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I- El despertar del deseo

El muñeco bomba explotó en el abismo de aquella cueva que ella había tomado como refugio y laboratorio desde su infancia; cuando Silco le permitió tener un espacio propio donde poner en práctica todos sus inventos. Jinx estaba de buen humor.

Era el Día de la Independencia de Zaun.

Hacía cuatro años que Piltover había cerrado el trato con Silco y él había fingido la muerte de Jinx de forma muy creíble; Jayce Talis no había tenido dudas de que la pequeña demonio yacía sin vida bajo los cimientos de aquella explosión en el centro de Zaun, historia que Vi y Caitlyn habían confirmado. Desde entonces Zaun no había vuelto a tener interacción alguna con la Cuidad Alta.

Jinx tiró otra bomba, disfrutando del estruendo de la explosión mientras reía frenéticamente y se balanceaba con experta gracia por el borde de la plataforma, coqueteando con una muerte segura si perdía el equilibrio.

No se arrepentía de haber escogido quedarse aquel día. Le gustaba estar en Zaun, la libertad de la que gozaba, el poder ser ella misma. Le gustaba aún más el Zaun que eran hoy día.

El shimmer aun corría por las calles bajo el dominio de Silco; La última gota todavía era el centro de la vida de Zaun y las noches seguían siendo oscuras; los días, nublados; y la gente, peligrosa. Sin embargo, todos tenían comida en sus mesas y los establecimientos que sostenían la economía de Zaun habían sido mejorados poco a poco. Algunos zaunitas se habían endeudado con Silco para lograrlo, pero sus vidas tenían mejor calidad.

Muchos habían vuelto a trabajar en las minas. Silco les había proporcionado los instrumentos y la seguridad necesaria, y el mineral extraído no era dominado por Piltover. Ya no eran esclavos de un gobierno que no daba una mierda por ellos.

Silco negociaba con el mineral. Tenía tratos con otras naciones que incluían la exportación de varios minerales. La mayor parte del dinero se usaba en Zaun. Silco había mejorado sus hospitales y escuelas, elevando sus condiciones de vida, porque él era muchas cosas: un monstruo, un ser maligno, un villano, un asesino; pero provenía de la misma fosa que todos ellos. Sabía lo que era crecer en Los Carriles y no quería eso para las nuevas generaciones.

Quedarse en Zaun no había sido un error, aun si ya no había tanta lucha como antes y Jinx no podía divertirse disparándole a cualquiera que tuviera la insana osadía de enfrentarla.

A veces, en momentos de debilidad, iba al puente en el que se había despedido de Vi y hablaba con el suelo de metal elevado como si ella estuviera allí; al igual que Silco iba y hablaba con la estatua de Vander que él mismo había mandado a forjar, pese a hacerle creer a Zaun que había sido obra de varios zaunitas de la ciudad que lograron burlar sus patrullas de seguridad.

«Como si él no pudiera destrozarla si así quisiera. ¡Estúpidos ingenuos!»

Le contaba a la pared cómo iba su vida, cuántas bombas había explotado, cuántos equipos nuevos había inventado. Luego se iba y no regresaba sino hasta la semana siguiente, cuando su mente tuviera una recaída. Hacer, borrar y repetir. Un ciclo interminable.

Había visto a Ekko un par de veces en esos cuatro años; no habían intercambiado palabra, pero tampoco se habían agredido.

Al parecer, la eficaz petición de paz entre Zaun y Piltover había traído una tregua entre las luciérnagas y la gente de Silco. Había sido difícil al principio y Jinx había acabado con algunos de ellos; pero, a medida que fueron viendo la mejoría y evolución de Zaun, fueron retrocediendo. Ya no encontraban una amenaza para Zaun en el liderazgo de Silco, entonces vino la paz entre ellos también.

Jinx sabía que Ekko la había mirado y había cometido el error de ver a Powder en ella, por eso le había sonreído y arrojado una bomba antes de irse. Era un explosivo menor; como el que le había puesto un par de veces a ese barista del bar, Chuck; de los que explotaban pintura, pero ver el rostro aterrorizado de Ekko lo había valido.

Desde entonces, las luciérnagas vivían en su área, el resto de Zaun seguía siendo guiado por Silco y los problemas que aparecían eran situaciones menores fáciles de controlar. Por eso se habían creado las luchas en el centro de combate, un edificio reformado para el entretenimiento del público, donde Jinx había ido a combatir contra grandes y fuertes monstruos y personas por mera diversión.

No es que el dinero que ganase fuera malo cuando ella vencía, pero lo que le gustaba era que podía dejarse llevar por su locura y atacar sin contenerse. Había ganado casi siempre, hasta el día en que Sevika la había vencido a ella.

Silco le pidió que no participara de nuevo. Él sabía que Jinx perdería cualquier resquicio de cordura si volvía a enfrentar a ese ogro que él tenía por mano derecha, y eso era malo para los negocios. Jinx no quería obedecerlo, pero estaba trabajando en mejorar su autocontrol ahora que ya no escuchaba a Mylo tan a menudo, así que terminó cediendo en eso en particular. 

—Silco te está buscando, pequeño demonio de los problemas —La voz de Sevika resonó por todo el lugar antes de que Jinx pudiera verla atravesando la puerta, como si de su propia casa se tratase.

Jinx saltó sobre sus manos, dando una vuelta en el aire y cayendo de pie delante de Sevika.

—Voy a poner una trampa para ogros en la puerta, así la próxima vez que pases es posible que te mueras —comentó Jinx, sonriendo radiante mientras se paraba sobre las puntas de sus pies.

Apenas había crecido tres centímetros más antes de que su estatura se quedara congelada. Igual no le importaba; su habilidad de lucha estaba en su capacidad de ser flexible y rápida, no necesitaba ser alta ni fuerte para ganar.

—No si pongo una bala a través de esa enferma cabecita que tienes primero —repuso Sevika, gruñendo mientras acercaba sus rostros unos centímetros más, hasta que sus respiraciones se mezclaron.

—Sigue así y ya me dirás quién te dará tu brazo nuevo —amenazó Jinx, echándose para atrás y señalando hacia la mesa con aire casual, mostrándole a Sevika la nueva prótesis.

—Así que por eso Silco me pidió que te avisara en lugar de venir él —farfulló Sevika, avanzando hacia la mesa y observando el brazo mecánico dorado que yacía sobre esta.

—Tienes que probártelo para los últimos ajustes, no es que yo tenga ganas de ver tu cara de ogro en lo absoluto —espetó Jinx, dando saltitos mientras rodeaba a Sevika para acercarse a la mesa—. Siéntate allí y quítate el otro.

Sevika obedeció; pura conveniencia, jamás acataría órdenes de una niña mimada y sin juicio, pero tenía que otorgarle sus méritos. Era un problema, pero un problema muy inteligente y que le construía prótesis que el dinero no lograba pagar.

Retiró la capa de su cuerpo ante la atenta mirada de Jinx, quien se había sentado sobre la mesa y movía los pies de adelante hacia atrás de forma dispareja. Sevika hizo una mueca cuando notó que tenía que desatar su blusa; no tenía modestia ni le incomodaba su físico, pero sabía que eso significaba tener que soltar también las armas sostenidas por los cinturones, quedando indefensa ante Jinx.

—Más te vale no hacer nada raro —advirtió Sevika, usando su mano biológica para retirar los cinturones y amarres de su blusa, quitándose las armas y dejándolas en la mesa antes de abrir la tela.

Pasó la blusa por encima de sus hombros, dejando que la tela cayera en el respaldo de la silla giratoria e incorporando su espalda alejada del espaldar. Sus ojos miraron cada engranaje que unía el brazo mecánico a su cuerpo, tomando el pequeño destornillador que Jinx había dejado en el límite de la mesa y empezando a desarmar la unión.

Las piezas iban desencajándose por partes, saliendo de sus posiciones en los injertos metálicos que estaban fijos en su cuerpo; cuando el último tornillo estuvo fuera, el brazo cayó en un ruido aparatoso contra el suelo, haciendo a Jinx sobresaltar. Sevika la miró intrigada, notando como la chica se veía repentinamente muy concentrada en el brazo nuevo, pero había algo diferente en ella.

«¿Desde cuándo este pequeña demente se sobresalta?»

—Vamos a probar este nuevo, gira hacia allá —ordenó Jinx, tomando el nuevo brazo; que era más dinámico y liviano que el anterior, pero lograba lanzar golpes más profundos y precisos; y acercándose a Sevika con un destornillador.

Sevika obedeció bajo el constante recordatorio de que era solo por el momento; en realidad Jinx no la mandaba, pero ella tenía un beneficio de aquella sumisión comprada temporalmente.

Los engranajes de este brazo no se veían y estaba desmontado en dos piezas que se unían donde se suponía estaría la articulación del codo en un brazo biológico. Todo estaba forrado con láminas metálicas que protegían su interior, con esferas cristalizadas en ciertas zonas. Aun con sus ojos fijos en la pared de piedra que estaba a metros de ella, Sevika pudo notar las manos sudadas de Jinx mientras ajustaba con el destornillador el nuevo brazo.

—Intenta moverlo —indicó Jinx, viendo como Sevika lograba articular el brazo en todos los ángulos humanamente posibles, y los que no. Tomó el resto de la pieza mecánica de la mesa, agachándose al lado de Sevika y colocándola en la articulación del codo, ajustando los engranajes.

No quería mirarla, sabía que era un error; sobretodo porque no sabía qué anticipar si a la perra desquiciada se le metía en la cabeza que Sevika estaba burlándose de ella; pero aun así lo hizo. La curiosidad pudo más que su voluntad, encontrándose con aquello que había diferente en Jinx: había una mancha rosada que se extendía por sus mejillas, contrastando con su pálida piel.

Intrigada, Sevika intentó encontrar un motivo para esto, pero no hallaba nada. La cueva estaba húmeda y fresca, Jinx no parecía haber estado haciendo ejercicio, y el sonrojo aumentaba conforme más tiempo Sevika pasaba mirándola.

Fue cosa de un instante, un desliz del momento, pero la mujer mayor logró ver como los ojos de Jinx se desviaron del brazo hacia su abdomen marcado por años de trabajo y peleas, ejercicio físico constante que habían construido un cuerpo firme y tonificado.

«Con que esas tenemos», pensó Sevika, una sonrisa traviesa extendiéndose en sus labios.

—Creo que está listo —dijo Jinx, incorporándose y poniendo un espacio considerable entre ella y Sevika—. Pruébalo.

—Se siente bien —comentó Sevika, moviendo el brazo en todas direcciones, observando las bandas de láminas metálicas que iban en círculos, dándole un aspecto más humano.

—Ajustemos los engranajes internos para que pueda pasar el shimmer y, además, responda a tus comandos.

Jinx tomó otras herramientas de la mesa, colocándose unas gafas de aumento que la ayudaban a observar las piezas más pequeñas. Sevika tenía que concedérselo, la peliazul se enfocaba con facilidad en su trabajo cuando quería.

Respirando profundamente, Jinx volvió a agacharse a su lado y abrió los paneles del brazo y el antebrazo, empezando a ajustar una serie de engranajes que Sevika no entendía, pero que al parecer la ayudarían obtener de este brazo la misma efectiva amenaza que habían tenido los demás.

Sin embargo, la duda de si había entendido bien lo que pasaba con Jinx carcomía a Sevika por dentro y, buscando respuestas, decidió tomar una respiración profunda que elevó su pecho y marcó su abdomen.

Una sonrisa ladina apareció en su rostro cuando vio como Jinx dejaba de prestar atención a su brazo y se enfocaba en el movimiento de su pecho, recorriendo con los ojos un camino descendente hacia su abdomen y negando rápidamente con la cabeza, farfullando palabras inentendibles antes de retomar su concentración en el trabajo.

—Bien, déjame colocar el shimmer y probemos —dijo Jinx con voz rasposa, tomando la cápsula de shimmer y colocándola dentro del compartimento del brazo que tenía instalado tubos descendientes, que llevarían el líquido por el resto del brazo, y ascendentes que iban hacia dentro del cuerpo de Sevika—. Prueba el cambio en cuchillas.

Sevika concentró su mente en su nuevo brazo, activando el shimmer para que fuera por el camino descendente hasta transformar los dedos humanoides en extendidas cuchillas letales. Sus ojos captaron la trampilla que había en la palma de la mano y el brillo que se mostraba a través de las esferas cristalizadas. Miró a Jinx en busca de una explicación, conteniendo una risa cuando vio a la chica enfocada en la manera en que se marcaban los músculos de su espalda.

—¿Cómo funciona esto, Jinx? —preguntó, inclinando su cuerpo hacia atrás y apoyando su brazo natural en el espaldar de la silla, de forma que la contracción de sus desarrollados músculos fuera evidente en la escasa luz.

—Eh…este…es un nuevo… —Por un breve momento Jinx se vio perdida, como si alguien la hubiera sacado de algún lugar embotado en su mente; pestañeó rápido un par de veces, moviendo la cabeza en un gesto de negación antes de enfocarse en Sevika—. Funciona básicamente como el resto de tus brazos anteriores, pero puedes hacer cosas más normales con este. Solo sería un arma letal si así lo quieres. Sacar las cuchillas para las peleas, usar el shimmer para mejorar tu rendimiento y su potencia en los golpes y, si te apetece algo más definitivo, lanzar bolas de energía que freirán a tus oponentes a través de la trampilla de la palma —explicó Jinx, dándole la espalda a Sevika y acomodando de forma desorganizada todo en su mesa de trabajo.

—Pensaste mucho en esto, ¿no? —comentó Sevika, su voz arrastrándose en un tono entre provocativo y bromista, mientras volvía a vestirse totalmente, encontrando cómoda la fluidez de los gestos del nuevo brazo.

—Silco pidió esas mejoras específicamente, dijo que te gustarían. Algo sobre recompensar tu buen trabajo y que se yo. No te emociones tanto —rebatió Jinx, recogiendo el antiguo brazo y tirándolo sobre la mesa como si fuera chatarra.

—Aun así… —dijo Sevika, acercándose a Jinx y colocando cada palma sobre la mesa de forma que la encerró entre su cuerpo y la madera, sintiendo como la chica se tensaba como la cuerda de un arco—, gracias —susurró en su oído, apartándose velozmente con apenas tiempo para esquivar el cañón de la pistola de Jinx cuando se giró rápida y letal, respirando agitada; pero Sevika pudo ver la forma en que su piel se erizaba—. Nos vemos en unos minutos en la celebración, Jinx.

Salió sin esperar respuesta ninguna, dejando a la joven apoyada de forma desgarbada sobre la mesa, con el arma todavía apuntando hacia la nada, su pecho subiendo y bajando apresuradamente mientras su mente intentaba ponerse al día con la situación.

Había estado mirando a Sevika; peor aún, le había gustado mirar a Sevika.

Se dejó caer sobre la mesa, sus piernas colgando del borde mientras su espalda se acomodaba desnuda contra la fría superficie, sintiendo la incomodidad en su ropa interior, la indiscutible evidencia de su tortura mental.

Se había excitado mirando a Sevika.

«Mierda».

El sonido de la alarma que Silco tenía programada en su refugio para alertarla cuando ella no asistía a sus llamados resonó en el eco de la cueva, sobresaltándola y haciéndola recordar que Sevika le había advertido que Silco la quería arriba para la celebración.

Jinx dejó escapar un gruñido de frustración, sabedora de que no podría hacer nada por mejorar su condición por sí misma en ese momento.

Cualquiera de los juguetes sexuales que había mejorado para hacer dinero, vendiéndolos al burdel para que los trabajadores lo usaran a su favor con sus clientes, requerían un tiempo para aliviar al usuario. Ella se había quedado con algunos para su colección personal, pero eso tendría que esperar a la noche.

Guardando el arma en uno de los cinturones que colgaban sobre sus caderas, Jinx corrió fuera de la cueva, subiendo las escaleras y tomando la ruta corta a saltos sobre los andamios y barandas de los techos, hasta que salió por una de las ventanas y saltó sobre el techo más cercano.

Sus pies la llevaban a una velocidad vertiginosa por sobre los tejados, haciéndola sonreír ante sus actuales capacidades. Finalmente, en un último salto, Jinx llegó a la plaza donde los zaunitas se reunían a celebrar el Día de la Independencia; donde Silco se entretenía observándolos desde el balcón de uno de sus clubs nocturnos.

El sol estaba por ponerse, la verdadera fiesta empezaba en la noche.

—Te demoraste —comentó Silco cuando la sintió aterrizar en el balcón; Sevika ya estaba a su lado.

—Me entretuve con algunas cosas, ya sabes —se excusó Jinx, elevando los hombros con aire desinteresado y sentándose sobre la barandilla, sus pies meciéndose adelante y atrás contrariamente.

Sus ojos se desviaron a Sevika. Jinx planeaba solo darle una ojeada, pero cuando encontró la mirada de Sevika en ella y vio la sonrisa divertida y arrogante que se formó en aquellos carnosos labios, supo que estaba perdida. Sevika lo sabía.

—La próxima vez, no te entretengas tanto —dijo Silco, viendo el sol ocultarse y haciendo una señal para que la música resonara por los altavoces.

La verdadera fiesta acababa de empezar para Zaun.

—Sí, papá —aseguró Jinx con aire jovial, conteniendo el nerviosismo que se había apoderado de ella conforme sentía la mirada de Sevika sobre su cuerpo.

—Iré a mi oficina —anunció Silco, retirándose a paso lento mientras daba órdenes a sus hombres para controlar cualquier altercado entre borrachos; a medianoche siempre empezaban a surgir.

—La próxima vez, espera a entretenerte cuando no tengas que estar en otros sitios. Estoy segura que puedes controlar las ganas —comentó Sevika, parándose justo al lado de Jinx y sobresaltándola por segunda vez en el día.

Jinx la miró, frunciendo el ceño ante sus palabras.

—¿Por qué demonios haría yo eso? Puedo entretenerme cuando quiera, cómo quiera y con quien quiera —espetó Jinx, cruzándose de brazos e inflando las mejillas con aire enojado.

Sevika soltó una risa corta y queda, apoyando su mano sobre la barandilla e inclinándose sobre Jinx unos centímetros.

—Lo disfrutarías más de esa manera —aseguró Sevika, su voz saliendo pastosa y ronca; la piel de Jinx se erizó sin que ella pudiera controlarlo.

—Apuesto que a ti te encantaría verlo —retó Jinx, apoyando ambas manos a los lados y dejando que la gravedad la llevara hacia atrás; un solo segundo en que soltara las manos y estaría colgando de sus pies sobre el suelo, posiblemente también disfrutaría de la caída libre antes de matarse.

—En eso te equivocas. No hay nada que una mocosa como tú pueda darme, que no consiga de manos más experimentadas —repuso Sevika, haciendo a Jinx reír de forma casi histérica con un obvio tono de burla.

—¿Eso te excita, Sevika? ¿Pagar por sexo para poder follarte a las putas del burdel? —acusó Jinx con diversión, incorporándose sentada en la barandilla y alzando una ceja sugerentemente.

—Mocosa, ¿quién dice que yo pago? —rebatió Sevika, sonriendo arrogante cuando vio a Jinx perder la sonrisa. Inclinándose sobre Jinx, Sevika dejó apenas un espacio de quince centímetros entre sus rostros antes de continuar en un susurro ronco—. Ellas se abren de piernas porque quieren que yo me las folle.

Jinx quiso regresarle alguna respuesta inteligente, pero la presión que creció en su bajo vientre absorbió sus sentidos, embotando su mente; para cuando pudo reaccionar, Sevika ya se estaba alejando de ella, dejándola sola sobre la barandilla del balcón.

Forzándose a sí misma a respirar con normalidad, Jinx se permitió hundirse  en el temor del creciente deseo que iba surgiendo dentro de ella, amenazante y desconocido hasta ese momento.

Siempre había sido capaz de complacerse a sí misma, nunca había necesitado de nadie más, sus manos y juguetes hacía el trabajo eficaz y rápido. De todas formas, las personas estaban muy aterrorizadas de ella como para verla atractiva; la loca hija de Silco que podía volarte en pedazos solo por un berrinche. Pero no Sevika.

Sevika sería, aparte de Silco, quien único no temería a su locura, sino que la enfrentaría.

Con lo excitante de ese pensamiento y la lujuria que iba domándola, Jinx se propuso a sí misma un nuevo reto.

«Te tragarás tus palabras, Sevika. Vas a rogar por follarme».

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Y aquí vamos, espero que quienes hayan ingresado en este fanfic hayan leído las aclaraciones en la descripción. La trama es básicamente tensión sexual entre ellas dos, hasta que exploten, inspirada en la canción Hellfire de Disney (el jorobado de Notredame)

Sevika sería el Padre Frollo y Jinx la gitana Esmeralda que la seduce y conduce a la llocura. Solo que con un final feliz, al menos tanto como ellas dos pueden admitir. Si aún así les atrae la historia, espero la disfruten.

Edit 12/12/2024: ya pasé por aquí en una re-edición jjj.

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