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Extra- Sevika

Jinx iba a dejarla.

Sevika siempre supo que esto pasaría. Ella era mayor que la loca mocosa rebelde y sus entretenimientos poco tenían que ver con los de ella. El hecho de que hubieran durado tres años sin enfrentar consecuencias ya era un milagro de por sí.

La idea de que Jinx podía dejarla implicaba que había algo que terminar y Sevika había preferido no pensar en eso muy a fondo, aun cuando los meses seguían pasando y se convertían en años. Festividades, cumpleaños, un aniversario al cual ninguna de las dos llamaba así. Todo se había mezclado en ese tiempo y ahora Sevika sería dejada con los restos para limpiar.

¿Qué más podía esperar? Era Jinx después de todo. Claro que Sevika terminaría teniendo que recoger el desastre una vez la mocosa terminara de divertirse.

Las cosas habían ido bien por un tiempo, a tal punto que la casa de Sevika empezó a verse más como la guarida de Jinx. Como todo con Jinx, no fue algo pequeño y poco a poco, claro que no. Sevika había dejado a la mocosa durmiendo en la cama después de una intensa noche y se había ido a trabajar; teniendo que lidiar con algunos chem-barones que se creían inteligentes; y había regresado para encontrar una explosión de dibujos brillantes por todas partes, almohadas de colores llamativos y la ropa de Jinx abarcando casi todo su armario.

Lo más importante, Jinx sentada en la pequeña mesa de la cocina que Sevika jamás usaba; solo en bragas y con una camiseta de Sevika que no cubría nada y había sido decorada con uno de esos dibujos de monos; arreglando Dios sabría qué cosa con un destornillador. Algo que explotaba, eso seguro.

Sevika no sabía qué decía de ella que hubiese encontrado la escena excitante y hubiese terminado follándose a Jinx allí mismo, tirando al suelo sus aparatos y herramientas, en lugar de haber temido por su vida en caso de que alguna de esas cosas explotara.

Todo se había ido al carajo hacía dos semanas. Sevika no sabía qué había pasado, para su idea, ella había dejado a Jinx satisfecha en cama, con su cabello suelto hasta el suelo y una orden clara de presentarse a tiempo para la reunión con Silco sobre los nuevos tratos comerciales en los que él quería que Jinx participara bajo la supervisión de Sevika.

Jinx no llegó a la reunión y Sevika no tuvo una respuesta que dar cuando Silco la cuestionó al respecto.

Apenas Silco le había permitido irse, Sevika había ido hacia su apartamento, irritada por la falta de responsabilidad de Jinx y pensando que ella solo había preferido seguir durmiendo, aun cuando le había prometido a Sevika que iría a la reunión sin faltas y no estaría muy cansada mientras suplicaba por sus dedos esa misma mañana. 

Ella no había estado en casa cuando Sevika llegó, y que gran descubrimiento había sido notar que pensaba en su casa como de ambas. La fue a buscar a su guarida, pensando que tal vez la loca había preferido ir a explotar cosas donde no fuera a derribar el techo sobre su cabeza. Jinx tampoco había estado allí.

Durante tres días seguidos Sevika no supo nada de ella. Sabía que Silco sí la había visto, porque el hombre era una figura paterna sobreprotectora y si hubiera pasado más de un día desde la última vez que vio a Jinx, tendría a Sevika y un ejército de soldados manejados con shimmer arrasando Los Carriles en su búsqueda. Era obvio que Jinx estaba evitándola.

Al cuarto día, Sevika llegó de madrugada a su casa y encontró a Jinx esperándola, vestida cómodamente con otra camiseta de Sevika pintada con dibujos brillantes y sonriéndole como si nunca se hubiera ido. Sevika pensó que quizás ella se había alejado por alguna de sus alucinaciones o crisis; eran menos frecuentes desde que Signed le había salvado la vida con shimmer, pero todavía ocurrían de vez en cuando.

Sevika se la folló esa noche con rabia, desatando en ella toda la frustración que su desaparición había dejado. Jinx lo tomó todo como una campeona, rompiéndose bajo sus manos y volviéndose a juntar.

Aceptó cada insulto degradante que hizo su coño contraerse y escupir fluidos que mojaron la cama, cada reclamo seguido de un golpe pesado de esa mortal mano de metal que dejó marcada su piel, cada amenaza grabada en su cuerpo con el filo de las garras que abrían su carne. Se corrió hasta desmayarse, y siguió corriéndose cuando despertó y se arrastró encima del regazo de Sevika.

Jinx se había ido antes de que el sol saliera. Sevika no la había vuelto a ver.

Pensándolo mejor, era posible que Jinx ya hubiera terminado lo que tenían y solo no le importase dejar toda su mierda atrás en casa de Sevika. O tal vez supiera que Sevika no había cambiado la cerradura y podía entrar cuando quisiera y llevárselas. Ella realmente no quería darle vueltas al asunto.

Al menos podía contar con que Zaun estaría poco interesado en ellas, considerando que los rumores habían muerto tan rápido como habían aparecido. En cuestión de poco más de un mes los zaunitas encontraron nuevos chismes que compartir y lo que fuera que hubiera entre Sevika y Jinx pasó a la historia. Al menos no había tenido que enfrentar a Silco al respecto.

A veces se preguntaba si el hombre sabía lo que estaba pasando. Había algo peculiar en la forma en que Silco la miraba al hablar de Jinx, algo que parecía transmitirle un mensaje y que Sevika había elegido ignorar voluntariamente. Que Silco lo supiera y no la hubiera matado por ello solo implicaba que apoyaba la relación, lo cual traía más mierda encima de Sevika ahora que todo había acabado.

Suspirando y negando con la cabeza para espantar esos pensamientos, Sevika se prometió que cuando terminara su último trabajo del día iría a pasar la noche en Los Jardines, así fuera solo para demostrarse que podía o, al menos, para tener un buen orgasmo antes de caer rendida por el cansancio.

Habían reportes de actividad explosiva extraña en uno de los almacenes abandonados, cerca de la fosa de peleas. Al principio no habían llamado la atención, pero conforme más zaunitas lo veían, las preocupaciones aumentaron hasta llegar a Silco y él, obviamente, envió a Sevika a lidiar con el asunto.

Si le preguntaban, para ella debía ser algún grupo de adolescentes idiotas haciendo el tonto. Pero nadie le preguntaría, a ella solo le habían dado una orden y Sevika obedecía.

Su aburrimiento desapareció tan pronto puso un pie dentro del almacén. Un mono de brillantes colores estaba dibujado en la pared. Jinx estaba allí. Sevika casi se rio. La había tenido escondida en sus narices todo el tiempo y no la había visto, ni siquiera lo había considerado. Quizás se estaba volviendo demasiado vieja para el trabajo.

Intentando ser tan sutil como podía, lo cual era bastante para alguien de su tamaño, Sevika avanzó cautelosa por el almacén, esquivando los dispositivos que dispararían las trampas que Sevika reconocía como el trabajo de Jinx.

¿Cuántas veces había esquivado trampas iguales?

Sevika había perdido la cuenta.

Subiendo al segundo piso con cuidado, Sevika casi contuvo la respiración al escuchar la risa sin contenciones de Jinx. Sevika la había escuchado reír así, carente del borde maníaco, pocas veces y siempre en su presencia, refugiadas en las paredes de su casa. Saber que Jinx podía reír así cuando Sevika no estaba hizo que algo desagradable y pútrido ardiera dentro.

Desde la puerta, protegida por el anonimato que le brindaban las sombras, Sevika observó a Jinx poner una canción en el tocadiscos y bailar, dando vueltas por la habitación, con sus trenzas batiéndose detrás de ella en cada giro y salto. Se veía magnífica, como el vino más esquisito de Piltover que ningún zaunita podría comprar jamás. Y Sevika moría de sed.

Ella sería la primera en admitir que su relación con Jinx se basaba en su mayoría en sexo. La atracción fatal entre ambas las había llevado a crear una adicción al cuerpo de la otra, rompiéndose a pedazos en cada encuentro. O, al menos, así había sido para Sevika.

Ridícula, babeando por una mocosa la mitad de su edad.

Sin embargo, no había sido solo eso. Estaban también las noches en que Sevika regresaba exhausta del trabajo y no quería siquiera hablar, aceptando que Jinx le preparara un baño con jabones azul brillante mientras parloteaba sin parar cualquier cantidad de sinsentidos y ahogaba los tormentos de Sevika.

Eran también los momentos en que Jinx saltaba hacia ella, aferrándose a su cuello y envolviendo sus caderas con sus piernas, besándola hasta quedar sin aliento en una colisión de dientes y lengua, como agradecimiento genuino de que Sevika le hubiera traído cualquier pedazo de algo que Jinx consideraba útil para sus aparatos.

Fue el hecho de que, aun quejándose constantemente de las pinturas y mensajes de Jinx por doquier, incluido en su capa y brazos; que Sevika no supo cómo explicar del todo a Silco; Sevika igual le regaló a Jinx un nuevo set de pinturas en tonos neón por su cumpleaños. Cierto, Jinx se lo había agradecido de forma más física, pero había sido verla sonreír con esa mirada sabedora lo que había hecho que todo valiera la pena.

Joder, estaba mal. Había caído como una adolescente hormonal. No, error. Peor aún, porque Sevika en su adolescencia estuvo demasiado ocupada evitando caer en las garras de vigilantes corruptos con deseos de follarse a una zaunita indefensa como para pensar en enamorarse estúpidamente.

Jinx gritó alegre, aplaudiendo y haciendo una reverencia. Por un instante, Sevika creyó que Jinx estaba haciendo un show para sus fantasmas mentales, luego otra risa se unió a la suya y Sevika contuvo la respiración.

Corriendo desde un punto ciego para Sevika, una figura pequeña y torpe se abalanzó sobre Jinx, abrazándose a sus piernas y riendo a carcajadas cuando Jinx se agachó y la despeinó más, dejando un beso en la punta de su nariz.

«¡Una niña! ¡Una jodida niña!»

En su incrédulo estado, Sevika debió de haber hecho algún sonido, porque lo siguiente que supo es que Jinx empujó a la niña detrás de ella y la protegió con su cuerpo, alzando su pistola y apuntando directo hacia donde las sombras mantenían la identidad de Sevika en secreto.

—Quien sea que esté allí, si piensas que vas a entrar a llevarte algo, espero estés listo para una sorpresa desagradable —amenazó Jinx y Sevika vio la veracidad de sus palabras en la fiereza de sus ojos.

Nada quedaba de la mirada desencaja de Jinx, histérica y sedienta de sangre. En sus ojos había un enfoque firme ahora, su objetivo claro e inamovible: proteger a la niña.

Respirando profundamente, Sevika dio un paso al frente y dejó que la luz amarillenta de las lámparas que Jinx había montado la iluminaran. Los ojos de Jinx recorrieron su cuerpo de pies a cabeza, evaluándola como si temiera estar imaginándola, y solo cuando sus miradas se encontraron bajó Jinx su pistola.

—Vika —susurró, su voz quebrándose y una tristeza sofocante brillando en el infinito violeta de sus ojos.

—Jinx.

Antes de que Sevika pudiera decir más, la niñita que se escondía detrás de Jinx dio un paso al lado, tirando suavemente de una de las costuras de los pantalones de Jinx y atrayendo su atención hacia ella. Sevika se vio señalada por el pequeño dedo índice y distinguió una mirada de confusión en la niña. Jinx sonrió, agachándose para estar a la misma altura de la pequeña.

—Ella es Sevika y es de confianza —respondió Jinx, guiñándole un ojo a la niña antes de redirigir su atención a Sevika—. Ella es Isha.

«Isha», repitió Sevika en su cabeza, viendo a la pequeña criatura acercarse a ella con pasos titubeantes antes de alzar su manita. Tragando grueso más allá del nudo en su garganta, Sevika se agachó, sobrepasando la altura de la niña incluso así, y le ofreció su mano.

—Mucho gusto, Isha.

«Joder, ¿qué mierda ha hecho Jinx de mí?»

Sin hablar, Isha estrechó su mano; pese a que la suya propia desaparecía en la inmensidad de la de Sevika; y luego corrió de nuevo hacia Jinx con una sonrisa en el rostro, como un cachorro que busca la aprobación y los elogios de su amo.

—Isha, ¿por qué no vas a jugar con los juguetes que te dejé en la cama? —sugirió Jinx, revolviendo el pelo salvaje y mal cortado de la niña—. Necesito hablar con Sevika cosas de adultos. Prometo leerte un cuento antes de dormir.

Sevika observó la interacción absorta, creyendo haber caído en algún portal dimensional al traspasar el umbral de la puerta del almacén. Isha obedeció a Jinx, despidiéndose de Sevika con un adorable gesto de su mano y corriendo hacia la habitación improvisada con un nido más que una cama, considerando como las mantas estaban acumuladas en una esquina sin orden ni mayor propósito que ser cómodas.

Sin decir nada, Jinx hizo un gesto con la cabeza para que Sevika la siguiera, subiendo el volumen de la música antes de salir al balcón.

El aire frío de Zaun era más ligero en las alturas. No había casi humo tóxico en la ciudad desde que Silco había tomado el poder y, después de alcanzar la independencia, podía decirse que los zaunitas estaban respirando aire puro por primera vez. Al menos hasta cierto punto.

Sevika esperó paciente, viendo a Jinx sentarse en el barandal del balcón, ambos pies meciéndose sobre la caída letal que se mostraba debajo. Sevika se limitó a observarla, sacando un cigarrillo del paquete de su bolsillo y encendiéndolo con familiaridad.

—¿Me odias? —preguntó Jinx luego de que Sevika exhaló el humo nicotínico por segunda vez, su mirada perdida en la ciudad iluminada de Zaun.

—¿Por abandonarme? —inquirió Sevika, observando atenta como Jinx se paralizó a medio intento de mecerse sobre el barandal, girando la cabeza rápidamente para mirar a Sevika, una expresión confusa en sus ojos.

—¿Abandonarte? —repitió Jinx, apretando las manos contra el metal hasta que sus dedos dolieron—. Yo no te abandoné.

—Huir sin dar explicaciones y desaparecer por dos semanas donde nadie pueda encontrarte, ¿cómo le dices a eso?

Jinx abrió y cerró la boca varias veces, intentando comprender lo que Sevika le estaba diciendo. Frunciendo el ceño, Jinx masticó su labio inferior y miró perdida hacia el vacío bajo sus pies. Sevika se preguntó si estaba considerando la caída.

—No sabía —susurró Jinx, las lágrimas acumulándose en sus ojos.

—¿Qué?

—No sabía que habían pasado dos semanas —repitió con más fuerza, un sollozo abriéndose paso a través de su pecho y sacudiéndola.

Sevika cerró la distancia entre ellas de inmediato, dejando caer el cigarrillo de entre sus labios y pisándolo inconscientemente. Su brazo rodeó a Jinx con fuerza, hundiendo su poco peso contra su pecho y asegurándose de que su agarre no fallara. Sevika no soportaría recoger el cuerpo de Jinx del suelo en una posición inhumana.

—No sabía. No sabía. No sabía —repitió Jinx, escondiendo el rostro en el cuello de Sevika y aferrándose con ambas manos a su camisa—. Yo solo quería pasar tiempo con ella antes…, antes de…, yo solo quería pasar tiempo con ella.

—Sssh, está bien, bebé, está bien —susurró Sevika, arrullando a Jinx con cuidado, consciente del peligro de su posición.

—La encontré cuando estaba aburrida una tarde —farfulló Jinx, tartamudeando su explicación entre gimoteos ahogados y sollozos—. Iba a ir a la reunión y ella apareció. Yo no pude dejarla. No pude, Vika.

Sevika sintió algo dentro de ella quebrarse. Recordaba una situación similar años atrás, en un almacén parecido a ese. Aun cuando ella se desangraba en los brazos de uno de los brutos matones de Silco, ella recordaba al gran industrialista de Zaun abrazando el menudo cuerpo de una niña que sollozaba contra él y quedando impotente ante ella. Terminó convirtiéndose en su hija.

«La historia se repite».

—Lo entiendo, Jinx. Lo entiendo —aseguró Sevika, acariciando con su pulgar el abdomen expuesto de Jinx, trazando círculos y espirales sin patrón ninguno.

—¡No! ¡No lo entiendes! —gritó Jinx, apartándose de Sevika de un empujón que la lanzó fuera del barandal.

Sevika la atrapó a tiempo, tomándola de un brazo y lanzándola al suelo del balcón. Jinx recibió el impacto con todo su cuerpo y no se movió, permaneciendo en posición fetal y abrazándose a sus rodillas. Sevika quería vomitar.

—No lo entiendes —murmuró Jinx, su mirada perdida entre los fantasmas del pasado—. Tengo que dejarla ir. Algo malo va a pasarle si me quedo cerca. Tengo que dejarla ir para protegerla. Estoy maldita.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Sevika. Ella sabía que esa última frase no era la forma de Jinx de referirse a su nombre, sino a su condición. Se veía tan frágil y rota acostada en el suelo, perdida en sus demonios, haciendo luto anticipado por una perdida que no había sucedido.

Que no tenía que suceder.

—Jinx, mírame —dijo Sevika, agachándose al lado de Jinx y atrapando su mandíbula en el agarre firme de sus dedos, forzando a Jinx a centrarse en ella—. No estás maldita. La niña ha estado contigo dos semanas y está bien. Yo la veo cuidada y feliz, ¿tú no?

—Pero…

—¡Sin peros! —espetó Sevika, apretando su agarre hasta que sus dedos se hundieron en el rostro de Jinx y Sevika la atrajo hacia sí misma, sus alientos uniéndose en el espacio entre ellas—. Ella es feliz, tú eres feliz y nada malo pasará. Yo me aseguraré de eso.

—Tú… ¿tú? —inquirió Jinx, vacilante, mirando a Sevika con una mezcla de fascinación e idolatría que removió sus entrañas—. ¿Tú nos aceptarías a las dos?

Sevika sintió una presión en su pecho. Ella sería la primera persona en decir que no tenía instinto maternal y no era alguien apta para cuidar a otro ser, menos aún a uno que todavía no desarrollaba y respondía por sí mismo ante la ley.

Tirada en el suelo de aquel balcón mugroso, observando la mirada suplicante y esperanzada de Jinx; la misma Jinx que había estado dispuesta a abandonarlo todo por creer que no lo merecía; y escuchando la música de fondo del tocadiscos mezclándose con las risillas de Isha, Sevika supo que todas sus ideas sobre sí misma se habían ido al carajo hacía mucho. Probablemente la primera vez que hundió sus dedos en Jinx.

—Solo responde una cosa —dijo Sevika, aliviando su agarre en la mandíbula de Jinx, pero sin soltarla—: ¿estabas terminado lo nuestro cuando te alejaste?

—No, jamás —aseguró Jinx con firmeza, ni un segundo de vacilación al responder. Sevika sonrió ladinamente.

—Entonces, si te quedas la niña, significa que yo también me la quedo.

Jinx sonrió, lágrimas cálidas deslizándose por sus mejillas y la adoración en su mirada encandilando a Sevika. Sin poder detenerse, Sevika acunó el rostro de Jinx y acortó la distancia entre ellas, sus labios colisionando juntos en una desesperación mutua que las había desgarrado desde sus entrañas.

Aun sin ser consciente del tiempo que habían estado separadas, Jinx parecía igual de hambrienta que Sevika, clavando sus dientes en el labio inferior de la otra y gimiendo cantarinamente al sentir la unión de sus lenguas invadiendo la boca ajena en un reclamo por control.

Un estallido pequeño y un gritito, seguido de una carcajada, resonó por el almacén, haciendo que Sevika y Jinx se separaran y miraran hacia adentro. Isha estaba en el suelo frente al tocadiscos, pintura azul y rosada cubriéndola a ella y todo el suelo alrededor, la bomba de Jinx abierta al medio descansando frente a ella.

—Dime que ninguno de los artefactos a su alcance son explosivos reales —pidió Sevika, ojeando rápidamente el espacio en busca de los objetos que pudieran ser letales.

—Mírate, toda modo mamá oso encendido ya —comentó Jinx con una sonrisa tonta, haciendo que la piel de Sevika se erizase.

—¿Mamá oso?

—Ajá —Jinx se inclinó hacia adelante, besando la comisura de los labios de Sevika, allí donde una cicatriz azul terminaba—. No te preocupes, todos los que están activos son de pintura o brillantina. Ahora…, ¿quieres hacer esto conmigo?

Sevika miró a la profundidad brillante de los ojos de Jinx, hundiéndose en el mar violáceo que había consumido hacía años cualquier rastro del azul que antes existía.

Recordaba su vida antes y después de ella, antes y después del cambio en la dinámica de su relación. La mera idea de regresar a ser esa persona aterraba a Sevika, porque significaba que toda su lucha había sido en vano, habría perdido la primera persona verdaderamente importante para ella.

«Inaceptable».

¿Y qué si nunca se había imaginado en un contexto hogareño? La mayoría de padres en Zaun no habían planeado sus hijos. Una nación que surgía de la decadencia no se caracterizaba por sus altos conocimientos en materia reproductiva y salud sexual.

¿Y qué si estaba eligiendo ese camino de la mano de alguien mentalmente inestable? Todos tenían sus demonios en Zaun. Sevika había aprendido a lidiar con todo enajenándose emocionalmente hasta que se consideró atrofiada. Jinx arregló esa parte de ella. Sevika podía aceptar las partes desquiciadas de Jinx.

¿Y qué si la persona a su lado era la última a quien debía de mirar? Su lealtad era inquebrantable, algo que nadie en su sano juicio dudaría, pero Sevika no iba a renunciar a esto por Silco. Él quería lo mejor para Jinx, lo había dicho varias veces. Lo mejor para Jinx era ella, aun si nadie llegaba a compartir esa opinión. Y si sus sospechas eran ciertas, Sevika creía tener en el camino menos problemas de los imaginados.

—Te seguiría a todas partes en cada uno de tus planes insensatos, demonio.

Había peso en sus palabras, una vulnerabilidad y una confianza que ningún otra declaración en Zaun podía igualar.

No era más que una frase cualquiera para otra persona, ¿pero para Jinx? Era la aceptación pura y sin condiciones de alguien, el quedarse en un lugar seguro con una compañera que sostuviera su mano y la protegiera. Era la formación final de la familia que siempre añoró y sintió incompleta hasta que la pequeña bola de mechones castaños irrumpió repentinamente en su vida.

—La familia no es solo sangre, Jinx —había dicho Silco un día, trenzando su largo cabello—. Son las personas que nos encontramos por el camino y escogen quedarse. Los que nos son leales, porque así son leales a ellos mismos.

Sonriendo, Jinx tomó la mano de Sevika y se levantó en un movimiento fluido, tirando de la mujer más corpulenta hacia dentro nuevamente.

—Ven a conocer a nuestra hija.

Sevika sonrió levemente.

«Ahora ustedes serán mi vida».


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Hola por aquí, ¿cómo han estado? ¿El final de Arcane acabó emocionalmente con ustedes como conmigo?

Después de haber empezado a gustar de esta ship a base de las migajas de la primera temporada, la segunda temporada me dio temporalmente una familia feliz y no podía dejar eso de lado.

Si alguien quisiera que hiciera más extras para este fic, puede decírmelo y lo haré. Además estoy trabajando en otro fic de ellas dos, basado en la 2da temporada, solo tengo que terminar de recuperarme de la carga que fue ese final.

Dicho esto, nos leemos pronto si desean. Besitos.

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