(12) Sabiduría de mamá
Capítulo dedicado a jorgepacheco21
—¡Oh, trajiste a tu novia! Pero, ¿es mi imaginación, o está más alta?
Izuku se atragantó con el aire, tosiendo de manera alarmante después de haber escuchado tales palabras. Afortunadamente fue auxiliado por su compañera de clases antes de quedarse sin aire para respirar, quien le proporcionó un par de palmadas en su espalda. Era obvio que se refería a Ochako, pues ya se la había mostrado a través de fotografías.
—¡Ma-mamá! —exclamó lo suficientemente fuerte como para que incluso sus vecinos escucharan—. ¡Ella no es mi... mi novia!
Inko ladeó la cabeza a modo de confusión, sin despegar la vista de la aludida, cuyo rostro estaba casi tan sonrojado como el de su hijo. Entonces sonrió suavemente, restándole importancia al asunto y disculpándose por su equivocación; posteriormente, se hizo a un lado para dejarlos ingresar al apartamento.
Momo, por su parte, desvió la mirada a cualquier otra parte mientras entraba por delante del pecoso. Su plan inicial en este día libre de la academia, era pasar el resto de la tarde en su dormitorio, ya que los demás iban a visitar a sus familias y la suya no se encontraba en casa. Tampoco tenía permitido salir sola después de lo sucedido con Bakugou y su secuestro; casi era un hecho que la clase A era un imán para los villanos. O más bien, el chico detrás de ella lo era.
Por un momento pensó en decirle a Jirou si le permitía acompañarla a su hogar, sin embargo, no tuvo la oportunidad de hacerlo y para entonces, su amiga ya se había marchado con el propósito de pasar el mayor tiempo con sus padres, al igual que el resto de la clase; incluso observó a Todoroki alejarse en compañía de Uraraka, quizás a esa cita que la castaña tanto insistía en negar.
Cuando menos lo esperó, ya estaba en la soledad de la sala común.
Si no hubiera sido por Midoriya y su bondad, tal vez en este momento se hallaría leyendo, estudiando o incluso durmiendo debido al aburrimiento. El chico de verdoso cabello había sido muy amable al invitarla a su casa con tal de que no se quedara sola ahí; y por pura cortesía, aceptó, ignorando por completo el latido de su emocionado corazón.
—Entonces, ¿usted es? —La mayor dejó la pregunta al aire, esperando a que ella terminara.
—¡Momo Yaoyorozu, encantada de conocerla, señora Midoriya! —Hizo una rápida reverencia, ocultando su nerviosismo de Inko.
—Es... Es mi amiga. —Antes de que su madre hiciera otra pregunta, Izuku se apresuró a responder—. Nos dieron el día libre y su familia se encuentra en Londres, así que decidí invitarla.
—Espero no sea una molestia —añadió Momo—. Si es así-
—¡Para nada! —Inko hizo un ademán con la mano, sonriendo brillantemente—. Eres muy encantadora, es un placer para mí que una muchacha tan linda como tú me visite.
La morena se sonrojó con violencia, ocultando el rostro de la mujer mayor mientras entraba al recinto Midoriya. Decidió distraerse mirando a su alrededor, encontrándose con un modesto apartamento de aspecto acogedor; no era nada del otro mundo, ni siquiera se comparaba con su ostentosa mansión, sin embargo, la decoración de varios cuadros dispersos a lo largo de las paredes, hacían contraste con los muebles un poco desgastados por el tiempo, a su vez, las gardenias en el florero de una de las mesitas, transmitían un aroma bastante hogareño. Pero cuando decidió echar un vistazo a las diferentes fotografías cuidadosamente colocadas en la sala, se encontró observando una en particular.
Era Izuku de unos cinco años vestido de superhéroe —All Might, para ser más específica—, levantando el puño al aire en ademán de una promesa silenciosa, pero que ella conocía bastante bien: salvar a las personas; sonriendo brillantemente a la cámara, como si no se diera cuenta de que su sonrisa podía cegar a cualquiera que se atreviera a mirarlo; luciendo como alguien cuyo futuro ya estaba escrito.
Momo no lo sabía, pero esa sonrisa pertenecía a un niño quirkless.
Empero, eso no era necesario de saber, cuando lo único que resaltaba en la mente de la bella joven, era el poderoso don de contagiar al resto con su espíritu heróico, como lo hubo hecho con ella en algún momento. Era un chico increíble, sin lugar a dudas.
—Izuku —llamó Inko, entrando a la cocina—, ya que estás aquí, ¿podrías ayudarme a poner la mesa? No queremos causar una mala impresión a nuestra invitada, ¿verdad?
—¡Por supuesto! —Se apresuró a decir él, atropellando las palabras—. ¡Quiero decir que no queremos! ¡Digo que sí, ayudaré!
La azabache soltó una risita. Izuku estaba lo suficientemente nervioso como para dejar caer los platos de porcelana que sostenía con sus temblorosas manos. Negó con la cabeza y se ofreció a ayudarle, colocando cuidadosamente los cubiertos y las servilletas como había observado a su mayordomo hacerlo. Era relajante y, casi podía afirmar que se sentía bien en este instante; con el silencio del comedor entre ambos estudiantes. Era como si estuviera acostumbrada a pasar su tiempo con él en la intimidad del momento.
Podía pasar más tiempo con Izuku y aún así estaría contenta.
Por otra parte, las horas pasaban como si fueran minutos, algo que la desanimaba un poco, si era honesta; ser espectadora del ambiente familiar entre ambos Midoriya le producía cierta nostalgia. Ella y su madre no tenían una relación demasiado estrecha debido a la ajetreada vida de su multimillonaria familia, por lo que era lindo ver las interacciones madre e hijo entre ellos. Le provocaban mucha ternura.
Y por tercera —quizás cuarta— vez en el día, se dijo a sí misma que Izuku Midoriya era un chico admirable, lo que lo hacía resplandecer con la intensidad del mismo sol. Una luz que la encandilaba y le hacía sentir la emoción de querer igualar su brillo mediante el esfuerzo y dedicación... Querer alcanzar aunque fuera un solo rayo de su brillantez con la punta de sus dedos.
Y supo que en su corazón había algo más que no podía ignorar, cuando Inko la detuvo antes de irse para susurrarle las palabras que menos se esperaba:
—Cuida de él, por favor.
Izuku no necesitaba saber esas palabras, pero lo haría.
Momo cuidaría de él.
Para ser alguien que no podía mantener la boca cerrada por mucho tiempo, Ochako se encontró disfrutando del cómodo silencio que envolvía el ambiente. Últimamente sus días habían sido lo suficientemente agitados como para desear huir un poco del ajetreo provocado a su alrededor y, pese a que por un momento pensó que —tras las suposiciones de sus amigas con Todoroki— el viaje al hospital sería demasiado incómodo, no lo fue. Especialmente porque en todo el camino, el chico se mantuvo con la mirada tan brillante y soñadora que ni siquiera le prestó atención.
Inconscientemente soltó un suspiro, sintiéndose más tranquila. Si podía manejar esto, podía manejar los nervios que la albergaban por conocer a la madre de uno de sus amigos.
No. En realidad no podía.
Estando al pie del edificio médico, detuvo abruptamente sus pasos. ¿Y si no le daba una buena impresión a la mujer? ¿Y si se le ocurría decir algo estúpido que la avergonzara? ¿Y si se reía de ella por ser tan torpe? ¿Y si ella la odiaba?
¿Por qué le preocupaba siquiera?
Todoroki era su amigo, por supuesto. No quería que su amistad se viera afectada si hacía enojar a su madre.
—Uraraka, ¿estás bien?
—¿Eh?
Pegó un respingo al notar que el de cabello bicolor le sostenía los hombros y la miraba con suma preocupación. Por un segundo, sintió la intensidad de sus ojos desiguales y su estómago se contrajo extrañamente; no queriendo preocuparlo más, se alejó tentativamente de él, notando que ejercía más presión en su agarre antes de finalmente soltarla.
—Estabas temblando —dijo, apartando la vista. ¿Estaba decepcionado?—. ¿Tienes frío?
Oh. Así que ya se encontraba nerviosa sin siquiera darse cuenta.
—Estoy bien. —Se rió distraídamente—. Supongo que estaba divagando.
Frunciendo el ceño sin estar del todo convencido, se limitó a asentir lentamente antes de darse la vuelta y retomar sus pasos; no obstante, Ochako no se movió de su lugar. En cambio, desvió la mirada hacia una florería al otro lado de la calle. Sus mejillas se sonrojaron cuando carraspeó para llamar la atención del más alto y la miró de nuevo, esta vez interrogante; pero cuando le señaló el establecimiento, él tarareó en respuesta.
—A ella le gustaría. —Fue todo lo que dijo antes de darle un suave empujón y guiar sus pasos hacia la florería.
Apenas entraron, un agradable olor a flores frescas inundó sus fosas nasales; margaritas, azaleas, lirios y una gran variedad adornaban los diferentes estantes al interior del establecimiento, mientras que el petricor, aunque tenue, era un relajante a los nervios de Uraraka, quién se aventuró al fondo, recorriendo las diferentes plantas en exhibición.
Por su parte, Todoroki la siguió en silencio con una leve sonrisa en sus labios. Era increíble cómo la fémina había pasado a la emoción en un santiamén, deleitándose con la vista; un tenue rubor se asomó sobre sus mejillas redondas y un brillo curioso se asentó en sus ojos chocolate mientras paseaba la vista por la variedad de precios. Se veía... linda.
—Todoroki-
—Shouto —interrumpió de repente, con un decibel más alto de lo normal—. Dime Shouto.
No supo por qué le había pedido aquello, pero por un fugaz momento de distracción, sus pensamientos más profundos se hicieron presentes y no pudo hacer nada para decirlos en voz alta. Nadie —a excepción de su familia— lo llamaba por su nombre, entonces, ¿por qué ella sería la primera en hacerlo? En el fondo, desde hacía algún tiempo había querido que la chica frente a él dijera su nombre. Una parte de él tenía curiosidad por saber cómo se escucharía de su dulce voz y ahí estaba ahora, aunque aclarando que era para que su madre no se confundiera más adelante.
—Umm... Sho-Shouto —Oh, Dios, ¿Su nombre siempre se escuchaba así de bien?—. Yo... Yo quería saber qué tipo de flores le gustan a tu madre. Me gustaría darle un obsequio y... Bueno.
En ese momento se sintió culpable por hacer que su nerviosismo regresara y ahora desviara sus ojos hacia cualquier parte que no fuera él, pero de igual forma asintió con más energía de la que hubiera imaginado, comentándole las diferentes opciones que a su madre le gustaría obtener. Incluso mencionó una flor que había visto en su habitación cada vez que la iba a visitar.
Cuando hubieron decidido cuál opción era la más factible, se dirigieron a uno de los empleados de la florería y compraron el artículo; pese a que Todoroki se ofreció amablemente a pagar por la maceta, ella se negó fervientemente, alegando que le gustaría darle un regalo a la mujer para causarle una buena impresión. Él solo negó con la cabeza, pero no dijo nada más al respecto y la dejó pagar. Debía admitir que era un buen gesto de su parte hacer aquello.
Salieron del local y se dirigieron nuevamente hacia el edificio donde visitarían a la matriarca de los Todoroki. Ochako aún se sentía nerviosa, sin embargo, cuando el chico le aseguró que no había nada de qué preocuparse, la tensión en sus hombros se disipó un poco. Solo era la madre de uno de sus amigos, no se la iba a comer viva.
Pasaron por el proceso estándar del hospital y registraron sus visitas. Una linda enfermera los acompañó hasta el dormitorio de la mujer, pero cuando se dio la vuelta para despedirse de ellos cordialmente, sus palabras hicieron eco en la cabeza de Uraraka:
—Será bueno para ella conocer a su novia, Todoroki.
Casi tuvo que morderse la lengua para reprimir el chillido agudo que amenazó con escapar de su boca; para colmo, él ni siquiera hizo el esfuerzo por negar aquello y simplemente se encogió de hombros antes de tocar la puerta de la habitación.
—No necesito aclarar mi vida a la gente que no conozco —dijo de la manera más casual posible.
Era de esperarse. Se trataba de Shouto Todoroki, después de todo.
Hubiera comentado algo para aligerar el ambiente, pero sus pensamientos fueron interrumpidos por el «adelante» pronunciado con una suave voz al otro lado de la puerta. El más alto se apresuró a entrar y ella tuvo que seguirle el paso antes de quedarse afuera divagando. El lugar era tal como se había imaginado que se vería una habitación de hospital; no obstante, la mujer sentada al borde de su cama no era ni la mitad de lo que pensó. Una palabra bastó para describirla: hermosa.
—Shouto, hijo, qué alegría verte.
—Madre.
Instintivamente lo miró por el rabillo del ojo, notando la hermosa sonrisa que amenazaba con agrandarse. Su corazón se detuvo un poco antes de acelerarse... ¿Siempre había pensado en él como alguien de corazón frío? Porque en este mismo momento comenzaba a dudar de todo lo que había pensado del impasible Shouto Todoroki. No era que el chico tuviera el corazón frío o duro, solo no sabía cómo expresarse con terceras personas. Con su madre era un hecho que ese intimidante aspecto de indiferencia se derretía. Ochako nunca se hubiera imaginado ese dato y, nunca se hubiera imaginado ver esa faceta tan diferente de él.
No. Sus pensamientos habían comenzado a cambiar desde hacía mucho, sin embargo hasta ahora se daba cuenta.
Sin darse cuenta ni poder evitarlo, se contagió de aquella sonrisa soñadora.
—¿Y... no me presentarás a tu amiga?
El aire hogareño pronto se disipó, dejando rígida a la menor. Shouto por su parte carraspeó y asintió en su dirección.
—Ella es-
—¡Ochako Uraraka, señora! —interrumpió enérgica, haciendo una perfecta reverencia de noventa grados y estirando los brazos, extendiendo la maceta en sus manos—. ¡Es un placer conocerla! Me tomé el atrevimiento de traer un presente, si no le resulta inapropiado.
El Todoroki menor ensanchó los ojos en cuanto ella dejó de hablar, sorprendido por alguna razón; alertando a la castaña. ¿Había hecho algo mal? Oh, no. Tal vez había sido la maceta la que no le gustó a la mujer, o su voz había sido lo suficientemente alta como para provocarles molestia. Estuvo a punto de disculparse cuando la mujer de cabellera albina soltó una leve risa, ocultando sus labios entre su diestra.
—¡Oh, eres un encanto! —dijo, haciendo que los hombros de Uraraka se relajaran—. Tienes un bonito nombre, Ochako... Pero no necesitas ser tan formal al respecto. Llámame Rei, por favor.
Se enderezó de su postura y se acercó a la mesita a un lado de la cama, donde Rei le indicó que pusiera el objeto; recibió una sonrisa enternecida de la mayor, quien le dijo que le encantaban las orquídeas y le agradeció por tomarse la molestia de darle un obsequio. El corazón acelerado de Ochako se calmó tras darse cuenta de que quizás, no sería tan difícil entablar una conversación con la bella mujer y decidió que ya le caía bien. Shouto tenía una madre maravillosa.
Aunque aún tenía una duda. ¿Por qué alguien como ella estaría internada en un hospital psiquiátrico? ¿Tenía algo que ver con la cicatriz de Shouto?
No quería sonar entrometida y echar las cosas a perder tan pronto, así que optó por no hacer preguntas relacionadas al tema y continuó respondiendo las que Rei le hacía. El de cabello bicolor estaba extrañamente callado, siendo solo un espectador de la creciente charla que mantenían ambas féminas, con una expresión indescifrable en su rostro. Alternando la mirada de una a otra de vez en cuando.
Pasados veinte minutos más o menos, comenzó a sentirse internamente mal. Ella tenía la mayor parte de la atención de la mujer y él apenas había hecho un par de comentarios cuando era necesario. No planeaba ser el centro de atención. Se suponía que era Rei quien debería estar poniéndose al día con su querido hijo, que ellos dos pasaran un tiempo de calidad —si así podía llamarse a una visita en un hospital— como madre e hijo. Ella no quería robarse la atención y lo estaba haciendo. Qué mala amiga debía ser a los ojos desiguales del joven en este momento.
No lo dudó demasiado y se excusó con querer ir al baño, a lo que el rostro cansado de la de ojos grises se desilusionó un poco, empero, sonrió de igual forma, dándole indicaciones de dónde se encontraba el sanitario. Cuando la menor se hubo ido, la habitación se llenó de silencio. Pasaron unos minutos antes de que la mayor finalmente hablara:
—Me agrada Ochako. Es una niña muy linda.
—Lo es.
Se tuvo que morder la lengua después de haber dicho aquello. Claro, Shouto creía y afirmaba que Uraraka era una chica linda en varios sentidos, no era ningún ciego y tampoco mentiroso. No obstante, decirlo frente a su madre era un tema distinto. Y la mirada divertida en conjunto con una ceja arqueada en ella se lo confirmó. Él no dijo nada malo, ni una mentira... solo era algo confuso.
—¿Es tu amiga? —cuestionó, volviendo a fijar la vista en la puerta, donde momentos atrás la chica había salido.
—... Sí —respondió él después de unos segundos, no muy convencido—. Yo... supongo.
¿Podía decir que era su amiga? Se había comportado como una, empero, quizás ella no lo consideraba como tal, sino más bien como un simple compañero de clases o un conocido más. Aunque él sí la consideraba una amiga, como Midoriya, Iida o Yaoyorozu. Las relaciones sociales eran bastante complicadas, pensó.
—Me alegra que comiences a tener amigos, Shou. —Rei le sonrió—. Y me deja tranquila saber que una chica tan amable como Ochako sea una de ellos.
—Sí.
Shouto no sabía qué responder a eso, se sentía tan confuso que sus pensamientos solo podían procesar la palabra «amigos». Él nunca había tenido amigos, por lo que no sabía cómo actuar con respecto a la idea de que Uraraka se uniera a la lista. No era que no quisiera que ella lo fuera, pero había algo que no se sentía del todo bien. Algo que lo incomodaba y lo hacía pensar demasiado las cosas.
—¿Hay algo más que debas decirme?
La nueva pregunta de su madre lo hizo saltar un poco en su lugar. Ahora que tenía toda la atención de la mayor, supo que en realidad sí tenía algo más que decirle, pero no sabía exactamente qué.
—Uraraka es... —Titubeó, antes de suspirar—. Ella es la exnovia de mi mejor amigo.
¿Por qué había dicho eso, en primer lugar? Quería convencerse a sí mismo que lo dijo porque quería arreglar la situación entre Midoriya y Uraraka, para que finalmente se sentaran todos juntos en la mesa del almuerzo; pero eso sería una vil mentira. Shouto no estaba seguro —ni siquiera tenía idea— de saber la respuesta a su incógnita, pero al parecer, el tarareo de afirmación que su madre soltó, le dijo que ella sí lo sabía.
¿Debía preguntarle?
—Ya veo —ella comentó entre risitas—. Tienes miedo de arruinarlo.
—Yo... ¿Sí?
Tenía miedo, pero no sabía si era por lo que Rei dijo o por alguna otra cosa. Todo en este momento era un lío del que quería salir de una vez; quería gritarles a ambos que arreglaran sus cosas y solucionaran todo de una vez, así él podría descansar finalmente y hacer lo que quería, pero no podía hacerlo, porque no quería que ninguno lo mirara de una manera diferente. Entonces tal vez sí tenía miedo de arruinarlo y que tanto Midoriya como Uraraka terminaran alejándose de él. El solo pensamiento le revolvió las entrañas.
La albina negó con la cabeza y murmuró algo que no alcanzó a escuchar, pero ulteriormente le acarició la cabeza con cariño, mirándolo con un brillo enternecido en sus ojos grisáceos. Aquel gesto disipó sus dudas, dejándolo en una paz de la cual no quería salir en un buen rato.
—Déjame decirte algo —susurró, como si se tratara de un secreto—: si aquel chico del que hablas en verdad es tu mejor amigo, lo entenderá y te apoyará. Son jóvenes, puede que sea lo que querías, puede que no, pero si ambos están de acuerdo, ¿qué les impide experimentar? Intentar nuevas cosas sin el temor a pensar en lo que los demás puedan decir de ustedes. Hacer lo que tu corazón te dice... ¿Qué te impide eso? ¿Estás seguro de que es tu amigo?
No respondió. Se encontraba tan aturdido que no comprendió la mitad de las cosas que su madre dijo; sin embargo las últimas palabras hicieron eco en su mente: ¿Qué le impedía arriesgarse? ¿Midoriya? No. En este punto, ya ni siquiera pensaba que Midoriya fuese parte de su problema. Pero nuevamente, ¿cuál era su problema? Estaba seguro de que eso sí incluía a Uraraka, pero no sabía exactamente cómo ni por qué.
Se suponía que era un aspirante a héroe, su deber era arriesgarse; pero ahora simplemente le aterraba la idea de poner un pie fuera de su zona de confort y volver todo un huracán incontrolable. Midoriya se merecía algo mejor que él intentando—
¿Intentando qué?
Y ahí era donde volvía al punto de retorno. La respuesta estaba ahí, justo en la punta de su lengua y sin embargo, no podía —no quería— descifrarla.
Todo era tan nuevo. Tan extraño.
A veces no desearía sentirse de esa manera, pero—
¡Diablos, no se le ocurría nada!
—Shou —llamó su madre, sacándolo del hilo de pensamientos que comenzaba a enredarse—, espero que cuando vengas la próxima vez, no te acompañe Ochako como tu amiga.
Oh, no.
¿Había hecho algo para molestarla? Lo pensó por un momento, pero el guiño que la mayor le dio lo confundió aún más. ¿Qué significaba eso? ¿Era una broma? ¿Alguna especie de código secreto? ¿Significaba algo siquiera?
Justo en ese momento, Ochako decidió hacer su entrada. Y Shouto juró —juró y juró— que había visto todo en cámara lenta: a ella, tan radiante con burbujas a su alrededor y polvo brillante serpenteando como un halo de oro que la hacía parecer un hada. El rosa apoderándose de la habitación como en aquellos mangas Shoujo que a las chicas les gustaba tanto leer y que él no entendía. Y por supuesto, el sentimiento inverosímil que se adueñó de todos sus sentidos, estallando cual supernova dentro de sí mismo hasta que fue imposible negar que había algo más ahí que era incapaz de ver, pero que quería ver.
A veces no deseaba sentirse de esa manera, pero—
Pero le gustaba sentirse de esa manera.
Y oh, no.
Estaba jodido.
—Oh, baby, don't you know I suffer? Oh, baby, can you hear me moan?
Katsuki rechinó los dientes al escuchar la desafinada voz de su madre a través de la puerta de la cocina, asqueado por tan repugnante concierto. Peor fue su descontento cuando entró y observó a la misma sostener un cucharón como si fuera un micrófono, mientras interpretaba una ridícula canción pop occidental con un inglés terrible. Como la letra decía: ¿acaso no se daba cuenta de que sus tímpanos sufrían?
—Uh, you set my soul alive... Oh, Katsuki, estás aquí.
Mitsuki dejó el cucharón en la olla sobre la estufa y sonrió, para después caminar y darle un abrazo a su querido hijo, haciendo que éste gruñera en respuesta. Sin embargo, el rubio menor también se sentía feliz de ver a su madre después de tanto tiempo separados, claro que no lo diría en voz alta ni en mil años.
Mitsuki preguntó el motivo de su visita, desatando una charla de quince minutos acerca del porqué tenía un día de descanso; toda la clase había pasado por tanto estrés después de la situación con algunos de sus compañeros y su misión con Kai Chisaki.
—Bueno, ya que estás aquí, ayúdame a preparar la cena —ordenó la mayor, volviendo a su labor de antes—. Tu padre debe estar por llegar.
—Solo si dejas de cantar.
Ella se rió y Katsuki solo atinó a resoplar, pero de igual manera se colocó frente al fregadero y lavó sus manos antes de comenzar a cortar las verduras recién lavadas. Hacer esto ya era una rutina para él, por lo que se sentía más relajado cuando cortaba las zanahorias en pequeños cubos. Le ayudaba a deshacerse de los malos pensamientos.
Y con «malos pensamientos» se refería al estúpido Mitad y Mitad y a Cara Redonda haciendo quién sabe qué. Se habían ido juntos, solos. Obviamente él había observado cuán sonrojada estaba ella y cuán atento estaba él; y bueno, no dudaba de que fuera verdad que hubieran ido a un hospital, pero el hecho de que todos hayan visto eso como una cita, lo ponía irritable. Y lo ponía mucho más irritable el hecho de que ni siquiera tuviera el derecho de decir algo al respecto. Uraraka era libre de elegir con quién salir; él no debía interponerse en sus decisiones.
—¡Mierda!
Mitsuki estuvo a punto de regañar a su hijo por usar ese lenguaje tan obsceno, pero cuando se dio la vuelta, Katsuki había dejado de hacer su labor y en cambio, sostenía su dedo índice ensangrentado. Rápidamente tomó un par de toallas de papel y se apresuró a auxiliarlo con su herida.
—¡Demonios, Katsuki, ¿qué te sucede?! —exclamó alterada sin recibir respuesta—. ¿Una cortada, en serio?
—¡Como si tú nunca te hubieras cortado un estúpido dedo, vieja bruja!
El bramido de su hijo no le sorprendió en absoluto, empero, sí le desconcertó la furia con la que limpiaba su herida. Parecía frustrado.
—Muy bien. —Suspiró—. Dilo ya.
—¿Qué?
—Katsuki —advirtió con la mirada sombría, cruzándose de brazos—. Ya sé. Es una chica, ¿cierto?
—¿Cómo supis...?
El rubio menor dejó lo que estaba haciendo junto a la pregunta inconclusa. ¡Por supuesto que no se trataba de eso! Mucho menos se trataba de esa chica en especial. Solo eran problemas menores por los que estaba pasando actualmente y—
¿A quién demonios quería engañar? Sí, estaba experimentando muchas —demasiadas— emociones a la vez y no sabía cómo liberarlas sin que vinieran acompañadas de una gran explosión. Desde aquel día en que el imbécil de Deku anunció que estaba saliendo con Uraraka, todo se volvió brumoso a su alrededor. Al principio lo atribuyó con el deseo competitivo que residía en él cada vez que Deku hacía algo que él no, pero a medida que pasaban los días y los veía ser tan ridículos frente a todos, la idea ya no le sentó tan bien. Y todo colapsó en el momento en que decidió emboscarla para besar sus suaves labios y descubrir que sabían a gloria. En ese momento se dio cuenta de lo obvio.
¡Joder, le gustaba mucho!
Si tan solo el estúpido de Todoroki no se hubiera entrometido, todo sería más fácil para él. Podría haberle confesado sus sentimientos a Uraraka desde hacía mucho tiempo; si ella lo rechazaba, no importaría, porque podría dar vuelta a la página y seguir enfocándose en su meta de convertirse en el mejor héroe de todos, pero no fue así. Todoroki lo confundía todo, Deku, Kirishima, todos lo volvían confuso, él mismo estaba jodidamente confundido y se lo hizo saber a su madre, aunque no lo quisiera.
Ni bien terminado su relato, recibió un fuerte golpe en la nuca que no sólo sacudió su cabeza, sino también sus ideas.
—¡Eres un grandísimo idiota, Katsuki!
—¡¿Ah?!
Molesto, se giró a ver el rostro de su madre enmarcando un profundo ceño fruncido. ¿Qué de malo había dicho? Solo había sido honesto —y omitido algunos detalles menores—, no tenía porqué molestarse.
—¿Besar a esa pobre chica sin su consentimiento? ¿Hacer ver tus sentimientos como una competencia por ver quién se queda con el premio mayor? ¿Hacer sufrir a Izuku de una manera tan baja? —Mitsuki enumeró con sus dedos—. ¡Yo no te eduqué de esa manera, Katsuki Bakugou!
El adolescente resopló, desviando la mirada hacia un lado. No, no había sido criado de esa manera, pero no tenía mucho qué decir si su educación había sido a base de golpes. La última parte era mejor guardarla para sí mismo por el resto de la eternidad. No obstante, ese no era el punto en este momento.
Katsuki sabía bien que estaba actuando con un reverendo idiota, bastaba con ver la expresión de Ochako cada vez que se le acercaba o pretendía hablar con ella; era tan difícil hacer bien las cosas, era la primera vez que sentía esto y no quería arruinarlo —ya era un poco tarde, inició con el pie izquierdo— ni alejarla como el vil patán que había sido hasta ahora. ¡Diablos, incluso intentó confesar sus sentimientos la última vez que hablaron! Él juraba eso, pero su maldito orgullo se lo impidió y ahora ella estaba con Todoroki.
¿Debería seguir intentándolo? Ya bastante daño le había hecho. Uraraka no se merecía eso.
—Realmente te gusta esa chica, ¿eh?
No necesitó responder a eso, la sonrisa de su madre le indicó que ya sabía la respuesta. El sangrado y escozor de su dedo se detuvieron en algún momento, pero eso fue lo que menos le importó; la resequedad de su garganta era lo que tomó la atención del chico. No quería sonar ronco al hablar. No frente a su progenitora.
—Aún tienes la oportunidad de enmendar las cosas. —Ella le revolvió el cabello, ganándose una mala mirada—. No seas un cobarde, pero tampoco seas un imbécil.
—Yo no soy-
—Katsuki —sentenció, borrando su sonrisa—. Haz las cosas bien esta vez. Escúchala, piensa las cosas antes de hablar, atiende sus necesidades y lo más importante: sé honesto. Si me entero de que la hiciste llorar, yo te haré llorar a ti, ¿entendiste?
Él solo asintió levemente. Sabía que había que temer a una amenaza de su madre, sin embargo, no era eso por lo que se sintió eufórico, con ganas de ver a Ochako nuevamente; fue por la esperanza de ver otra vez el brillo deseoso de sus ojos avellana, justo como la vez en que se besaron. Ella no lo había rechazado, al contrario, le había correspondido. Eso solo tenía que significar que le gustó, que probablemente él le gustaba.
—... Sí.
Tal vez se lo dije a su madre, tal vez a sí mismo. Sin embargo, era inminente el ardor en su pecho o querer hacer bien las cosas con esa chica, por una vez tener la delicadeza suficiente para tratar a una mujer tan valiente como ella; querer hacerle saber lo mucho que le gustaba y lo mucho que le importaban sus sentimientos.
Este era su momento de reiniciar. Aunque era consciente de que lo sucedido no se borraría, también era consciente de las segundas oportunidades; y si Ochako decidía dársela, él la tomaría con todo gusto.
No se rendiría.
Notas:
1.- Comenzaré dando créditos por el arte de gif y portada a la hermosa Special_Tea de EditorialBSD.
2.- ¿Casi seis meses para actualizar? Me mamé, jajaja. Como compensación, es el más largo escrito hasta ahora. Espero que lo hayan disfrutado.
3.- Tengo como propósito de año terminar con esta historia y la parte buena es que tengo fragmentos escritos hasta el capítulo 19. Casi les aseguro que los capítulos no tardarán más de un mes en en salir.
4.- Le regalo lo que quiera al que adivine la canción que cantaba Mitsuki xd.
¡Gracias por leer!
Siguiente capítulo: Cuando Shouto duda.
Boku no Hero Academia © Kōhei Horikoshi
Fuego y Tú 2018 © Sultiko
[Enero 26, 2021]
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