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Extra- Una pequeña familia

El sudor perlaba su piel en la escasa iluminación de la habitación, sus rodillas magulladas se raspaban incesantes contra el frío suelo, sus dientes apretaban alrededor del metal envuelto en goma que ahogaba sus gemidos y gritos, las heridas abiertas ardían y sangraban, su mente era una nebulosa azulada cuyo zumbido armónico solo era traspasado por una voz.

—Eso es, mi perfecta bestia, tomándome entera, siempre insaciable —susurró Sevika roncamente, su palabras rompiéndose entre gruñidos de placer y jadeos por el esfuerzo.

Su mano biomecánica estaba enterrada en la parte posterior del cuello de Jinx, asegurándose que las garras se encajaran en los mismos puntos que habían dejado una cicatriz a lo largo de los años, y sosteniéndola en el lugar. No es que a Jinx le quedaran fuerzas para luchar, todo su cuerpo se había convertido en una masa babosa y sin forma después del tercer orgasmo, pero era la idea de imposición y dominación del gesto lo que ambas disfrutaban.

Con una embestida particularmente profunda, Sevika hizo a Jinx retorcerse entre espasmos incontrolables, sus uñas con esmalte quebrado enterrándose en el grosor de sus trenzas; las mismas que Sevika había usado para amarrar sus muñecas a inmovilizarla.

—¿Escuchas eso? —dijo Sevika, su aliento cálido golpeando contra el oído de Jinx y sus caderas embistiendo con ferocidad para remarcar su pregunta—. Ese coño vulgar tuyo no deja de chorrear alrededor de mi.

Jinx gimoteó, siendo perfectamente consciente de los sonidos de chapoteo que iban al ritmo de las penetraciones brutales de Sevika. Su mente era un tumulto de placer, el clímax acercándose tormentoso y amenazante.

Una lágrima violácea corrió por su mejilla, su cuerpo tensándose al borde del abismo. La mano biológica de Sevika se deslizó entre su abdomen y el suelo, alcanzando entre sus piernas. Cuando uno de esos gruesos dedos circuló su hipersensible clítoris, Jinx perdió sentido del mundo.

Su orgasmo parecía no terminarse, doliendo y llevándola al éxtasis más profundo. Podía sentirlo sacudiendo sus entrañas, reajustado todo en su cerebro, borrando los retazos de alucinaciones que a veces todavía alcanzaban la superficie de su mente, quebrándola y volviéndola a armar.

Sevika dejó besos en la piel de Jinx, deslizando su lengua por las heridas abiertas y degustando el sabor metálico de la sangre mezclado con la sal del sudor. Era adictivo.

Hubo una época en su vida, cuando Silco apenas empezaba los experimentos con Signed, que Sevika temió volverse adicta al shimmer si lo usaba. Estúpido de su parte, viendo como no fue esa sustancia química que tantas veces había entrado en su organismo lo que terminó poniéndola de rodillas como un adicto sin cerebro más.

Jinx; con su locura, tempestuoso carácter, volátil temperamento, siempre al borde de una explosión, pero tan frágil y necesitada; fue lo que la domó. Jodida ironía.

—Está bien, bebé, te tengo —susurró Sevika con cuidado, desamarrando la mordaza y tirándola a un lado antes de empezar a desenredar las trenzas que sostenían juntas las manos temblorosas de Jinx—. ¿Mejor? —preguntó, acariciando con su mano cálida las muñecas adoloridas.

Jinx respondió con un pequeño asentimiento, apenas capaz de moverse. El suelo frío empezaba a molestarla contra el calor sudado de su cuerpo y el fuego implacable de Sevika a su espalda.

Lo cierto era que, pese a sus aventureras tendencias, el suelo no era de sus lugares favoritos para que Sevika le follara hasta romperla. Escoger ese sitio era más una necesidad que una elección. La primera noche que intentaron tener sexo después de traer a Isha a casa, el ruido de la cama despertó a la niña y su sesión fue interrumpida por sus golpecitos en la puerta. Ninguna de las dos quería una repetición de esa frustración, así que tocaba hacerlo en el suelo.

—Voy a salir ahora —avisó Sevika, consciente de lo molesto que era para Jinx la sensación de vacío después de tomar completo sus arneses más grandes—. Ssh, está bien, estoy aquí —susurró con calma al escuchar a Jinx gimotear en protesta, retirando el arnés de sus caderas y tirándolo a un lado—. Déjame llevarte a la cama.

Sin fuerzas, Jinx dejó que Sevika la cargara como un peso muerto, depositándola en las sábanas suaves antes de cubrirla del todo para que mantuviera el calor.

Jinx adoraba esta parte. Amaba todo de cómo Sevika la follaba, su brutalidad inmisericorde, la forma en que presionaba los límites de Jinx sabiendo que no iba a romperla, la posesividad dominante que imperaba en cada embestida y cada trazo de sus garras sobre su piel. Sin embargo, su adoración yacía en los momentos posteriores, cuando Sevika cuidaba de su cuerpo y la trataba como si fuera su posesión más preciada. Quizás así era.

La humedad pegajosa de su cuerpo fue reemplazada por una sensación más satisfactoria con el paso de un paño mojado que Sevika usó para limpiarla. Jinx gimoteó en protesta al sentir el paño entre sus piernas, pero Sevika siempre era rápida y eficaz en atenderla.

Limpiando las heridas que ella sabía que habrían desaparecido en su mayoría antes de la semana, Sevika admiró la obra de arte que era Jinx en su cama. Había algo fascinante en verla tan ida y relajada, todos sus demonios recluidos a lo más profundo y contenidos. Sevika sentía cierto orgullo en ser quien lograba esto en Jinx.

—Agua —indicó Sevika, llevando el pitillo a los labios de Jinx y solo alejándolo una vez que estuvo complacida con la cantidad que ella había tomado—. Prepararé el baño para…

Tres toques tímidos en la puerta, pero rápidos, la interrumpieron. Poniéndose rígida, Sevika miró a Jinx y vio en sus ojos el mismo tipo de pánico. Los toques se repitieron, más fuertes está vez, más apresurados.

—Mierda —farfulló Sevika, detestando la idea de dejar a Jinx tan vulnerable y en necesidad de sus cuidados, pero sabiendo que dejar a Isha sin atender no era una opción.

Como si leyera su mente, la mano temblorosa de Jinx apretó sobre la suya, apenas una presión casi imperceptible, pero fue suficiente para transmitirle a Sevika todo lo que necesitaba.

—¡Ahora abro! —gritó ella, levantándose apresurada y tomando un calzoncillo de la gaveta, junto con una de las camisetas más grandes que tenía.

En su camino a la puerta, Sevika pateó el arnés hacia una esquina, fuera de vista, y disminuyó las luces para que la niña no viera nada en el suelo o en Jinx que la hiciera preocupar o cuestionar lo que sucedía.

Al abrir, Sevika se encontró algo que no esperaba: Isha estaba llorando. Desde que había traído a Jinx e Isha a la casa y habían logrado aclimatar una habitación para la niña, era frecuente que ella las despertara en medio de la noche, pero casi nunca llorando de la forma en que Sevika la veía ahora, con mocos en su nariz y gruesas lágrimas descendiendo por sus mejillas hasta caer al suelo.

—Hey, hey, ¿qué sucedió? —preguntó Sevika, cerrando la puerta de la habitación y saliendo al pasillo con Isha, arrodillándose frente a ella—. ¿Una pesadilla?

Negando entre sollozos ahogados y jadeos, Isha apretó más fuerte su muñeca y miró hacia el suelo, avergonzada. Sevika observó a la niña, escrudiñando su imagen en busca de alguna herida o algo que le indicara porque estaba tan alterada. La mancha húmeda en su short de dormir le dio una idea.

—¿Mojaste la cama? —inquirió Sevika, estirando su mano real y tocando con suavidad la manita de Isha en un intento de transmitirle que ella no estaba molesta.

Ciertamente la ronquera causada por sus actividades previas no ayudaría.

Mordiendo su tembloroso labio inferior y mirando a Sevika con lagrimones en sus enormes ojos, Isha asintió, llorando más fuerte. Sevika suspiró, rodeando a la niña con su brazo y apretándola contra su cuerpo.

—Está bien, no pasa nada —aseguró, intentando suavizar su voz tanto como era posible; lo cual no era mucho—. Eso le pasa a cualquiera. ¿Por qué no me ayudas a recoger el desastre y listo?

Mirando hacia arriba desde la comodidad del abrazo de Sevika, Isha asintió, las lágrimas finalmente empezando a calmarse. Sin esperar más, Sevika se alzó en toda su estatura, cargando a Isha contra ella y avanzando hacia la habitación de la niña.

La verdad es que esta no era la primera vez que Sevika tenía que encargarse de algo así. Dejando de lado los accidentes que puedan haber pasado durante encuentros sexuales muy intensos, Sevika se había encargado de situaciones similares las primeras semanas en que Silco adoptó a Jinx y la niña estaba tan traumada que sus pesadillas la llevaban a los peores estados.

Sevika prefería no recordar mucho esa época, porque la hacía pensar en la diferencia de edad obvia entre ellas y, peor aún, que la conocía desde que era una niña. Ideas poco halagadoras considerando la naturaleza actual de su relación.

—Bien, ayúdame a quitar la sábana —indicó Sevika, dejando a Isha en el suelo.

No necesitaba su ayuda para eso, Sevika podía hacerlo mejor y más rápido sola, pero el darle a Isha un papel útil en la corrección de un error podía ayudarla a comprender que no era algo significativo y que Sevika no estaba realmente enojada. Era evidente que el miedo de la niña era que su accidente fuera una molestia y la terminaran echando de la casa.

Sevika deseó, no por primera vez, que Isha pudiera hablar y le dijera uno a uno los nombres de todos los que la habían lastimado. Sevika se encargaría de que estuvieran muertos antes del alba. Aunque, siendo honesta, la probabilidad de que ella llegara a ellos antes que Jinx era casi nula. Como fuera, estarían muertos.

Habían varias áreas de Zaun que todavía no eran seguras, por más que la mano implacable de Silco intentara poner algo de control. Las ratas salían de las alcantarillas al poco tiempo, plagas al fin, y Sevika tenía que volver a limpiar. De uno de esos sitios venía Isha. Sevika tenía que hacer una limpieza pronto.

Las sábanas sucias fueron tiradas a la pila de ropa que pronto habría que lavar. Sevika limpió el nylon que cubría el colchón, una decisión que había tomado pese a las protestas de Jinx, previendo que algo así pudiera pasar. Una vez estuvo limpio y seco, Isha y ella colocaron unas sábanas limpias y nuevas fundas en las almohadas.

—¿Ves? Como si nada hubiera pasado, niña —dijo Sevika, despeinando el cabello de Isha y haciendo a la niña reír—. Vamos al baño a limpiarte y ponerte ropa seca.

Enrollado sus deditos alrededor de uno de los grandes dedos de Sevika, Isha se dejó acompañar al pequeño baño en el pasillo, chillando entre risas cuando el agua fría golpeó sus piernas. Sevika dejó que Isha se aferrara a ella, terminando de limpiarla y secándola rápido para que no pasara frío.

Envuelta en una toalla demasiado grande para su cuerpo, Isha fue cargada de regreso a su habitación y dejó que Sevika la ayudara luego de sus torpes intentos por vestirse apresurada.

—Venga, a la cama —ordenó Sevika, viendo a Isha saltar sobre el colchón y esconderse entre las sábanas limpias, abrazada a su muñeca—. Hora de dormir, niña.

Antes de que Sevika pudiera dar un paso lejos de la cama, la manita de Isha se envolvió de nuevo alrededor de su dedo y ella se detuvo en seco. Grandes ojos miel la miraron suplicantes y Sevika no necesitó que Isha hablara para saber lo que quería.

—Jodida mierda —farfulló Sevika entre dientes, asegurándose de que Isha no pudiera escucharla—. Está bien, pero solo hasta que te duermas —Sonriente, Isha asintió repetidas veces con alegría—. Muévete hacia ese lado.

Sevika se acostó en el lado de la cama más cercano a la puerta, su brazo biomecánico descansando a su lado, lejos de Isha, y el otro envolviendo a la niña que rápidamente se acurrucó a su lado, casi encima de su pecho. Sevika empezó a tararear una tonada; no sabía cuál era, pero recordaba a Jinx tararearla para Isha cuando la niña se alteraba. Tal cual esperaba, poco a poco la respiración de Isha se ralentizó, el sueño apoderándose de su consciencia.

Sin darse cuenta, su propia mente se sumergió en la oscuridad pasiva.

Jinx despertó antes del amanecer, las sombras en la habitación danzando cerca del lado más oscuro de su mente. Por un instante, Jinx temió abrir los ojos del todo y encontrar sus fantasmas listos para aterrorizarla y hacerle perder el control. Todo lo que tomó para centrarla fue un movimiento de sus piernas que trajo de regreso el dolor de la intensa sesión de la noche.

La cama estaba fría a sus espaldas, lo que significaba que Sevika no había estado allí por algún tiempo. Probablemente habría ido a atender a Isha y, luego, se habría vestido y largado a continuar con sus labores para Silco si la mayor parte de la noche ya había pasado. Sevika prefería no dormir en lo absoluto que solo dormir un par de horas.

Suspirando profundamente y agradeciendo el dolor en sus costillas que la ayudó a mantenerse en el momento, Jinx se levantó de la cama con piernas temblorosas y fue hasta el baño de la habitación. Su imagen en el espejo la dejó fascinada.

Tenía mordeduras y moretones en casi la totalidad de su piel, adornando alrededor de sus tatuajes. Sevika nunca marcaba encima de los tatuajes. Las heridas de las garras hacía mucho que habían dejado de sangrar, pero todavía estaban abiertas y rosadas, recorriendo su espalda, muslos, abdomen y, más importante, remarcando las cicatrices que el tiempo y la consistencia había creado en su cuello.

Cuatro puntos seguidos y un punto más alejado en cada lado, las cuatro garras de los dedos y el punto del pulgar, allí donde se enterraban ya fuera que Sevika la estuviera ahogando o sosteniendo en su sitio. De todas sus heridas, esas habían sido sus favoritas y Jinx adoraba que hubieran dejado cicatriz.

Sonriendo con una tranquilidad que hacía años habría sido poco característica en ella, Jinx soltó su cabello y entró a la ducha, regocijándose en el ardor de sus heridas y el dolor de sus músculos. Ella se tomó su tiempo limpiándose, enjabonando todo su cuerpo y lavando su cabello con cuidado. El proceso de desenredarlo era más cansino y Jinx hubiese optado por dejarlo así hasta que viera a Silco más tarde ese día, sino fuera porque a Isha le gustaban sus trenzas.

Una vez con el cabello seco y trenzado de forma desarreglada; ella tendría que pedirle a Silco que se las hiciera bien más tarde de todas formas; Jinx se puso unos shorts de dormir y una de las inmensas camisetas de Sevika y fue en busca de Isha.

La niña había ido buscándolas la noche anterior, cuando Jinx estaba demasiado cerca del subespacio para hacerse cargo. Esperaba que Sevika hubiera sabido qué hacer. Por el momento, Jinx le ofrecería un desayuno con mucha azúcar.

Su entusiasta saludo matutino murió en su garganta tan pronto Jinx empujó del todo la puerta entreabierta de la habitación de Isha. En la cama que se hallaba a pocos pasos de ella estaba Isha, completamente dormida sobre el pecho de Sevika, cada pierna pequeña a un lado de su abdomen y su rostro escondido en el espacio entre el cuello y el hombro. Sevika la tenía envuelta con su brazo biológico y su otro brazo colgaba del borde de la cama para no lastimarla.

Ambas tenían una expresión pacífica que atoró a Jinx, haciéndola morder su labio inferior para contener el sollozo de felicidad que amenazó con escapar de su garganta. Parpadeando a través del mar de lágrimas silenciosas, Jinx caminó de puntitas alrededor de la cama y se acostó al otro lado, donde supuestamente debía de dormir Isha si no hubiera decidido usar a Sevika de colchón.

El movimiento despertó a Sevika de inmediato, quien recorrió la habitación con la mirada en busca de peligro antes de encontrar la figura de Jinx cómodamente acurrucada cerca de ella. Su primer instinto fue preguntarle qué sucedía, la preocupación al ver sus lágrimas sobreponiéndose a su reacción de alarma. Luego, sus ojos se embebieron en la expresión relajada de Jinx, la sonrisa en sus labios, el brillo en sus ojos, y todo tuvo sentido.

Abrazando más fuerte a Isha, Sevika giró hacia el lado, dejando a la niña entre ambas con cuidado y sin retirar su brazo. Isha apenas se removió un momento cuando Jinx empezó a tararear la nana que Sevika había recordado antes, logrando que la pequeña se quedara quieta de nuevo, con los delgados dedos de Jinx acariciando su cabello desigual.

El brazo biomecánico de Sevika rodeó a Jinx, apretándola contra Isha y ella misma, lo cual hizo sonreír a Jinx mientras Isha se acurrucaba más entre ambas. Mirándose una a la otra, la tranquilidad del momento y la decisión que habían tomado finalmente las alcanzó a ambas. Esta era la vida que querían, la que pretendían construir.

Jinx había encontrado a Isha hacía poco más de un mes, Sevika las había traído a casa hacía tres semanas y, durante todo ese tiempo, se habían mantenido en la seguridad de las sombras y el silencio, escondidas detrás de las paredes de su casa y evitando andar las tres juntas. Isha merecía más que eso.

Necesitaba ir a la escuela, hacer amigos, probablemente aprender lenguaje de señas dado que no parecía que fuera a hablar. Isha merecía que ellas la reconocieran de verdad.

—Es hora de hablar con Silco —susurró Sevika, más un suspiro que palabras en sí. Jinx asintió levemente.

—Papá entenderá —aseguró Jinx sin vacilar, confiando en el amor de Silco por ella y en la posibilidad de que amara a Isha de la misma manera—. Hablaremos con él esta tarde.

—No, iré a hablar primero yo —repuso Sevika, inclinándose para dejar un beso en los labios de Jinx y acallar su protesta—. Déjame manejarlo. Luego, cuando todo salga bien, ustedes dos van.

Jinx no parecía muy segura del plan, pero asintió de todas formas. Prefería que Sevika fuera y así ella se quedaba con Isha, todavía no estaba del todo cómoda dejándola sola. Sevika por su parte estaba menos preocupada por la reacción de Silco a su relación, considerando sus sospechas respecto a que él tenía alguna idea, y más por el hecho de que se lo habían escondido por más de tres años y ahora, además de eso, tendría que decirle que habían adoptado una niña. Una familia entera le habían mantenido en secreto.

«Bueno, esto va a ser divertido», pensó Sevika sarcásticamente, viendo los párpados de Jinx caer pesados mientras abrazaba a Isha y era abrazada por Sevika.

Ella en serio esperaba que todo estuviera bien.

«Al menos no tengo que lidiar con la hermana», pensó un segundo antes de permitirse ser arrastrada por la calidez de su pequeña familia unida.

Al otro lado de la frontera, Vi miraba hacia los puentes que dividían Piltover de Zaun con cierta añoranza. Hacía años que su hermana había decidido quedarse allá, al lado de Silco, en una ciudad en decadencia que apenas empezaba a averiguar cómo levantarse. Vi no podía decir que lo entendía del todo.

—¿Estás bien? —preguntó Caitlyn, deteniéndose al lado de ella y colocando una mano suave en su hombro.

—¿Cómo fue la reunión? —inquirió Vi, no queriendo darle voz a sus pensamientos. Caitlyn respetó esto.

—El Concejo accedió a pagar la deuda por los años de explotación a Zaun. Mi madre no está exactamente alegre por esto, pero uno de los creadores del Hextech es un zaunita, así que usando la nacionalidad de Viktor a su favor, Jayce alegó que Zaun también merecía una parte de las ganancias del Hextech y que Piltover le debía a Zaun la materia prima de su avance.

—Eso debió de haber sido divertido de escuchar para el reguero de pomposos imbéciles de alta cuna que se sientan allí a tomar decisiones —repuso Vi con un bufido burlesco. Cait apenas alzó una ceja como reproche, pero sonrió de todas formas.

—Viktor amenazó con tomar su parte de la patente del Hextech y ponerla a nombre de Zaun, así que el Concejo concretó que sería mejor pagar la deuda en cuotas mensuales y añadir un veinte por cierto por tardanza al final del último pago si Jayce y Viktor accedían a que una parte de ese dinero viniera de los avances Hextech.

—¿Ahora qué? —preguntó Vi, dándole la espalda al paisaje de la frontera y abrazando a Caitlyn por la cintura.

—Ahora —dijo Cait, colocando ambas manos en los hombros de Vi y acariciando con sus pulgares el límite de su cuello—, debemos concretar una reunión con Silco. Los concejeros piensan que sería mejor que fuéramos tú y yo primero.

—Mandar al perro del basurero a rebuscar en la mierda, entiendo —bufó Vi, negando con cierta decepción.

—Oye, dije tú y yo —reafirmó Cait, acunando el rostro de Vi—. Ya hemos estado allí antes, tú eres de allí y Jinx es tu hermana.

—No si le preguntan a ella.

—Es tu hermana sin importar qué, al menos en lo que a ti respecta. ¿No tienes ganas de verla? ¿De ver qué ha sido de Zaun?

Vi suspiró, cerrando los ojos un instante e inspirando el aroma de Caitlyn. Apretando más su abrazo y escondiendo su rostro contra el cuello de Cait, Vi asintió dos veces, sintiendo a Caitlyn rodearla con sus brazos y dejar un suave beso en sus hombros.

—Prepararé todo e iremos, ¿está bien? —susurró Caitlyn en su oído.

—Te sigo a donde sea, pastelito —respondió Vi, la ansiedad empezando a clavar sus garras en sus entrañas.

Pronto vería a su hermana.

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Hiiii, ya regresé. Muchos de ustedes pidieron fluff entre ambas y un ambiente familiar y, como los que me leen de antes saben, yo vivo para complacer. (Ignoremos las excepciones que van en contra de mis propios gustos y solo hago si me comisionan porque *plataaaaaa*)
Dicho esto, alguien comentó sobre qué pasaría si Vi se enterara de esto y, pues, digamos que me sentí inspirada y lo que originalmente era una historia para yo desahogar la tensión sexual que veía en mi ship de Sevinx, terminó convirtiéndose en algo con trama. *Ya métanme un tiro*

En fin, si vinieron solo por el sexo, lean hasta el epílogo que era la historia primeramente. Si les gusta lo demás y deciden quedarse, será un placer leer sus comentarios.

Besitos.

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