Capítulo 14. Diversión no es sinónimo de fiesta.
Liliane era un total manojo de nervios y Eileen estaba perdiendo los estribos necesarios para mantener la poca paciencia que le quedaba.
Por fin el efecto del gran compromiso parecía haber actuado sobre su prima y por primera vez no se mostraba ansiosa o emocionada, sino que no dejaba de ir de un lado a otro en la habitación donde se hallaban mientras murmuraba por lo bajo:
—¿Y si resulta que todo es un error? ¿Y si acabamos divorciados? ¿Y si Edward no me quiere tanto? ¿Y si yo dejo de quererlo a él? ¿Y si...?
—Liliane —le interrumpió Eileen con voz ronca, ligeramente sorprendida por que ella por una vez pensara con sensatez en lo rápido que toda esa boda ocurría—. Todo saldrá bien.
Liliane la miró con escepticismo, seguramente advirtiendo en el tono poco convencido que ella usaba.
Maureen exhaló y se sentó frente a Liliane, cuyo rostro estaba a media sesión de maquillaje.
—No tienes nada qué temer —le dijo, con más convicción que Eileen—, tú y Edward son el uno para el otro, tienen tanto en común, seguramente ustedes serán muy felices, tendrán su propia familia, y estarán juntos por el resto de sus vidas...
Liliane soltó algo parecido a un sollozo sin lágrimas y sus ojos se dirigieron al suelo.
—¿Toda la vida? —su voz sonó dudativa y vacilante—, ¿y si no es así? ¿Y si todo esto es un gran error?
Eileen quería decirle que ella también pensaba que lo era, pero decidió no decir eso en voz alta, pues muy probablemente ni su prima ni Maureen se lo agradecerían, así que en su lugar puso una mano en el antebrazo de su prima (lo que equivalía a un considerable contacto físico para ella) y con tono calmado dijo:
—Casarte nunca podría ser un error, es tú día especial, déjate disfrutar este instante y piensa que si las cosas no funcionan ya hallarás una forma de arreglarlo.
—Querrás decir que tendríamos que divorciarnos —agregó amargamente Liliane, jugeteando con sus pulgares de forma nerviosa y alterada— justo como los padres de Edward.
—O podrían quedarse juntos y ser una pareja empalagosa y desagradablemente dulce —atinó a decir Eileen— justo como tus padres.
Maureen le dirigió una mirada inquisitiva, pero se abstuvo de agregar algo más.
—¿Has oído hablar del gato de Schrödinger? —continuó Eileen, sin reparar en el hecho que su intención era animar a su prima a consolidar la boda en la que en un inicio no estaba precisamente de acuerdo, es más, si le preguntaban diría que tenía muchas dudas al respecto, pero, no era su boda, si su prima era feliz con Edward debía estar en ella el deseo de casarse con él.
Liliane frunció ligeramente el entrecejo al oírla.
—Creo recordarlo —respondió con ligera timidez, y luego sacudió la cabeza—, pero no recuerdo de qué era.
Eileen sonrió a medias.
—El gato de Schrödinger es un experimento de una caja, una partícula radiactiva y un gato, hay una probabilidad de 50% de que la partícula radiactiva se desintegre y libere un veneno que mate al gato. Pero mientras tanto el gato puede estar vivo y muerto al mismo tiempo, y la única forma de saber si lo está es abriendo la caja.
—¿Qué tiene que ver eso con la boda? —preguntó Maureen, y la maquillista, que hasta ese momento se había quedado sin decir nada en voz alta, ladeó la cabeza seguramente con la misma pregunta en la punta de la lengua.
Eileen se esforzó por no poner los ojos en blanco.
—Tiene que ver —respondió— con que Liliane nunca sabrá lo que sucederá con ella y Edward si no se anima a continuar con esto, puede acabar bien, puede acabar mal, pero sólo hay una forma de saberlo —se volvió hacia su prima y agregó:—. Pero también nadie te juzgaría si decidieras posponer la boda unas semanas, esto parece ser muy pronto y tampoco haría daño esperar un poco más.
Liliane levantó sus cejas en un gesto pensativo, mirándola por el rabillo del ojo.
—No quiero posponerlo —murmuró por lo bajo, abrazándose a sí misma y pegando su barbilla a su pecho—. Amo a Edward, realmente lo hago... Y mi padre gastó tanto en la boda, no podría pedirle posponer todo esto.
—Entonces cásate —dijo Maureen con una sombra de sonrisa en la comisura de sus labios—. Verás que cuando lo hagas lo demás te parecerá simplemente sencillo.
Liliane asintió, y con una nueva convicción subiendo a su semblante se levantó del banquito donde se hallaba sentada, alizando su blanco vestido de novia al que aún le hacían falta algunos arreglos.
—Lo haré —aseveró, e inclinando ligeramente la cabeza en dirección de Maureen y Eileen agregó:—, gracias, chicas, me han convencido, ¡esta boda no puede posponerse!
Eileen esperaba que realmente no fuera ningún error haberle covencido de ello, pero de esto nada dijo en voz alta con temor a volver a traer el tema a la conversación.
.
Fox estaba pensando en que habría sido una buena idea convencer a su madre de llegar más tarde a la boda de Liliane.
No había caso en esperar tanto tiempo sin nada qué hacer en una iglesia.
Richard no era lo que se conocía como una gran compañía y Charles tampoco ayudaba con el silencio que había decidido mantener.
Su hermano Math estaba revisando su celular (y a escondidas de su madre, cabe aclarar, porque seguramente ella vería mal sin razón justa el usar un celular en una iglesia) y su madre estaba charlando con los padres de Liliane y Edward. Así que Fox estaba aburrido, y odiaba estar aburrido.
—¿Cuánto falta para que la ceremonia o lo que sea empiece? —preguntó en dirección de Math.
—Hace dos minutos me preguntaste —respondió él con tono irritado—, deja de molestar.
Fox frunció el y se hundió en su asiento, el cual le parecía tremendamente incómodo. Se volvió hacia su izquierda, donde Charles estaba sentado mirando al vacío con mirada pensativa.
—¿En qué piensas? —preguntó Fox con deje curioso.
Charles pareció sorprenderse de que le hablara y saliendo de sus pensamiento se giró hacia él.
—En que sería genial formar una banda —contestó, encogiendose de hombros con ligera indiferencia.
Fox alzó una ceja.
—¿Una banda?
—Sí, ya sabes, un grupo de personas que se unen con fines musicales....
—Sé lo qué es. ¿Pero para que querrías formar una?
—Para tocar música, duh.
—Las bandas que empiezan de cero rara vez tienen un futuro profesional prometedor. Es como querer ser actor.
Charles arrugó em entrecejo.
—Querer ser actor es un buen sueño —defendió.
—No lo es si no tienes las influencias correctas.
—Lo que tú digas.
Math bufó, para nada ajeno a lo que su hermano menor y su amigo discutían. Había tratado de comunicarse con Beatriz, pero la chica parecía estar desconectada y a pesar de que los mensajes le llegaban no respondía. Así que lo único que hacía para pasar el rato era estresarse con un nivel de Plantas VS Zombies que era incapaz de pasar.
De pronto un mensaje le llegó y con alegría contenida que no se molestó en mostrar se dió cuenta que se trataba de Beatriz.
Beatriz.
¿Tan rápido te mueres por hablar conmigo? .o.
Era un solo mensaje, pero a Math le bastó para hacerlo sonreír.
No te extraño.
Es sólo que el sustituto me respondió y no sé que debo decirle.
Beatriz.
Ya veo.
¿Qué dijo pues?
Me preguntó quién era.
Lo cual creo que es justo
Beatriz.
Sólo dile que eres una estudiante suya;)
Es raro
Referirme al "yo" en género femenino.
Beatriz.
Ah, los hombres y su frágil masculinidad.
Mi masculinidad no es frágil.
Beatriz.
Claro.
¡No lo es!
Beatriz.
Clarooo.
Como sea, ¿quieres que vaya contigo para que no debas usar el género femenino y tu masculinidad se quede intacta?
No sé si buscas burlarte o si tu ayuda es sincera.
Beatriz.
¡Por supuesto que mi ayuda es sincera!
Mmm...
Bueno, aunque quisiera no podrías venir.
Estoy en la boda de mi prima.
Beatriz.
¿Estás texteando conmigo en la boda de tu prima?
¡Presta atención!
¡Es importante!
No, no lo es.
Aun no empieza.
Beatriz.
¿Qué haces en una boda que aun no empieza?
Mi madre me obligó a venir...
Beatriz.
Oh, eso es tan adorable :-)
Cállate.
Beatriz.
Técnicamente no estoy hablando.
....
Cállate de igual forma.
Beatriz.
Wathever.
Entonces tendrás que esperar por mí.
Lamentablemente.
Beatriz.
¿Así que admites que me extrañas?
No.
Pero... ¿Podrías venir, no sé, más tarde?
Beatriz.
Ahí estaré, Math;)
Ahora presta atención a la boda de tu prima que aun no empieza.
¿A qué se supone que debo prestar atención?
Olvídalo, ya está empezando.
La iglesia ya se hallaba en lo que cabe decir la palabra llena, y Math, al alzar la mirada se encontró algo sofocado al ver que por donde quiera que mirase se hallaban personas, desde niños pequeños y bebés que lloriqueaban hasta adultos de la mediana edad que conversaban animadamente con otros. Math se preguntó fugazmente cómo era posible que Liliane conociera a todas esas personas, o mejor dicho, cómo era posible que todas esas personas hubieran aceptado asistir a esa boda con tan pocos días de aviso y antelación.
Sacudió la cabeza y guardó su celular, volviéndose hacia su hermano menor que también parecía algo descolocado al percatarse de que todos los asientos en la iglesia se hallaban ocupados ya.
La boda entonces comenzó.
Math no entendía del todo por qué motivo muchas personas tenían el deseo de casarse tan jóvenes, no entendía por qué alguien querría desperdiciar sus primeros años de adultez atado legalmente a alguien más.
No entendía por qué su prima pensaba casarse con sólo 24 años de edad. Aunque tampoco tenía ánimos por entenderlo. Se reclinó sobre su asiento y no estaba seguro de si era una ventaja o desventaja el estar sentado en la orilla de la fila, justo al lado del camino al altar.
Faltaba tan poco para que el reloj diera las 6 de la tarde.
Eileen estaba a un costado de Maureen y otra dama de honor cuyo nombre no conocía, de pie en el altar donde ya todo estaba arreglado, la luz de la tarde teñía al menos un tercio de la iglesia y los presentes en las primeras filas veían todo con los ojos entrecerrados debido a lo mismo.
La música comenzó, esa música que simplemente no tenía otro nombre más que de boda. Eileen se removió en su lugar un paso hacia atrás, alzando su barbilla al ver a una pequeña niña llegando por el camino y arrojando pétalos de rosas al andar. Edward ya estaba de pie al lado del sacerdote, y Eileen pudo ver como los ojos ansiosos y llenos de ilusión de él no paraban de fijarse en el camino, seguramente preguntándose cuándo llegaría Liliane.
Y ahí estaba su prima, con un bello vestido blanco como las perlas que llegaba hasta el piso y que debía arrastrar, con un velo del mismo color cubriendo su rostro que había sido sometido a un arduo maquillaje, con su pelo recogido en una elaborada y compleja trenza que caía por su espalda.
Eileen por una vez no pudo evitar sentirse orgullosa de su prima... Sí, lo que hacia era imprudente y quizá un error, pero como ella misma había dicho, quizá no lo era, y quizá realmente ese matrimonio estaba destinado a acabar bien. Supuso que sólo el tiempo podría decir con certeza la respuesta.
Liliane estaba acompañada de su padre, en cuyo rostro afloraba una ancha sonrisa de oreja a oreja y cuyo brazo estaba entrelazado con cariño y afecto al de su hija. Cuando Liliane llegó al lado de Edward el largo discurso del sacerdote dió comienzo.
Eileen había visto algunas películas románticas, las suficientes para oír en diversas ocasiones el discurso que se daba a la pareja de novios, pero debía admitir que estando ahí de pie y oyendo a la perfección lo que el sacerdote decía empezó a sentirse algo impaciente, dirigiendo su mirada hacia todos los que miraban la escena desde sus lugares. Pudo oír algunos sollozos (desde familiares de Liliane hasta bebés cuyas madres no lograban hacerles guardar silencio) y se preguntó si era la única que se sentía ansiosa por que eso acabara.
Al menos la hora había sido correcta y ahora la luz del atardecer los iluminaba a casi todos.
—... Y ahora los declaro marido y mujer —dijo de pronto el sacerdote, y Eileen viajó su mirada hasta su prima—, ya puede besar a la novia.
Los ojos de Liliane se llenaron de lo que debían ser lágrimas de felicidad, y Edward, con suavidad y delicadeza, apartó el velo de su rostro. Eileen sonrió y apartó su mirada cuando ambos se fundieron en un apasionado y largo beso.
Varios aplausos sonaron, haciendo eco en la iglesia. Y cuando Eileen volvió a mirar a su prima se alegró por verla feliz, ya no dudativa o vacilante, sino sola y absolutamente feliz. Decidió tomar eso como un buen augurio.
.
El Salón de fiestas parecía haber adquiriendo un nuevo color, y seguramente se debía al hecho de que la felicidad inundaba el aire como el dióxido de carbono lo hacía.
La familia Foster fue una de las primeras en llegar al lugar, y Fox al lado de Charles optaron por recorrer el gran sitio.
Estaba el comedor, uno alto y espacioso con múltiples mesas y sillas pegables, estaba la cocina que también era grande y estaba pintada de colores de otoño, estaba un enorme patio con ventanas al comedor, donde habían juegos y un inflable que ya estaba siendo ocupado por dos mellizos de 5 años.
Charles y Fox fueron a sentarse a un par de columpios rojos que estaba erróneamente ubicados en una equina.
—Nunca antes he ido a umya boda —comentó Charles—, ¿todas son tan grandes y apantallantes?
—No, bueno, cuando fuí a la boda de un tío no era así —contestó Fox, encogiendose de hombros—, creo que ése es el estilo de Liliane, no me sorprendería si al final del día quisiera lanzar unos fuegos artificiales o que sé yo.
Charles se rió y se quedó en silencio, quizá tratando de hacerse la idea. Unos 10 minutos más tarde Math cruzó la que puerta que dividía el comedor del patio y con grandes zancadas se acercó a ellos.
—La comida a está por empezar —informó, con su vista pegada a su celular y hablando con tono monótono, prestando poca atención a lo que decía—, mamá quiere que ambos entren o lo que sea.
Fox y Charles se miraron entre ellos y asintuendo con la cabeza ambos se levantaron y andando al lado de Math volvieron al gran comedor. Fox estaba seguro que la enorme desventaja de tener 12 años era que aun era considerado lo suficiente menor para tener que sentarse en "La Mesa de los niños", cosa que le desagraba por completo, y no porque el hecho de que no los conociera, sino porque simplemente el convivir con alguien más no era de su agrado.
Se sentó al lado de Charles y al lado de una niña de 7 años que le miraba con ojos inquisitivos y curiosos.
—¿Cómo te llamas? —preguntó ella.
—Fox —contestó muy apenas él con algo de duda.
—¿Juegas "Uno" conmigo? —volvió a preguntar, mostrándole un montón de cartas rojas y con números estampados en desorden del juego, Fox frunció el ceño.
—No...
—¡Juega conmigo! —insistió la niña, y puso sobre la mesa las cartas, revolviéndolas sin la menor vacilación—. Mira, sólo tienes que poner la carta que tenga su mismo número o color sobre la otra...
—Sé que cómo jugar...
—¡Entonces juega conmigo!
—¡No voy a jugar contigo!
Los labios de la niña se esbozaron en un puchero y su entrecejo se arrugó, amontonó las cartas entre sus brazos y se levantó de su lugar muy probablemente para irse a sentar a otro lado.
La risa de Charles hizo que Fox se girara hacia él con cara de pocos amigos.
—¿Qué es tan gracioso? —cuestionó enarcando ambas cejas.
—Tú —contestó Charles sin menguar su sonrisa—. Pobre niña, hubieras al menos jugado con ella unos minutos.
—Odio los niños.
—Tú eres uno.
—Tengo 12, no soy un niño.
—Vamos, si sigues así vas a acabar siendo un cascarrabias que odia los niños que cruzan su jardín. Justo como el Sr. Rumbler.
Fox lo miró escandalizado.
—Nunca podría ser como el Sr. Rumbler.
—Pues parece que haces un buen intento tratando —se burló Charles, apartó su mirada de él y la dirigió hacia el resto de las mesas donde los adultos estaban sentados. El comedor se había llenado en gran medida y ahora los camareros eran quienes estaban sirviendo la comida, la cual consistía en comida extravagante cuyo nombre desconocía para los adultos y simple pizza para los niños. Pero los ojos de Charles no se enfocaron en esto, sino en algo más, carraspeó con la garganta y se levantó de su asiento—. Voy al baño, guardame mi lugar.
Fox asintió con la cabeza y lo observó marcharse y desaparecer por una de las columnas del comedor, y al bajar la mirada se encontró con la de la niña que le había pedido jugar con él.
—¿Juegas conmigo? —preguntó una vez más, sentándose en el lugar que minutos atrás había abandonado.
Fox soltó un suspiro resignado.
—De acuerdo, jugaré contigo.
.
Math estaba al lado de Eileen y miraba con una mezcla de curiosidad y desagrado hacia su platillo, el cual era una cosa verde y viscosa que no tenía la más mínima idea de lo que era.
—¿Se supone que esto es comestible? Parece electroplasma —comentó en voz alta hacia nadie en particular.
Su madre, sentada en otra mesa detrás suyo, lo oyó y frunció el ceño.
—Math, comportate —amonestó.
—Hablo en serio, es decir, ¿qué es esto?
—Con suerte no es ningún veneno o laxante —contestó Eileen con ligero humor, dando vueltas con su cuchara a su plato.
Math se rió entre dientes.
—Seguro sería una pena que fuera veneno, acabara inconsciente y despertara justo para el final de esta aburrida fiesta —agregó, arrastrando las últimas palabras a propósito. Se volvió hacia su hermana y ladeó la cabeza—. Ahora que lo pienso, creía que ibas a estar con Liliane haciendo cosas de damas de honor.
Eileen dejó su cuchara en su plato en un sordo sonido.
—Las cosas de damas de honor ya han acabado —respondió—, ahora soy libre de hacer lo que se me da la gana... Además, Maureen se ha quedado con Liliane, por si te preguntas.
—No me preguntaba eso pero de acuerdo —Math empujó con su dedo su plato de la desconocida sustancia verde unos centímetros al frente arrugando la nariz—. Lo que sí me pregunto es quién querría comer esto.
Eileen no contestó, alzando la cabeza y mirando su alrededor con interés, observando que los adultos no parecían tener problemas con aquel platillo, el cual, por cierto, era una clase de introducción, lo que para Eileen no tenía sentido, ¿quién divide la comida en diferentes partes si al final del día todo acaba en el mismo lugar? Observó que los jóvenes de su edad, sentados en su misma mesa, tampoco parecían del todo animados con el plato.
Ya eran las 7 de la tarde y el cielo ya se había oscurecido un poco, Eileen tomó su celular y decidió mandar desde ya la dirección del Salón a Peter, pensando en que él podría pasarse por ahí una hora más tarde.
Math, espiando por el rabillo del ojo el nombre del contacto preguntó:
—¿Quién es Peter?
Eileen apagó su celular de golpe y miró a su hermano con molestia.
—¿Por qué estás mirando mi celular?
Math se encogió de hombros.
—Era lo más entretenido que había. Lo siento —respondió, aunque realmente no parecía sentirlo—. ¿No me vas a decir quién es Peter?
—Es un amigo —explicó tajante Eileen, siempre le había exasperado que las personas espiaran sus cosas personales, y consideraba con fuerza a su celular como parte de esas cosas personales, aunque en general, ¿a qué adolescente le agrada el concepto de que alguien mire su celular?
Math enarcó una ceja.
—Interesante. ¿Conozco a ese tal Peter? ¿Va a nuestra escuela?
Eileen sintió su rostro sonrojarse y apartó la mirada para que su hermano no pudiera percatarse de ese hecho.
—No, no va a nuestra escuela —dijo, tosiendo falsamente sobre su puño y deseando poder entablar conversación con la chica a su otro lado, cosa que habría hecho de no ser por que ella parecía muy inmersa con sus audífonos y su celular.
—¿Dónde lo conociste? —volvió a preguntar Math, y Eileen suspiró exasperada.
—En una fiesta —mintió. Luego se levantó de su asiento, tomó su celular consigo y bebiendo su refresco de un sólo trago dijo:—, iré a buscar algo de beber.
Y con esta terrible excusa se marchó, dejando a su hermano con algo de curiosidad aflorando su semblante.
.
Fox estaba pensando en que odiaba el juego de "Uno". La niña, cuyo nombre por cierto era Rose, parecía tomarse muy en serio ese juego y gruñía siempre que Fox se distraía o ponía por error una carta errónea.
—¡No sabes jugar! —se exasperó Rose—, ése es un 0, no un 1, ¡no puedes poner un 1 rojo si la carta es un 0 amarilo!
Fox se cruzó de brazos.
—Entonces busca a alguien que sepa jugar —contestó airado, y mirando hacia el lugar vacío de Charles preguntó:—, ¿cuánto tiempo ha pasado desde que mi amigo se fue?
Rose pareció sopesar la pregunta.
—¿Hablas del niño lindo de pelo castaño? Ya pasaron como 10 minutos. Yo que tú lo buscaba, a lo mejor se perdió camino aquí.
Fox intentó figurarse cómo era posible que eso sucediera. Sacudió la cabeza y se puso de pie.
—De acuerdo, iré a buscarlo.
Rose asintió con la cabeza.
—Ve, y cuando vuelvas te enseño a jugar bien. Verás que es muy fácil, sólo tienes que concentrarte.
Fox soltó un suspiro y se marchó en busca de Charles. Afortunadamente las personas estaban sentadas y enfocadas en su comida, así que no debía preocuparse por pasar entre una multitud que le sacaba más de media cabeza de altura, algo que había tenido que hacer cuando la ceremonia concluyó y todos en la iglesia se levantaron y dispersaron para felicitar a los novios.
Al pasar por los cubículos de los baños se dió cuenta que éstos se hallaban vacíos y por consecuente era obvio que Charles ya no estaba ahí. Frunció el ceño y salió de aquél lugar, aunque al cruzar el umbral de la puerta tuvo el desfortunio de chocar contra alguien, quien, a juzgar por su forma de vestir, debía tratarse de una camarera.
—¡Lo siento! —se disculpó ella de forma inmediata, era una joven pelirroja y delgada que sostenía una charola de plata vacía entre sus manos.
—No importa, está bien —contestó Fox sin pensar, parpadeó un par de veces y se dió cuenta que la joven no parecía ser mucho más alta que él, aun cuando era bastante claro que su edad era de al menos más de 20 años. Sacudió este hecho de sus pensamientos y mejor decidió preguntar:—. Hum, ¿de casualidad no has visto a un niño salir de aquí? es de mi edad, castaño y de pecas. Es sólo que lo estoy buscando y no lo encuentro.
La joven entrecerró los ojos.
—Sí, lo he visto. Pero no entró a los baños, salió por la puerta principal. ¿Es tu amigo?
—Lo es —murmuró Fox—. Bueno, creo que lo buscaré afuera.
—No te pierdas, no quiero que me culpen a mí si tú y tu amigo se pierden.
Fox volvió a preguntarse por una fracción de segundo cómo era posible que se perdiera. Se encaminó hacia la entrada principal y salió por ella, el aire estaba frío y sus músculos se contrajeron al sentirlo, miró a su alrededor pero a la vista no había nada, la calle dónde se ubicaba el Salón estaba te absolutamente vacía.
Entonces su mirada se enfocó en el otro lado de la calle y con sorpresa se percató de que ahí se hallaban tres figuras de personas, dos de ellas eran altas y fornidas, seguramente perteneciendo a dos hombres.
Y una de ellas claramente pertenecía a Charles.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro