12.- Alfheim
Me incorporo y me quedo mirando al animal.
Ha vuelto a suceder.
—Creo que Brenda se ha hecho cargo del unicornio ella sola—me pongo de pie y me giro hacia Vali que me mira muy serio.
—Debiste decirme lo que sucedería.
—Nunca pensé que cambiaríamos.
—Esto se está saliendo de control Eir, creo que mejor vamos con los elfos—me dice mientras comienza a caminar lejos de mí.
Comienzo a seguirlo detrás. Ya tengo todo lo necesario para hacer mi bastón y recuperar mis poderes. El bosque está en total oscuridad. Solo la luna en el cielo ilumina nuestro camino y puedo ver algunas nubes que amenazan con ocultarla.
—¿No puedes alumbrar el camino con un poco de fuego? —le pregunto y el solo continúa caminando, ignorándome por completo. ¿Qué le sucede? —. ¿Hice algo malo? —le pregunto mientras tiro de su mano.
La mirada que me lanza es furiosa mientras aparta su brazo de mi agarre.
—Lo hiciste. Debiste haberme avisado lo que sucedería al tocar el cuerno del unicornio.
—¿Qué ibas a hacer? ¿Impedirlo? Necesitamos el cuerno del unicornio para volver a crear el bastón y restaurar mi magia.
—¿A costo de matar a la criatura más pura de este mundo?
—Era un sacrificio necesario.
—Brenda no lo hubiese hecho. Ella hubiese encontrado la forma de restaurar la magia sin sacrificar a esa criatura.
—No es posible hacerlo sin usar el cuerno de un unicornio, ahí está el origen de la magia para curar a los dioses—se me queda mirando fijamente.
—Si tuvieras que sacrificar a una persona con tal de curar a un dios, ¿lo harías?
—Sin pensarlo—respondo mirándolo fijamente.
—Pensé que eras diferente, que tu y Brenda se parecían. Ahora voy comprendiendo ciertas cosas. A pesar de que ambas harían lo que fuera por ayudar a los demás, Brenda jamás sacrificaría a nadie para ello—da media vuelta y camina hacia el caballo.
Me quedo allí en medio del prado mirándolo como encilla el caballo. El no lo entiende y nunca lo entenderá. Nunca a tenido que sacrificar nada. Yo sí. Pasé toda mi infancia viendo como las personas fallecían de hambre, de enfermedades, asesinadas, violadas y nunca pude hacer nada. Una diosa no podía interferir en el destino de los demás. Esas eran las palabras de Odín. Con el pasar de los años adquirí mis poderes de sanadora y fui enviada con los elfos para dominar mis habilidades. Después de eso me instalé en la montaña de la sanación donde ayudaba a todos. La muerte de un unicornio no es nada en comparación con los millones que puede haber si no se restaura el Yggdrasil.
Cuando ha terminado se acerca a mí. Sin que me lo diga me subo y él se sube detrás. Toma las riendas y espolea el caballo. No se detiene hasta que en la distancia se comienza a ver la luz de una hermosa ciudad. A medida que nos acercamos, la hermosa ciudad de plata comienza a elevarse frente a nosotros.
—No estamos en guerra con los elfos, ¿verdad?
—No por suerte para nosotros no estamos en guerra con ellos.
A medida que nos acercamos a la ciudad el color verde de los árboles comienza a desaparecer. Estos comienzan a adquirir un color blanco y luminoso. También se pueden apreciar guardias con cabellos rubios y armaduras plateadas que recorren los caminos. Tanto los guardias como los habitantes nos miran asombrados, pero no nos detienen. La ciudad se vuelve más impresionante a medida que nos acercamos y entonces en las puertas que dan acceso a la ciudad de luz si nos detienen. Hay varios guardias custodiando las puertas, unos a caballo y otros a pie.
—Dios del Fuego, ¿qué te trae a nuestra ciudad? —un guardia con una mano en la espada que cuelga de su cintura nos impide el paso.
—Necesitamos ver a vuestro rey.
—No creo que nuestro rey pueda recibirlo en estos momentos.
—Es un asunto urgente. Dígale que la sanadora está conmigo—dos de los guardias se miran y después abren las puertas apresuradamente.
Los guardias a caballo se posicionan uno frente a nosotros y el otro detrás.
—Síganme—murmura el del frente—. Lo guiaremos hasta el palacio real.
El guardia sale a todo galope por la ciudad y lo seguimos.
No recuerdo que la ciudad fuera así, tan luminosa. Los elfos que caminan por la calle se apartan al sentir el resonar de cascos. Nos detenemos frente al enorme y plateado palacio real. Ambos guardias desmontan y Vali hace lo mismo, pero esta vez ni siquiera me tiende la mano para ayudarme. Aún sigue molesto.
—Síganme—murmura uno de los guardias—. Los llevaremos hacia sus habitaciones y avisaremos a su alteza para que los reciban. Vendremos por ustedes en cuanto se nos informe que esté todo listo.
Entramos en el palacio y no dejo de asombrarme de cuanta diferencia hay entre lo que recuerdo y este nuevo mundo. Los guardias se detienen en una habitación y abren la puerta para mí.
—Su habitación Sanadora, en unos minutos sus sirvientes vendrán a atenderla.
—Muchas gracias—respondo mientras entro en la habitación.
A diferencia de la decoración en la ciudad de los vanirios, aquí el color blanco y la plata son los que decoran toda la habitación, desde las paredes hasta el suelo. No he terminado de admirar la habitación cuando tocan a la puerta. Al girarme hacia allí esta se abre y entran cuatro elfas que hacen una reverencia ante mí. Es la primera vez desde que he regresado que me atienden como recuerdo.
—¿Qué desea hacer señora? —pregunta la más joven.
—Necesito un baño y arreglarme para ir a ver a su majestad.
—En seguida la preparamos todo.
Todas desaparecen ha preparar las cosas. Me acerco al enorme ventanal que da a un balcón. No recuerdo haber subido escaleras. Pero mientras salgo al balcón y me recuesto sobre este puedo ver que el palacio ha sido construido sobre un acantilado. La ciudad es majestuosa hasta donde alcanza a ver la vista.
Recuerdo pasar muchos años de mi infancia y juventud con los elfos. Estudiando las artes de la curación. ¿Quedará alguien vivo que haya sobrevivido al Ragnarök?
—Su baño está listo—me giro hacia la voz y la elfa se encuentra arrodillada a unos metros de mí.
—Gracias.
Una vez en el baño, me ayudan a desnudarme y me meto en la bañera que han llenado con leche y avena para mí. Me recuesto hacia atrás cerrando los ojos y dejo que ellas me bañen.
Esto se siente celestial.
Cuando salgo hacia la habitación tienen un vestido preparado para mí. Los elfos siempre se han encargado de hacer los vestidos que uso. Dejo que las mujeres me sequen y me coloquen el vestido. Después me siento mientras ellas arreglan mi cabello y mi rostro.
Unos toques a la puerta hacen que una de ellas se dirija hacia allí. Cuando abre, Vali entra en la habitación. Las elfas abandonan la habitación casi de forma inmediata.
—Su majestad nos recibirá ahora, vamos.
No me pasa desapercibida su mirada que se desliza por mi cuerpo y me hace sentir algo incómoda. Sé que desea este cuerpo pero que por nuestro parentesco no va a hacer nada. Además, que no es a mí a quien quiere, de eso estoy segura.
Caminamos seguidos por una escolta hasta una habitación a la cual nos hacen pasar. Es una habitación como otra cualquiera y no entiendo porque no nos han recibido en el salón del trono o en otro lugar.
La puerta se abre y entra el rey de los elfos. Es de apariencia joven, pero conociendo como conozco a los elfos, bien podría tener dos mil años.
—Discúlpeme por hacerla esperar Sanadora—el rey se inclina ante mí.
—Discúlpenos a nosotros por molestarlo a esta hora su alteza, pero es un asunto de prioridad.
—Bien—señala un sofá para que nos sentemos—. Ustedes dirán.
Vali toma asiento muy lejos de mí y eso me hace sentir mal. No quiero que me odie.
—Como puede ver la sanadora ha regresado pero sus poderes no lo han hecho. Necesitamos de sus conocimientos para restaurarlos.
—Imagino que no tiene su bastón.
—No, pero hemos traído los componentes para que lo hagan.
—Excelente, eso nos ahorrará tiempo. Mañana a primera hora nos haremos cargo—el rey se pone de pie y Vali hace lo mismo.
—Hay otro asunto mucho más importante que debemos resolver antes—el rey se gira hacia él.
—¿Qué puede ser más importante?
—La mente de la sanadora está compartida entre dos personas.
—¿Su esencia no se vinculó con la del huésped? —Pregunta curioso mirándome con atención.
—No lo hizo.
—Descansen, mañana a primera hora prepararemos la formula, hay algunos ingredientes que necesito conseguir antes.
—¡Usted la hará! —exclamo asombrada
—¿Acaso un rey no puede dedicarse a las artes de curación? —me pregunta.
—No es lo que quise decir.
—Antes de convertirme en rey me dedicaba a sanar y aprendí todo lo que sé de mi madre. Ella ahora está descansando y no voy a interrumpir su sueño. Mañana en la mañana nos reuniremos con ella—da media vuelta y se marcha.
Sin decir una palabra más, Vali comienza a caminar rumbo a la puerta y yo lo sigo. Ni siquiera me mira cuando entra en su habitación. No puedo dejar esto así entre nosotros. Somos hermanos y estar enojado conmigo no va a arreglarlo todo.
Me dirijo hacia su habitación y entro sin siquiera tocar. Él se gira hacia mí. Ya se ha sacado la camisa y está sentado a los pies de la cama.
—¡No lo soporto más! —le grito y el me mira frunciendo el ceño.
—Exactamente, ¿qué es lo que no soportas? —pregunta con voz cansada.
—Tu indiferencia hacia mí—me cruzo de brazos y me detengo frente a él.
—¿Y como pretendes que te trate? —su voz fría me hace retroceder mientras se pone de pie y se detiene frente a mí—. Pensé que al ser quien eras, tendrías un poco más de compasión hacia todos los seres vivos, pero me equivoqué.
—¡No lo entiendes! El unicornio siempre ha existido con este propósito, ningún otro.
—Sabes que al bosque del unicornio solo pueden entrar personas de corazón puro y que el solo se aparece si la persona es la indicada. Me estoy preguntando si el que Brenda haya tomado la conciencia justo cuando entramos tuvo algo que ver—Vali me da la espalda y camina hacia el baño.
—¿Qué es lo que estás insinuando? —pregunto mientras desaparece dentro del baño.
—Nada, simplemente estoy sacando cuentas—responde caminando nuevamente hacia mí.
—Brenda no sobreviviría ni un día sin mis conocimientos, te lo puedo asegurar.
Vali se detiene frente a mí.
—No tienes idea de lo que dices, Brenda es la mujer más fuerte que he conocido jamás. Te aconsejo que no hables así de ella—responde furioso.
—Y tú no puedes estar insinuando que hay oscuridad en mí. ¡No me conoces en lo absoluto!
—No, no lo hago. Pero un ser tan puro como el unicornio no se equivocaría.
—Lo vuelves a hacer. Te voy a demostrar que no hay oscuridad en mí, puedo hacerlo.
—De veras, bien eso es algo que me gustaría ver porque uno de los dos está equivocado y te garantizo, que no soy yo.
—Muy bien. En cuanto esté listo mi bastón podré probártelo.
Doy media vuelta y me marcho de la habitación.
Despido a todos los sirvientes que me han asignado y me lanzo sobre la cama. Mañana se lo demostraré. Él está equivocado. Mi cabello no tiene su brillo porque no poseo magia, en cuanto la recupere este volverá a ser como recuerdo. Solo debo descansar y mañana le demostraré a mi hermano cuan equivocado estaba.
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