Capítulo 13. Qué esperar cuando se está esperando
Cuando el sábado llegó Liliane estaba rebosando de alegría desparramando su emoción contenida en cada acción y palabra suya.
Eileen se había quedado en su casa luego de haber comprobado que el vestido que su prima había elegido le quedaba, asistiendo a la escuela al día siguiente (y cabe aclarar, sin prestar exactamente demasiada atención a las clases) y al cabo de su final volviendo a casa, encontrándose con que Liliane pasaría la noche ahí.
Aunque a la mañana siguiente su prima le despertó, zarandeando su brazo y jalando su brazo con esmero e insistencia.
—¡Es hoy, Eileen! —su voz le gritó en un chillido emocionado—, ¡es hoy!
Eileen emitió un gruñido de su garganta y pasó su cobija por su rostto entero, odiaba que la despertaran, y el que Liliane lo hiciera no animaba en nada las cosas. Pero su prima no desistió y continuó sacudiendola como una niña pequeña que despierta a sus padres por la mañana de Navidad, hasta que Eileen al final aceptó el cruel destino de tener que despertarse y con el entrecejo arrugado alejó sus cobijas y miró a Liliane con mala cara
La chica soltó una risa gutural y la sonrisa en sus labios se ensanchó en todos los sentidos de la palabra.
—Tienes que ayudarme con todo —le dijo—, este va a ser un día muy ocupado.
—¿Qué la boda no va a ser hasta las 6 de la tarde? —se quejó Eileen a cambio, aun siguiendo algo confundida respecto a que Liliane había elegido esa hora para poder ver el atardecer, ella intuía que la hora resultaría igual si de una forma u otra sería a lo último a lo que su prima le prestaría atención estando en el altar.
—Lo será —confirmó Liliane—, pero como hemos adelantado la fecha todo necesita más exigencia. Aún faltan los arreglos florales, los centros de mesa, la música y...
—¿Por qué adelantaron todo si aun te faltaba tanto por elegir?
—Te lo dije, no queremos esperar, además, creo que las decoraciones no serán tan importantes —un suspiro melancólico y soñador salió de los labios de Liliane— una vez que esté ahí con Edward y él y yo nos casamos nada de eso importará...
Eileen miró a su prima por unos largos minutos, meditando el romance y ternura que teñía su voz, ¿sería que alguna vez podría entender eso? Sacudió la cabeza y se levantó de su cama.
—De acuerdo, te ayudaré con lo que haga falta —sentenció, dibujando en sus labios un asomo de sonrisa—, pero ahora vete, debo cambiarme.
Liliane asintió, y sin que su sonrisa menguara salió de la habitación, caminando por el pasillo de los cuartos con paso alegre y jovial, se sentía ligera y realmente entusiasmada, todo marchaba tan bien y moría por la hora de su boda.
Al bajar los escalones de la casa observó que habían dos personas en la sala, lo que le parecía raro considerando que apenas iban a dar las 8 de la mañana y que probablemente al igual que Eileen los hermanos de ella debían seguir durmiendo.
Al acercarse más se percató de que esas dos personas eran su tía y Charles, y sonriente Liliane tomó asiento frente a ellos.
Su tía, al verla llegar, sonrió.
—Hola, Liliane, ¿dormiste bien en el cuarto de invitados?
Ella asintió con la cabeza, y cuando su mirada se posó en Charles y en su postura algo decaída no pudo evitar preguntar:
—¿Qué sucede?
Charles no respondió y sus labios esbozaron una mueca, y en su lugar su tía contestó.
—Es la Sra. Anderson —el corazón de Liliand dió un vuelco y la alegría que antes presumía su semblante se esfumó por completa.
—¿Ella está bien? —cuestionó algo dudativa.
—No exactamente... Al parecer estará fuera del país para reunirse con unos doctores pero no le contó a Charles la razón.
Liliane frunció el ceño y sus labios esbozaron una triste mueca. Y pensar que le caía tan bien esa mujer, soltó un apesadumbrado suspiro.
—Espero que se mejore —dijo con total sinceridad—, me pone mal que no vaya venir a mi boda, pero bueno, creo yo que eso es lo de menos. Al menos tú estarás ahí, ¿verdad, Charles?
El niño alzó la cabeza al oírla.
—Estaré ahí —respondió, aunque la tristeza que arrastraba en sus palabras y que se esforzaba por ocultar no pasó desapercibido para Liliane.
Ella estaba a punto de agregar algo más cuando Eileen llegó a la sala haciéndose oír por sus pasos en la escalera.
—Estoy lista —informó hacia Liliane, aun cuando no parecía del todo espabilada y sus ojos seguían denotando cansancio. Su mirada cayó en Charles, pero a diferencia de su prima, Eileen no preguntó nada, asumiendo en silencio que los motivos de que él estuviera ahí no le incumbían.
—Entonces vámonos —sonrió Liliane, acercándose a ella y cruzando su brazo con el suyo aun a pesar de sus réplicas silenciosas, porque aunque no era la primera vez que lo hacía Eileen siempre tendría una objeción con el contacto físico tan completo que su prima siempre daba a cualquiera que le agradara.
Soltó un suspiro y miró a su madre, quien inclinó la cabeza como dándole su aprobación, y siguiéndolas con la mirada hasta verlas desaparecer tras la puerta que se cerró en un suave y silencioso movimiento.
Alice Foster se volvió entonces en dirección de Charles, que se hallaba a un lado suyo, con la intención de continuar la conversación que habían estado manteniendo hasta que Liliane llegó a interrumpirlos.
—Así que, puedes quedarte con nosotros el fin de semana —dijo la mujer con voz suave, a decir verdad no le agradaba precisamente la Sra. Anderson y en el fondo aun no podía creer que ella se hubiera ganado el afecto tan rápido del niño, pero bueno, ¿quién era para decir algo al respecto?
—No quisiera molestarlos —musitó Charles—, no es necesario, ¿sabe? Realmente no es como si quedarme en casa solo dos días fuera la gran cosa...
Los ojos de Alice se abrieron, escandalizada con el pensamiento.
—No te quedarás solo —espetó. ¿Quién, en su sano juicio, podría dejar a un niño de 11 años para que se las apañara solo aun si eran sólo dos días? Mordió su labio inferior y bajó la cabeza, sabía que ella tampoco era una madre ejemplat que jamás dejaba a sus hijos por unas horas... Pero no era lo mismo, Eileen, Math y Fox se tenían entre sí, y tenía la certeza de que se cuidaban las espaldas aun cuando en voz alta no lo admitían.
Pero con Charles era un asunto tan diferente, él lucía tan pequeño y tan vulnerable, no era lo mismo con sus hijos, quienes siempre habían demostrado una fortaleza que sólo pudieron haber sacado de su padre. No, Charles era diferente, no sabía del todo que la hacia sentirse así con él pero sí sabía que no pensaba dejarlo solo.
—Te quedarás con nosotros hasta que la Sra. Anderson vuelva —reiteró ella, y suavizando su tono y su expresión agregó:—, ella estará bien, ya verás que sí.
Charles no contestó y en su lugar fijó su mirada en sus zapatos, haciéndose en silencio la gran pregunta de cómo era posible que hubiera acabado en ese lugar. Bueno, en realidad sí lo sabía, pero recordarlo era como sentir el filo de una espada presionando contra su pecho, usando el peso de la culpa para recargarse sobre él.
En ese instante los pasos de alguien se oyeron arriba, y minutos más tarde Math llegó a ellos, con una sonrisa nada propia de él y con tanta energía en su andar que nadie habría podido predecir que hace tan sólo unos días pasados se había encontrado en un hospital por sus graves heridas y golpes. Pero ahora ahí estaba, revoloteando como un pajarito y sonriendo con gran vehemencia.
—¿Por qué estás tan feliz? —preguntó su madre con ligero humor, contagiandose de su sonrisa.
Math se encogió de hombros, y al igual que Eileen él tampoco preguntó el motivo por el que Charles se encontrara en su sala a esas horas de la mañana.
—Liliane me ha pegado su alegría, supongo —respondió, caminando hasta el comedor y tomando lugar en una de las suyas.
Eso no era verdad, para nada, pues Liliane muy apenas había reparado en su presencia y mucho menos le dirigió una palabra como para que eso pudiera pasar. La razón de la alegría de Math tenía una historia un poco larga, y se ubicaba justo en el día de ayer, cuando a media mañana, una vez que sus hermanos habían partido a la escuela y su madre se había marchado a hacer compras, Beatriz llegó a su casa.
Beatriz había lucido la misma energía de siempre, y cuando Math le abrió la puerta ella dijo:
—Entonces, ¿cuándo empezamos con nuestro plan malévolo?
Ella lo llamaba así, Math simplemente le decía "La venganza que era justa", y Beatriz no preguntaba los detalles del motivo. Ambos habían ido a parar a su habitación, donde decidieron dedicar su tiempo a su plan.
—Tu plan es muy anticuado —se había quejado Beatriz, recostada sobre su cama y balanceando sus pies por uno de los costados—, le hace falta acción, algo más.
—¿Qué puede faltar? Mi plan es perfecto.
Beatriz suspiró.
—Tiene muchos huecos, la chica ficticia que planeas inventar para atraer al sustituto necesita una historia, y... ahora que lo vengo pensando, ¿cuál es el nombre del profesor? Le vienes diciendo así desde el principio y me he preguntado si a lo mejor se llamaba así.
Math frunció el ceño, dándose cuenta que en realidad no sabía su nombre de pila... O su apellido.
—Ya lidiaré con eso —desestimó, sentado en el suelo al lado de su cama y con su teléfono en sus manos—, ahora ayúdame con lo importante, pienso usar mi celular para la conversación, pero primero necesitamos un nombre.
—¿Para ti? Math me gusta, aunque supongo que es algo feo, quizá te quedaría mejor Sean o Carl...
Math puso los ojos en blanco con ligera exasperación.
—Sabes a lo que me refiero, deja de bromear, esto es importante.
—No puedo, si dejo de bromear me da un ataque al corazón, de verdad que sí, puedes preguntarle a mi médico...
—Beatriz.
—Ya, bien, como quieras —la chica se incorporó y miró a Math con cara de pocos amigos—. Ponle Amber, suena a nombre de una chica que se ligaría a su profesor.
—Bien. Se llamará Amber. ¿Apellido?
—¿Quieres que el profesor la busque en la lista de alumnos? Déjala como Amber, así le dará curiosidad pero no la suficiente para buscar un nombre de pila en un montón de estudiantes.
—De acuerdo, ¿cómo será el primer mensaje?
—¿Qué te parece "Hola, soy Amber, he oido que te acuestas con adolescentes y me gustaría arreglar algo para tener 10 en la materia, espero que aceptes"?
Math arrugó el entrecejo, y Beatriz se rió entre dientes al ver su expresión.
—Sólo bromeo... De nuevo —declaró, con una sonrisa jugetona en sus labios—, sólo mandale un "hola" y un emoji guiñando el ojo y ya veremos qué pasa.
Math asintió con ligereza, haciendo lo que Beatriz le decía y soltando un gruñido cuando se fijó que el mensajes se quedaba sin llegar, seguramente donde fuera que estuviera el profesor (tenía una lista mental en la que había añadido preguntarle a su hermana el nombre de él) no tenía el internet para ver el mensaje.
—Supongo que estaremos aquí un rato esperando a que responda —se quejó, dejando su celular a un costado suyo y fijando su vista en el techo, cerrando sus ojos con un cansancio que no estaba seguro del por que cargaba.
—Pobre, pobre Math —canturreó Beatriz con deje burlón—, tiene que esperar tanto y como se aburre rápido no sabe qué hacer.
Math abrió los ojos y se volvió hacia ella con las cejas enarcadas.
—Pobre, pobre Beatriz —dijo a cambio—, está atrapada a esperar y aburrirse conmigo.
—No estoy atrapada, puedo irme cuando se me de la gana.
—Pero no lo harás.
Beatriz sonrió.
—Tienes razón, no lo haré.
—Mmm... Acabo de darme cuenta que nunca me contaste por qué te mudaste de Denver ni con que estaba tan ocupado William que no podía volver a la escuela.
—Creía que no interesaba.
—Ahora sí, ¿no acabas de decir que me aburro rápido?
—Correcto —asintió la chica—, aunque pueden haber otras formas de matar el tiempo que simplemente contándote una historia aburrida —agregó, deslizándose de la cama hasta el suelo para quedar a un lado suyo.
Math estaba a punto de recriminarla por tratar de evadir el tema, cuando de pronto fue silenciado cuando los labios de Beatriz se posaron sobre los suyos.
Y sí, realmente tal suceso lo había hecho sentir tan feliz que esa misma felicidad perduraba hasta el día siguiente, aun si nada más que ese beso había pasado y su madre había llegado un poco más tarde. Math nunca antes había besado a nadie (y en realidad había pensado que nunca lo haría, no con su habilidad de cabrear a todos con los que hablaba) y el haberlo hecho por primera vez resultaba una experiencia nueva y encantadora.
10 minutos más tarde, Fox también bajó a la sala, encontrándose a un Charles con la mirada perdida, a su madre sentada a su lado y con el teléfono en sus manos, y a su hermano mayor en el comedor con una expresión de alegría pura en su rostro.
Acerca de lo último no preguntó, y simplemente fue a pasarse a sentar al lado de Charles, recordando vagamente su conversación sobre el viaje de la Sra. Anderson.
—Me tengo que ir —anunció su madre, levantándose de su asiento y sin apartar su mirada de su celular—, iré al Salón de la boda para ayudar con lo que haga falta.
—¿No es muy temprano aún? —preguntó Math con su mentón sobre una de sus manos y mirándolos desde el comedor, incluso su postura lucía tan ligera que causaba en Fox un cosquilleo de curiosidad por saber que lo había puesto tan contento, aunque la curiosidad no era suficiente como para preguntarle.
Su madre se encogió de hombros.
—No realmente —fue lo único que respondió, caminando hasta el umbral de la entrada, tomando su abrigo y bolso y saliendo afuera, cerrando la puerta detrás de sí con lentitud.
Math también se puso de pie y con su dedo apuntó a Fox y a Charles.
—Volveré a dormir otra media hora, ustedes no se vayan a ningún lado hasta que vuelva mamá, ¿bien? —dijo, aunque realmente sus ojos no lucían como los de quien anhela volver a dormir, y Fox supuso que sólo era una excusa para encerrarse en su habitación.
—¿Dónde quedó tu buen humor? — inquirió Fox con burla.
Math lo ignoró, caminando hasta las escalones y subiendo por ellas, cuando ya no se vió Fox se volvió en dirección de Charles y preguntó:
—¿Y averiguaste que sucedía con la Sra. Anderson?
Charles negó con la cabeza, hundiéndose en el sofá y mirando su regazo.
—No.
Fox se quedó callado por unos segundos, meditando que decir a continuación, realmente no sabía qué decir y es que, sabía parcialmente la situación de Charles con su familia y la razón de que se había mudado con la Sra. Anderson, seguramente debía sentirse aterrado con la idea de perder a alguien más. Pero de nuevo, él sabía poco acerca de como tratar esos asuntos, en general era inútil para hablar de cualquier asunto que involucrara más de un sentimiento.
—Ella se recuperará —fue lo único que pudo decir, lamentando en silencio si acaso aquello sonaba vacío, pero bueno sabía que la mayoría de ese tipo de consuelos siempre sonaban vacíos.
Charles alzó la mirada y sus ojos se encontraron con los suyos.
—Eso espero —respondió, y Fox pudo ver en su mirada algo más que sólo tristeza; había algo que sólo podía nombrarse como culpa, ¿pero por qué se sentiría culpable? Realmente no lo sabía y no pensaba preguntar.
A veces habían cosas que estaban destinadas a permanecer en la cabeza de las personas.
.
La boda de Liliane iba a suceder en un lindo y gran salón, decorado solamente por blanco y dorado, un lugar animado que daba un pequeño sitio a la sofisticación y a unos aires de elegancia. Bueno, en realidad la fiesta daría lugar ahí, mientras que la ceremonia sucedería en una iglesia que quedaba a unas pocas cuadras de distancia.
Lo único que Eileen quería era que el día pasara con rapidez y que concluyera pronto, cosa contraria a Liliane, que no dejaba de decirle lo mucho que quería detener el tiempo y atesorar en una bola de cristal el recuerdo de ese día.
Algunas personas pensarían que eso era un tierno pensamiento, Eileen no, en ese segundo su amargura había inundado su cuerpo y mente y no dejaba de irritarse por todo, y tener a su prima a su lado no ayudaba en nada. Que si las flores eran muy blancas, que si los centros de mesa no estaban muy centrados, que si habían una mancha de polvo en las sillas, que si... Eileen estaba realmente exasperada.
Todo sentimiento de admiración por la impulsividad de su prima se había esfumado por completo, y ahora que debía andar tras de ella de un lado para otro lo único que sentía por ella era condescendencia, el sentimiento más positivo a comparación del resto que sentía.
Habían pasado dos horas, tal vez más, desde que se había despertado, y se hallaba junto a Maureen, la mejor amiga de Liliane que resultaba ser otra de las damas de honor.
—Esto es tan emocionante —dijo Maureen en su dirección, cuando ella y Eileen estaban en el Salón esperando por Liliane, que no podía dejar de revolotear por todo el sitio diciendo que necesitaba asegurarse de que todo estuviera listo—, ¿no lo crees?
Eileen difería, pero aun así trató de poner buena cara y asintió con una sonrisa.
—Lo es —murmuró, y alzando su voz añadió:—, ¿sabes cuando Liliane decidirá dejar el Salón en paz y empezar con lo suyo? Sospecho que todo ese rollo de arreglar a la novia tomará unas cuantas horas.
Maureen se encogió de hombros, posando sus largos dedos sobre mentón.
—No lo sé, supongo que cuando se canse vendrá a nosotras. A propósito, ¿eres una de las damas de honor? No recuerdo haberte visto en su despedida de soltera.
Eileen arrugó el entrecejo.
—¿Hubo despedida de solteta? —inevitablemente preguntó, y Maureen chasqueó la lengua.
—Sí, pero fue en Londres, unos días antes de venir para acá, así que será por eso que no estuviste, ¿cierto?
—Sí, fue por eso —contestó, aun algo descolocada por que su prima no le hubiese hablado acerca de que había tenido su despedida de soltera, no era como si hubiera querido ser invitada, pero saber al respecto tampoco le habría hecho daño.
En ese momento su celular sonó y tras excusarse con Maureen se giró y atendió la llamada sin ver el contacto.
—Hey, Eileen —saludó una voz al otro lado de la línea, y la chica se sorprendió cuando reconoció la voz como la de Peter.
Desde que había descubierto su pequeña adicción no había hablado con él ni con el resto del grupo.
—Hola, Peter, ¿cómo va todo? —contestó, pasando su celular a su otra mano y mirando al suelo.
—No tan bien, digo, ¿estás enojada por todo este asunto de la droga y por eso no has ignorado? No te culparía si así fuera pero habría sido bueno saberlo en lugar de pensar que te había pasado algo malo.
Eileen mordió el interior de su mejilla cuando reconoció en su tono algo parecido a la preocupación.
—Estoy bien. Y no estoy enojada, y tampoco los he estado ignorando, es sólo que mi prima se casa hoy y soy una de sus damas de honor, así que he estado algo ocupada ayudándole y todo.
—Oh, ya veo. ¿Y estás ocupada ahora?
—Hum, yo diría que sí, ¿por qué preguntas?
—Pensé que tal vez podríamos ir a algún lugar, sólo tú y yo, tengo algo que mostrarte, no será por mucho.
Eileen vaciló.
—No creo que pueda —empezó diciendo, y al oír un suspiro abatido al otro lado rápidamente añadió:—, pero podrías venir, digo, no ahora, pero quizá a las 7 cuando esté la fiesta.
—¿A tu prima no le molestaría?
—Creo que estará demasiado emocionada gritándoles a todos que está casada como para que eso importe, además, no vas a estar mucho rato, ¿verdad?
—No, realmente no.
—Bien, entonces para las 6:30 te envío la ubicación. Hasta luego.
Se oyó un corto "adiós" Antes de que Eileen colgara la llamada. Maureen había regresado a su lado, y la miraba con ojos curiosos, aunque, sabiamente, decidió no decir nada, o al menos no en voz alta.
Las siguientes horas se le pasaron muy rápido, justo como ella había deseado, y en menos de lo que sabía ya eran las 5 de la tarde, Liliane se había desaparecido súbitamente para maquillarse, arrastrando a Eileen y a Maureen consigo, y mientras tanto ya habían llegado a la iglesia la familia de los novios.
—No entiendo por qué debemos llegar una hora antes —se quejó Math cuando apenas estaban subiendo los peldaños que daban a la entrada de la iglesia, estaba vestido formalmente (como lo estaban todos ahí) pero no parecía en lo más mínimo cómodo con su traje oscuro y sus zapatos negros que rechinaban con cada paso.
Su madre lo amonestó con la mirada en cuanto lo oyó. Ella estaba vestida con un largo vestido azul marino y con su cabello recogido en una media coleta que le hacía lucir más joven de lo que era.
—Porque somos la familia de Liliane, la queremos mucho y estaremos el tiempo que haga falta a su lado —respondió ella arrugando ligeramente la nariz en un gesto que habría resultado cómico de no ser por la advertencia que abarcaba su mirada.
—"Queremos" me suena a manada —reiteró Math, y antes de que su madre pudiera reñirle de nuevo se escabulló al interior de la iglesia, adelantándose varios pasos al frente.
Los padres de Edward estaban detrás de ellos por poco, acompañados de los de Liliane. Los cuatro hacían un extraño conjunto, pues los de Edward hacía un año que se habían divorciado y cualquier rastro de cariño entre ellos (si es que alguna vez había existido) no hacía ningún acto de presencia, haciendo que el aire tenso fuera notorio se viera por donde se viera, algo diferente a los padres de Liliane, pues Colin y Sarah eran tan amorosos entre ellos (resultando hasta algo empalagosos) que seguro de ahí lo había sacado su hija.
Y no mucho más atrás de ellos se encontraban los niños; Fox, Charles y Richard (el hermano menor de Edward).
—¿Cómo puedes llamarte Richard Henry y no conocer a Ringo Starr? —preguntaba Fox, a mitad de una discusión con Richard, a quien apenas si conocía.
—Ya te lo dije, no tengo idea de quién sea, yo no sé de cosas aburridas como esa —respondió Richard, poniendo los ojos en blanco con exasperación.
Fox frunció el ceño, con aire ofendido, y Charles soltó una carcajada repentinamente contento.
—No todos saben sobre los Beatles, Fox —alegó él alzando ambas cejas.
—Deberían saberlo —refunfuñó él—, además, Ringo Starr era de Liverpool, al menos los de Liverpool deberían saber de él.
Charles lo miró descolado.
—¿Sabes que él era de Liverpool pero dices que la historia te aburre? Vamos, saber eso es saber historia también, los Beatles son parte de la historia.
—Su historia no es lo mismo que la historia aburrida.
—Eso no tiene sentido.
—Ustedes no tienen sentido —interrumpió Richard, ladeando la cabeza como si le costara entender de lo que estaban hablando.
Ya estaban en el interior de la iglesia en sus respectivos asientos asignados, aguardando, solamente, por que dieran las 6 y la luz del atardecer bañara todo el lugar a través de los ventanales que se encontraban en uno de los costados.
Sólo eso, esperar por la boda de Liliane.
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