6.- Sanadora
Abro los ojos y me percato que estoy bajo el agua. No sé como he llegado aquí. Nado hacia arriba y salgo a la superficie. Al mirar a mi alrededor puedo ver donde estoy, el pozo de la sabiduría. ¿Cómo he llegado aquí? El Yggdrasil a mi lado no tiene el mejor aspecto. Salgo hacia afuera del agua y alguien me está esperando. Me mira con el ceño fruncido. Su aspecto ha cambiado algo desde la ultima vez que lo vi, trae el cabello más corto, pero reconocería esas facciones y ese rostro donde sea.
—¡Tu! —le grito mientras salgo encolerizada del agua.
—¡Brenda! —murmura frunciendo aún más su ceño confuso.
—¡Maldito! ¿Por qué Heimdal me envió aquí? Debo estar junto a los dioses en la batalla final.
—¡Brenda! Debes calmarte—dice retrocediendo.
—¿Por qué sigues llamándome así? ¡Sabes que ese no es mi nombre!
—¡Eir! —inquiere ahora aún estupefacto mientras levanta sus manos a modo de rendición—. Déjame explicarte lo ocurrido, debes calmarte primero.
—¡Calmarme! ¿Dónde está mi bastón? —me quedo mirando mi vestido mojado en el suelo y entonces me percato que estoy desnuda—. ¡Maldito pervertido! ¿Por qué estoy desnuda?
—Es una larga historia—llego junto a el que no ha retrocedido más y lo abofeteo—. Que seas el hijo menor de Odín no te da derecho a hacer lo que te de le gana, mucho menos con tu hermana. ¿Qué droga usaste conmigo?
—¡Que no hemos hecho nada joder! —me grita de regreso—. Bueno si lo hicimos, pero fue antes de saber quién eras.
Intento abofetearlo nuevamente pero el me detiene sosteniéndome por ambos brazos.
—Suéltame, o lo lamentarás—le grito encolerizada.
—Hay muchas cosas que desconoces. Han pasado más de dos mil años de lo que recuerdas—me relajo un poco ante lo que me está contando.
—Eso no es posible, el Ragnarök...
—Los nueve mundos fueron destruidos, pero Astrid con la ayuda de los nueve elementos logró restaurarlos—Vali me suelta las manos y entonces me giro hacia al Yggdrasil que no luce muy bien.
—No luce como lo recuerdo.
—No es el mismo que recuerdas, este está enfermo y necesitamos que lo cures.
—Necesito mi bastón para hacerlo—miro en todas direcciones y no lo veo.
—Necesitarás un nuevo bastón.
—Veo que hay mucho que me tienes que contar, recojo mi vestido del suelo, pero este está mojado—. Imagino que no traje ninguno seco, ¿cierto?
—En la alforja del caballo hay ropa para ti.
Me acerco a una rama que hay en el suelo y la observo. Tomo una bastante extensa y la parto con facilidad, está seco totalmente.
—Esto servirá. Regresemos a Asgard, debes contarme que ha sucedido en mi ausencia.
Doy media vuelta y camino rumbo al puente de madera. Cuando llegamos a los caballos, Vali saca una ropa para mi y me visto bajo su mirada. Me ha dicho que tuvimos algo y que no sabía quién yo era, pero eso no tiene mucho sentido.
—Mencionaste que tuvimos algo y que no me reconociste, ¿por qué?
—Tu apariencia es diferente a lo que recuerdas—rápidamente me acerco al metal pulido de la silla de montar y observo mi reflejo. Lo único que puedo reconocer en él, son mis ojos azules y mi cabello blanco que ha perdido su brillo. Este no es mi rostro e imagino que este no es mi cuerpo.
—¿¡Qué hizo Heimdal!? —exclamo asustada.
—Te envió a través del tiempo para conservar tu esencia.
—Y en el proceso perdí mi cuerpo y encarné en este—completo percatándome de lo ocurrido.
—Así es—responde mientras monta sobre su caballo—. Pero también perdiste tus recuerdos, acabas de recuperarlos.
Hago lo mismo, me subo sobre mi caballo y nos encaminamos de regreso a Asgard.
—¿Cómo no me reconociste? —pregunto, pero no lo dejo responder—. Sí, ya sé que luzco diferente, pero los tatuajes.
—Tu nombre era Brenda cuando te conocí en Midgard. Tus tatuajes, recién aparecieron cuando llegamos a Asgard.
—¡Midgard! —¿porque Heimdal me envió allí? —. Mencionaste que tuvimos algo—ni siquiera puedo pensar en estar con uno de mis hermanos.
—Al principio creí que lo nuestro se debía a la atracción de los humanos hacia los dioses, pero con el pasar del tiempo los sentimientos de uno por el otro fueron creciendo.
—Sabías que tenemos prohibido estar cerca de los humanos por esto mismo.
—Lo sé, pero siempre terminaba cerca de ella, de ti. Y tu me ayudaste a regresar a Asgard y a encontrar la piedra del fresno.
—¡La piedra de mi bastón! —exclamo asombrada.
—Sí—responde pensativo—. Imagino que no tienes idea de nada de lo que te estoy contando.
—No. Esta mujer, ¿a qué se dedicaba en Midgard? —pregunto curiosa.
—Brenda era la mejor cirujana del mundo—lo observo sonreír con nostalgia—. Me salvó la vida en varias ocasiones.
—Veo amabas a esta mujer—confirmo lo que me dice su mirada y sus palabras.
—La amo—esta respuesta no la esperaba—. Pero cuando descubrí quien eras en realidad todo mi mundo colapsó.
—Astrid, ¿aún vive? —pregunto cambiando de tema, no quiero saber nada de lo que tuvo con la mujer a la que este cuerpo pertenecía.
—Sí, esta enseñando a su hija a dominar el don de la visión.
—Perfecto, vamos a verla, hay mucho que necesito hablar con ella.
Espoleo el caballo y salgo a todo galope rumbo a la residencia de Heimdal, donde desaparecí hace más de dos mil años.
La residencia de Heimdal no se parece en nada a la que recuerdo. Mientras me adentro en ella observo todo a mi alrededor. Las columnas y los arcos son ahora mucho más bajos y la arquitectura ha cambiado por completo.
—Hubo un problema en el Pozo de Urd—comenta Vali mientras llega junto a Astrid y deja la rama del Yggdrasil en el suelo.
—¿Qué problema pudo haber? —pregunta sin entender—. No he visto nada—entonces me mira a mi—. —Brenda, ahora te pareces un poco a Eir—ahí está ella. luce justo como la recuerdo.
—¡Astrid! —corro hacia ella y la abrazo a pesar de que no suelo ser tan afectiva con las personas—. ¡No sabes cuanto me alegra ver un rostro conocido!
Cuando me separo de ella, Astrid me mira sin entender nada. Gira su rostro hacia Vali.
—Hicimos lo que las nornas nos dijeron, ha recuperado sus recuerdos, pero olvidó todo lo referente a su vida en Midgard. Ya no es Brenda, ahora solo es Eir.
—¿Quieres decir que no recuerda nada de lo de ustedes dos? —una mujer rubia entra en la estancia.
—Así es—confirma Vali con un asentimiento.
—¡Que fuerte! —murmura la joven.
—¿Tu eres? —pregunto pues su rostro no me es familiar.
—Señora—murmura Astrid haciendo una leve inclinación hacia mí. Al menos alguien recuerda quien soy y como tratarme, a pesar de que me he cansado de decirle que no lo haga—. Mi hija mayor, Ingrid.
—Sin duda es una Valkiria fuerte como su madre.
—Así es.
—Astrid, por favor, no más reverencias hacia mí, ¿de acuerdo?
—Si, señora.
—Y con que me llames por mi nombre es suficiente. Ahora, que tal si comemos algo, me vendría bien un buen salmón ahumado y algo de fruta para después.
—Avisaré para que preparen la cena y se la lleven a sus aposentos—murmura Vali mientras se dirige nuevamente hacia su caballo.
—Cenaré aquí—respondo mientras el asiente con la cabeza.
—Muy bien. Astrid, ¿me acompañas? —le pide Vali y esta asiente.
—Ingrid, quedas a cargo, regresaremos con la cena en un rato.
—Sí.
Vali se marcha junto a Astrid y allí me quedo, contemplando la ciudad desde la distancia. Es como mejor se ve. Su aspecto es muy diferente a como la conocí. Pero debo recordar que esta no es la misma ciudad en la que crecí. Es tan extraño.
—Entonces—Ingrid se dirige hacia mi—. ¿No recuerdas nada de tu vida en Midgard? —me pregunta deteniéndose a mi lado.
—No—le respondo y entonces la miro fijamente.
—Ingrid, tengo curiosidad por algo.
—Dígame.
—Esta mujer, Brenda, ¿que puedes contarme de ella? —a pesar de que no tengo recuerdos de esta mujer, siento mucha curiosidad por saber porque mi esencia está en el cuerpo de una simple mortal.
—No sé mucho, solo sé que lo de ella y Vali era muy intenso.
Abro los ojos de la impresión. No puedo imaginarme revolcándome con mi hermano.
—Imagino que deben haberse sentido terrible cuando descubrieron lo que eran.
—Creo que ninguno de los dos lo ha aceptado aún. Vali continúa torturándose con lo sucedido y Brenda, bueno, ya no está presente. Pero un amor como el de ellos no es tan fácil de olvidar.
—¿Por qué lo dices?
—He visto las miradas que se daban, sus miradas son de puro amor.
—Gracias por la información.
Me alejo de ella y me detengo junto al Bifröst. Mientras miro en la distancia, pienso en lo ocurrido. Heimdal no tomó la mejor decisión al suspenderme en el tiempo. El Yggdrasil está muy deteriorado y no creo que pueda hace mucho por él. El que las nornas no hayan continuado regando sus raíces tampoco ha ayudado. Este mundo se está desmoronando poco a poco.
Dos mil años.
Han tardado dos mil años en despertarme de mi letargo. Me intriga el porque he reencarnado en este cuerpo. Esta mujer debe tener algo especial. Me intriga conocerla. Sé que sus recuerdos están ahí latentes, solo que no se han juntado con los míos. Dos mentes no pueden coexistir en el mismo cuerpo. No he dicho nada, pero hay una forma de recuperar los recuerdos de esta mujer. Pero como todo, tendría consecuencias. Mi mente con sus conocimientos o la de ella con los míos.
Necesito tener mi bastón para restaurar la vitalidad del Yggdrasil y solo los elfos de la luz pueden crearlo teniendo los ingredientes justos. También ellos pueden vincular mi mente con los recuerdos de esta mujer.
En cuanto Vali regrese, le pediré que organice mi partida. Cuanto antes resuelva este asunto mejor. Quiero saber exactamente que sucedió entre ellos y adquirir los conocimientos de esta mujer. Si era la mejor sanadora de Midgard, debe tener conocimientos que me van a ser muy útiles.
***
—¡Vamos a cenar! —su voz me hace apartar la mirada del cielo estrellado.
Ni siquiera me he dado cuenta que ha atardecido y es de noche. Al girarme me quedo mirándolo fijamente. Él y Astrid están poniendo una mesa. Trae una camisa blanca con las mangas recogidas en los codos. Los botones superiores están abiertos. Luce tan diferente al recuerdo que tengo de él, con armadura y cabello largo. Me acerco a ellos.
—¿Ayudo en algo? —pregunto por cortesía.
—No es necesario, ya está todo listo—responde Astrid mientras termina de colocar los cubiertos.
Tomo asiento y ellos hacen lo mismo. Cuando descubren las bandejas, han traído justo lo que he pedido y más.
—Estoy hambrienta—murmuro mientras observo las bandejas que van descubriendo.
Me sirvo salmón y ensalada en mi plato y me quedo observando el plato de frutas que han traído. Estiro la mano y pincho con el tenedor una rodaja de piña. La coloco en mi plato, la corto en trozos pequeños y después hago lo mismo con el salmón. Pincho un trozo de cada uno y lo llevo a la boca. Mmm. Cierro los ojos de puro placer. Delicioso. Cuando los abro Astrid me mira atentamente y Vali también.
—¿Desde cuando comes el salmón con piña? —me pregunta.
Y entonces bajo mi mirada hacia mi plato con el ceño fruncido.
—No tengo idea—murmuro pensativa—. Solo vi la piña y la tomé.
Vali en el otro extremo de la mesa está conteniendo la risa.
—Creo que la otra doctora anda escondida dentro de tu mente—comenta mientras hace lo mismo que yo.
—¿Tu comes el salmón con piña? —pregunto ahora intrigada.
—No. Pero me estoy preguntando a que sabe—corta un poco y lleva salmón y piña a su boca, sonríe y vuelve a cortar—. Como imaginaba, delicioso.
La forma en que ha dicho esa palabra ha hecho que todo dentro de mi se retuerza. Definitivamente lo sucedido entre esta mujer y él fue tan intenso que incluso su cuerpo reacciona ante su voz.
Me concentro en mi comida y termino la cena con rapidez.
—Astrid, que tal si me muestras la ciudad, necesito familiarizarme con ella—comento poniéndome de pie.
—Me disculpa mi—alzo una ceja evitando que termine la frase—..., Eir, pero no puedo dejar mucho tiempo a Ingrid vigilando, aún no está lista para quedarse sola.
—Yo puedo mostrarte la ciudad—Vali se ofrece poniéndose de pie.
—Muy bien, adelante.
Mientras recorremos la ciudad las personas se quedan mirándome fijamente.
—¿Por qué me miran así? —le pregunto mientras me llama la atención la actitud de las personas.
—Porque cuando llegaste no tenías el cabello de ese color.
—¿Saben quién soy?
—No lo saben, pero deben sospecharlo. Todos conocen como lucía la sanadora suprema, es una de nuestras leyendas más populares.
—¿Leyenda? ¿En eso me convertí?
—Después de dos mil años de búsqueda y no encontrarte, desde luego que tu historia se convirtió en un mito, en algo que no existía, en algo irreal. Ahora que has regresado, todos vuelven a tener esperanza.
—Restaurar la vitalidad del Yggdrasil no va a ser tan sencillo. Primero necesitaré conformar el bastón y hay varios ingredientes que necesitaré para ello.
—¿Qué necesitarás?
—Una rama del Yggdrasil, que ya tengo. Un fragmento de Nuttubry en su estado puro.
—Eso solo lo hay en Vanaheim—comenta y me intriga que este metal solo exista allí cuando antes solía abundar por todo Asgard.
—Un rayo lanzado por un gigante de las tormentas. Y lo más importante, el cuerno del unicornio.
—¿Cuándo partimos? —me pregunta ahora con voz firme.
—¿Vienes conmigo? —inquiero sorprendida.
—Sé que preferirías que Astrid lo hiciera, pero ella no puede dejar Asgard justo ahora. Tu mejor opción, soy yo. Me conozco los nueve reinos mejor que cualquiera. Y la travesía no será nada sencilla.
—Muy bien, hermano, partimos en la mañana.
—Odio que me llames así—murmura en voz baja.
—Es lo que somos. Sé que nunca te he llamado así, pero es que nunca habíamos pasado tanto tiempo juntos como hoy.
—Y pasaremos mucho más. Por favor, solo dime Vali.
—De acuerdo.
Si hace que se sienta mejor, lo haré. Nos detenemos frente a un palacio.
—Los guardias te pueden llevar hacia tus aposentos. Buenas noches Eir, nos vemos en la mañana para partir en tu misión.
—Buenas noches.
Me despido de él y un guardia me conduce hacia mi alcoba. Lo primero que hago es mirarme en el espejo del armario. Debo acostumbrarme a esta apariencia y a este cuerpo. Me desnudo y me admiro en el espejo. No está nada mal. Observo mi tatuaje en la espalda, está en el mismo sitio de antes. Los otros dos en mi cadera y la muñeca son los que han cambiado de lugar. Mejor no le doy tantas vueltas al asunto, lo importante es que he regresado.
Cuando me acuesto en la cama después de un delicioso baño en la tina, medito sobre la situación actual de Asgard.
Debemos apresurarnos buscando los ingredientes. No quise decir nada, pero a los nueve reinos apenas les quedan unos días de vida. Los mundos colapsarán y nadie se dará cuenta hasta que sea demasiado tarde.
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Este capítulo está dedicado a VirginiaBoasso MariaPalacios589262
¿Que les parece Eir?
No olviden dejarme sus comentarios y su voto y recomendar mis historias.
Xoxo🐦⭐
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