Extra- ¿Un milagro navideño?
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El humo se alzaba hacia el cielo oscuro con imponencia, creando una nube grisácea iluminada por el candor de las llamas. A pocos metros de la gran hoguera, Sevika estaba sentada fumándose un cigarro, ignorando la conversación sin sentido de los otros matones que la habían acompañado.
Silco había dado una orden clara: eliminar todos los productos inestables y deshacerse de los rastros ilegales de los antiguos negocios de Zaun. Los Chem-varones tendrían mucho por lo que protestar, considerando que sus fábricas permanecerían paradas por un par de semanas mientras todo el proceso de shimmer se legalizaba.
Sevika no anhelaba el mierdero que se formaría por esto.
No era que no entendiera la decisión. Desde que Zaun había obtenido su independencia las cosas habían mejorado, pero la nación debía de avanzar hacia el progreso; por más que a Sevika se le atorase en la garganta esa palabra después de años de vivir bajo el yugo de Piltover; y para esto no podían basar su economía y desarrollo en tratados ilegales.
Signed no había estado feliz de oír la noticia. Sevika no confiaba en el Químico, sabía que sus experimentos inhumanos tenían un objetivo más profundo de lo que el viejo había dejado ver; pero por el momento no parecía ser una amenaza, así que no era una prioridad atenderlo ni tenerlo cómodo. Sevika realmente esperaba que se mantuviera así.
—Creo que ya está —comentó un matón, mirando a Sevika con cierta aprensión, probablemente temiendo alguna represalia por hablar sin orden directa.
En cualquier otro momento es posible que Sevika le hubiera gruñido que se callara la puta boca y se hubiera quedado a esperar un tiempo más. Sin embargo, estaba cansada después de un día de recorridos por todas las fábricas de shimmer de Zaun y una noche larga en la que apenas durmió debido a las exigencias de Jinx de que no se detuviera hasta que ella perdiera la consciencia.
Sevika sabía el motivo detrás de esa petición. Con el tiempo, había aprendido que la pequeña perra desquiciada solo le pedía que la follara hasta desmayarse cuando las voces en su cabeza no se acallaban. Aun si ella no podía ver los demonios que atormentaban a Jinx, Sevika había sido testigo de primera mano de las consecuencias de esos fantasmas; si lo que calmaba la mente de Jinx era correrse hasta no poder más, Sevika no sería quien se lo negaría.
Había algo poderoso en eso, en ser a quien Jinx recurría por el placer del silencio y la calma, ser la persona que podía domar sus temores y alejar las tormentas de su mente. Para alguien que siempre había sabido cómo usar la carta más poderosa, el as bajo la manga, Sevika nunca abusaría de ese poder sobre Jinx.
—Vámonos —espetó, dándole una calada profunda a su cigarro y apagando lo que restaba bajo su bota.
El camino de regreso a la zona principal de Zaun se le hizo más cansino que de costumbre. Lidiar con incompetentes era la parte menos favorita del trabajo y Sevika había pasado el día rodeada de quejicas descerebrados o matones incapaces de llevar a cabo las órdenes más simples.
Aunque no lo admitiría ni bajo tortura, Sevika añoraba las verborreas incesantes de Jinx que siempre eran interesantes si tenías el cerebro para seguirle el ritmo a los datos científicos que ella soltaba sin parar. Normalmente ella no tenía la capacidad de entenderla del todo, pero aun como ruido de fondo era agradable escuchar a alguien inteligente hablar.
El ruido de la música y las conversaciones de borrachos en La última gota abrumaron a Sevika. En su mesa usual, algunos hombres ya se habían reunido para apostar, su asiento siempre libre y a la espera de que ella decidiera unírseles.
Nadie iba a llamarla, todos sabían que si ella tenía el tiempo se uniría a la partida; además, ninguno tenía el ego más alto que el bolsillo y, por más que quisieran probar que podían vencerla, no tenían una genuina desesperación por perder todo su dinero.
Sin dedicar más que una mirada de reojo hacia el grupo, Sevika avanzó directo a la barra, donde Ran ya le había servido un vaso de su favorito que Sevika bebió de un solo trago. El ardor bajo por su garganta familiar y relajante, quitándole algo de calor a sus nervios alterados. Sevika genuinamente se sentía al borde de golpear a alguien.
—El jefe está con Jinx —advirtió Ran, sirviéndole un segundo trago a Sevika que ambos sabían que ella necesitaría.
—Gracias por el dato —espetó Sevika, golpeando el vaso contra el mostrador y yendo directo a las escaleras.
La oficina principal de Silco había sido movida a otro edificio, que ahora funcionaba como una especie de edificio legal, pero parte de sus noches las seguía pasando en su antigua oficina de La última Gota y Sevika lo prefería así. Podía beber y apostar una vez terminara su trabajo.
Antes de que sus nudillos golpearan la gastada madera, la puerta se abrió abruptamente y una melena azul trenzada reclamó toda la atención de Sevika.
—¿Te cansaste de ser un ogro y decides ser una gárgola? —preguntó Jinx en tono burlesco, cruzando ambos brazos bajo sus senos y alzando una ceja desafiante—. ¿Nadie te enseñó a no quedarte parada en los lugares?
—Sí, la misma persona que te enseñó a no joder todo lo que tocas.
—¡Suficiente! —dijo Silco desde su asiento, su figura todavía tapada por la puerta a medio abrir—. Jinx puedes retirarte.
—Seguro —comentó Jinx con una risa nasal, pasando por al lado de Sevika y deslizando sus uñas por la porción de su abdomen que quedaba visible entre el dobladillo de su blusa y el inicio bajo de su pantalón.
Sevika siseó por lo bajo, sintiendo su piel erizarse conforme sus ojos lanzaban dagas en dirección a Jinx, quien había saltado hacia los andamios del techo y desaparecido entre las sombras. Ella sabía que la volvería a ver pronto. La mocosa no parecía entender lo que era ser discretas con lo que hacían.
—El trabajo está hecho —anunció Sevika cuando entró en la oficina de Silco, cerrando la puerta a sus espaldas y dirigiéndose directo hacia las bebidas.
—Bueno saberlo —comentó Silco con expresión pensativa, encendiendo su tabaco y mirando a Sevika con algo que a ella le pareció contemplativo.
—Los Chem-varones pedirán una reunión para quejarse al respecto —dijo Sevika, dejándose caer en la silla frente al escritorio de Silco.
—Es posible, pero esos serán problemas de mañana —respondió él, haciendo un gesto de desinterés que inervó a Sevika—. Por ahora, tengo otro asunto que encargarte.
Sevika no supo exactamente qué fue, pero algo en la voz de Silco le hizo saber que el asunto sería de lo más desagradable para ella y, peor aún, tendría que ver con Jinx. Sevika le dio un trago a su bebida esperando equivocarse. No lo hizo.
Jinx estaba en la casa de Sevika, cómodamente acostada sobre sus sábanas frías que ella misma había decorado hacía un par de semanas. Decir que a Sevika le gustaron tanto que el castigo hizo que Jinx no pudiera sentarse en una semana era poco.
El aburrimiento se colaba por la ventana y oprimía su pecho al ritmo del bullicio de la calle. Jinx estaba jugando con una de sus bombas de monos, sábanas enredadas en sus piernas desnudas y apenas usando uno de sus tops más reveladores y bragas.
La puerta principal de la casa se abrió y cerró de un portazo, fuertes pisadas resonando por la madera a medida que Sevika se acercaba a la habitación. Jinx se mordió el labio, expectante, sintiendo electricidad pura correr por sus venas con cada paso que anunciaba mayor cercanía.
—¡Jinx! —gritó Sevika, abriendo la puerta del cuarto de una patada—. ¿Navidad?
—Veo que papá ya te dio la noticia —comentó Jinx con un sonrisa apenas contenida por la presión de sus dientes sobre su labio inferior.
—¿!Navidad!? —repitió Sevika, acercándose a Jinx hasta que sus garras metálicas se envolvieron alrededor de su tobillo y Sevika la arrastró hasta el borde de la cama, ignorando el chillido de Jinx—. ¿Tienes alguna idea de lo ocupada que estoy como para estar atendiendo tus delirios?
—Esto no es un delirio —protestó Jinx, sentándose sobre la cama tanto como pudo mientras el filo de las garras todavía envolvía su pie.
—¿De dónde cojones sacaste la idea, de todas formas?
—Uno de los libros del doctor loco —respondió Jinx, incorporándose del todo al sentir que Sevika aflojaba su agarre metálico—. Yo ya había escuchado lo que era, Vander nos lo había contado para explicarnos por qué Piltover se llenaba de luces brillantes en esta época del año, ¿pero tú sabías que había más que solo eso? También se dan regalos y se festeja en familia.
—Noticias de última hora, Jinx —interrumpió Sevika en tono exasperado—, la mayoría en Zaun no tiene familia, ni dinero para comer, menos aún para comprar un regalo.
—¡Lo sé! —gritó Jinx, aferrándose al cuello de la blusa de Sevika para apretarla contra su cuerpo hasta que sus respiraciones erráticas se mezclaron—. Alguna vez fuiste un niño, ¿verdad? ¿Acaso no te hubiera gustado que todo el hambre y la miseria desaparecieran aunque fuera por una noche?
Sevika frunció el ceño, cerrando ambas manos en puños y manteniendo silencio. Jinx sabía poco o nada del pasado de Sevika, excepto que era de aquellos en Zaun que se habían vuelto feroces y letales ante la adversidad tirada en sus caminos. Lo poco que sabía seguía siendo suficiente para haber acertado en esto. Sevika quiso estrangularla.
—Solo por una noche, vamos a darles algo por lo que ser felices —susurró Jinx sobre los labios de Sevika, sus ojos perdidos en la profundidad de los dos orbes metálicos que parecían consumirla.
Sevika gruñó, su mano metálica alzándose veloz y enterrando sus garras en el cuello de Jinx, allí donde empezaba a crearse una marca de sus puntas filosas cortando la piel. Jinx ahogó un gritito en los labios de Sevika, fundiéndose en ella y dejándose arrastrar.
—Tengo poco más de veinticuatro horas para adornar Zaun como se lo pediste a Silco —comentó Sevika, deslizándose en un camino de besos hacia la oreja derecha de Jinx, sus dientes mordiendo su lóbulo con fuerza y haciéndola sisear—. Vas a mover tu bonito culo por todo Zaun colgando esas puñeteras luces de colores, ¿entendido? Y si algo explota mientras lo haces y me dificultas más el trabajo, no te voy a dejar tener un orgasmo por un mes.
—¿Podrías contenerte? —retó Jinx, aferrándose al cabello de Sevika con fuerza y arqueando la cabeza para exponer más su cuello, gimoteando triunfal al sentir a Sevika morderla.
—Mocosa irritante, dije que no te dejaría tener un orgasmo —susurró Sevika, su lengua rozando la comisura de los labios de Jinx—, no que no te follaría.
A la mañana siguiente, pese a su dolor y el cansancio, Jinx cumpliría con lo indicado y pasearía todo Zaun colgando luces de colores que ella misma había tenido que arreglar en su guarida; mientras Sevika, por su parte, usaría un presupuesto dado por Silco para comprar comida para las familias más pobres y juguetes para los más pequeños. A la mañana siguiente Jinx dejaría un regalo perfectamente envuelto en el escritorio de Silco y otro encima de la cama de Sevika, sonriendo traviesa en ambos casos al verlos desenvolver sus regalos.
Pero eso sería a la mañana siguiente, porque esa noche, Jinx primero tenía que celebrar su magnífica idea de traer la Navidad de regreso a Zaun por primera vez en siglos, con Sevika entre sus piernas.
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Las llamas de la chimenea resonaban contra el fondo musical ligero que buscaba crear un ambiente placentero. Habían luces de colores colgando de las ventanas y la mesa estaba preparada para ser usada por todos cuando la comida estuviese lista. Pese a todo, Sevika sentía que la tensión podía cortarse con un cuchillo.
«Maldita Jinx y sus ideas», pensó, porque por supuesto que había sido idea de Jinx.
Durante la última reunión y entrega del pago de Piltover a Zaun, la piltie vigilante hizo el comentario de que Zaun se veía bonita preparándose para Navidad y Jinx había saltado de inmediato ante la oportunidad de regodearse de haberle devuelto esa época a los zaunitas hacía unos años atrás.
Entre una cosa y la otra, la piltie dijo que su padre ese año debía de regresar a Jonia para visitar a su familia extendida y llevaría consigo a su madre; cuya salud se estaba deteriorando, para que visitara el lugar donde se habían conocido; lo que significaba que solo serían ella y Vi para Navidad, por lo que Jinx las invitó a unirse a ellos incluso antes de que Silco o Sevika terminaran de exhalar las caladas a sus respectivos cigarros.
En principio, Sevika no tenía nada en contra de la idea, sino fuera porque Vi todavía parecía querer matarla y su novia de alta cuna era una vigilante. ¿Qué se le había metido en la cabeza a Jinx para hacer esa invitación?
Manitos pequeñas tiraron de los pantalones de Sevika, haciéndola mirar hacia abajo. Sin poder evitarlo, Sevika sintió una media sonrisa extenderse por sus labios al ver a Isha con manchas de colores en sus manos debido a su más reciente obra artística: sobres para pedir regalos.
—¿Qué sucede, niña? ¿Ya terminaste todos? —preguntó Sevika, estirando ambos brazos para cargar a Isha y apoyarla en su pecho, viendo las orejas de conejo con cascabeles en las puntas moverse y sonar cuando Isha asintió—. Solo tienes que repartirlas entonces y dejar que cada quien ponga dentro de lo que desea recibir de regalo.
Isha miró sus sobres artísticos y coloridos con mucha concentración, mordiéndose en labio inferior en un gesto que había empezado a imitar de Jinx y, luego, sostuvo todos los sobres contra la mano biológica de Sevika.
—¿Qué?
Isha señaló los sobres y a Sevika, mirando en derredor la habitación y volviendo a señalar. Sevika sintió una vena de su frente engordarse por el estrés, intentando a duras penas mantener una expresión relajada mientras comprendía lo que Isha quería.
—¿Los repartimos juntas? —adivinó Sevika, recibiendo un asentimiento entusiasta que resonó en campanadas pequeñas por toda la habitación—. Bien, sube más.
Con una risilla triunfal, Isha subió hasta sentarse en los hombros de Sevika e indicar con su dedito manchado de azul y rojo hacia donde estaban Silco y la piltie. Sevika farfulló algunas maldiciones entre dientes, avanzando en la dirección indicada.
Caitlyn notó la aproximación de inmediato, pausando a media oración para contener una risa al ver a Sevika, toda fuerte y con expresión mortal, acercándose a ellos con la niña sobre los hombros y sus tintineantes campanitas en las orejas de conejo.
—¿Sí? —dijo Caitlyn, sosteniendo en una de sus manos la copa con vino que Silco le había ofrecido amablemente.
—La niña quiere que tengas uno de estos —respondió Sevika con la menor brusquedad posible, abriendo en abanico todos los sobres para que Isha señalara el indicado para Caitlyn.
—¿Para mí? —preguntó Caitlyn, tomando el sobre de tonos azules con brillantina púrpura pegada por doquier y algunas manchas de deditos que lo hacían ver más adorable—. Es precioso, Isha, muchas gracias.
Isha sonrió alegre, señalando el otro sobre y luego a Silco. Menos tensa, Sevika dejó escapar un suspiro nasal y se lo entregó a Silco, viéndolo sonreír con afecto al tomar el sobre rojo con un intento de piedritas moradas y azules pegadas por doquier de forma tan descuidada que podían caerse en cualquier momento. Sevika en serio esperaba que no pasara, no quería que Isha llorara.
—Muchas gracias, pequeña —dijo Silco, acariciando la manito de Isha en agradecimiento mientras sonreía, sosteniendo el sobre cerca a su pecho.
La interacción no le era extraña a Sevika, pero Caitlyn no podía dejar de mirar hipnotizada esta faceta del hombre cruel que todos en Zaun habían temido, el gran Industrialista que supuestamente ella debió de haber atrapado. Antes de que Caitlyn pudiera superar su asombro, la puerta que daba de la cocina al comedor de abrió de una patada y Jinx entró cargando una bandeja humeante de algo que Caitlyn no pudo distinguir.
—¡La cena está casi lista! —gritó alegremente, soltando la bandeja en un estrépito sobre la mesa.
—¡Jinx! —regañó Sevika, haciendo reír a Isha y sonreír a Silco.
—Yo la ayudaré —dijo Caitlyn, ignorando la mirada sorprendida de Sevika antes de ir hacia Jinx—. ¿Qué más hay que traer?
—¿Segura que no te arruinarás la manicura en una cocina zaunita? —preguntó Jinx, apoyando la cadera casualmente contra la mesa.
—No más de lo que me las arruiné en las fisuras —repuso Caitlyn de inmediato, haciendo a Jinx carcajear.
—Sigue así y puede que te acepte más pronto de lo pensado —comentó Jinx, señalándole para que la siguiera a la cocina—. Siempre que mi hermana deje de mirar a mi mujer como si quisiera matarla.
—Se está adaptando.
—Necesito que se adapte más rápido —dijo Jinx, entregándole una cacerola a Caitlyn—. No tenemos vajilla fina, ya sabes.
—Ni árbol de Navidad, pero eso no hace el momento menos especial.
—¿Árbol de Navidad? —cuestionó Jinx, frunciendo el ceño y interponiéndose en el camino entre Caitlyn y el comedor.
—Sí, ya sabes, ¿un árbol con luces y una estrella en la cima? Es donde pones los regalos para los niños.
—No tenemos árboles en Zaun, ¿recuerdas?
—En Piltover tenemos árboles artificiales, quizás puedas hacer algo similar aquí en Zaun —comentó Caitlyn, viendo a Jinx morder su labio inferior mientras su mirada se alejaba del momento, los engranajes en su cabeza moviéndose.
En el comedor, Sevika había apartado los sobres de Jinx, Isha y el suyo para un lado y solo le quedaba el de Vi, quien seguía sentada en una esquina con expresión amargada y un vaso de algo fuerte que Sevika reconocía del bar.
Isha hizo señales para que Sevika la bajara al suelo y, rápidamente, la tomó de uno de sus dedos y corrió hacia Vi, deteniéndose justo delante de ella. De inmediato, Vi cambió su expresión amargada y molesta a una más ligera, sonriéndole a la niña mientras aceptaba el sobre de un rosado intenso con estrellitas y monos azules.
—Es bonito, muchas gracias —dijo Vi, repasando con su pulgar uno de los monos dibujados.
Isha tiró de la mano de Sevika más fuerte, reclamando su atención, para luego hacer señas algo torpes. Habían empezado a aprender el lenguaje de señas hacía algunos meses y, aunque todavía algo confuso para Isha, la niña estaba aprendiendo con rapidez.
—Dice que el tuyo es a juego con el de Jinx —tradujo Sevika, señalando con la cabeza hacia la mesa donde el sobre que Isha había hecho para Jinx resaltaba por encima de los demás, azul brillante con monos violetas.
—Eso es… —Vi guardó silencio, soltando el vaso en el reposamanos del sofá y desviando la mirada para componerse un momento—. Eso es muy considerado de tu parte, muchas gracias —Sonriendo de forma genuina, Vi acarició el cabello de Isha, despeinándola en un gesto similar al que Sevika usaba.
Aplaudiendo con alegría, Isha empujó a Sevika por las piernas para que se sentara en el sofá al lado de Vi. Claramente que Sevika podía haberse negado, pero cualquiera que la conociera para ahora sabría que las negaciones de Sevika no eran frecuentes si Jinx e Isha estaban involucradas, así que Sevika se sentó pese a la tensión todavía sostenida entre Vi y ella.
Isha corrió lejos de ambas, en busca de más papel de colores y sus pinturas brillantes, tropezando en el camino de regreso y desparramando brillantina por el suelo. Silco solo se carcajeó suavemente, ayudándola a recogerlo para que Isha pudiera regresar hacia el sofá y se sentara delante de ambas en el suelo, alzando dos papeles de colores distintos para hacer otro sobre.
—Quiere que escojas tú —explicó Sevika, alcanzando uno de sus cigarros y deteniéndose antes de llevárselo a la boca al percatarse que todas las ventanas estaban cerradas porque hacía frío—. Mierda —farfulló, volviendo a guardarlo.
—Este —dijo Vi, señalando al papel verde con espirales rosados—. ¿No tienes fuego? —preguntó Vi a Sevika en tono burlón apenas Isha se concentró en doblar el papel e intentar pegarlo de forma correcta.
—No fumo si Isha está cerca y no hay ventilación en la habitación —respondió Sevika con desinterés, no importándole que opinión podía crearse Vi al respecto.
—Así que… te has convertido en una pareja y madre responsable, ¿es eso?
Sevika miró a Vi de reojo, notando la intriga protectora velada por curiosidad y burla. Si por ella fuera, mandaría a la mierda a Vi y su novia piltie; pero la vigilante había demostrado no estar tan mal y Vi, aunque irritante, solo era una hermana preocupada. De igual forma, Sevika se sentía algo responsable por el destino que había sufrido la muchacha durante los siete años que estuvo encerrada en Stillwater.
—Es tan posible como que tú de todas las personas terminaras saliendo con una vigilante, considerando tu historia.
Vi guardó silencio, su mirada endureciéndose por el comentario. La tensión creciente fue rota una vez más por Isha, quien alzo dos tipos de pegatinas delante del rostro de Vi, tan pegada que ella apenas podía ver nada más allá de mucho brillo.
—Dale espacio para ver, niña —dijo Sevika, guiando suavemente a Isha un paso hacia atrás.
—Eh, está —dijo Vi, señalando las pegatinas de fuegos artificiales dorados.
—Dame la tijera —indicó Sevika a Isha—. Estas formas tienen detalles pequeños que puedes cortar sin querer.
Sonriente, Isha le entregó las pegatinas a Sevika y le alcanzó las tijeras de plástico. Era una molestia cortar con ellas, incluso para Sevika, pero era más seguro que entregarle un objeto filoso de verdad y Sevika ya estaba todo el tiempo de los nervios con Isha jugando con las bombas explosivas de Jinx sin saber si eran reales o de pintura.
—¿Tú…? —Vi no terminó la pregunta, las palabras muriendo en su boca conforme veía a Sevika cortar con una ligera sonrisa tirando de la comisura de su labio.
—Aquí tienes, niña —dijo Sevika, regresándole las pegatinas a Isha, quien rápidamente las puso por el sobre antes de ponerle una cantidad preocupante de pegamento para virar un paquete de brillantina encima.
Frunciendo el ceño, Sevika sintió el peso de la mirada de Vi en ella y alzó los ojos, encontrando una vulnerabilidad para la que no estaba lista. Ninguna dijo nada, pero la suave sonrisa que esbozó por un instante los labios de Vi fue suficiente.
Isha se puso de pie y le entregó el sobre a Vi con una sonrisa triunfal, haciendo señas rápidas mientras movía su cabecita y las campanitas resonaban.
—Dice que es para tus suegros —tradujo Sevika.
—Estoy segura de que a ellos les encantará —dijo Vi con una sonrisa, colocando con cuidado el sobre recién hecho en su regazo mientras Isha volvía a recoger todo y corría hacia Silco, quien la recibió con brazos abiertos, la brillantina de los dibujos en su chaleco casi cegándolas por la intensidad—. ¿Cómo es que tu ropa no está así de decorada?
—¿Por qué piensas que Isha está cubierta de brillantina y colores de pies a cabeza? —repuso Sevika, alzando una ceja divertida—. Mi chaleco no se secó a tiempo y cuando me abrazó terminó toda embarrada. Es el único motivo por el que me salvé.
—Suena a que Jinx le comprara pintura con menor tiempo de secado.
—No me digas nada —dijo Sevika con un gruñido nasal que hizo a Vi reír.
—¡Vika! —gritó Jinx, abriendo la puerta con otra patada mientras cargaba una bandeja de ensalada y siendo seguida por una Caitlyn que apenas contenía la risa—. ¡Hagamos un árbol de Navidad!
Sevika solo pudo gruñir en respuesta.
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Las luces brillantes recorrían todo el exterior de la casa, pasando por las ventanas y la puerta. Uno pensaría que eso sería todo, pero no. Jinx había decorado con igual intensidad el interior, abarcando paredes y el techo, hasta llegar al gran árbol de Navidad artificial cerca de la chimenea que tenía una estrella titilante en la cima y en cuya base se acumulaban una montaña de regalos.
—¡Mamá, necesitamos más brillantina! —gritó Cassidy, doblaba en el suelo frente a Isha en una competencia por ver quien hacía las tarjetas navideñas más bonitas.
—¿Papá, crees que podrías? —pidió Caitlyn, terminando la decoración de los postres y con una mancha de glaseado en la barbilla por culpa de Jinx.
—Seguro, hija. ¿Dónde están?
—¿Jinx? —preguntó Caitlyn.
—Pregúntale a papá —respondió Jinx, recortando estrellitas de colores para lanzar en el momento en que cada regalo fuera abierto—. Escondió los sobres cuando el hámster púrpura quiso comérselas porque se veían bonitas.
—Voy a preguntar entonces —dijo Tobías, yendo hacia donde Silco estaba tranquilamente sentado con un libro.
—No estoy segura de que me guste que le digas hámster púrpura a mi hija —protestó Cait, frunciendo el ceño.
—Parece un hámster —defendió Jinx, alzando los hombros—. No entiendo cómo está tan chiquita, tú eres una puñetera torre. Alta por gusto.
—¡Tiene seis años! ¡Y tú y Vi no son exactamente altas!
—¡Por falta de comida!
—¿Podrían no discutir en Navidad? —pidió Silco, acercándose al escaparate encima del cual había escondido la brillantina.
—¡No estamos discutiendo! —respondieron ambas a la vez, haciendo sonreír a Tobías y Silco.
—¿Tú las vigilas para que Cassidy no se los coma? —preguntó Silco, entregándole los sobres de brillantina a Tobías.
—Creo que se la comerá sin importar qué, pero seguro —comentó Tobías con una risilla.
—¡Vi, alcánzame la otra bandeja de postres! —pidió Caitlyn, terminando la decoración de los últimos muñecos.
Al otro lado de la habitación, Vi y Sevika estaban sumergidas en una conversación sobre las nuevas leyes de comercio con Noxus y las rutas a usar, criticando absolutamente todo lo que se les ocurriera.
—¡Vi! —insistió Caitlyn.
—¡Ahora voy! —respondió Vi, terminándose de un trago su bebida—. El caso es que sigo sin confiar en esos pomposos adictos a la guerra.
—Tu mujer parece confiar en ellos —repuso Sevika, sirviendo otro trago en ambos vasos—. Yo solo quiero que se mantengan fuera de Zaun. Por lo demás, no me interesa si su nación explota.
—Si traspasan las fronteras al menos tendremos una excusa para golpear un par de culos noxianos —comentó Vi, riendo junto con Sevika.
—¡Violeta!
—¡Ya voy, Pastelito! —respondió Vi de inmediato, soltando el vaso en la mesa cercana y apresurándose hacia la cocina.
—¡Y trae dulces, Mami! —gritó Cassidy antes de consultarle a Isha respecto a qué debían de dibujar en las tarjetas rojas.
—¡Cassandra Powder Kiramman, ya comiste suficientes dulces! —protestó Caitlyn con finalidad, recibiendo un puchero como respuesta que ella tuvo que hacer todo el esfuerzo del mundo por ignorar.
Si la dejaba comer de más, no habría quien la hiciera comerse la comida llegado el momento. Caitlyn no le diría esto a nadie; pero su difunta madre, que en paz descansase, tenía un gusto igual de intenso por los dulces que Cassidy parecía haber heredado. Lo peor era que, tanto Tobías y Vi, como Jinx, parecían dispuestos a dejar que su hija comiera hasta la saciedad todo tipo de postres.
—¿Entonces? —insistió Cassidy en señas, notando que su madre no iba a ceder y darle más dulces.
—¿Quizás algo con blanco y encima brillantina multicolor? —respondió Isha, continuando la conversación entre ambas en silencio para los demás.
—¿Sigues dudando de Noxus? —preguntó Silco, apareciendo al lado de Sevika con su propio vaso de algo no alcohólico por recomendación del doctor Kiramman.
Jinx había sido muy insistente en cuidar su salud en los últimos tiempos.
—Dudo más de ellos que de los pilties, sobre todo desde que supe que Signed se escondió allí bajo la protección de la antigua reina Medarda durante algunos años —respondió Sevika, dándole una mirada divertida al vaso de Silco antes de beber su trago.
—No presiones, Sevika —advirtió Silco—. No te ves nada intimidante con dibujos navideños de colores neón y brillitos en tu prótesis.
—Eso fue un golpe bajo.
—¡Vika, espero no estén hablando de política! —gritó Jinx, metiendo más recortes de colores metálicos en sus bombas.
—Por supuesto que no —respondió rápidamente Vi, quien dejó la otra bandeja de postres al lado de Caitlyn—. ¿Algo más, Pastelito?
—Sí, deja de beber ya. Todavía no hemos comido siquiera.
—Pero es para dejar de beber cuando nos sentemos a la mesa —repuso Vi, recibiendo una mirada intensa de un azul brillante que la hizo callar—. Sí, Pastelito.
Entre risas, uno de los sobres de brillantina salió volando de las manos de Cassidy y cayó debajo de la mesa. Isha, todavía riendo, se levantó para alcanzarlo, teniendo que agacharse bajo la mesa y golpeándose la cabeza al levantarse por no medir bien.
El golpe sacudió la mesa, haciendo que una de las bombas de Jinx más inestables se activara. En un momento dos bandejas de postres estaban perfectamente decorados y al siguiente habían recortes brillantes cayendo sobre todos en una nube de destellos, haciendo reír a Cassidy mientras Isha hacía señas a modo de disculpa hacia su Tía Cait.
Vi fue la primera en empezar a reírse y, poco a poco, los demás se fueron uniendo. Estando todos juntos en el mismo lugar, el caos estaba destinado a ocurrir de una forma u otra.
—No te preocupes, cielo, está bien —dijo Caitlyn, las señas viéndose cómicas en sus manos enguantadas y manchadas con glaseado rosa—. Tú y Cassidy recojan las que cayeron al suelo y dénselas a Abuelo Tobías y Abuelo Silco, ¿sí?
—Entendido, Tía Cait.
—Parece que vamos a pasar un rato recogiendo recortes del glaseado, Pastelito —comentó Vi, abrazando a Cait por detrás y dejando un beso en su hombro.
—Algo así —murmuró Cait—. Jinx, quita el resto de tus bombas de la mesa.
—Estoy en eso, magdalena de pitufo —respondió Jinx, haciendo a Vi carcajearse mientras Cait fingía indignación—. Papá, guarda estas aquí al lado tuyo —dijo, soltando las bombas en el espacio del sofá que Silco no estaba usando—. ¡Vika, vamos!
—¿Yo para qué? —preguntó Sevika, poniéndose de pie de todas formas.
—Usarás tu nuevo brazo, perfeccionado por mi muy excepcional mente, para recoger con cuidado los recortes del glaseado de los dulces.
Soltando un bufido nasal, Sevika se sentó en una silla frente a Vi, cada una con una bandeja de postres cubiertos de recortes delante y la misión importantísima de recoger todos y cada uno de ellos.
¿En qué momento se había convertido en esto su vida? La pregunta se abrió paso en su mente no por primera vez.
Recogiendo pedazos de papel en forma de corazones, estrellas y lunas, Sevika miró en derredor. Al fondo de la habitación Tobías y Silco estaban sentados, resguardando los importantes tesoros que eran las bombas de Jinx y todos los recortes que Isha y Cassidy iban recogiendo; ambas arrastrándose por el suelo porque, aparentemente, así era más divertido que usando una escoba.
A su lado, en la otra esquina de la mesa, Caitlyn Kiramman y Jinx discutían sobre si harían falta más bombas de brillantina y pintura para cuando visitaran el orfanato al día siguiente, mientras Jinx jugaba con una de sus largas trenzas y criticaba la decoración más reciente de una de las magdalenas de Caitlyn.
La música de villancicos resonaba desde la calle, las luces parpadeantes decorando todo Zaun en multicolores. Un detalle que ambos pilties dentro de aquella casa habían señalado como algo agradable, siendo que Piltover solo decoraba en azul y plateado.
«Imbéciles pilties», había pensado Sevika cuando se lo comentaron. ¿Qué podía haber más bonito y temático a la felicidad navideña que un montón de colores parpadeando para el disfrute de los niños? No era de extrañar que tanto Caitlyn como su padre prefirieran unirse a ellos cada año en Navidad. Claro, Sevika nunca diría esto en voz alta.
Retirando un puñado de recortes dorados de una galleta con glaseado verde, Sevika alzó la mirada, encontrándose dos ojos azules grisáceos enfocados en ella con una sabedora expresión y una irritante sonrisilla.
No, Sevika dudaba que Vi supiera cómo su vida había terminado allí también, en ese punto extraño con la mezcla más impensable de personas compartiendo risas y cenando juntos.
Más tarde esa noche, después de repartir dos de las bandejas de postres en la calle para los niños y habiendo cenado, con Cassidy señalándole distintos animales a Isha en un libro como si la adolescente no supiera lo que eran, Silco y Tobías entretenidos en una conversación sobre años anteriores, Vi y Caitlyn sentadas cerca de la chimenea mirando a su hija y su sobrina, y Jinx descansando contra el frío vidrio de la ventana, Sevika supo que no se arrepentía del camino que había tomado para llegar hasta allí.
—¿En qué piensas, pequeña bestia? —preguntó Sevika, abrazando a Jinx por detrás y escondiendo su cuerpo del mundo con el suyo propio.
Jinx se aferró de inmediato a sus antebrazos, uno caliente y otro frío, y acarició con sus pulgares ambos como si Sevika pudiera sentirlo en su brazo biomecánico. Probablemente el gesto fuera más para relajarse ella que para Sevika.
—En mis padres, todos ellos —respondió Jinx en un susurro, mirando a las calles iluminadas de Zaun—. En cuánto habrían disfrutado algo como esto.
No había nada que decir, ninguna palabra de confort sería suficiente, así que Sevika guardó silencio y abrazó a Jinx más fuerte, apoyando su barbilla encima de su cabeza y dejando que el delgado cuerpo apenas cálido se hundiera en el suyo. Sevika estaba segura que tanto los padres biológicos de Vi y Jinx, como Vander, habrían disfrutado de una escena como aquella.
Un jadeo ahogado resonó por el pecho de Jinx, poniendo a Sevika en alerta. La expresión de Jinx era de total fascinación, sus grandes ojos violetas brillando con una emoción infantil que Sevika bebió de inmediato.
—Está nevando —susurró Jinx, apretando su agarre en Sevika, quien alzó la mirada para ver pequeños copos blancos caer del cielo con suavidad—. ¡Está nevando!
Todos se pusieron de pie, corriendo hacia la ventana con distintos grados de velocidad y apilándose al lado de ellas para ver la nieve empezar a caer.
—¡Vamos afuera! —gritó Cassidy, trepando por la pierna de Vi hasta que su madre la cargó—. ¿Podemos, mami? ¿Podemos?
—¿Pastelito? —preguntó Vi, una sonrisa en sus labios.
—Gorros y guantes, todo el mundo —exigió Caitlyn, causando un estallido de gritos de felicidad entre las dos niñas, Vi y Jinx.
Sevika dejó que Jinx tirara de su mano, sintiendo a Isha aferrarse a su brazo biomecánico al otro lado mientras salían. Lo que antes era un arma, ahora era algo a lo que su hija se sujetaba con seguridad, no porque fuera menor letal, sino porque sabía que a ella nunca le haría daño.
Afuera, el aire frío golpeó sus cuerpos, la música proveniente de distintas casas invadió la noche y decenas de familias salieron de sus casas para ver los copos que no dejaban de caer.
Era la primera nevada de Zaun en más de un siglo, ni siquiera Silco había llegado a ver la nieve en su infancia. Era un símbolo de esperanza para muchos. Y mientras Sevika veía a su hija corretear detrás de la pequeña Kiramman y seguía con sus dedos entrelazados con los de Jinx, quien no dejaba de saltar en el lugar intentando atrapar los copos, se permitió sentir en ella misma esa llama de esperanza.
Esta era su vida ahora.
Esta era la familia que habían creado.
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¡FELICES FIESTAS A TODOS!
Lamento haberme demorado en subirlo, intenté hacerlo más temprano hoy, pero Wattpad estaba modo tío borracho en Navidad y no quería actualizarme nada aunque ya lo tenía listo.
Por si alguien se perdió, este extra son tres navidades distintas en tres años distintos. La primera es cuando Jinx y Sevika todavía tenían su relación a escondida, la segunda cuando ya tenían a Isha y Vi había vuelto al panorama familiar y la tercera ocurre en el año correspondiente al extra anterior a este.
Espero que haya sido tan especial para ustedes como fue para mi escribirlo. Ahora sí, esta historia terminó. Nos leemos pronto en otra mis amores, o eso espero.
Cuídense, sé que estas fechas son difíciles para algunos. Mucho amor y besitos a todos.
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