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1.- Negación

Me miro una y otra vez intentando convencerme de que nada de lo sucedido es cierto. Yo no puedo ser ella. Siento sus pasos, pero no tengo el coraje para levantar la mirada hacia él.

—¡Eir!—murmura Vali deteniéndose frente a mí y tendiéndome la mano.

—¡No me llames así! ¡No soy tu sanadora!—tomo su mano y me pongo de pie devolviéndole la piedra.

—No creo que la piedra se equivoque y los tatuajes tampoco—murmura Astrid acercándose a nosotros.

—Solo tengo un tatuaje y es porque pertenezco a Asgard.

—En realidad tienes otro más, uno que dice que eres también una valkiria—comenta mientras yo abro los ojos asombrada.

—¡Que!—exclamo en un grito.

—En tu espalda.

Me acerco a unos ventanales dorados de la residencia y me giro. Ahí está, puedo ver el tatuaje perfectamente reflejado en el dorado. Dos enormes alas emergen de un circulo, sin tocarse entre sí. En la parte superior del círculo, tres triángulos entrelazados. De debajo de los triángulos y por el centro de mi columna, runas nórdicas hasta la base de la columna. Las alas parecen reales y como si tuviesen vida propia.

—¡Esto no puede estar pasando!—me digo a mí misma mientras contemplo incrédula el enorme tatuaje de mi espalda.

—Eres Eir, la sanadora suprema, de eso no hay dudas.

—¡No puedo ser ella! ¿Qué acaso no puedo ser solo una Valkiria?

—Si la piedra no te hubiese elegido, lo serías. Pero la piedra no se equivoca. En mis manos no se ha iluminado—Astrid se acerca a mí y me toma por las manos—. Sé que puede ser difícil de aceptar cuando hasta hace unas horas ni siquiera sabías que pertenecías a Asgard.

—¡Difícil! Difícil es una cirugía a corazón abierto. Esto, esto es, esto es monumental.

—Lo mejor será que vayas a descansar, mañana debemos reunirnos con Vili.

—No necesito descansar, necesito regresar a casa.

—Eir—murmura Vali acercándose a mí.

—¡Ya te dije que no me llames así!—le grito enojada. Todo esto me está abrumando.

—¡Brenda! Eres la única esperanza de los nueve reinos.

—¡No lo soy! ¡Llévame a casa, por favor!—observo como Vali y Astrid intercambian una mirada y después el se acerca a mí.

—Vamos, te llevaré a casa—me toma del brazo y me lleva hasta el caballo.

Subimos y lo espolea con fuerza. Vali no habla, va silencioso durante todo el trayecto. Para mi sorpresa, no vamos para su casa. Cuando descendemos, estamos junto al portal. Se baja de un salto del caballo y me ayuda.

No hablamos, no decimos nada. Solo caminamos. Me adelanto con paso apresurado hasta el portal y me detengo antes de cruzar al ver que Vali no está a mi lado. Me giro hacia él y lo veo a unos metros de mí.

—¿No vienes conmigo?—le pregunto con el ceño fruncido.

—Debo reunirme con Vili.

—¿Qué no era mañana?

—Con tu partida, las cosas van a cambiar en Asgard.

—¿A qué te refieres?—no tengo idea de que está hablando.

—Necesitamos restaurar la vitalidad del Yggdrasil, Brenda. El destino de los nueve reinos recae en ello. Y debemos hacerlo con o sin tu ayuda.

Nos miramos fijamente. Esto es una despedida, sin embargo, él no ha hecho el menor intento por acercarse a mí.

—¿No nos veremos más?—inquiero ahora mientras puedo sentir un nudo formándose en mi estómago y las lágrimas acumulándose detrás de mis ojos.

—No lo sé—responde con firmeza sin apartar su mirada de mí.

El no va a moverse del lugar. Solo nos separan dos metros. Trago el nudo de mi garganta. Si me acerco a él no creo que pueda separarme. Y sin decir una palabra más, doy media vuelta y cruzo el portal.

Contengo las lágrimas y el deseo de correr a sus brazos. Cuando salgo frente al monumento del observatorio continúa siendo de noche. El tiene razón, es como si nunca me hubiese marchado.

Doy unos pasos y me recuesto al muro mientras miro fijamente el monumento. Soy ella. Soy la persona que él ha estado buscando a pesar de que no lo recuerdo y no luzco como ella. Aunque no quiera admitirlo, sé que todos tienen razón. Las pruebas están ahí justo delante de mis narices. Vali junto a mi cabaña, cayendo frente al auto. Los tatuajes. Nunca he sido una persona cobarde, sin embargo, en cuanto he descubierto quien soy, he salido huyendo. Seguro mis padres estarían avergonzados de mí por mí reacción. ¿Cómo puedo dejar el destino de tantas personas a su suerte?

«En que estoy pensando al abandonarlos»

Me separo del muro y rápidamente corro hacia el portal. Cuando salgo en Asgard, casi está amaneciendo. Apenas y fueron cinco minutos.

Comienzo a caminar rumbo a la ciudad. No tengo idea de donde encontraré a Vali. Siento un relincho en el cielo y miro hacia allí. Un pegaso negro se acerca, aterriza a unos metros de mí y se agacha invitándome a subirme en él. No lo pienso. Me subo y me sostengo con fuerza de su crin pues no tiene silla ni riendas. Le palmeo el cuello.

—Llévame con Vali—este relincha y sale al galope hasta tomar el vuelo.

Se dirige rumbo a los palacios suntuosos de Asgard y aterriza frente a uno dorado y reluciente. Debo suponer que este si es de oro. Me bajo del hermoso corcel y miro hacia las puertas del palacio. No sé ni que diré cuando llegue frente a los guardias. Camino con paso decidido y cuando estoy llegando a las puertas estas se abren y Astrid sale a mi encuentro.

—Te están esperando—murmura mientras da media vuelta y yo la sigo.

—¿Sabías que regresaría?—murmuro en voz baja.

—Eir nunca nos abandonaría. Sé que no recuerdas quién eres, pero según lo que Vali me ha contado de ti, eres ella sin duda alguna. Eir siempre anteponía a todos por delante de ella.

—Me gusta ayudar.

—En el fondo, la esencia de la sanadora está en ti, a pesar de las consecuencias que ha tenido el que te hayan enviado a través del tiempo.

—¿Cuáles consecuencias?

Pero ella no me responde. Llegamos a unas grandes puertas que se abren y entramos en el gran salón.

Es inmenso. Con grandes columnas que se pierden en el infinito. Por encima de nosotros se puede ver el cielo estrellado como si estuviésemos en medio del cosmos. ¡Fantástico! Regreso mi mirada hacia el frente. Más de diez personas giran la mirada hacia nosotras. Allí está él. Eleva ligeramente la comisura de su boca, pero no sonríe.

—Aquí está ella—la gruesa voz resuena desde lo alto de un trono de oro.

Elevo la mirada hacia allí. Está sentado, sosteniendo una lanza que apoya en el suelo. Lleva una túnica dorada con los bordes blancos. Se levanta del trono, sin soltar la lanza y comienza a acercarse a mí.

—¿Quién es?—le pregunto en voz baja a Astrid que no se ha movido de mi lado.

—Vili, el hermano de Odín—susurra sin siquiera mover los labios.

—Cuando mi sobrino me dijo que habían encontrado a la sanadora y que esta se había marchado, me dije: Si ella es en verdad Eir, regresará. ¡Y aquí estás!

Se detiene frente a mi y me abre sus brazos. Vili es un anciano rechoncho de barba blanca. Sus ojos son de un azul intenso e imagino que su cabello, ahora blanco en canas, en algún momento fue rubio. Miro a Astrid que me da un asentimiento y después me acerco a él. Con la misma efusividad que me abraza, se separa de mi y regresa a su aposento en lo alto. Desde allí puede mirar al resto como si fuesen meros mortales. Esto no me gusta, demuestra complejo de superioridad y todos son dioses que han pasado por mucho. Astrid se separa de mi y se acerca al trono.

—Como le estaba diciendo, los elfos oscuros están avanzando y necesitamos contenerlos.

—Eso no es primordial ahora—responde Vili levantando una mano—. Tenemos a la sanadora, restaurar el Yggdrasil es la prioridad.

—No podemos hacerlo—interviene Vali—. Ella no recuerda quien es, o lo que debe hacer.

—Pues háganla recordar, debe haber una forma de lograrlo.

—No es tan sencillo. No quedan muchos ancianos del antiguo Asgard que tengan estos conocimientos antiguos.

—Pues vayan con las nornas, ellas seguro lo sabrán.

—Como usted diga—murmura él apretando las mandíbulas, creo que no está contento con esta decisión.

—Bien, si hemos terminado el consejo, necesito meditar.

Todos comienzan a marcharse. Cuando Vali llega junto a nosotras me le quedo mirando.

—¿Quiénes son las nornas?—pregunto mientras caminamos hacia afuera del palacio. Creo recordar que en algún momento el las mencionó.

—Las nornas son unos seres que me gustaría nunca tener que visitar.

—¿Por qué?

—Porque profetizan el futuro y siempre sus profecías se cumplen. Fueron las que anunciaron que el Yggdrasil se enfermaría.

—¿Entonces tienen visiones del futuro como tú?—le pregunto a Astrid.

—Yo solo puedo ver algunas cosas que están próximas a suceder y solo son subjetivas, una fracción de lo que ocurrirá. Y en lo referente a los dioses, a veces son confusas. Ellas pueden ver eventos completos. Puede ver el pasado, el presente y el futuro y avisorizarlo con miles de años de antelación.

—Con ese poder me imagino que deben visitarlas muy a menudo.

—Las nornas viven más allá del mar de Marmora, en el bosque de Ringsfjord y no les gustan mucho las visitas.

—¿Por qué lo dices?—pregunto intrigada.

—A Vali no le gusta ir a visitarlas porque siempre que alguien va lo reciben con una profecía—murmura Astrid conteniendo una sonrisa.

—¿Cuántas veces has ido?—le pregunto curiosa, pero él no responde.

—Solo una vez—contesta Astrid—. Cuando predijeron la enfermedad del Yggdrasil.

—Astrid, alista todo para partir a ver a las nornas—da media vuelta y se separa de mi caminando en otra dirección.

Me quedo mirando su espalda mientras se aleja por un pasillo.

—¿Que le sucede?—no entiendo porque no me habla y me ignora.

—Está enojado consigo mismo. Ven conmigo, te llevaré a tus aposentos para que te pongas algo más cómodo y digno de quién eres.

—¿Mis aposentos? ¿Pensé que me quedaría con Vali en su casa?—Astrid se detienen en medio del pasillo y me mira frunciendo el ceño.

—Vali no te ha dicho nada, ¿cierto?

—No desde que supo quien soy. ¿Qué debe decirme?—observo como Astrid hace una mueca de fastidio.

—No puedo creer que se esté comportado como un adolescente infantil. Vamos, será mejor que el te lo explique con calma—damos media vuelta y caminamos siguiendo el camino que tomó Vali. El pasillo nos guía hacia un jardín. Allí Astrid me toma por el brazo—. Estaré aquí esperándote, el está al final del camino.

Me adentro en el jardín siguiendo el camino de piedras bordeado de hierba hasta un estanque. Allí está Vali, lanzando rocas al agua y hablando consigo mismo. Me acerco con cuidado e intento no hacer ruido.

—¿Por qué tuvo que ser ella? ¿Por qué la sanadora tiene que ser la persona que amo?

Justo en ese instante mi pie resbala con una roca y pierdo el equilibrio cayendo al suelo. Vali se gira hacia mí y camina hacia donde estoy rápidamente.

—¿Te encuentras bien?—me pregunta tomándome por los brazos y poniéndome de pie.

—Ahora que me has hablado, mucho mejor—el me suelta y se gira una vez más hacia el estanque— ¿Qué te sucede? ¿Estás así porque me marché?

—Mi estado de ánimo no tiene nada que ver con tu partida, además que has regresado.

—Entonces—necesito saber a que se debe su cambio de actitud hacia mí.

—Tu y yo, lo nuestro, no puede continuar—creo que mis piernas me van a fallar. No puedo estar escuchando lo que él está diciendo.

—¡Como dices!—se gira hacia mi y camina hacia donde estoy. Saca el anillo que mi padre le ha dado. Me abre la mano y lo deposita en ella.

—No puedo casarme con la sanadora suprema, va contra todo.

—¡No quiero el anillo! ¡No quiero ser la sanadora! ¡Quiero seguir siendo Brenda!—quiero seguir siendo la doctora de la cual él se enamoró.

—Ya no lo eres. Nada entre nosotros volverá a ser como era antes Brenda. Siempre he sido honesto contigo y mejor dejamos claras las cosas desde ahora.

—¡No puedes hacerme esto!—lo tomo de los brazos—. ¡Yo te amo!

—¿Crees que yo no?—susurra con voz torturada—. ¡Yo también te amo!—grita mientras sus manos se aferran a mis mejillas—. Pero no podemos continuar con esto, no es correcto.

—Bésame. Una ultima vez. Al menos déjame tener una despedida. Si hubiese sabido que anoche era nuestra ultima vez la hubiese aprovechado mejor.

—¡Brenda!—niega con la cabeza—. ¡No podemos!

—Un beso, no te pido nada más.

Nos miramos a los ojos. Puedo ver que comienza a dudar, pero sin esperarlo. Une su boca a la mía y yo enredo mis manos en su cuello. El beso sube de intensidad y el aferra sus manos con fuerza a mi cintura.

—Odín, una vez. Solo una vez más—murmura contra mis labios mientras vuelve a atacarlos con fiereza.

Sus manos aferran con fuerza mi vestido por el escote trasero y jadeo cuando mi ropa es arrancada con violencia de mi cuerpo. Llevo mis manos hacia su camisa y tiro de ella. Los botones golpean mi cuerpo y mi rostro, pero no abro los ojos ni separo mi boca de la suya. Tengo miedo de que se arrepienta. Su boca baja con fervor por mi cuerpo y mis bragas, son arrancadas al igual que lo fue mi vestido.

Me carga sin dejar de besarme y me acuesta sobre los restos de mi vestido que yacen en la hierba. Sin perder tiempo se deshace de sus pantalones, sube sobre mi cuerpo y se introduce en mi con una embestida brutal.

Grito y me aferro con fuerza a sus hombros, pero no separo mi boca de la suya. Dejo que me posea de forma salvaje como nunca antes lo ha hecho. Ambos estamos necesitados y esto es una clara despedida. Con cada embestida mi cuerpo se tensa a su alrededor y entierro mis uñas en sus hombros en un intento de aferrarme y que no se escape. Es la última vez que estaremos así. La última vez que lo sentiré y que me besará de esta forma.

Es la última vez que me poseerá y la ultima vez que sentiré su fuego sobre mí cuerpo. Se aferra a mis hombros y me posee sin detenerse. Me contengo, quiero que lleguemos juntos, pero su rudeza no me está dejando procesar mis pensamientos. En lo único que puedo pensar es en su calor envolviéndome.

—¡No puedo más!—grito contra su boca.

Separa su boca de la mía, se incorpora y entonces mueve una de mis piernas hacia un lado. Me sostiene por los muslos y sus movimientos se vuelven mucho más intensos.

—No aguantes más, déjame sentir tu fuego envolviéndome.

Y con sus palabras, me dejo ir mientras grito su nombre. Siento su calor llenando todo mi cuerpo mientras comienza a detener sus movimientos. Sale de mi cuerpo y se deja caer a mi lado con la respiración acelerada.

—Una despedida intensa—murmuro con la respiración acelerada.

—No era mi intensión follarte de esta forma Brenda.

—¿Has dicho follarme?—no puedo creer lo que estoy escuchando.

—Es lo que hemos hecho. Esto no ha sido romántico. No hemos hecho el amor. No he dedicado mi tiempo a recorrer tu cuerpo, a amarte en todo el sentido de la palabra.

—A pesar de que digas que no hemos hecho el amor, esto ha sido intenso.

—Y no volverá a suceder—me dice levantándose y colocándose el pantalón a toda velocidad.

Me incorporo y lo observo dándome la espalda. En cuanto termina de ponerse las botas, y sin mirar para atrás, se marcha de allí. Lo observo. Tengo la esperanza de que mire hacia atrás antes de marcharse, pero no lo hace. Me quedo mirando mi ropa destrozada y después recojo su camisa que ha dejado tirada. Me la pongo y recojo los restos de mi ropa mientras las lágrimas salen y se acumula detrás de mis ojos. Las contengo y salgo hacia afuera. Astrid aún está esperándome como dijo que lo haría. Me observa como salgo vestida, pero no comenta nada con respecto a la ropa que llevo.

—Acabo de verlo salir, ¿pudieron hablar?—me pregunta.

—Hablamos lo necesario—murmuro mientras aferro con fuerza la camisa a mi cuerpo para cubrir lo más que puedo mi desnudez.

—Vamos para que te vistas.

Mientras Astrid me conduce por los pasillos hacia algún lugar, solo puedo pensar en una cosa: Vali me desea, pero no puede estar conmigo por quien soy.

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Este capítulo está dedicado a karenrossna gabricon CynthiaGiselleGonzal jainaeroha DrAnonimo0 JekaCoello paolita28091749

¿Que creen de lo que acaba de suceder?

No olviden dejarme sus comentarios y su voto.
Xoxo🐦⭐

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