⠀Capítulo III
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✦ 127 d.C. DESEMBARCO DEL REY.
La princesa Rhaenyra y su segundo esposo, el príncipe Daemon, visitaban anualmente Desembarco del Rey con todos sus hijos para celebrar como una familia cada onomástico del rey de los Siete Reinos, quien era padre, hermano y abuelo para ellos.
Una vez al año, tenían todos que comportarse por el bien de la salud del anciano. Daemon seguía con sus comentarios malintencionados, pero se ahorraba el decirlos frente a Viserys. La princesa heredera y la reina consorte se saludaban con una falsa calidez y La Mano del rey, sir Otto, brindaba como siempre por la salud de la princesa.
Vaenys odiaba esas cenas. Era bochornoso ver a su hermano mayor dejar a todos en ridículo, a su padre extasiado con su hija mayor y sus tres bastardos como si fueran la mejor maravilla del mundo.
Daemon Targaryen, con su actitud prepotente, formaba la pareja perfecta con Rhaenyra, quien a los ojos de Vaenys no era otra cosa que una mujer arrogante que le importaba poco lo que sucediera con los demás mientras ella siguiera siendo intocable debido a la protección del rey y su endemoniado amante.
—Me gustaría brindar por mis primas, las princesas Helaena y Vaenys —escuchó decir a Rhaena Targaryen, la segunda hija del matrimonio de Daemon y la difunta Laena—. Que los Siete les sonrían y puedan desposar a un buen señor digno de ustedes.
Helaena le sonrió con amabilidad y Vaenys hizo su parte a regañadientes, pensando: «Sí, claro, de tantas cosas mejores que podía desearnos, nos desea un marido.»
Durante el resto de la noche, Viserys felicitó a sus nietos por las más absurdas razones, tales como ser valientes, caballerosos, e incluso tuvo la osadía de decir que nada le llenaba más de orgullo que esos muchachos. Vaenys miró de reojo a Aegon que apuñalaba sus patatas con el tenedor.
Helaena sonreía ignorando la incomodidad de sus otros hermanos y su madre le seguía la corriente a su esposo con seca cordialidad. La noche alcanzó su punto máximo cuando Rhaenyra anunció que tendría un segundo hijo con Daemon. Todos brindaron y celebraron que su tío seguía sembrando su semilla en Rhaenyra.
«Qué maravilla, como vio que engendra hijos varones, el tío Daemon quiere asegurar cuantos pueda» pensó Vaenys compartiendo una mirada con el abuelo. Aunque tenía una relación difícil con él debido a que siempre la menospreciaba por lo que había entre sus piernas, al menos tenían en común su aversión hacia el príncipe canalla.
—Felicidades por su nuevo hijo, princesa —dijo la reina inclinando su copa hacia Rhaenyra.
—Gracias, su majestad —Correspondió el saludo—. Esperamos un niño sano.
—Y fuerte —susurró Aegon al lado de Vaenys, ella le dio un codazo— ¡Ay!
—Podría ser una niña —agregó Viserys con ojos soñadores hacia su heredera—. ¿Lo imaginas, Rhaenyra? ¿Tu primera hija?
Vaenys miró a las hijas de Daemon en busca de disgusto o algún tipo de incomodidad por verse desplazadas por el nuevo bebé de su padre, pero ellas charlaban tranquilamente con los bastardos mayores de su hermana.
—Aemma sería un hermoso nombre —escuchó decir a Viserys.
No se perdió la forma en que su madre se encogió sobre ella misma ante la mención. Vaenys a veces odiaba a su padre.
Luego, la música comenzó a sonar y Aegon, por una bastante insistente sugerencia de su madre, le pidió a Helaena que bailaran juntos; su pobre hermana sonrió nerviosamente y tomó la mano de su hermano mayor.
—Písalo con fuerza —le susurró Vaenys a Helaena, haciéndola reír, incluso Aegon que puso los ojos en blanco sonriendo por el comentario. Él estaba tan feliz como Helaena y la pesada de Vaenys, con todo esto del compromiso.
Vaenys estaba distraída, jugando con comida y esperando que pasaron dos canciones más para que fuese prudente retirarse, cuando una mano se extendió frente a ella. Oh no.
—¿Me concedes este baile? —Jacaerys Velaryon sonrió con confianza, con la certeza que aceptaría. Quisiera o no, no era el lugar para una negativa.
Con un suspiro, Vaenys tomó la mano y se puso de pie. Desde su asiento en la mesa, el abuelo le dirigió una mirada que no supo interpretar, pero que le produjo esa sensación de malestar en el estómago que provoca la incertidumbre y sentir que se está perdiendo algo.
Para su desagrado, se percató de que el enano de Jace, ya no era tan enano y que ahora le ganaba en altura por media cabeza. Se molestó al tener que levantar la mirada para encontrarse con sus ojos y se frustró aún más al ver esa imperturbable sonrisa insufrible en su estúpido rostro.
—¿Ha pasado una velada agradable, princesa? —habló Jacaerys cuando dieron un giro que la atrajo hacia sus brazos.
—Sé lo que estás intentando, detente —dijo Vaenys con todo cortante, mirando a todas partes menos a su compañero del baile. Jacaerys era al menos un buen bailarín, la pobre Helaena ya debía estar mareada de dar tantas vueltas por culpa de Aegon y su falta de habilidad para coordinar sus piernas.
—¿Y qué crees que estoy haciendo, Vaenys?
Miró a Jacaerys cuando oyó su nombre, mientras mantenía la mirada clavada en él, Jacaerys tomó una de sus manos y la rodeó sin romper el contacto visual. Como un león que asecha a su presa.
Vaenys se sabía los bailes de memoria después de horas y horas de lecciones por orden de su madre; sin embargo, no sabía improvisar ni aunque su vida dependiera de ello. El cambio en la danza le hizo dar un traspiés que hizo que Jacaerys tuviera que sujetarla por la cintura.
—¿Estás bien?
«¡Es un arrogante, quería avergonzarme!» pensó Vaenys inhalando profundo para no hacer una escena. La proximidad de Jacaerys le permitió distinguir las pecas que salpicaban su nariz y el verdadero color marrón de sus ojos, que no eran tan oscuros como se percibía a la distancia, embellecidos por sus largas pestañas.
—Suéltame —Retrocedió, soltándose de su agarre, sintiéndose disgustada por ver su espacio personal invadido.
—Ibas a caerte —Jacaerys señaló con el ceño fruncido.
—Pues me dejas caer —masculló ella—. No es necesario que hablemos o fraternicemos más de lo necesario, tampoco necesito de tu caballerosidad, príncipe Jacaerys.
Lo que sea que iba a responder él, queda en segundo plano cuando Viserys aplaude cuando traen el postre. Vaenys volvió a sentarse en su lugar en la mesa, dejando a su sobrino con la palabra en la boca.
──── • ✦ • ────
A la primera luz del día, Vaenys abandonó sus habitaciones para dirigirse a lo alto de la fortaleza, lejos de posibles familiares molestos y de su familia, que con las visitas, probablemente todos estaban de mal humor. Sabía bien que en el patio estaría su hermano con sus sobrinos y estos días estaban siendo especialmente calurosos para recorrer los jardines.
—Vaenys.
Lo que no esperaba era que Rhaenyra también considerara una buena idea echar un vistazo desde lo alto.
—Rhaenyra, ¿crees que vas a ser reina?
La pregunta salió de su boca sin que pudiera meditarla. Estaba jugando con el destino y una elección inadecuada de palabras podría delatarla a ella y a su familia. Su imprudencia, podría poner la cabeza de sus hermanos, su abuelo y su madre en una pica. Helaena y ella serían vendidas como mercancía para el mejor señor que quisiera hijos de cabello blanco, en el mejor de los casos.
La mente de Rhaenyra estaba en otra parte. Durante un instante, vio en la petulancia de Vaenys su misma rebeldía infantil y aquella conversación que había tenido años atrás con Rhaenys Targaryen en este mismo lugar, cuando pensó que Laena podría ser desposada por su padre.
—Voy a ser reina —dijo Rhaenyra con seguridad.
—¿No te asusta?
Rhaenyra se recuerda afirmando que haría las cosas diferentes, fue tan ingenua y altanera, la vida se lo había enseñado ya.
—Comprendo que no va a ser sencillo que los señores de Westeros acepten a una mujer en el trono —Su tono se endureció—. A la princesa Rhaenys le arrebataron su derecho de nacimiento, pero yo voy a instaurar nuevas tradiciones.
—¿De verdad te consideras capaz de hacerlo? —No había malicia en la pregunta, solo pura curiosidad e inseguridad. No entendía cómo Rhaenyra, no podía ver que la corona estaba casi en manos de Aegon.
La heredera al trono vio la forma en que su media hermana tiraba de la carne alrededor de sus uñas, como lo hacía Alicent. Procuró mantener una expresión neutral al descubrirlo.
—No se trata de lo que creo, Vaenys —Rhaenyra suspiró mirando los jardines—. Es mi deber.
«Más vale que sepas lo que estás haciendo» pensó Vaenys, en cambio, dijo en voz baja de todo corazón:
—Espero tu reinado sea próspero y traiga paz a todos.
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NOTA DE AUTOR:
¡Mil disculpas por la tardanza! Espero que hayan pasado unas bonitas fiestas cada uno de ustedes. Mis mejores deseos. Les traigo la buena noticia de que esta es el último capítulo de la "Primera Parte" lo que significa que después de esto se viene el tiempo presente (año 128 d.C.) y lo que pasará con Jace y Vaenys después de esa boda express.
Les invito a pasarse por mi otro libro de HOTD "La historia que pudo ser" donde publiqué un especial Moderno de Navidad. <3
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