Capítulo 38
30 de octubre de 1806
Los soldados de la Corte de Agua no parecen ser muy eficientes, además, los pasamos en número y eso les dificulta aún más el poder vencernos. Nos toma aproximadamente media hora tomar la capital y debilitar al ejército.
La mitad de los guerreros que vienen conmigo se quedan a vigilar la ciudad mientras que el resto me acompaña al palacio para enfrentarnos a Dafne y derrotarla de una vez por todas. Finn y Neisan van al frente conmigo; liderando al ejército de Ignis.
Irrumpimos en el palacio sin dificultad alguna, ya que la gran mayoría de los soldados de Aqua han sido debilitados y,por lo tanto, los guardias de Palacio no cuentan con la ayuda y recursos necesarios para defenderse y garantizar la seguridad de la realeza.
— Llegaron los aliados —advierte Finn luego de hablar con un soldado —. Sifnay ha enviado refuerzos y el resto de las Cortes apoya a Aqua, nos duplican en número.
En el momento exacto en que termina de hablar, el lugar es invadido por los soldados aliados enviado por Sifnay y los jóvenes elegidos por Dafne para destruirme. Entonces se desata otra batalla en las instalaciones.
Obtenemos varias pérdidas y hombres heridos, la batalla parece ser cada vez más difícil. Los únicos sobrevivientes de mi ejército son Finn y Neisan. En un momento de distracción de los demás guerreros, aprovecho la situación y me adentro al palacio para ir directo a la sala del trono, dejando a Neisan herido de gravedad junto a Finn.
Con la ira corriendo por mis venas, abro de golpe las puertas de la sala del trono. Y entonces la veo.
Solo unos metros de distancia me separan de ella. Se encuentra sentada tranquila y cómodamente en su trono, con las piernas cruzadas y una copa en la mano derecha. Esboza una sonrisa al verme entrar.
Luce sumamente feliz. Y eso aumenta la furia que siento porque, mientras ella está aquí bebiendo vino, afuera Neisan se encuentra gravemente herido y Finn pelea contra más de diez enemigos. Ni muy lejos ni muy cerca de donde estamos hay muertos y gente herida, sin embargo, ahí está mi hermana, disfrutando de un buen vino en la comodidad y seguridad de su palacio.
Ella está alegre. Y yo estoy furiosa.
— Tus soldados pelean y mueren por ti ¿Y tú que haces? Te quedas aquí sentada bebiendo un poco de vino. Eres increíble, Dafne. —digo con sarcasmo.
— Es su deber. Tienen que protegerme y garantizar mi seguridad ante cualquier amenaza.
— Esta es una batalla innecesaria —espeto indignada —.Si no hubieses asesinado a mi amigo nada de esto estaría ocurriendo.
No comprendo qué es lo que mi hermana planea, pero estoy furiosa con ella por sacrificar a gente inocente sin motivo alguno más que divertirse. Lo hace porque puede, porque tiene el poder y la autoridad. Ellos le obedecen y son leales, ella se aprovecha de la situación.
— ¿Sabes para qué lo hago? —pregunta mientras se levanta del trono y comienza a bajar los escalones —. Para que cargues con el peso en tu conciencia.
>> Para que veas lo que provocas. Por tu culpa murieron esos soldados y por tu culpa seguirán muriendo más si no te detienes, si no paras con esa estúpida obsesión que tienes con cobrar venganza. Detente, Ivy...
— ¿Qué me detenga? No hice nada en tu contra, Dafne. Acabé con la vida de Azariel y Atenea, los responsables de la muerte de Brais...
— Y ahora es mi turno. —concluye.
— A mi parecer, tú solo fuiste una marioneta que nuestra madre utilizó para causarme más daño. No tuviste la culpa, solo eras una niñita caprichosa necesitada de atención y cariño, dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de conseguirlo.
>> Me pides que me detenga pero yo ya lo hice. Me detuve cuando mis enemigos ardieron en llamas y pagaron por sus pecados. Mis intenciones eran largarme de aquí y dejarte con tu estúpido reino, pretendía darte una segunda oportunidad.
La veo tragar saliva con fuerza antes de hablar.
— Considerando que hablas en tiempo pasado, he de suponer que cambiaste de opinión.
— Supones bien.
Avanzo un paso y ella retrocede. Doy un chasquido haciendo que las llamas broten de mis dedos, cuando elevo la mano Dafne se encoge asustada.
Continuo avanzando con la furia yendo en aumento. Yo había considerado otorgarle el perdón y darle una nueva oportunidad, nunca estuvo en mis planes dañarla porque, a pesar de todo, vivimos hermosos momentos juntas. Nuestra relación de hermanas era increíble, hasta que comenzamos a crecer y las cosas cambiaron, nos alejamos y la grieta entre nosotras se hizo cada vez más grande.
Muchas veces luché por salvar nuestra relación, me aferré con uñas y dientes a la esperanza de que todo podía volver a ser como antes. Luché pero ella no me ayudó. Era como nadar contra la corriente o intentar jugar un sola un juego que precisaba de dos jugadores. Una relación es de a dos, y se supone que ambos deben luchar y esforzarse por mantenerla. De lo contrario, te recomiendo que abandones la batalla o no ganarás más que penas y sufrimientos.
Antes solíamos jugar en esta sala del trono. Ahora somos dos desconocidas que se odian la una a la otra.
Miro a Dafne a los ojos, ella me observa alerta pero con miedo, preparándose para cualquier movimiento que yo pueda hacer.
— Me temes.
— ¿Eso crees? —dice luego de soltar una carcajada.
Asiento con la cabeza, con mi dedo índice dibujo un espiral de fuego en el aire y luego lo apago de un soplido.
— Asesinaste a Umi por miedo. Creías que yo vendría por ti y temiste lo que pudiera hacerte. Por eso lo mataste, para intentar demostrar que eres mejor que yo y puedes vencerme.
>> Pero eso no va a suceder, Dafne. Porque me temes. Y no puedes ganar una guerra si tienes miedo, no olvides que el miedo es el peor enemigo del hombre.
Eleva el mentón intentando aparentar fuerza y seguridad.
— Entonces deberías estar orgullosa de mí, dicen que debemos enfrentar nuestros miedos ¿Cierto? Y eso es lo que voy a hacer.
Con una sonrisa en el rostro doy una vuelta a su alrededor mientras dibujo espirales de fuego en el aire. Dafne se pone en alerta ante mi cercanía. Me detengo detrás suyo y le hablo al oído.
— Nos dicen que enfrentemos nuestros miedos —sonrío —pero nadie nos garantiza que vayamos a ganar la batalla.
Mi mano se posa en su hombro y Dafne voltea con rapidez al mismo tiempo que saca un cuchillo serafín de la abertura de su vestido, intenta clavarlo en mi costado pero logro esquivarla.
— Que valiente eres, hermanita ¿Te enfrentarás a mí sin tus soldaditos?
— Vete a la mierda. —espeta con furia.
— Esas no son palabras propias de una reina, Dafne.
Me fulmina con la mirada justo antes de arremeter contra mí, en un segundo borra la distancia entre nosotras lanzándose encima mío. Su movimiento me toma por sorpresa y, como no pude reaccionar a tiempo, me provoca un corte en el hombro izquierdo.
Doy un chasquido, las llamas hacen acto de aparición y formo una esfera que lanzo hacia Dafne, ella intenta esquivarla corriendo pero no lo logra. Su sorpresa es grande y el miedo se refleja en sus ojos cuando la esfera se separa en pequeñas partículas, no podría huir a menos que fuese lo suficientemente rápida. Y no lo es. Se mueve pero parte de su cuerpo queda dentro del radar de algunas llamas que llegan a quemarla en su costado izquierdo. Suelta un grito ante el dolor.
— Maldita perra —sisea.
Con furia corre y se lanza en el aire cayendo sobre mí, intenta acuchillarme pero por el impacto de la caída el cuchillo resbala de su mano y queda aproximadamente a un metro de donde estamos. Al no tener el cuchillo en su poder comienza a golpearme con sus puños en el rostro y las costillas. Chasqueo los dedos y llevo mis manos a los costados de Dafne, rápidamente las llamas comienzan a quemarla y ella suelta un grito. Intenta zafarse de mi agarre pero no se lo permito, tironeo de su cabello haciéndonos dar la vuelta y dejándome a mí sobre ella. Mis manos rodean su cuello y aprieto, no solo cortándole la respiración sino que también la quemo con el fuego.
Se retuerce bajo mi cuerpo hasta alcanzar el cuchillo serafín y clavarlo en mis costillas. Grito de dolor y caigo sobre ella, me quita de encima empujándome a un lado y se levanta con rapidez. Patea mi cuerpo con fuerza y se agacha a mi lado, su mano toma mi cabello y comienza a golpear mi cabeza contra el suelo.
Puedo sentir cómo mi cabeza comienza a sangrar, me encuentro mareada y desorientada. Con dificultad llevo las manos a su rostro y ella me suelta cuando el fuego la quema.
Tomo una respiración profunda y me obligo a resistir, no puedo darme por vencida, he soportado y experimentado dolores mayores. Quise darle una segunda oportunidad a Dafne, pero no puedo hacerlo. Porque sí Quaxon queda en sus manos, las injusticias seguirán y el sufrimiento nunca llegará a su fin.
Doy un chasquido y solo se enciende una pequeña llama que se apaga al instante. Estoy demasiado debilitada. El cuerpo me duele y mis poderes parecen no funcionar.
Dafne sonríe victoriosa y camina hacia su trono mientras yo me levanto del suelo completamente adolorida y sin fuerzas. Mi hermana se ubica en el trono y toma su copa con vino para luego levantarla en alto.
— Quiero hacer un brindis. Por tu derrota, hermanita.
Esboza una gran sonrisa y bebe un sorbo de vino.
— ¡Ivy! ¡Cuidado!
Al escuchar el grito de Finn volteo con rapidez. Cuando me doy la vuelta, lo veo en la puerta mirándome con preocupación. Luego mi mirada se posa a unos metros de él, donde está Marissa con su arco y flecha.
Sin darme tiempo a reaccionar, lanza la flecha directo a mi pecho.
Mis labios se entreabren y comienzo a sentir cómo el dolor aumenta con el pasar de los segundos, un líquido viaja por cada sector de mi organismo y no hace más que provocarme dolor. Siento una fuerte punzada en mi cabeza y suelto un grito. Finn intenta venir hacia mí pero los mellizos Jefferson y Helena se lo impiden.
Caigo de rodillas al suelo y, aún sintiendo el dolor en cada parte de mí, chasqueo los dedos pero nada ocurre. El aire comienza a faltarme y mi audición se desvanece, mi vista se nubla y el cuerpo me arde. Siento un fuego en mi interior.
Vuelvo a experimentar un dolor igual o peor que el que sufrí a manos de Shane Cameron durante sus sesiones de tortura. Primero suelto quejidos y gemidos de dolor, pero luego se convierten en gritos desgarradores. Mi cuerpo empieza a convulsionar y mi cabeza se golpea fuertemente contra el suelo. El golpe que me doy es demasiado fuerte y grito otra vez.
Aún con la vista nublada puedo identificar a Finn corriendo hacia mí. Segundos después, identifico a Ashia arrodillada junto a mí mientras llora y dice palabras que se me dificulta entender ante el aturdimiento.
Todo es demasiado confuso. Puedo oír el llanto y los gritos pero se escuchan lejanos y no distingo lo que dicen las voces. Hay un gran estruendo, siento a alguien moverme y ahogo un grito cuando me levantan en brazos. El dolor se intensifica, cada vez se vuelve más insoportable. Me siento morir.
Me movilizan, sacándome de la sala del trono, por el gran cambio de iluminación deduzco que me han llevado al exterior. Soy dejada en un césped suave y, con dificultad, distingo a lo lejos un jazmín. Sonrío débilmente. El jardín de jazmines.
El alboroto a mi alrededor continúa, escucho a Ashia llorar desconsoladamente y logro tomar su mano. Doy un suave apretón con las pocas fuerzas que me quedan. No distingo los detalles pero puedo ver su silueta.
— Gracias… por todo… has sido una gran amiga, Ashia.
— No. No haga eso. No se despida, va a estar bien.
— Te quiero mucho, Ashia. —murmuro con dificultad.
— Yo también te quiero mucho, Ivy. —susurra sollozando.
— Espero que tú sí tengas tu final feliz.
Me han enseñado que los finales felices solo existen en los cuentos y que no son algo de la realidad, yo misma he aprendido – a base de dolor y sufrimiento – que no todos los finales son felices. Solo existen unos pocos afortunados que obtienen su final feliz, y yo espero, de todo corazón, que Ashia sea parte de ese grupo de personas afortunadas.
De repente, el dolor desaparece por completo. Mi cuerpo ya no arde, las heridas no duelen y vuelvo a ver y oír con claridad. Escucho a Ashia sollozar una vez más.
— No puedo tener mi final feliz si tú no estás en él, por favor resiste…
Ya no duele.
Ya no siento dolor. Me siento bien. En paz, tranquila, como si estuviese flotando en un mar en calma.
Entonces mis ojos se cierran.
Y llega mi fin. El cual, inconscientemente, ya conocía.
Siempre fui una gran amante de la lectura. Sobre todo de las historias de romance y los cuentos de hadas. Sabía todo de ese tipo de libros. Sabía que el príncipe encontraba a la dueña de la zapatilla de cristal; que la princesa de la torre era rescatada y que aquella a la que habían hechizado despertaba con un beso del verdadero amor. Conocía todos y cada uno de los detalles.
Te diré otra cosa que sabía: el bien siempre ganaba y los villanos nunca obtenían la victoria.
El héroe era adorado y vencía al villano al final del día.
Los malos no vivían felices para siempre.
Y yo no fui la excepción.
*C va corriendo antes de que la maten*
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