Sabía que seguir a alguien nunca era un buen plan. Pero su forma de actuar estaba dividida entre seguirlo y hallar la razón de su comportamiento, o regresar con su familia y quedarse para ver como su madre le gritaba a su hermano... No hacia falta ponerse a pensarlo por mucho para saber cual opción era la mejor.
Fox soltó un suspiro y con algo de resignación siguió los pasos de Charles, apresurandose un poco para no perderlo de vista. Al principio supuso que quizá él planeaba volver a la casa de la Sra. Anderson, pero descartó esa idea de inmediato cuando comprendió que las calles por las que Charles caminaba le eran completamente desconocidas.
Fox empezó a preocuparse cuando notó que el cielo ya estaba oscuro, que la temperatura parecía haber descendido incluso aún más y que no tenía idea de a donde se dirigía.
De improviso Charles se detuvo, y dió media vuelta en su dirección de forma tan inoportuna que no le dio tiempo a Fox de tratar de esconderse o alejarse.
—¿Por qué me sigues? —preguntó Charles, sus ojos fijos en los suyos y su entrecejo arrugado.
Antes de que Fox pudiera abrir su boca para responder un estrepitoso ruido lo interrumpió bruscamente resonando en una calle dos o tres cuadras a la distancia.
Aunque lo hizo sobresaltarse en su sitio y mirar con sorpresa el lugar de donde debió haber provenido el sonido, acabó por restarle importancia, pensando en que tal vez era un fuego artificial o algo que no valía la pena su distracción.
Cosa contraria a lo que sucedió con Charles, pues su rostro palideció de golpe y él retrocedió un paso, sus ojos se abrieron de par en par y carraspeó nervioso con su garganta.
—Tienes que irte —dijo en voz átona y débil.
—¿Qué? ¿Por qué? —cuestionó Fox con confusión, sin entender absolutamente nada del motivo para su reacción.
Charles apretó los dientes y no despegó su mirada de la suya.
—Con tu padre —explicó, su tono parecía que se desgarraba como una fina capa de tela—, sólo hazlo. Ve con él.
Fox quiso quedarse para preguntarle la razón, no quería irse, pero había algo en la forma en que Charles hablaba que le hizo titubear con fuerza. ¿Por qué le diría algo como eso? No tenía sentido alguno, pero por está vez decidió no cuestionarlo. Decidió hacerle caso y frunciendo el ceño con leve contrariedad se giró sobre sus talones empezando a correr en dirección contraria.
Al correr pudo sentir su corazón desbocado latir con violencia contra su pecho, su garganta seca ardió y el frío de la noche azotó contra su rostro. Un sentimiento nervioso invadió su cuerpo, y un amargo sabor inundó su boca. Algo estaba mal, le gritaron sus sentidos en alerta, algo estaba mal y simplemente no tenía ni la más mínima idea de que era.
Pero pudo entenderlo todo cuando llegó a donde su familia se encontraba.
Se quedó congelado cuando sus ojos analizaron la escena y fue incapaz de moverse cuando su mente se detuvo a registrarla.
Su padre estaba en el suelo, un gran gesto de dolor abundaba en su semblante y una capa de sudor resbalaba sobre su frente, se inclinaba un poco y sus manos estaban aferradas a su abdomen, el cual era una imagen que podría perturbar a cualquier persona promedio, pues se hallaba ensangrentado. Su traje estaba cubierto en su mayoría de un escalofriante color escarlata, y de la herida causante emanaba sangre en una sorprendente y horrorosa rapidez, escapándose de entre las manos de su padre.
Su madre estaba arrodillada a un lado de él, sus ojos estaban arremolinados de lágrimas y parecía luchar por mantener el control de su cuerpo, sostenía una de las manos de su padre y su rostro entero estaba cargado de desconcierto y sorpresa.
Math estaba igual de desconcertado, no se movía de su sitio pero su cuerpo parecía haberse olvidado ya de las lesiones en su cuerpo, no lloraba, simplemente miraba todo en shock porque seguramente le era imposible hacer alguna otra cosa.
Eileen tenía su celular sobre su oído, pero sus labios no se movían, había llamado al 911 ya, y sin embargo dudaba muy en el fondo con enorme desconsuelo y tristeza que pudieran llegar a tiempo.
El ruido del disparo había llamado la atención de todos en el Salón, que habían salido de forma inmediata a ver qué estaba sucediendo, incluso las personas que vivían en los alrededores habían salido de sus casas. Y cada uno de ellos tenía en sus miradas estupefacción. No era muy común que algo como eso sucediera después de todo.
Menos a las afueras de un evento social tan lleno. Y lo que volvía peor la situación era que nadie parecía tener la más mínima idea de quién podía haber sido el dueño del arma que ocasionó aquel disparo.
Era como si hubiera salido de la nada y de la misma forma se hubiera esfumado, y probablemente lo sentían así porque no habían evidencias que señalaran lo contrario.
Fox salió de su sorpresa cuando a la distancia oyó las sirenas de ambulancia. ¡Nunca creyó que se sentiría tan aliviado por semejante sonido! Pero al alivio sólo lo era en una pequeña cantidad, pues cuando la ambulancia por fin aparcó con velocidad bajo la acera y múltiples paramédicos salieron en auxilio de su padre Fox supo que aun las cosas seguían siendo inciertas.
Que no había garantía alguna de que su padre estuviera bien.
Tragó saliva con dificultad observando con ojos vacíos y ausentes como su madre subía a la ambulancia con su padre, mirando a sus hijos y diciendo en un eco apagado (o así le parecía oír) que subieran con ellos.
Y así lo hicieron, Math, Eileen y Fox subieron junto a su madre. Y ninguno de ellos fue capaz de articular una sola palabra.
Fox no pudo pensar en nada era como si su mente se hubiera quedado en blanco aún tratando de procesar lo que había sucedido. ¿Qué se supone que debía pensar? Quizá no debía pensar nada, quizá debía dejar que el nudo en la boca de su estómago se hiciera cargo de todos sus sentidos.
Pero de pronto una pregunta hizo eco en su mente. ¿Charles ya sabía lo que había sucedido cuando le dijo que volviera?
Le frustraba no hallar sentido a nada. Y no retuvo las lágrimas cuando éstas se acumularon en sus ojos y empezaron a resbalar por sus mejillas.
La antes ligera llovizna ya se había trasnformado en una abrasadora lluvia, como si el clima hubiera decidido ponerse de acuerdo con sus emociones. Y pensar que el pronóstico había afirmado que sería una noche despejada y tranquila. Fox trató de no pensar en esto una vez que la ambulancia se detuvo.
Ellos fueron a parar a la sala de espera, mientras que a su padre lo internaron de forma inmediata a cuidados intensivos.
Todo parecía estar simplemente mal. Y los problemas que antes habían parecido la punta del iceberg se habían convertido en asuntos totalmente irrelevantes de un instante a otro.
Su madre sollozaba en silencio con el rostro apartado a un costado y de pie al lado de una de las columnas del Hospital. Eileen miraba el suelo y sus ojos inyectados en sangre se habían cansado de llorar. Math tenía las manos sobre su regazo y ni siquiera se inmutó ante el recordatorio de la sangre seca que su rostro exhibía.
Y Fox estaba asustado, sin saber qué hacer. Estaba sentado con las piernas cruzadas sobre el asiento, se abrazaba a sí mismo y miraba fijamente un punto invisible frente a él.
Habían llantos de bebé que resonaban en cuartos cercanos, suspiros cansados de enfermeras que cruzaban por ahí y algunos quejidos en voz alta de niños que aguardaban en la sala. Pero todos estos ruidos parecían haberse silenciado para Fox, él no oía nada, sentía como si el mundo entero hubiera decidido callarse para dejarlo escuchar los pensamientos que martillaban su cabeza sin cesar.
Entonces un médico de semblante serio y piel pálida como la nieve cruzó a la sala de espera, y caminó hasta llegar junto a su madre, quien de forma inmediata se levantó.
—¿Está él bien? —cuestionó con sus ojos brillando en inmensa preocupación.
—Su marido está estable por ahora—aseveró el doctor, provocando gran alivio en la familia Foster—, logramos parar la hemorragia y sacar la bala que por fortuna no entró en contacto con ningún órgano importante, pero aún no hay garantía de nada y las próximas horas serán críticas para su estado.
Su madre asintió con la cabeza, retorciendo nerviosamente sus dedos. Miró a sus hijos de reojo que se habían incorporado de golpe al oír la noticia, pero que volvieron a acomodarse cuando el médico volvió a salir dejándolos con una desagradable sensación carcomiendo la boca de su estómago.
Estaba bien. Por ahora. Y eso era lo que más importaba.
Fox se sentía aliviado, y a su vez le dolía que la situación pudiera cambiar en cualquier minuto, en cualquier segundo. Nada estaba asegurado, todo podía pasar. Y esa espera se sentía simplemente eterna.
Al cabo de lo que pareció ser una hora o quizá más no lo soportó. Se puso de pie de un salto y abandonó la sala de Espera con paso veloz y discreto, su madre lo siguió con la mirada hasta verlo desaparecer por las puertas de cristal pero aparte de eso no hizo nada más.
Fox se cruzó de brazos y sus labios dibujaron una mueca cuando salió del Hospital y la intensa lluvia cayó sobre él. No le importó, o al menos no lo suficiente.
Consiguió ignorar su ropa empapada y el horrible frío que quemaba su rostro.
—Si continúas caminando así lo único que vas a conseguir va a ser un muy mal resfrío —dijo abruptamente una voz a sus espaldas.
Fox dió media vuelta y se encontró con que un joven esbelto lo miraba de pie a un metro de distancia sosteniendo un paraguas azul en su mano izquierda y con una expresión curiosa en el rostro.
—Soy Peter, por cierto —se presentó él, y lo que pareció ser una mezcla entre mueca y sonrisa afloró su semblante—, soy amigo de tu hermana Eileen... O algo así.
Fox mordió el interior de su mejilla y no se apartó cuando Peter caminó a su lado frenando la lluvia con su paraguas. No recordaba haberlo visto antes, y tampoco recordaba que alguna vez su hermana lo hubiera mencionado, pero había algo en el aura y postura de Peter que le hizo creerle sin más.
—Creo que a Eileen le vendría bien un amigo en este momento —murmuró Fox sintiendo su voz quebrarse. Aún le costaba creer que realmente fuera su padre el que se hallaba en ese hospital por un disparo.
Peter soltó un suspiro.
—Lo sé —respondió—, pero honestamente no quiero verla. No quiero tener que hablar de algunas cosas con ella... Me parece que me quedaré aquí a observar, de todas formas mi prima no me deja marchar de aquí sin ella.
—¿Por qué? —se atrevió a preguntar Fox.
Peter se encogió de hombros.
—Mi hermano está en este hospital también... Oh, mira, de hecho fue él quien se buscó pelea con el tuyo.
Fox parpadeó con sorpresa.
—Vaya, ¿de verdad?
—Sí. Hum, parece ser cierto lo que dicen de que a veces el mundo es un pañuelo. Y no es que me incumba pero, ¿a dónde ibas sin, ya sabes, ningún abrigo ni nada?
—No lo sé. Sólo quería alejarme. Ir a casa, supongo.
—Oh, ya veo —murmuró Peter, frunciendo levemente el entrecejo—. Bueno, podría llevarte en mi auto si quieres.
—Pensé que dijiste que tu prima no te dejaba ir...
—Antes no tenía una excusa para marcharme, ahora sí. ¿Qué dices, pequeño hermano de Eileen?
—Mi nombre es Fox —resopló él,y enseguida vaciló—. Aunque debo admitir que no suena mal tu oferta. Sería bueno volver a casa. Creo que sólo debería avisarle a mi madre.
Y antes de que Peter pudiera responder Fox se giró y volvió al interior del hospital, observando que nada había cambiado, dudando entre si sentirse aliviado o decepcionado por ese hecho. Cruzó a la sala de Espera y se dirigió automáticamente hacia su madre, quien parecía empezar a cabecear en el asiento que había decidido tomar.
—Volveré a casa, ¿está bien? —le informó Fox sin rodeos.
Su madre soltó un bostezo y se enderezó al oírlo.
—Está lloviendo —murmuró con leve deje extenuante—, ¿seguro que quieres volver?
Fox bajó la mirada y sin embargo asintió la cabeza. No lo dijo en voz alta, pero si era honesto lo que realmente quería era encontrar a Charles y hacerle decirle si acaso sabía que el disparo hacia su padre iba a suceder. No había forma lógica de que eso pasara y tampoco lo había pensado con esa intención hasta ese momento, pero cuando lo hizo cobró el suficiente sentido para al menos tratar de interrogarlo.
—Alguien me llevará en auto —contestó Fox, creyendo que su madre le preguntaría sobre la identidad de ese alguien, pero ella no lo hizo y simplemente asintió con lentitud.
—De acuerdo. Ve, pero ten cuidado, cariño, y llámame cuando estés allá —dijo, volviéndose a acomodar en su asiento, luego pareció pensarlo mejor y metió su mano al bolsillo de su abrigo, hurgando en su interior por un par de segundos y sacando un juego de llaves—, llevatelas para que puedas entrar.
Fox tomó las llaves y las metió en el bolsillo de su pantalón, después se giró sobre sus talones y una vez más salió del lugar, está con vez con paso certero y menos decaído. Al empujar las puertas de salida observó que la lluvia se había calmado un poco, que el cielo se había oscurecido a más no poder y que la única iluminación eran los faros de luz que rodeaban las calles frente al hospital.
Peter se adelantó hasta llegar a su lado sin haberse separado ni un milímetro de su paraguas y lo miró con ojos inquisitivos.
—¿Y bien? —preguntó.
—Iré contigo... Si quieres.
—De acuerdo —dijo él, y acto seguido señaló con su dedo delante suyo—, sube a mi auto, es ése.
El auto de Peter era pequeño, compacto y de color azul marino, las gotas de lluvia resbalaban sobre su capote y algunos restos de cinta yacían cubriendo la ventana del conductor. Fox se deslizó a los asientos traseros y cruzó los brazos sobre su pecho. No temía que su padre pudiera despertar mientras no estuviera, pues aunque le dolía había que ser realistas y admitir que una persona no se recuperaba mágicamente de un disparo así en un par de horas
Si es que se recuperaba.
No, se dijo con fuerza, su padre iba a recuperarse, tenía que hacerlo.
Peter luego de entrar al asiento del conductor insertó la llave y encendió el motor.
—¿Dónde queda tu casa exactamente? —inquirió—, no es como si Eileen me lo haya dicho.
Fox no le sorprendió este hecho, y enseguida le dictó la dirección.
—¿Vas a la escuela con mi hermana? —preguntó Fox luego de un par de minutos en silencio, con el ruido de la ligera lluvia golpeando contra el auto de fondo.
Peter lo miró por el espejo retrovisor por un par de segundos antes de volver a apartar la mirada al camino.
—No... —respondió por fin algo vacilante—. A propósito, cuando entraste, ¿mencionaste que era yo el que te llevaría?
Fox negó con la cabeza
—¿Debía hacerlo?
—No, pero tenía curiosidad. Me gustaría saber cómo se siente Eileen. Maldición, creo que ella no querrá saber de mí, y en parte no estoy seguro si yo quiero saber de ella. Ni siquiera somos algo amigos del todo y aún así no paro de preocuparme por su bienestar... Y hablando de, realmente siento lo de tu padre espero que se recupere.
Eran justo esas palabras las que Fox no quería oír, porque volvían la situación real, mucho más real de a lo que su mente se hacia la idea. Y le hacían recordar que había dejado a su madre y hermanos aguardando por su padre sin la menor vacilación. Apretó los dientes con fuerza y alejó estos pensamientos de su mente, volviendo a decirse el motivo por el que lo había hecho.
No supo que responder y tomó la decisión de quedarse en silencio, mirando por la ventanilla las calles solitarias con aire apesadumbrado.
Cuando el auto viró a la izquierda y se adentraron en su calle, Fox se sorprendió por notar que las luces de la casa de la Sra. Anderson estaban encendidas. Pero ya sabía que ella no estaba. Así que la única conclusión que quedaba era que Charles estaba ahí. Y que estaba despierto.
Fox tragó saliva con dificultad y sintió un nudo en su garganta que no aflojaba conforme se acercaban. Peter aparcó frente a su casa y dijo:
—Bueno, ya llegamos.
—Gracias —murmuró Fox, y sin agregar algo más abrió la puerta y salió cerrándola de un golpe. La lluvia ya se había detenido, pero los charcos en el suelo eran grandes e inmensos, y Fox tuvo que alargar su zancada para evitar mojar sus zapatos más de lo que ya estaban.
Al principio se dirigió a su patio, pensando en entrar a casa y tratar de olvidar la interrogante acerca de Charles que acechaba su mente. Descansar, dormir un poco y alejar su paranoia. Pero no pudo, un metro antes de llegar a la puerta las palabras de su amigo regresaron a su mente en un insistente eco "Sólo hazlo. Ve con él", había dicho.
No había forma de que supiera lo que iba a suceder, ¿o sí?
Fox no cerró sus puños y en lugar de seguir caminando al frente se giró con violencia a un lado y empezó a dirigirse hacia la casa de la Sra. Anderson.
Sólo las ventanas del piso inferior tenían las luces encendidas, y antes de que Fox pudiera quedarse a reflexionarlo con mayor claridad plantó sus pies delante de la puerta y con su puño la tocó.
Nadie respondió. Sus labios esbozaron una mueca torcida y una vez más tocó con su puño pero con mayor insistencia.
Una sombra cruzó por una de las ventanas, y Fox frunció el ceño cuando supo que esa sombra pertenecía a Charles.
—¡Charles! —gritó—, ¡sé que estás ahí! ¡Abre la puerta!
Las luces se apagaron de improviso, haciendo que la irritación en Fox creciera.
Tomó el pomo de la puerta y pensando en que estaría cerrada forcejeó contra él. Pero se llevó una gran sorpresa cuando se dió cuenta de que nadie le había puesto llave, y que cedió a su agarre al momento, abriéndose hacia dentro en un leve chirrido.
Fox recorrió con su mirada el interior de la casa, todo estaba en su lugar y nada parecía fuera de sitio, y sin embargo había algo diferente. Algo que se notaba en el aire al respirar, algo extraño y peculiar. Sencillamente ya no parecía el mismo sitio que había sido hace apenas un par de horas atrás.
¿Era posible siquiera que las cosas pudieran cambiar tan rápido?
—No deberías estar aquí, Fox —dijo una voz detrás de él, era Charles, observó Fox sin necesidad de volverse. Su voz sonaba cansada e incluso detectó un ápice de tristeza en ella.
Se giró hacia él y pudo ver una versión de Charles que no había visto antes. Ese niño alegre y positivo tan despreocupado de la vida parecía haberse extinguido, y ahora en su lugar había resurgido uno de ojos renuentes y de semblante abatido y apagado.
Debía admitir que no le agradó en lo más mínimo.
—Sólo quiero saber si acaso sabías que a mi padre le dispararían cuando me dijiste que me fuera —murmuró sintiendo su garganta seca, y ese nudo en ella tan sólo se había apretó aún más, dificultandole un poco el habla.
Charles no lució extrañado ante tal acusación, y rehuyó su mirada hacia el suelo.
—Yo... Es una larga historia... —comenzó a decir, pero Fox le cortó en el acto.
—¿Historia? ¿Estás diciendo que realmente sabías que eso iba a suceder? —se sentía estupefacto, pues había esperado alguna explicación lógica, algo con sentido. No eso. No se había preparado para eso, y desconocía en lo absoluto cómo debía actuar.
—Por supuesto que él lo sabía —prorrumpió súbitamente una voz profunda detrás suyo. que erizó los vellos de su nuca en cuanto la oyó.
Fox dió media vuelta para encararse al dueño de la voz, y retrocedió un paso cuando se percató de que no era una sino dos personas las que se encontraban ahí.
Eran dos hombres altos y de apariencia fornida, de hombros anchos, posturas rectas y monótonas, aún en medio de aquella escalofriante oscuridad pudo observar que sus ojos eran marrones y su cabello negro, el cual hacía contraste con la poca luz que entraba por la ventana. Y sintió un gélido escalofrío recorrer su espina dorsal cuando logró reconocerlos como los mismos hombres que habían estado junto a Charles fuera del Salón de fiestas.
Quería preguntar quiénes eran, pero fue incapaz de hacerlo, y su boca no emitió ninguna palabra.
—¿Realmente creíste que él era tu amigo? —inquirió uno de los hombres, para ser más precisos el que se hallaba a la derecha.
Fox pestañeó con fuerza y retrocedió otro paso.
—¿De qué hablan? —cuestionó, sin saber realmente si quería conocer la respuesta.
El hombre de la izquierda alzó una ceja.
—No pensábamos decir nada —admitió—, pero qué diablos. A este punto creo que es divertido. Para cuando trates de llamar a la policía ya estaremos fuera de este país.
Fox vaciló, y sintió que aunque el terror latía con fuerza contra su pecho, el nudo en su garganta se desató lo suficiente para permitirle hablar.
—¿Quiénes son?
—Fuimos amigos de tu padre —afirmó el hombre de la derecha, y una tétrica sonrisa tiró de sus labios—, pero digamos que las cosas no salieron bien, él nos traicionó, ¡y mira que ironía! Justo tu amigo acaba de hacer lo mismo. No es exactamente lo mismo, pero se entiende el punto.
—No lo entiendo...
—Por supuesto que no —refunfuñó el de la izquierda—, es una larga historia, justo como Charles acaba de decir... Sólo que, por cierto, su verdadero nombre no es Charles. Es curioso, ¿no es así?
Fox se giró hacia Charles, cayendo en la cuenta que él se había refugiado junto a la ventana, y que gracias a luz de luna que entraba a través de ella se hacía notorio la silueta de su semblante, la palidez de su piel y el terrible malestar que inundaba su rostro entero.
—¿Realmente hablan en serio? —le preguntó, porque pensaba que Charles le respondería con una negativa, porque pensaba que podía confiar en él para que lo consolara con la firmeza de que lo que hablaban no tenía sentido alguno. Pero sólo lo pensaba, porque ninguna de estas cosas sucedió.
Charles no lo miraba, sus ojos parecían esforzarse por ni siquiera mirarlo, y finalmente en un suspiro dijo:
—Hablan en serio.
Fox no sabía que decir, ¿qué se supone que se responde ante algo como eso? No tenía sentido, sentía que nada tenía ningún sentido. Su cuerpo entero estaba paralizado en estupor.
—No creo que esté entendiendo esto —reconoció con titubeos, mirando hacia los hombres cuyos semblantes parecían haberse vuelto humorísticos y ligeros, como si disfrutaran observar aquella escena.
—Claro que no —respondió el hombre de la izquierda—, sospecho que eres tan ingenuo e idiota como el inepto de tu padre. Pero si quieres te lo explicamos con peras y manzanas, total, no es como si tuviéramos prisa.
—Cierto —continuó el de la derecha con sospechosa tranquilidad—. Mira, tu padre y nosotros hace años que nos conocemos, pero el muy idiota nos apuñaló por la espalda y terminamos en malos lugares por su culpa... A cualquiera puede pasarle, no es la gran cosa.
—El problema fue —reanudó el otro—, que no somos conocidos precisamente por saber perdonar. Digamos que no nos agradó lo que hizo. Y tuvimos muchos años para pensar en nuestra, puede decirse, venganza —una la risa sin atisbo de gracia salió de entre sus labios—. Dicen que la ociosidad es la madre de todos los vicios, en nuestro caso el vicio que nos hacia seguir era saber que tu padre obtendría su merecido. Nosotros lo llamábamos justicia.
—Así que se nos ocurrió una linda forma interesante de conseguirla: Con un niño dispuesto a entrar a su familia, ganarse la confianza de uno de sus hijos y bueno, ya sabes, encontrar la forma de meternos en su casa. Nada del otro mundo. No queríamos gran cosa, sólo recuperar lo que era nuestro, lo del disparo fue algo más repentino.
Fox sintió su rostro palidecer.
No podía ser, gritó su mente que le decía que aquello era sencillamente imposible. Pero en el fondo sabía que no lo era, muy en el fondo sabía que era verdad, que si ataba los cabos todo encajaba.
Se sentía extraño, por unos segundos se quedó en silencio sin saber qué decir, no sabía que decir.
Sus sentidos de preservación le decían que saliera y huyera sin mirar atrás. Su amor a su padre le pedía llamar a la policía por cualquier medio y hacer que arrestaran a las personas que habían ocasionado su disparo. Pero los sentimientos conflictuados que sentía respecto a Charles le hicieron quedarse ahí, inmóvil.
Se volvió hacia lo que había creído que era su amigo una vez más.
—¿Es cierto? —preguntó a pesar de todo, conteniendo dolorosamente el llanto que se apretujaba en su garganta.
Charles entonces alzó la mirada para verlo.
—No sabía lo que planeaban hacer —contestó con voz rota, y las lágrimas que cubrían sus ojos los hicieron brillar como los de un gato en la oscuridad—, Fox, no tenía idea hadta que fue muy tarde...
—¡Pero es cierto! —le interrumpió él, se sentía humillado, expuesto, se sentía triste y a su vez muy enojado, todos esos sentimientos eran tantos que lo confundían y lo frustraban demasiado—, ni siquiera querías ser mi amigo. ¡Todo esto fue una farsa!
—¡Quise pararla! No me dejaron... Pero, Fox, sí soy tu amigo...
—No, no lo eres —su voz se volvió gélida, y está vez el sentimiento que predominó fue el enojo—. Sabías que a mi padre le dispararían y no dijiste nada. ¡Sabías que esto iba a suceder!
—Yo nunca quise que esto pasara...
—No estoy tan seguro de eso. Y tampoco sé por qué acepté ser tu amigo.
Fox apretó los puños con fuerza y tensó su mandíbula, observando que los hombres se habían marchado del lugar en medio de la conversación, lo que hizo que se enfureciera aún más.
—Lo siento —dijo Charles, y sus ojos denotaron un destello de lo único que podía ser arrepentimiento.
—No lo haces —resopló Fox, sin mirarlo—. Y no me importa. ¿Sabes qué, Charles o cuál sea que tu nombre sea? No me importa que hayas fingido ser mi amigo... Pero me duele haber sido realmente idiota para creerte.
Y con estas palabras Fox se encaminó
con pasos cortos hacia afuera, abriendo la puerta de un empujón molesto y saliendo sin vacilar.
¿Cómo era posible que su único amigo resultara ni siquiera haberlo sido?
¿Cómo no lo notó antes?
¿Cómo fue posible que creyera que alguien realmente querría ser su amigo?
.
Técnicamente este es el final de la historia, así que en teoría cumplí con acabarla antes de diciembre 👌
Y sin embargo estaré subiendo unos capítulos por así decirlo "extras", para dar mayor explicación a los motivos que llevaron a los misterios hombres a "contratar" a Charles, un poco sobre la historia de él, algunas huecos que faltan ser rellenados y otras cosas más.
Cada capítulo extra se centrara en un personaje (habrán a lo sumo 5) y al final habrá un epílogo que también será especial de Navidad 💞
Gracias por seguir leyendo hasta aquí este gran drama jajaja
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro