13.- Pureza
Me encuentro parada a los pies de la cama y observo anonadada lo que sucede sobre esta. Imagino que esto es algo de lo que sucedió la otra noche en Vanaheim en la habitación cuando Brenda ocupó el cuerpo. Estoy acostada en la cama, desnuda y boca abajo mientras Vali masajea mis hombros y mi espalda. Intento acercarme, pero no puedo, estoy congelada en el lugar. Extraño.
¿Por qué no puedo acercarme a ellos?
Intento una vez más moverme, pero es como si algo me sujetara al suelo. Así que solo puedo observar desde la distancia y escuchar.
—Vali, ¿podemos quedarnos a vivir aquí?
—No creo que eso sea posible.
—Ahora somos vanirios y...
—Brenda—detiene el masaje—. A pesar de lo que ha sucedido, continúo siendo fiel a mis creencias. ¿Acaso tu te acostarías con tus hermanos?
—No siento por mis hermanos lo mismo que siento por ti.
—Soy tu hermano también.
—No te considero así. Siento que todo esto es una confusión, un mal entendido. Que este tatuaje está equivocado y que tu y yo no somos nada.
—Ojalá y fuera así. Quisiera que el tatuaje no significara que somos hijos de Odín, pero según Vili, eso es lo que significa.
—¿Vili?
—Como podrás comprender, apenas y conocí a mi padre. Falleció tres días después de mi nacimiento. No tuvimos mucho tiempo para conversar. Los conocimientos que tengo del antiguo Asgard, prácticamente son gracias a mi tío y a los libros que se pudieron salvar.
—Lo siento.
—No lo hagas. Tampoco es que quiera hablar con él.
De repente Brenda se sienta en la cama.
—¿Odias a tu padre? —le pregunta ahora con asombro.
—No nací del amor entre mis padres. Nací para vengar la muerte de Balder. Nací para la guerra y para ver los nueve reinos desaparecer frente a mí. Lo que más me duele de todo, es que Odín lo sabía. El lo sabía todo e incluso así, hizo lo que hizo.
Es cierto lo que dice Vali. Con todo el conocimiento y sabiduría que poseía Odín, no fue capaz de prevenir el Ragnarök.
—Eso no responde mi pregunta—murmura ella enarcando una ceja.
—No, no lo odio. Todo lo que Odín hizo lo hizo por el bien de Asgard—Vali desliza una mirada lujuriosa por su cuerpo—. Como lo que ha sucedido entre nosotros esta noche.
—¿Qué sucedería si continuáramos con lo nuestro?
—No podemos, no está bien visto y...
—Tu fuiste el que me dijo un día que olvidara todos mis prejuicios. ¿Quién es el que tiene prejuicios ahora?
—No son prejuicios. Compartimos la misma sangre.
—Eso lo has dejado claro en muchas ocasiones. No seríamos los primeros hermanos que se aman y están juntos.
—Lo siento, pero no. Esta noche será nuestra ultima noche. Con la bebida que hemos tomado, mañana ninguno de los dos recordará nada.
Brenda se acerca a Vali y cuelga sus manos en sus hombros mientras se sienta a horcajadas sobre sus piernas.
—Bésame—le demanda ella.
Vali la toma por el cuello y la besa con ferocidad. Entonces comienzo a alejarme de la cama. Intento correr hacia allí nuevamente pero no puedo. La escena frente a mi se vuelve borrosa y comienza a desvanecerse con un gemido de pasión.
—Buenos días sanadora—la voz cantarina de una elfa hace que abra los ojos.
El recuerdo de mi sueño está muy claro en mi mente. Ahora entiendo porque no recuerdo nada de la fiesta con los Vanirios. No fui yo quien participó en ella.
En cuanto me siento en la cama, tengo a varias elfas a mi alrededor.
—Le hemos preparado su baño de la mañana y un hermoso vestido—comenta una de ellas con una reverencia.
—El rey la está esperando para desayunar—comenta otra.
—Gracias.
Me levanto de la cama y comienza mi rutina diaria.
Dos guardias afuera de la habitación me escoltan hacia donde me espera su alteza real para desayunar. Me abren las puertas y entro. Una enorme mesa ocupa el centro de la habitación mientras todos los miembros de la realeza conversan de pie a la espera para desayunar. Vali también está allí. Camino hasta el grupo y miro a los rostros de todos los presentes. Ningún rostro me es familiar, excepto uno. No creí que viviera nadie de mi época y es algo en verdad reconfortante. Su rostro no ha cambiado en lo absoluto con el pasar de los años.
—Sanadora—el rey llama mi atención—, le presento a mi esposa la reina—hago una leve inclinación ante ella—. Mi hija Amarïe—le sonrío a la niña de apariencia infantil—. Y la reina madre—me dice señalando a su madre a la cual miro fijamente.
—Nerdanel—el rey y todos los presentes quedan impresionados porque conozca el nombre de la reina madre. Pero no olvidaría el rostro de una de mis mejores discípulas—, no creí que vería un rostro familiar después de dos mil años.
—Eir, creo a la única que le ha afectado el cambio de tu apariencia es a mí—Nerdanel se acerca a mí y nos abrazamos con familiaridad—. Desayunemos, tenemos mucho que hacer y hablar.
Todos los presentes comienzan a tomar asiento y durante lo que dura el desayuno nadie habla o pregunta nada.
En cuanto terminamos el rey y su madre nos acompañan a nuestras habitaciones a buscar los ingredientes para conformar mi bastón.
—¿Todo está ahí? —pregunta el rey señalando la bolsa que Vali sostiene.
—Sí—responde este con firmeza.
—Sígueme, cuanto antes comencemos mejor—el rey da media vuelta y cuando voy a seguirlo Nerdanel me detiene.
—Tu no vas con ellos—me quedo observando como el rey, Vali y sus guardias de capas plateadas y cabellos rubios desaparecen por el pasillo—. Vienes conmigo, debes contarme todo lo que te ha sucedido y debemos resolver lo de tu personalidad dividida.
La sigo por el pasillo y fuera del palacio. Todos la saludan con una leve reverencia.
—¿Hacia donde vamos? —le pregunto al ver que nos alejamos cada vez más del palacio.
—Con los druidas.
—¿Druidas? ¿Tan serio es?
—Son los únicos que podrán vincular las dos almas en un mismo cuerpo.
—Nunca escuché de nada parecido, y en mis mil ochocientos años he visto de todo.
—Heimdal tomó una decisión arriesgada al enviarte a través del tiempo y esta era una de las posibles consecuencias.
—¿Cómo conoces todo esto?
—Cuando se crearon los nuevos mundos y supe lo ocurrido con la sanadora suprema comencé a indagar. Por suerte algunos sabios antiguos sobrevivieron entre los druidas y elfos y estos pasaron los conocimientos de generación en generación. Nunca perdí la esperanza de que Vali te encontrara, pero no esperé el cambio tan significativo en tu apariencia.
—Aún estoy acostumbrándome a ello. Lo más molesto es cuando Brenda toma el control y no recuerdo nada.
—¿Ese es el nombre de la otra huésped?
—Sí.
Comenzamos a adentrarnos en el bosque y seguimos el murmullo de voces que vienen desde la distancia. A medida que nos adentramos el bosque se vuelve más denso y solo nos guía una luz que se filtra al final del recorrido del camino. Allí salimos a un prado con mucha luz. Sigo a Nerdanel hacia unas escaleras que comienzan a serpentear alrededor de un árbol. Al mirar hacia arriba puedo ver la ciudad de los druidas colgando sobre los árboles del bosque.
Todos los druidas nos miran con curiosidad mientras irrumpimos en su hogar. Caminamos por los puentes colgantes hasta que entramos en una de las casas. Dentro nos espera un anciano de barba blanca hasta el suelo y con un bastón.
—Nerdanel, cuanto tiempo sin verte por aquí—su mirada se dirige hacia mi—. ¿Quién te acompaña?
—Aunque su apariencia te resulte extraña, es Eir—comenta Nerdanel mientras el anciano no aparta su mirada pensativa de mí.
—Eso supuse. Entonces este cuerpo pertenece a alguien más.
—Así es. Y justo como temíamos que pudiese suceder, sus mentes no se vincularon. Continúan separadas.
—Curioso en verdad—comenta pensativo acariciándose la barba extensa que le llega casi al suelo.
—¿Podrá arreglarlo? —inquiero curiosa.
—Creo que eso no es lo que quieres preguntar—se queda mirándome.
—No en realidad. Me preocupa más quien de las dos será la que se quede con los recuerdos de la otra.
—Vamos, debemos buscar los ingredientes necesarios para vincularlas.
El anciano sale de su hogar y comenzamos a seguirlo hasta entrar en otra casa. En su interior las paredes están decoradas con estantes con frascos y en el centro una enrome mesa con una marmita en el centro.
—Este huésped, ¿de dónde proviene?
—De Midgard, pero en realidad es Asgardiana—mientras respondo lo veo coger un frasco del estante.
—¿Cuándo fue que tomaste el control de este cuerpo?
—Cuando desperté lo hice debajo del agua del poso de Urd.
—¿Las nornas te enviaron allí a beber y sumergirte en él? —pregunta deteniendo su mano sobre otro frasco.
—Supongo, no lo sé—con mi respuesta cambia su mano hacia otro lugar—. Hay cosas durante el recorrido hasta aquí que tampoco les podré contar pues Brenda tomo el control de su cuerpo en varias ocasiones.
—¿Dónde estuvieron antes de llegar aquí?
—Con los Vanirios, después atravesamos el desierto de las tormentas y el bosque encantado.
—Ya comprendo, buscaban los ingredientes para confeccionar tu bastón.
—Así es.
—¿Quién obtuvo los ingredientes? —pregunta girándose ahora hacia la mesa y dejando los frascos en esta.
—¿A qué se refiere?
—La piedra del fresno, la rama del Yggdrasil, el rayo de los gigantes de las tormentas, el Nuttubry y el cuerno del unicornio. ¿Fuiste tú o la dueña del cuerpo quien los obtuvo?
—La rama del fresno Vali la recogió del suelo y lo ayudé con el rayo de los gigantes.
—Solo quiero confirmar algo, esta es mi última pregunta, ¿quién entró al bosque del unicornio y tocó su cuerno?
—Lo hizo ella—respondo con firmeza.
El anciano toma varios frascos pequeños de la mesa y los acerca a la marmita. Vierte algo de una botella en la marmita y después comienza a abrir frascos. Me acerco a la mesa y observo lo que hace. Reconozco los ingredientes, pero no la fórmula que está preparando.
—Por lo que cuentas, ya voy entendiendo cual es el origen del problema. Tu esencia es incompatible con la de ella—esta respuesta comienza a preocuparme.
—¿No se supone que mi esencia buscaría un huésped compatible?
—Creo que solo buscó un Asgardiano en el que habitar.
—¿Se puede solucionar esto? —pregunto con determinación. Seguro que conocen alguna forma de solucionar este conflicto de almas.
—Para que las dos almas puedan compartir el mismo ser, deben ser iguales. Y una de los dos tiene algo de oscuridad en su interior—su respuesta me hace perder el equilibrio.
¡No puede ser! Vali no puede tener razón!
Mi alma no puede estar corrupta. No puede haber oscuridad en mí. Toda mi vida he hecho lo que se me ha enseñado, no he matado a nadie a no ser para defenderme a mí misma o al reino. Vali no puede tener razón.
Mientras medito en mis pensamientos no dejo de observar cómo añade ingredientes en la marmita. Continuó rebuscando en mi mente, ¿que pude haber hecho para que mi alma se oscureciera?
—Todo listo—el anciano vierte la fórmula en una taza y se acerca a mí.
—¿Qué sucederá cuando beba esto?
—Sus almas se vincularán y una tendrá los recuerdos de la otra—tomo la taza en mis manos.
—¿Cuál de las dos mantendrá la conciencia?
—Lo sabremos cuando despiertes. Solo la que tenga el alma más pura permanecerá.
Miro fijamente la taza. El líquido de color azul desprende un olor asqueroso. Se que su sabor será incluso peor. Nunca he sido cobarde y no pienso serlo ahora. Tomo una respiración profunda y me bebo el contenido de la taza. Cuando he terminado hago una mueca de disgusto mientras dejo la taza en la mesa.
—¿Y ahora?
—Esperamos.
—¿A qué?
Todo frente a mi comienza a saturarse de colores intensos y las voces se dispersan. Intento abrir mis ojos, pero estos se niegan a hacerlo. Un bostezo escapa de mis labios y sin pensarlo me acerco al enorme sofá que está en un extremo. Me recuesto allí y mis ojos no se vuelven a abrir más.
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