
II- La tentación en fuego azul
La puerta se abrió para permitirle el paso a la chica de cabellos azules que silbaba alegremente, como una niña fingiendo su inocencia camino a hacer una travesura.
El aire apestaba a shimmer diluido. Jinx sabía que era un producto común en los tabacos actuales de los burdeles; los clientes pagaban más por estos ya que aumentaba la libido y hacía del sexo una experiencia extracorpórea; o eso describían algunos en sus comentarios de borrachos en La última gota, Jinx no sabía nada al respecto.
Silco siempre había sido muy específico con ella: nada de shimmer, nunca. Curioso que él mismo la transformara en una fuente de shimmer andante, considerando que estaba viva precisamente por eso. Ella no se quejaba.
Movió la cortina en un gesto fluido de su brazo, dejando que la pequeña señora viera su figura y disfrutando de la expresión asustada que Babette no pudo disimular a tiempo. Jinx solía tener ese efecto en la gente, cualquiera que la viera llegar sabía que no podía significar buenas noticias; aunque, por suerte para la Madame, ese día no estaba allí para hacer nada malo..., siempre que obtuviera lo que quería.
—Jinx, ¿a qué debemos tu visita? ¿Silco tiene alguna queja? —preguntó Babette, bajando de su asiento y acercándose para cerrar las cortinas mientras Jinx avanzaba y se dejaba caer cómodamente sobre los cojines, acostada en el sofá.
—Papi querido no es el motivo de mi visita, así que tranquiliza tus nervios —se burló Jinx, sacando la pistola de su funda y jugando con ella entre sus dedos.
No estaba allí por negocios, eso era trabajo de alguien más, pero no significaba que fuera menos una amenaza y ella quería dejarlo claro.
—Si no es Silco lo que te trae por aquí, ¿qué es? —cuestionó Babette al sentarse en el sofá de frente a Jinx, viéndola estirar la espalda sobre el mueble mientras subía las piernas para apoyarlas en la pared, su largo cabello deslizándose por el suelo.
—Sevika —confesó Jinx, dando dos vueltas al arma entre sus dedos antes de fingir un gesto de disparo hacia el techo, riéndose estruendosamente—. ¿Qué días suele venir por aquí?
—¿Sevika? Suele venir casi todos los viernes, excepto cuando Silco le tiene algún trabajo. A veces nos visita también otros días de la semana, supongo que cuando está bajo mucho estrés y necesita liberar tensión. No lo sé, no interrogo a mis trabajadores sobre lo que hacen dentro de las habitaciones a no ser que crea que están en peligro.
Babette le dio una larga calada al cigarro, un vano intento de fingir que no estaba nerviosa con la presencia indeseada de Jinx. Para disfrute de la joven, la vieja madame no logró esconder el ligero temblor de su mano.
—¿Qué suele hacer cuándo viene? ¿Va directo a donde una de tus putas, o disfruta del espectáculo? —inquirió Jinx, estirando ambos brazos por el borde del sofá mientras cruzaba las piernas contra la pared y dejaba su cabeza colgando.
Una pequeña carcajada escapó de entre sus labios al ver a Babette de cabeza. Le parecía chistosa la forma en que sus orejas se movían, como ratón siendo observado por un gato. Tendría que dibujarla luego.
—Los viernes se sienta a ver el espectáculo, su chica favorita siempre participa, después se van juntas a una de las habitaciones.
—Hmm —Sin parecer estar atendiendo a las respuestas deseadas, Jinx estudió con curiosidad sus uñas descoloridas; tenía que pintarlas nuevamente—. ¿Sabías que tus putas no le cobran? —acusó, mirando Babette a través de sus pestañas con un brillo depredador que hizo que bajara un escalofrío por la columna de la señora.
—Había escuchado el rumor entre las chicas que ella suele frecuentar —admitió la madame—. No suelo interesarme por a quién ellas deciden cobrarle o a quién prefieren darle el trato gratis por placer propio. Si me pagan la hora, ellas sabrán que hacen con su tiempo y sus cuerpos.
—Suena lógico —Jinx le dio una última vuelta a la pistola entre sus dedos antes de volver a guardarla en la funda del cinturón que colgaba más abajo de sus caderas, moviéndose rápidamente sobre el sofá para quedar sentada en este con ambas piernas extendidas sobre el suelo y apoyando los brazos sobre el espaldar—. Tengo una petición personal que hacerte y espero que estés de lo más feliz por ayudarme.
El sabor de la victoria estalló en su boca incluso antes de seguir hablando, solo con ver la manera en que Babette tragó de forma nerviosa bajo la atenta mirada violeta de Jinx.
Nadie sabía por qué habían cambiado sus ojos de color, pero habían aprendido rápidamente que la chica era el triple de letal de esa forma; un depredador suelto entre las ovejas, un lobo un collar, una fiera salvaje y sin control.
Jinx sonrió.
«Esto va a ser más divertido de lo que esperaba».
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Sevika dejó la oficina de Silco después horas reportando y analizando con él los detalles del último cargamento; al menos podía agradecer que habían llevado a cabo el movimiento sin Jinx, cualquiera que fuera el motivo.
La pequeña demonio solía arruinar los planes con relativa facilidad, aun después de su transformación con shimmer; porque Sevika no era estúpida, había notado el cambio en la chica más allá de su aspecto físico. Silco se negaba a dar detalles, pero Sevika sabía que el Químico estaba involucrado.
Pese a todo, prefería tener a Jinx lejos de las cargas y las misiones delicadas que requirieran sutileza, solo por precaución. Silco aun insistía en que la llevaran más veces que no; algo sobre Jinx aprendiendo responsabilidades y una mierda similar; así que Sevika se había extrañado cuando él anunció que la desquiciada sin control no iría, pero no lo cuestionó, solo disfrutó de un trabajo tranquilo y siguió adelante.
En esos momentos, después de una semana de arduo trabajo, su único deseo era relajarse un poco y no incluía a Jinx por ninguna parte; excepto en las fantasías que Sevika se forzaba a ignorar. Si no las admitía, no eran ciertas.
Avanzó por las calles de Zaun rumbo a su cita usual de los viernes en la noche: el burdel. Al inicio había empezado a ir por una mera liberación de sus hormonas adolescentes, cuando era inexperta y todavía no entendía bien qué le gustaba y qué no; con el tiempo se transformó en un cliente regular, hasta el punto en que consiguió una membrecía que le daba un pase directo hacia los espectáculos que los trabajadores realizaban en la parte más profunda del burdel.
Solía estar acompañada de Miguel y Samara, una pareja algo extraña que habían aprendido exactamente lo que le gustaba y qué harían juntos; ellos parecían disfrutarlo, solo le cobraron la primera vez y porque Sevika dejó el dinero mientras ellos estaban inconscientes en la cama. Para su mala fortuna, Miguel había seducido a uno de los pilties que solía tener los cojones de bajar a Zaun por diversión, así que se fue a vivir con él antes de que cerraran los puentes y ambas naciones se dividieran, prefiriendo la vida de rico.
Su ida había sido algo irrelevante para Sevika, pero tenía que admitir que el chico había sabido dar una despedida digna esa última noche con Samara y con ella. Desde entonces solo se veía con la chica. Sevika no necesitaba un cuerpo nuevo en cada ocasión; si bien a veces variaba o llamaba a más de una, Samara era un punto constante porque ya conocía sus gustos y además, podía resistir todo lo que Sevika hiciera durante el tiempo que ella necesitara. Siendo el sexo un medio para sacar sus frustraciones, de más estaba decir que eso no pasaba a menudo.
Dando dos toques fuertes en la puerta, Sevika vio con desinterés el ojo viejo que la miró a través de la mirilla antes de abrir para ella, dejándola pasar. Se adentró con seguridad en los pasillos que ya conocía extremadamente bien, como si fuera su casa misma, doblando al final del corredor principal a la derecha y descendiendo por la segunda puerta hacia el nivel inferior, donde la música era más estridente y los ricachones de Zaun gozaban de un espectáculo previo antes de que se retiraran a sus habitaciones privadas a follar; a veces ni siquiera esperaban tanto.
—Bienvenida, Sevika —saludó Linux, una de las chicas más nuevas que llevaba meses intentando que Sevika se fijara en ella; probablemente quisiera comprobar porque sus compañeras no le cobraran, pero Sevika no estaba interesada.
La chica era demasiado bajita, delgada y joven, una cosa delicada que otros habían logrado gastar según Samara y otras chicas le habían comentado. Sevika sabía que Linux no soportaría nada de lo que a ella le gustaba y, aun así, por un instante su mente evocó un recuerdo de alguien físicamente similar que tal vez sí podría soportarlo.
«Incluso desearlo».
Sevika gruñó por lo bajo con frustración, asintiendo con la cabeza en reconocimiento y avanzando hacia su asiento usual: un sofá rojo de dos plazas al fondo de la habitación, frente al centro del escenario, desde donde podía verlo todo sin que nadie pudiera verla a ella.
En un gesto de negación física, Sevika buscó alejar las imágenes mentales de un cuerpo elástico que se estiraba a través de los andamios del techo, con una larga cabellera azul que se arrastraba fantasmagóricamente a su sombra. Sintió su garganta seca ante el recuerdo de Jinx sonrojada por ella, pero retadora a la vez, jamás bajando la cabeza.
Sevika bebió todo el contenido del vaso que le acababan de servir, golpeando la mesa con un golpe seco al dejarlo.
«Mierda, esa chica es un fenómeno. No sale de mi cabeza».
Las luces del local bajaron lentamente hasta dejar los asientos y a sus clientes sumidos en una penumbra; el espectáculo comenzaba.
Cuando el escenario quedó totalmente a oscuras, Sevika se acomodó, colocando cada brazo en el espaldar y dejando sus piernas abiertas de forma relajada. Disfrutaría del show y luego follaría por algunas horas, regresando a su casa con mucho menos estrés del que tenía en esos momentos y la mente despejada para tener tres horas de descanso sin sueños. O, al menos, ese era el plan.
El escenario fue iluminado por luces de tonos violáceos, mostrando a cada una de las chicas con el atuendo de la noche: sujetadores brillantes que apenas contenían sus senos y faldas a la cadera que caían abiertas a los lados, tapando lo necesario para que sus cuerpos fueran una insinuación de lo que los clientes podrían obtener después.
Sevika sabía que esa expectación era parte del motivo por el cual las ganancias de los viernes eran más sustanciosas para todas. Jugar con el deseo de otros era un arte; incluso los clientes que preferían hombres solían disfrutar del show antes de ir a atragantarse.
Había algo en diferente a lo usual de los viernes esa noche: todas las chicas traían atuendos iguales de un rojo intenso que resaltaba contra sus pieles de distintas tonalidades y, sin embargo, lo que llamó la atención de Sevika fueron las pelucas con cabellos rojos que eran tan largos que llegaban hasta sus tobillos, perfectamente recogidas en trenzas.
Frunciendo el ceño sin entender cuál era la temática de aquel espectáculo, Sevika sintió una extraña sensación nerviosa crecer en ella. Sus alarmas mentales se dispararon cuando las luces violáceas se volvieron más intensas al empezar la música, mostrando que todos los cuerpos tenían diseños de nubes y humo grabados con pintura rosada en sus pieles.
No supo decir por qué, pero aquello hizo que un escalofrío descendiera por su columna mientras las chicas se movían por el escenario lentamente, sus gestos practicados hasta el cansancio mostrándose con fluidez y profesionalismo, usando sus extremidades para atraer la atención sobre sus figuras y capturando la mirada de las presas de esa noche.
El escenario se convirtió en un mar de telas ondeantes y brazos que se enredaban mientras los cuerpos se encontraban unos con otros; abrazándose, tocándose con caricias ligeras que prometían una satisfacción absoluta para sus clientes, si estaban dispuestos a pagar.
Sevika tardó unos segundos en reconocer a Samara; le era difícil con el familiar cabello negro tapado bajo la peluca roja y su piel cubierta de aquellos trazos extraños; pero la distinguió cuando ella avanzó hacia el frente, las manos de sus compañeras recorriendo su cuerpo mientras la trenza se enrollaba entre sus manos, estirando la cabeza hacia atrás y mostrando su cuello, donde la pintura no había sido usada y se notaba la marca de nacimiento que Sevika mordía tan a menudo.
«Parece dedicada esta noche».
Las muchachas corrieron por todo el escenario, creando la ilusión de un vórtice que hacía difícil reconocerlas, hasta que todas cayeron al suelo con sus piernas estiradas y se apoyaron sobre sus antebrazos, bajando la cabeza. Las luces violáceas perdieron intensidad hasta que solo se podían notar sus siluetas, iluminadas por una escasa luz de ultratumba.
El silencio se extendió en el tiempo cuando la música se acalló, haciendo que los tacones resonaran contra las tablas. A medida que se escuchaba cada paso, una nueva silueta iba apareciendo. Una luz azulada la iluminaba precariamente mientras avanzaba entre los cuerpos de las demás chicas, hasta que alcanzó la barra que habían descendido en el medio del escenario.
Sevika detalló la silueta, sintiendo su piel erizarse. No sabía qué estaba sucediendo, pero la forma delgada y estilizada de aquel cuerpo logró hacerla sentir extrañamente incomoda; lo que fuera que iba a pasar, sabía que no sería bueno para ella.
La bailarina alzó la mano y apenas sus dedos se aferraron al tubo de metal, la luz azul se intensificó para mostrar su figura. Sevika sintió el aire congelarse en sus pulmones, su pulso acelerar hasta el punto en que su corazón parecía querer bombear fuera de su cuerpo. La forma estilizada envuelta en un sujetador y una falda negros, el mismo diseño que las demás, resaltaba mucho la blanquecina piel casi enfermiza que era inconfundible para Sevika.
Podía ver los tatuajes de nubes azules que antaño ella misma había grabado en aquella piel; petición de Silco, que daría lo que fuera para complacer a su niña mimada; el cabello largo hasta casi rozar el suelo, sujeto en dos trenzas que partían desde la raíz con adornos metálicos, volviéndose más llamativa que las demás.
La mayor diferencia era la máscara negra con bordes dorados que cubría la parte superior de su rostro, pero eso no ocultaba aquellos ojos violetas que se clavaron en Sevika, un desafío evidente escrito en ellos. Y por primera vez en mucho tiempo, Sevika sintió lo que era ser ella la presa; tenía la sensación que había caído en una trampa letal y no tenía escapatoria.
La música ascendió de nuevo, lenta y melodiosa; y los cuerpos iluminados del suelo empezaron a arrastrarse por el escenario, mezclándose unas con otras, haciendo una masa de extremidades y telas rojas que hacía resaltar aún más la figura de Jinx en medio de ellas.
Jinx sonrió ladinamente al sentir la mirada de Sevika inamovible sobre sí misma; ese era el objetivo, sin importar qué pasara o quién estuviera en ese escenario esa noche, Sevika solo tendría ojos para ella. Cuando la tonada alcanzó un punto alto, Jinx se deslizó en una forma circular, rotando alrededor del tubo con gracia, dejando que su cuerpo ladeado atrajera la atención.
Colocándose de perfil, Jinx apoyó su espalda en el tubo y se deslizó totalmente hacia abajo antes de subir en un alto de la música, enredando una de sus piernas en la barra metálica y usando su fuerza para alzarse del suelo en una vuelta que le permitió estirar su cuerpo contra la gravedad.
Subió una de sus piernas en un arco fluido, mostrando la elasticidad que la caracterizaba, y la cruzó alrededor del metal para ascender más arriba en el tubo, como si huyera de las manos de las otras muchachas que se habían arremolinado a su alrededor y se movían por el suelo, viéndose desesperadas por atraparla, por llevarla con ellas.
Sevika tragó grueso mientras veía la estilizada figura de Jinx desempeñar giros, estirando sus extremidades y doblándose tensa como un arco, mostrando más piel de lo que ella estaba acostumbrada a verle.
Solo la había visto con tan escasa ropa una vez, cuando la había tatuado. Las nubes en Jinx corrían desde su espalda y brazo, por todo el costado del torso y abdomen, extendiéndose por el lateral de una de sus nalgas y alcanzando el muslo; y mientras Sevika rememoraba lo que había sido tener su mano sobre aquella piel, Jinx se sujetó de sus piernas en lo alto de la barra y se estiró en vertical hacia abajo, dejando que su cabello largo rozara el suelo y la falda cayera, apenas tapándola lo suficiente.
El clímax de la música llegó en el momento en que Jinx subió su torso, sujetándose con sus manos y girando una última vez alrededor del tubo antes de dejarse caer. Jinx se detuvo aferrándose al tubo de baile en el bajón de la tonada, justo a cinco centímetros del cuerpo de Samara, quien por órdenes de Jinx había sido la escogida para quedarse acostada debajo de la barra.
En el decrescendo de la música, Jinx se soltó lentamente, acostándose encima de Samara y las demás chicas que la rodeaban; su cuerpo cayendo relajado contra ellas, como si todas fueran un colchón para su persona. La iluminación descendió poco a poco, hasta que las chicas volvieron a ser apenas siluetas definidas y solo Jinx era iluminada.
Sevika estaba hipnotizada; sus ojos no podían apartarse de la mirada violácea que seguía fija en ella, hasta que la música cesó por completo y todas las luces se apagaron.
El silencio consumió la habitación apenas unos segundos antes que el estruendo de aplausos y vítores fuera general. Las luces volvieron a encenderse en su totalidad, devolviendo la iluminación usual en tonos rojizos y mostrando a las chicas en el escenario, sonrientes y felices después de su presentación. A todas menos a Jinx.
Sevika gruñó por lo bajo, sintiendo su mano picar ante la necesidad imperiosa de cerrarse sobre el cuello de Jinx y apretar hasta que ella fuera quien determinase si la chica respiraba o no; porque Sevika lo había visto, el reto implícito en aquellos ojos.
Se puso de pie bruscamente, avanzando entre los clientes que iban desesperados hacia el escenario en busca de la compañía de la noche, queriendo calentar sus cuerpos con las bellas musas que habían desempeñado semejante espectáculo, pero a Sevika ya nada de eso le interesaba.
Alcanzó la puerta cuando vio de reojo a Samara que caminaba hacia ella. Sevika hizo una mueca incontrolable ante el enojo que la recorrió; no por la muchacha, sino porque en su interior no había vacilación ninguna ante lo que haría. Sevika negó con la cabeza mirándola directamente, haciéndole saber que esa noche no pasaría nada entre ellas, y salió apresurada hacia el corredor.
No necesitó indicaciones, había visitado a Samara varias veces en los camerinos que las muchachas usaban para cambiarse, y no le fue extraño que toda el área estuviera despejada cuando casi siempre estaba llena de trabajadores del burdel. Si Jinx estaba allí esa noche era porque había hablado con Babette primero, así que habría preparado las condiciones perfectamente.
Sevika no podía negar que le seguía sorprendiendo la facilidad de la chica para joder las misiones y a la vez poder idear planes extraños con un perfeccionismo milimétrico. De todas formas, eso no importaba en esos momentos.
La mano metálica de Sevika impactó en la puerta del único camerino que tenía las luces encendidas, haciendo que la madera chocara contra la pared en un estruendo estrepitoso y dejándole el paso libre. Cerró la puerta de una patada, sus ojos fijos en la figura de Jinx apoyada casualmente contra la ventana. Seguía vestida como en el escenario, pero ya no tenía los tacones ni la máscara; en cambio, una expresión relajada y triunfante adornaba su bello rostro.
La ira cegó a Sevika en un instante. Acercándose a Jinx veloz y haciendo lo que tanto había deseado, Sevika cerró su mano verdadera sobre el delgado cuello, empotrándola contra la pared y haciéndola alzarse en puntas de pie, controlando la cantidad de aire que entraba a sus pulmones.
No podía negarlo, había caído en su juego.
«Bien, ¡es hora de jugar!»
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Listo, holi por aquí, ya regresé 😁.
¿Qué les ha parecido el capítulo? ¿Entendieron el baile? ¿Sintieron la tentadora provocación de Jinx?
Me gusta mucho leer sus opiniones, por favor.
Dicho esto, pueden avanzar al siguiente capítulo.
Edit 14/12/24:Holi por aquí, seguimos con las reediciones de los capítulos a deshora (son las 5: 59 am y no he dormido en toda la noche).
Digan lo que quieran, hay dos años de diferencia entre la primera publicación del fic y esta edición y yo sigo amando el Sevinx. Bye.
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